Las culpas de Benes
El exbanquero y líder comunitario Bernardo Benes falleció en Miami en la madrugada del lunes 14 de enero. Tenía 84 años
Bernardo Benes fue “culpable” de contribuir a la liberación de 3.600 presos políticos en Cuba, intentar un entendimiento entre Washington y La Habana, cooperar decisivamente a un cambio en el perfil de la comunidad exiliada en Miami y desarrollar la creación de diversas instituciones —algunas con mejor suerte que otras— de ayuda y entendimiento entre cubanos, estadounidenses, latinoamericanos, judíos y cristianos. Por esos “delitos” sufrió humillaciones, ostracismo y ataques de diversa naturaleza. Nadie ejemplificó mejor que él una importante época en Miami. Fue historia, política y humanismo. No se puede hablar de lo mejor y lo peor del exilio histórico sin mencionarlo.
El hombre que llegó a Miami en 1960 y se convirtió en un empresario de éxito e importante líder comunitario y político —al punto de estar considerado “entre los nombres más importantes en los medios empresariales de Miami” y ser llamado “el Henry Kissinger cubano”— fue posteriormente insultado y convertido en un apestado. Que hubiera coadyuvado a la liberación de tantos presos políticos no fue tan importante como el hecho de reunirse con Fidel Castro. Por muchos años la palabra “diálogo” inspiró temor y ser catalogado de “dialoguero” se convirtió en un insulto en el sur de Florida.
Benes contó su historia en un libro, Misiones Secretas a Cuba —de Robert M. Levine y el propio Benes—, que primero salió en inglés y luego en español. El libro resume su versión de lo ocurrido y es una mezcla de saga familiar e historia, y no pretende ser análisis sino testimonio.
Parte de la tenacidad de Benes —su enfrentamiento por momentos sosegado y otros dinámico— frente a las adversidades siempre tuvo una explicación familiar.
Nacido en Cuba a la sombra de un padre taciturno que perdió a su familia en el Holocausto, se enfrentó a la dictadura de Fulgencio Batista y luego al régimen de Castro, para conocer el dolor del exilio en su expresión más depurada. Quien se graduó de derecho a los 21 años, prefirió contribuir a una mayor justicia social antes que dedicarse exclusivamente a ganar dinero.
Fue este ideal, que primero persiguió en Cuba, el que trajo Benes al exilio. En octubre de 1966, la revista Fortune publicó: “Bernardo Benes es un joven incansable y enérgico de 31 años que, en su breve carrera, ya ha conseguido contribuir al derrocamiento de Batista, fungir como asesor legal del Ministerio de Hacienda de Castro y, en nueve meses, llegar de empleado en una máquina ponchadora a vicepresidente del Banco de Ahorros y Préstamos de Miami”.
Le hubiera sido muy fácil proseguir esa vía exitosa, pero nunca estuvo entre sus objetivos el limitarse al enriquecimiento. Misiones Secretas a Cuba cuenta que en 1962 Benes ayudó a “obtener el financiamiento para el hospital Pan American con la ayuda de un grupo de 22 médicos cubanos y sus esposas, encabezados por Modesto Mora”. El Pan American fue el primer hospital en el sur de la Florida concebido para atender a la comunidad cubana. Oficialmente, se suponía que los médicos, las enfermeras y todo el personal fuera bilingüe, pero desde el principio se impuso el español y el hospital formó parte importante de un conjunto de instituciones que creció rápidamente y se convirtió en la red encargada de satisfacer las necesidades de los inmigrantes.
“Bernardo hizo de todo en la comunidad hispana”, dijo Monseñor Bryan D. Walsh, quien fuera responsable de los servicios sociales católicos de Miami durante más de 40 años, en un reportaje de Meg Laughlin publicado en The Miami Herald en 1994. “Fue uno de los primeros en darles la bienvenida a los hispanos, y también en darles una voz”.
En la década de 1970, Benes fue director de un programa de préstamos para viviendas en América Central, del Sur y el Caribe que logró que millones de personas consiguieran casas. Fue presidente del consejo de salud que creó el fideicomiso de Salud Pública, una junta de 15 líderes cívicos que transformó el Hospital Jackson de ser uno de los hospitales peor administrados del país a situarlo entre los 25 mejores. Inició la rama hispana de Big Brothers and Big Sisters of America, especializándose en mentores para niños refugiados recién llegados y comenzó un programa que ofrecía a las familias de Liberty City casas con pagos accesibles a cambio de su ayuda para construirlas, de acuerdo al reportaje de Laughlin.
La “mala fortuna” de Benes en Miami comenzó cuando fue nombrado coordinador latino de la campaña presidencial de Jimmy Carter en la Florida. Su actuación pública como promotor y recaudador de fondos para un candidato que los cubanos consideraban excesivamente liberal despertó el resentimiento de muchos exiliados. A su vez algunos dirigentes demócratas nacionales desconfiaban de los demócratas floridanos. Sospechaban que no compartían los objetivos del partido nacional: muchos eran, en las palabras de Claude Pepper, racistas y “republicanos sureños disfrazados”, de acuerdo a Misiones Secretas.
La historia de los encuentros de Benes y Castro, así como las negociaciones que condujeron a la liberación de los presos y las diversas etapas del “Diálogo” aparecen narradas en el libro. No es la única versión de lo ocurrido. Hay otros documentos y diversas interpretaciones de los hechos. Pero si bien puede afirmarse que Misiones Secretas no es una obra única, también hay que decir que resulta imprescindible para conocer el proceso.
De su participación en las negociaciones en La Habana puede afirmarse que no cometió falta alguna en sus principios, y si hizo más de un juicio erróneo, fue en gran parte a causa de una cuestión de inocencia. La única culpa que se le puede achacar es la de no haber sido un buen conspirador. Pero eso solo es un defecto cuando no se aprecia la virtud. Benes fue un hombre honesto que pudo haberse equivocado en algunas ocasiones, pero que actuó siempre con desinterés y dedicación.
Este texto actualiza una columna de opinión publicada el 13 de agosto de 2007 en el Nuevo Herald.
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