Claudio Fermín, sus declaraciones, en un país donde prevalece la intolerancia
Eligio Damas
Para quién es y seguirá siendo hasta la muerte educador, las declaraciones de Claudio Fermín son dignas de admiración. No me refiero al fondo del asunto, ni a las metas del personaje, pues eso está sujeto a las aspiraciones de cada quién y por tanto a lo subjetivo, sino al hecho mismo que haya optado asumir esta posición que le coloca de frente de no pocos sectores oposicionistas. Justo al sector al cual pertenece o donde milita.
Aparte de la crisis económica o el desbarajuste, inducidos o no, que en esta materia aqueja a Venezuela, al margen de las razones que cada quien tenga para explicarse esta situación, es notorio que gran parte de los venezolanos estamos enfermos. Es descomunal el grado de irracionalidad e intolerancia que predomina en el país. Es difícil que dos venezolanos y hasta sólo habitantes de este país, puedan intercambiar palabras sobre cualquier asunto que no terminen enfrascados en una disputa incómoda y hasta penosa. Basta quejarse del calor, la persistencia de los vientos que vienen de la montaña o de allá del fondo del mar, para que alguien halle la forma de explicar aquello en el gobierno u oposición y siendo quienes intercambian opiniones opuestas, terminen en controversia hasta irrespetuosa. En buena medida, los correos que uno recibe por trabajos como estos, vienen cargados de frases destinadas a herir y cargadas de odio.
En las redes sociales, donde concurren profesionales como educadores, médicos y hasta deportistas, se producen intercambios que parecieran inapropiados. Una simple opinión, por bien fundamentada y juiciosa que sea, lo que no quiere decir encierre ella la verdad, o la buena intención de informar algo que la gente espera, suelen generar respuestas hirientes y ofensivas, que en la mayoría de los casos no tocan con sensatez al asunto y menos algo aportan. Las respuestas generalmente se atienen a dejar constancia del odio o el rechazo se tiene por quien o quienes piensan diferente. No hay interés por ventilar el tema para formarnos ideas claras y hasta aproximarnos, aprender del otro y hasta enseñar, sino de antemano prevalece el deseo irrefrenable de descalificar a quien piensa distinto. El siguiente es un twitter, uno de los tantos que corren por las redes, que despacha el asunto oposicionista de manera ligera y hasta llena de remordimiento y odio:
“La seudo oposición es un obstáculo, inclusive más
grande que el régimen. En estos momentos se está
dando una lucha para poder avanzar y liberar a
Venezuela tanto del régimen como de la seudo
oposición”.
17:41-15 ene. 2019
Hay una “seudo” oposición, escrita así en twitter, o sea falsa oposición. Y el calificativo parte de la idea o verdad, su verdad, la que se construyó el autor y supone la única oposición posible al gobierno; es la que él concibe y encarna. Y por supuesto, trata de imponerla, pese que, según él, combate a esta “dictadura de pensamiento único”.
Pero para mayor gravedad, el gobierno no se distancia tampoco mucho de esa apreciación, tanto que poco o nada hace para quienes como Fermín y Falcón intentan abrir un frente democrático oposicionista, sobre todo ganado para la lucha legal que tiene bastantes perspectivas, y quizás por eso mismo, se fortalezcan.
Un educador, por solo hablar de éste por razones obvias, siéndolo uno, está obligado a respetar las opiniones de los demás. Quien eso no entienda y actúe en consecuencia, mientas acusa a otros de imponer pensamiento único, no es apto para educar. Las opiniones son inherentes a la condición humana y responden a diversos factores. Y siendo así, es natural que abunden quienes de uno discrepen. Y eso sería maravilloso. Por eso, la función del educador, no es imponerle su pensamiento al educando, ni siquiera convencerle, en el sentido tradicional que se la da a la palabra, sino ponerle en condición de elaborar el suyo mediante el manejo de los mejores instrumentos. Cumplido este procedimiento, si el educando termina por elaborar conclusiones diferentes a las que maneja su maestro, este debe entender la pertinencia de eso, pues la respuesta pudiera estar determinada por valores e instrumentos que le son intrínsecos y valederos a aquél. El maestro debe conformarse con haberle ayudado a usar las herramientas adecuadamente y con que en cualquier momento habrán de encontrarse y hasta acordarse. Él, el alumno, aprenderá incluso a mejor seleccionar los instrumentos y observar con mayor exactitud. Y hasta valorar la conducta de su maestro que le respetó su trabajo y sobre todo su derecho a elaborar sus conclusiones.
Todo lo anterior se explica por las declaraciones dadas por Claudio Fermín, según las cuales la oposición no debe falsificar la realidad, pues “Nicolás Maduro es un presidente legítimo”.
Y agregó, “Hay gente hablando de falta absoluta, hay gente haciendo planes políticos porque se supone que no hay un presidente, a mi me parece que lo primero que tenemos que hacer es aterrizar, ver los hechos (…) no falsifiquemos la realidad”.
Es un hecho fácilmente comprobable que hubo un proceso electoral y que en el mismo participaron varios candidatos. De ellos, tres de la oposición empezando por Henry Falcón, el pastor protestante Bertucci y Reinaldo Quijada. Particularmente primero y último de los nombrados siguen públicamente haciendo ejercicio opositor. Es cierto que buena parte de los votantes se abstuvo, por razones válidas para ellos y de diferente índole, sin que nadie se les impusiese, pero no para el todo desde el punto de vista legal. Es elemental que todas las razones por ellos alegadas, esgrimidas por todo el mundo, en la historia política venezolana, como supuesto ventajismo oficial en lo que respecta a la composición del CNE, conducta de los medios oficiales de comunicación, autoridades de todos los niveles y el uso igualmente parcializado de los recursos humanos y materiales de que dispone el Estado a favor de la candidatura oficial, no son suficientes para deslegitimar el triunfo de Maduro. Como tampoco sería válido que el bando oficial y algunas candidaturas como la de Quijada por ejemplo, hiciesen lo mismo porque la enorme red publicitaria privada le ignorase y trabajase en función de la abstención y una pequeña parte por Falcón. Eso ha sido siempre así y lo fue cuando la oposición ganó la AN y cuando gobernó el puntofijismo con el amparo de EEUU. Menos tiene validez el reclamo si, como recordó Claudio Fermín, “Nicolás Maduro ganó las elecciones presidenciales el 20 de mayo de 2018, para el período constitucional 2019.2025 con 6.248.864 votos.”
Lo que habría que reclamar frente a Maduro no es su ilegalidad, que es como poco sustentable, sino su conducta, manejo de los asuntos inherentes al cargo que no satisfacen las aspiraciones nacionales. Lo que no es motivo para tumbarle ni invadir al país. Por lo menos, y esto es bastante, no está previsto constitucionalmente.
Por lo demás, es como demasiado infantil pretender que millones de venezolanos a esta altura de la vida e historia, creamos que EEUU y quienes en América Latina le apoyan por razones conocidas, que nada tiene que ver con los intereses de los latinoamericanos, se preocupa por las mejores soluciones para nosotros, como que vivamos en democracia y bienestar. Es elemental para cualquier conocimiento que EEUU y el gran capital internacional al cual este está vinculado, nos quieren divididos, enfrentados y hasta hundidos en una profunda crisis emocional colectiva para lograr fácilmente sus propósitos.
Por todo eso, las declaraciones de Claudio Fermín, son dignas de reconocimiento y por su valentía y disposición a reconocer la realidad a sabiendas de todo lo que le vendrá encima, como ya se manifiestan indecorosamente los intolerantes por las redes.
Pero bien sabe Fermín, como parece ser por demasiado evidente, que no reconocer la realidad, al dejarse manejar por factores e intereses foráneos que privilegian la violencia, con todo el peligro y la crueldad que eso encierra para los venezolanos, es la causa casi determinante de la fragmentación, debilidad y hasta de las derrotas de esa oposición. Es eso justamente lo que le ha impedido el diseño de táctica y estrategia adecuadas para acceder al poder.
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