APUNTES DEL CARTULARIO
Ciro Bianchi Ross
Jorge Negrete en La Habana
La primera vez que Jorge Negrete vino a La Habana era un cantante
lírico, totalmente desconocido, o casi. El empresario español que lo
trajo decidió llevarlo a varias fábricas a fin de que las trabajadoras
apreciaran su “buena pinta”. Cantó a capela en la fábrica de caramelos
y chocolates La Estrella. Finalmente se presentó en el teatro Encanto,
de la calle Neptuno, vestido de frac. No pasó nada. No causó impacto
entre los asistentes, pese a que interpretó también algunas rancheras.
Diría el empresario años después:
-Decididamente, había que cambiar su imagen. Tuvimos entonces la idea
de vestirlo con un traje de charro mexicano típico, con sombrero
bordado y todo. Fue un éxito.
Viajó mucho el astro y ocupó responsabilidades al frente del gremio
de los artistas de su país. Su vida íntima tuvo dos grandes aristas.
La que le tocó presidir a Gloria Marín, y la que encabezó María Félix.
Dijo el Charro Cantor en una entrevista con Orlando Quiroga:
-Quise siempre ser cantante de óperas y zarzuelas… Estudié para eso.
Pero el éxito me lo dieron las películas de charros, como Me he de
comer esa tuna y! ¡Ay, Jalisco, no te rajes Tuve una conversación muy
profunda con el pintor José Clemente Orozco, y él me reafirmó en mi
mexicanidad. Me dijo que no debía avergonzarle de cantar las
rancheras, que venían del pozo de nuestro nacionalismo, que debía, sí,
seleccionar las mejores, y que cantar ¡México lindo y querido!, era
para mí, como hijo de esta tierra, más importante que interpretar La
Traviata, que los italianos cantaban tan bien.
Negrete dejó de ser para los cubanos el desconocido de su primera
visita a La Habana para presentarse en el teatro Encanto. En sus
visitas posteriores era ya una superestrella del entonces poderoso
cine mexicano. La multitud lo esperaba en la calle para saludarlo. Se
retrató con Armand, el fotógrafo de las estrellas, con estudios en la
calle Línea, cerca del hospital de Maternidad. Decía:
-La Habana no ha sido para mí una ciudad más, sino la ciudad que
durante mi primera visita me sirvió de brújula para encontrar mi
camino artístico.
Cuando Negrete era ya una primera figura, le pusieron —él decía: me
impusieron— a una desconocida para el coprotagónico de El peñón de
las ánimas, papel que él quería para Gloria Marín, su esposa de
entonces. El era ya toda una estrella y trató a María en todo momento
como una figura pequeñita. Cuenta ella en Todas mis guerras (su libro
de memorias) que en una ocasión le dijo:
-Tengo una curiosidad. ¿Con quién se acostó usted para que le dieran
el estelar?
Ripostó ella:
-Usted tiene más tiempo en este negocio, así que debe saber bien con
quién hay que acostarse para ser estrella…
Pero… contrajeron matrimonio luego de que la Marín engañara a Negrete
con otro actor, Abel Salazar, lo que motivó que en los corrillos
cinematográficos se dijera que ella había cambiado cebada por cagada.
En 1952, María andaba por Francia filmando La bella Otero, mientras
que Negrete salió para Los Ángeles a fin de cantar en el teatro
Million Dollars. Mientras asistía en el Forum a una pelea del mexicano
Ratón Macías, se le presentó una hemorragia que obligo a su
internamiento en el hospital Cedros del Líbano. No saldría con vida.
María, enterada de su gravedad, viajó de París a California para estar
al lado de su esposo. Negrete, de 42 años de edad, estaba en estado de
coma. Murió el 5 de diciembre. Adolfo Ruiz Cortines, presidente de
México, envió su avión para llevar. . Al entierro asistieron unas 200
000 personas. Ese día no abrieron los cines ni los teatros.
Quedó en La Habana una supuesta huella del cantante. Una mujer, a la
que todos tomaban por loca, andaba, con una niña en brazos, por los
alrededores de la CMQ, en 23 y M, y del edificio Focsa. Decía que la
niña era hija del astro mexicano y que en su honor le había puesto por
nombre Georgina Negretia. Decía que le había escrito decenas de cartas
al padre y que nunca recibió respuesta. La pobre mujer desapareció un
buen día tal como había aparecido.
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Ciro Bianchi Ross
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