Ganaron los demócratas. ¿Perogrulladas o falsas ilusiones de
José Vicente Rangel?
Eligio Damas
Este
artículo o mejor el tema al cual se circunscribe, le concebí desde el domingo
pasado cuando José Vicente Rangel, dijo palabras más o menos, que la derrota de
Trump o de los Republicanos pudiera alterar los planes de invasión contra
Venezuela. José Vicente goza de mucho respeto y hasta credibilidad, razón por
la cual me abstuve de escribir esto antes que se produjese el acto electoral.
¿Cómo atreverme a expresar que el prestigioso periodista había hablado a lo
Perogrullo? Y es que me pareció una perogrullada pero al mismo tiempo una
afirmación que pudiera prender entre los venezolanos patriotas la ilusión que
el triunfo de los demócratas significaría para nosotros una era de esperanzas.
Pues Rangel suele ser comedido y coherente y entendí que intentaba generar
esperanzas en un nuevo cuadro.
Tengo
entendido que el señor o congresista Corker, ese que ha venido aquí dos veces y
ha establecido relaciones estrechas con el gobernador de Carabobo, el señor
Lacava, es Demócrata. También que ese legislador estadounidense, pareciera
formar parte de un pequeño círculo, que llaman el grupo de Boston, del cual
también forman parte venezolanos que intentan abrir espacios de diálogo entre
autoridades de aquél país, la oposición y gobierno venezolanos. Quizás esto y
por la natural discrepancia y diferencias entre Republicanos y Demócratas sea
natural que alguien se sienta tentado a pensar que habiendo un cambio en la
correlación de fuerzas en el Estado de USA, se pudiese traducir en una manera
distinta de concebir las relaciones con Venezuela. Creo que pensar de esa
manera es como demasiado obvio. Por eso, José Vicente, que sin duda es como muy
perspicaz, se sintió tentado a hacer aquella aseveración. Y decir eso pues, es
como pegarle un tiro al suelo. Pero al mismo tiempo, la manera de decirlo
pudiera generar falsas esperanzas y hasta predisponernos a caer en una trampa.
Al
escuchar a José Vicente, como ya dije me sentí tentado a escribir esto, pero
opté por esperar los resultados. De ganar Trump, no hubiera tenido sentido
decir lo que ahora digo.
Como
anunciaban las encuestas, los Demócratas se han impuesto en una cámara y volvió
a perder en la otra. Por supuesto, tomando en cuenta que los Republicanos
controlaban las dos, es demasiado evidente que Trump ha sufrido una seria
derrota, en un momento que confronta con China, Rusia, Irán y hasta sus aliados
de la OTAN o de la vieja Europa, en ese afán proteccionista que le lleva a
ganarse enemigos en todas partes. Su derrota es no sólo a lo interno sino a su
política exterior y diplomacia mundial. Que lo es también en lo que respecta a
su manera de abordar el problema relativo a la inmigración. Todo eso es cierto
y haber afirmado que una derrota le complicaría la vida, por lo menos en lo
inmediato, para continuar sus políticas con el mismo sentido y énfasis que les
había puesto, no fue nada inteligente ni tan perspicaz. Pero esto no es lo
peor, cuando el analista tiene mucha audiencia y por ende responsabilidad.
Pudiera ser que mucha gente haya valorado esas afirmaciones de doble filo con
mucha pertinencia. Claro eso es natural cuando se trata de un vocero que goza
de audiencia y mucho respeto. Pero también envuelve un grave peligro como aquél
que quienes se guíen por predicciones ambiguas como esa, porque no hay duda que
el haber perdido una de las cámaras implica una derrota para Trump y hasta
obligada revisión a su conducta, no necesariamente conduzca a un cambio de
conducta significativo. ¿Hay motivos para pensar que habiendo perdido Trump y
los republicanos una de las cámaras, lo que fue “una muerte anunciada”, se
produzca un cambio sustancial, no digamos radical, de actitud frente a
Venezuela? ¿Puede uno creer a esta altura de la vida que los Republicanos y
Demócratas en materia de política internacional tengan diferencias
sustanciales? ¿Acaso dentro de ese poderoso lobby de multimillonarios que
determina la política exterior y económica de EEUU, que hasta pudiera tener
compartir preferencias entre esos dos partidos, tiene diferencias sustanciales?
¿La salida
de Bush del poder y con él la afroamericana
Condolleezza Ryce, quien estuvo al frente del Departamento de Estado,
sustituidos por Obama, también afroamericano y la señora Clinton, significó
algún cambio en la política guerrerista que se venía aplicando?
Obama y la
Clinton no sólo continuaron aplicando y hasta con más saña una política
guerrerista contra quienes por sus simples intereses económicos definieron
enemigos de EEUU. La invasión a Libia y todo lo horrendo y cruel allí
acontecido fue obra del partido Demócrata en el poder. Igualmente el haber
prendido una guerra de exterminio en una sociedad próspera como la de Siria,
donde pese las diferencias naturales que allí pudiera haber habido entre los nacionales
no justificaba el horror causado. ¿Acaso
no fue Obama quien declaró a Venezuela “como una amenaza inusual y
extraordinaria para Estados Unidos”, abriendo con ello todas las posibilidades
de agresión, incluso la invasión militar?
Definitivamente
no parece ser sustentable la idea según la cual esta derrota que se esperaba y
se concretó ayer sufrida por los republicanos, pudiera significar un cambio de
actitud por parte de Trump, dado los inconvenientes que le pudieran crear los
republicanos desde el poder legislativo.
Según expertos, y esto lo he aprendido en mis cotidianas charlas con el
profesor norteamericano Steve Ellner, ambos partidos tienen diferencias a lo
interno; en la manera de abordar los problemas de la cotidianidad estadounidense,
pero en política internacional se comportan casi de la misma manera. Por
supuesto, eso no niega que haya algunas diferencias de estilo, como aquello que
unos van a misa en la mañana y otros en la tarde y que cada grupo tiene sus
particulares amigos y hasta interlocutores.
De donde
uno concluye que posiblemente pudiéramos observar y hasta ser sujetos de
variantes en el tratamiento, pero la política central, aunque sean los
demócratas quienes lleguen a la Casa Blanca, seguirá siendo la misma. El gran
capital estadounidense, sometido hoy a la competencia y hasta en desventaja
frente a China y Rusia, sin olvidar otros países emergentes, no va a variar sus
objetivos ni cejar en la idea de someter a quienes gobiernen en Venezuela a sus
designios, pues lo sustancial es lo que ella, frente a la costa caribeña y
atesorando riquezas, empezando por las energéticas, representa en la lucha por
la supervivencia mundial. Y es natural que de todos lados surja la esperanza de
tenerla a su lado para construir el futuro. Pase lo que pase en la lucha
interna entre demócratas y republicanos, la política exterior estadounidense
seguirá siendo la misma, los planes de dominio no variarán, apenas pudieran
acomodarse a un nuevo estilo y ritmo. El enemigo fundamental no es Trump, como
tampoco los republicanos, pues ambos juegan al ritmo que otros les imponen,
sino las clases dirigentes estadounidenses que se han impuesto una agenda de
supremacía y dominio. El riesgo no está en escuchar, sino dejarse embelesar por
cantos de sirenas.
Es cierto,
es como demasiado obvio, pensar que la derrota de Trump pudiera alterar los
planes inmediatos de invasión sobre Venezuela. Hasta abrir un compás, quién
sabe. Pero ese proyecto continuará, como viene diciendo el propio Trump, sobre
la mesa. Lo peligroso es que expresiones como la de José Vicente Rangel
pudieran conducir a falsas percepciones, un bajar la guardia y hasta dejarse
imbuir por buenas intenciones, bellos deseos y hasta muy malos consejeros e
intermediarios.
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