miércoles, 29 de abril de 2015
MUJERES EN EL CONGRESO Y NOTAS ACLARATORIAS
Pablo LLabre . Notas aclaratorias:
La llamada novia del autenticismo no fue Alicia Hernandez de la Barca, sino Conchita Castanedo, que participo en la fundacion del Partido Revolucionario Cubano Autentico, el 8 de febrero de 1934. ( fallecida en Miami a finales de los 70). Alicia Hernandez de la Barca fue delegada a la Asamblea Constituyente de 1940 por el PRC ( A).
Aunque el hecho no esta totalmente esclarecido, pero por toda una serie de indicios se especulo en aquel momento que Jesus Gonzalez Cartas, alias El Extrano, a la sazon, Secretario General de la organizacion pseudo revolucionaria, Accion Revolucionaria Guiteras, fue uno de los que participo en la muerte de Mauricio Baez, secuestrado al salir de su domicilio, en el reparto Sevillano, el 8 de marzo de 1950. Pero no Eugenio Rodriguez Cartas, cuyos apellidos similares tienden a confundirlo, aspecto este que debio agradar mucho al extrano. Pablo LLabre Raurell.
NOTA DE CIRO BIANCHI SOBRE ACLARATORIA DEL DR. PABLO LLABRE
Amigo Pablo
Gracias por tu mensaje. En efecto, la novia auténtica fue
Conchita
Castanedo; no Alicia Hdez de la Barca. De cualquier manera
poco
importa ya. A Ambas se las tragó el tiempo.
En cuanto al secuestro de
Mauricio Baez, No es como dices, que lo
secuestraron cuando salía de su casa,
sino que lo obligaron, a salir
de la casa con un pretexto baladí y él mordió el
anzuelo, quizás para
evitar males mayores en presencia de la familia que lo
acogia, en la
casa de Cervantes 8, en el Sevillano.
No fue El Extraño quien
tuvo relación con el secuestro. Sino el
representante a la Cámara Casimiro
Eugenio Rodríguez Cartas. Fíjate
que llevan al secuestrado a la antigua finca
de Alfredo Zayas, suegro
de CERC, y de allí lo trasladan a Camagüey por donde
lo sacan del
país.
Un abrazo y dime de tu vida
c
--
Ciro Bianchi
Ross
On Tuesday, April 14, 2015 1:06 PM, Ciro Bianchi Ross wrote:
Mujeres en el Congreso
Ciro Bianchi Ross * digital@juventudrebelde.cu
12 de Abril del 2015 2:36:13 CDT
En Cuba las mujeres llegaron a la Cámara de Representantes en 1936, y
al Senado en 1940. El primer proyecto de ley presentado por una mujer
al Congreso fue una suerte de reforma agraria que contemplaba el
reparto de las tierras rústicas del Estado. Correspondió hacerlo a la
villareña Consuelo Vázquez Bello. Hasta 1958 solo en una ocasión se
concedió a una mujer la oportunidad de hacer el panegírico de Antonio
Maceo en la Cámara, y también hasta esa fecha solo una mujer presidió
ese cuerpo, la oriental María Caro Mas. En seis años como senadora,
María Teresa Zayas jamás pronunció una sola palabra en el hemiciclo
del Senado. Antes de ocupar su curul en la Cámara, Alicia Hernández de
la Barca fue delegada a la convención que elaboró la Constitución de
1940, donde solo hubo tres mujeres. Como en esa época estaba recién
parida, no era raro que concurriera a aquella magna asamblea con el
niño en brazos. Años después, un poco en broma, pero con orgullo,
diría a su hijo:
--Eres el único cubano que tomó el pecho en el Capitolio.
El 6 de abril de 1936, al abrirse el período legislativo, seis mujeres
hicieron valer en la Cámara sus actas como parlamentarias electas.
Fueron Rosa Anders Causse, María Gómez Carbonell, María Quintana
Herrera, Balbina Remedios y las ya citadas María Caro Mas y Consuelo
Vázquez Bello. Desde esa fecha y hasta 1952 nunca pasaron de seis las
mujeres que tuvieron escaños en ese cuerpo durante una etapa
congresional.
Entre 1940 y 1952 hubo solo dos senadoras, una de ellas la periodista
Mariblanca Sabas Alomá, también embajadora y ministra sin cartera. En
1954 solo una mujer, María Gómez Carbonell, llegó al Senado, y otras
dos, ambas por Oriente, accedieron a la Cámara. En las elecciones
espurias de 1958 solamente una dama resultó electa al Senado, la ya
mencionada Alicia Hernández de la Barca, y tres llegaron a la Cámara
de Representantes.
Yo soy la mayor
Un día faltó a la sesión correspondiente el Presidente de la Cámara y
también el vice. Tales ausencias las suplía el representante de más
edad. María Caro asumió sin prejuicios sus años y dijo: <>. Subió al estrado para declarar abierta una sesión que no
llegaría a celebrarse por falta de quórum. Ella impulsó una ley sobre
la propiedad intelectual que no progresó y en 1938 echó en cara al
presidente Federico Laredo Bru el incumplimiento de su promesa de
contribuir con 25 000 pesos al sostenimiento de la Escuela del Hogar,
de Oriente.
Tampoco se aprobó el proyecto de ley sobre el reparto de tierras
estatales de Consuelo Vázquez Bello, hermana de Clemente, presidente
del Senado en tiempos de Machado y que en septiembre de 1932 fue
víctima de un atentado que le costó la vida. Se dice que la habanera
María Antonia Quintana, muy hábil en el debate político, daba colorido
a las sesiones de la Cámara por su belleza y elegancia y por su
actuación despejada y decidida, y que Rosa Anders Causse, de Camagüey,
elocuentísima, fue una de las figuras femeninas más relevantes del
Congreso. Esperanza Sánchez Mastrapa, que concurrió como delegada a la
Asamblea Constituyente de 1940, llegó después a la Cámara de manos de
los comunistas, con los que, una vez allí, no tardó en discrepar.
Tanto en la Constituyente como en el Parlamento, Alicia Hernández de
la Barca trabajó en favor del niño, la escuela, el maestro y la mujer.
En la Cámara propuso una ley que disponía la reforma integral de la
enseñanza y otra sobre la creación del servicio social y la
orientación vocacional en las escuelas públicas.
Muchos años después diría Alicia Hernández de la Barca: <>.
Poco o nada dirán esos nombres a los lectores de hoy. Aunque a la
Hernández de la Barca me referiré más adelante, aludiré ahora, por lo
curioso de sus casos, a otras dos legisladoras, la pintora Loló
Soldevilla y la ya mencionada María Teresa Zayas.
Renunciantes
A esa última, hija del ex presidente Alfredo Zayas, la eligieron al
Senado en dos ocasiones. La segunda vez desempeñó su mandato de
principio a fin entre 1944 y 1948, pero la primera lo renunció, en
1942, cuando llevaba dos años en el cargo. Lo ocupó entonces Eugenio
Rodríguez Cartas, su suplente, y todo quedó en familia porque era
además su esposo.
Ella conoció al que sería su marido en una visita al Castillo del
Príncipe, donde Rodríguez Cartas cumplía sanción por el asesinato, en
1917, de Florencio Guerra, alcalde provisional de Cienfuegos. No era
ese ciertamente su primer crimen, pues en 1911 y también por
asesinato, lo condenó la Audiencia de Santa Clara. Tampoco sería el
último: en 1950 cosería literalmente a balazos, en el edificio
América, de la calle Galiano, al representante a la Cámara Rafael
Frayle Goldarás, hecho que quedó impune, y apenas un año después fue
parte principal en el secuestro en La Habana del líder obrero
dominicano Mauricio Báez, sacado de Cuba en secreto y servido en
bandeja de plata al sátrapa Rafael Leónidas Trujillo sin que nunca se
precisara su destino, que es de suponer. Pero esa es otra historia.
El caso es que en aquella visita al Castillo del Príncipe, María
Teresa Zayas se enamoró de Rodríguez Cartas y consiguió que su padre,
a la sazón en la Presidencia de la República, lo amnistiara. Alguien
podría preguntarse cómo un asesino convicto y confeso se las arreglaba
para llegar al Congreso de la nación. Así eran las cosas. Las
amnistías limpiaban los antecedentes penales y lo demás era cuestión
de mover influencias y dinero suficientes. Un acta de representante a
la Cámara por el Partido Auténtico en 1950 costaba no menos de 100 000
pesos, cifra nada difícil de recuperar si se salía electo.
Loló Soldevilla fue, parece, una legisladora fecunda, pero se cansó
pronto de su labor en el Congreso y renunció a su escaño, que
conquistó por La Habana aunque era pinareña de nacimiento.
Se alejó así de la política activa para dedicarse por entero a las que
eran sus dos vocaciones: la pintura y el cultivo de las letras. Estaba
casada con Eusebio Mujal, el auténtico y luego batistiano líder de la
CTC. En tiempos de Batista, y separada ya de su esposo, se desempeñó
como agregada cultural en la embajada de Cuba en París. Más tarde --31
de octubre de 1957-- ya con otros amores, abrió en 5ta. avenida esquina
a 84, en Miramar, la galería Color-Luz. Después del triunfo de la
Revolución se quedó en Cuba y publicó un par de libros. Quien esto
escribe recuerda, de mediados de los años 60, los paseos de Loló
Soldevilla por la calle Obispo, con una vestimenta un tanto
estrafalaria y rodeada siempre de un séquito de muchachos de ambos
sexos que la trataban casi como a una diosa.
La novia auténtica
También se quedó en Cuba Alicia Hernández de la Barca y desplegó una
valiosa tarea en el sector de la educación, en particular en la
Dirección Nacional de los Círculos Infantiles. Siendo estudiante
universitaria conoció a muchos de los que después serían figuras
significativas en el Partido Auténtico, en el que también militó ella.
Fue amiga de Ramón Grau San Martín que, a su llegada al poder, en
1944, la nombró subsecretaria (viceministra) de Educación, y desde ese
departamento, donde permaneció hasta 1946, fue la colaboradora más
eficaz del ministro Luis Pérez Espinós en su campaña de Todo por el
Niño. En 1950 Alicia fue una de las gestoras de la ley por la
equiparación de la mujer y del matrimonio. Murió en La Habana, con más
de 90 años de edad.
En un momento la llamaron La Novia del Autenticismo. Por esa
organización política llegó a la Cámara en 1946 y volvió en 1950,
mandato este que no pudo concluir porque el golpe de Estado del 10 de
marzo de 1952 interrumpió el ritmo institucional de la nación.
Muy joven accedió, como profesora de Matemáticas, al claustro de la
Escuela Normal para Maestros de La Habana. La había designado su
padrino, el general José Braulio Alemán, secretario (ministro) de
Educación del presidente Machado. A la Doctora Carolina Poncet, toda
una institución en la Normal, le molestó la juventud de la nueva
colega. Comentó entonces la estudiosa del romancero cubano y de la
obra de José Jacinto Milanés y Joaquín Lorenzo Luaces, que Cuba era un
país de sorpresas y añadió enseguida que no entendía cómo una
muchachita tan joven fuera ya catedrática de una escuela como aquella.
Alicia respondió que no la nombraron por su edad, sino por sus
títulos.
--¿Cuántos títulos universitarios tiene usted?, preguntó Alicia a la Poncet.
--Dos, respondió la aludida.
--Pues yo tengo cuatro.
Era, en efecto, Doctora en Farmacia, en Pedagogía, en Ciencias
Físico-Matemáticas y en Ciencias Naturales.
Pese a sus discrepancias con el presidente Carlos Prío, Alicia
Hernández de la Barca fue la única mujer que en las horas que
siguieron al golpe de Estado batistiano se hizo presente en Palacio
para manifestar su apoyo y colaboración al mandatario depuesto. Lo
instó a resistir y cuando se convenció de que no lo haría, sugirió,
sin éxito, que los parlamentarios se hicieran fuertes en el Capitolio.
Al despedirse de Prío y virarle la espalda para siempre, le echó en
cara su falta de arrojo con una frase lapidaria.
Le dijo:
--Recuerda que tu madre fue mambisa.
--
Ciro Bianchi Ross
cbianchi@enet.cu
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