miércoles, 8 de abril de 2015
LO QUE ME CONTARON SOBRE EL CAPITOLIO
Lo que me contaron sobre el Capitolio
* digital@juventudrebelde.cu
4 de Abril
del 2015 21:49:47 CDT
I
El nombre de Capitolio dado al edificio emplazado en
la manzana
comprendida entre las calles Prado, Industria, San José y
Dragones,
con fachada principal sobre la primera de esas vías, fue fruto de
la
encuesta promovida por el Doctor Carlos Miguel de Céspedes,
secretario
(ministro) de Obras Públicas del presidente Gerardo Machado, y
llevada
a cabo por el periódico habanero Excélsior. Parte importante de
la
opinión pública quería que la obra, que comenzaría a construirse el
1ro. de
abril de 1926, se le diera el nombre de Palacio del Congreso,
mientras que otro
grupo se inclinaba por Capitolio. Este fue el nombre
que, por mayoría, decidió
la encuesta. Capitolio, esto es edificio
majestuoso y elevado.
II
Ocupaba la
presidencia de la República el mayor general José Miguel
Gómez cuando el
Congreso, por ley de 20 de julio de 1910, autorizó la
permuta de los terrenos y
edificios del Arsenal (113 020 m²),
propiedad del Estado, por los que ocupaba
la Estación de Villanueva
(43 906 m²), propiedad de los Ferrocarriles Unidos de
La Habana. Se
trató, dijo la prensa de entonces, del cambio de la vaca por la
chiva,
y se comentó que, para hacerlo posible, se movió bajo cuerda una
fuerte
suma de dinero que la empresa ferroviaria entregó a los
gobernantes para que
aprobaran la maniobra.
Hasta entonces los mandatarios cubanos despachaban y
vivían en el
viejo Palacio de los Capitanes Generales. José Miguel quería
construir
el Palacio Presidencial en los terrenos de Villanueva. Para
su
edificación, el Congreso aprobó, el 22 de julio, un crédito de un
millón de
pesos, y el Presidente por decreto convocaba a un concurso
internacional para
elegir el proyecto del edificio. De las 23
propuestas remitidas por arquitectos
de distintas nacionalidades, 19
se eliminaron por no cumplir los requisitos
contemplados en las bases
del certamen. Tampoco clasificó a la larga ninguna de
las cuatro
restantes y el concurso quedó desierto. Un jurado más
reducido
conformado a propuesta del mandatario, examinó otra vez los
proyectos
finalistas. Se decidiría por aquel que, aun cuando hubiera que
hacerle
modificaciones, tuviera mejores condiciones para su ejecución.
Escogió
el presentado bajo el título de <>, elaborado por
Eugenio
Rayneri Sorrentino y Eugenio Rayneri Piedra. Se sacó entonces
a
subasta la ejecución del Palacio y se adjudicó la obra a los
arquitectos
Rayneri. Sería un edificio de 100 por 70 metros y, debido
a los cambios
introducidos al proyecto original, tendría un costo de
1,2 millones de
pesos.
III
Todo marchó sobre ruedas hasta la subida al poder, en 1913, del
mayor
general Mario García Menocal. Disgustaba al nuevo mandatario el
lugar
escogido para Palacio Presidencial. Prefería ubicarlo en la Quinta
de
los Molinos y destinar al Poder Legislativo el edificio que se
construía en
Villanueva, utilizando lo levantado hasta esa fecha. Se
votó otro crédito y los
nuevos arquitectos determinaron añadir a los
extremos del edificio dos
hemiciclos, uno para el Senado y otro para
la Cámara de Representantes. El
inmueble tendría ahora 140 metros de
frente por 75 de fondo. La cúpula ya
ejecutada les pareció muy baja y
se decidieron por otra más elevada. La vieja
cúpula, de unos 550 m3 de
hormigón y 1 200 toneladas de peso, se eliminó
mediante una explosión
controlada. La nueva, de más peso y altura, impuso
reforzar los
cimientos con 532 pilotes de madera dura de júcaro y
jiquí.
IV
Llegó así el mes de diciembre de 1917. Subían los jornales de
obreros
y técnicos, y se elevaban los precios de los materiales
de
construcción. Menocal detuvo los trabajos. Se reanudarían tiempo
después.
La paralización definitiva llegó el 21 de octubre de 1921,
cinco meses después
de la toma de posesión del licenciado Alfredo
Zayas como presidente de la
nación. A propuesta de su ministro de
Obras Públicas, y en virtud de la crisis
económica por la que
atravesaba el país, se ordenaba además arrendar los
terrenos a una
compañía particular que, con el nombre de Havana Park, montaría
allí
un parque de diversiones con montaña rusa, tiovivos, carruseles y
salas
de juego, así como bares y una variada oferta gastronómica.
V
Gerardo Machado
se hizo cargo del poder el 20 de mayo de 1925. El 15
de julio siguiente, el
Congreso votaba la Ley de Obras Públicas que
consignaba, en su acápite de
Construcciones Civiles, la edificación
del palacio de las leyes en los terrenos
de Villanueva. Ya para
entonces, aparte del Havana Park, otros negocios
particulares habían
buscado asiento en el área, convertida además en depósito
de trastos e
inmundicias. Dispuso enseguida el Gobierno la cancelación de
las
licencias otorgadas a particulares para operar en los terrenos que
serían
del Capitolio y no demoró en desalojarlos. Había apuro por
concluir el
edificio, pues la VI Conferencia Panamericana se
celebraría en La Habana y
Machado había prometido que sesionaría en
edificio nuevo. Para ello debía estar
listo antes de las 12 meridiano
del 1ro. de enero de 1928, lo que equivalía a
que la obra se
concluyera en 22 meses. De no ser así, el contratista pagaría
mil
pesos por cada día de demora.
VI
Carlos Miguel de Céspedes encargó a los
arquitectos Govantes y
Cabarrocas la realización del proyecto del nuevo
edificio. El
presupuesto sería de tres millones de pesos para la construcción
y
otro medio millón para el mobiliario, y debía aprovecharse todo lo que
se
pudiera de los empeños anteriores. Tres empresas constructoras
acudieron a la
licitación y se encargó a la Purdy and Henderson, pese
a ser su propuesta más
costosa que la de Arellano-Mendoza-Morales. La
Purdy tenía los mejores
antecedentes, tanto desde el punto de vista de
solvencia material y moral, como
por haber construido los palacios del
Centro Gallego y del Centro Asturiano y
los edificios de La
Metropolitana y el Banco Gómez Mena, entre otros.
Construiría después
el Hotel Nacional.
VII
Fueron infructuosos todos los
esfuerzos por aprovechar en la nueva
obra el máximo de lo construido antes. El
intento se hizo. Demolidas
algunas partes, reforzados muros y techos en otras,
construidos
dinteles y colocadas vigas de acero, se advirtieron diferencias
de
medidas y falsas escuadras que obligaron al replanteo de los planos.
En
algunos casos las cimentaciones antiguas no correspondían con los
ejes de los
nuevos muros y en todos resultaban insuficientes para
soportar las nuevas
cargas. Hubo que excavar hasta siete metros para
encontrar terreno lo bastante
sólido para cimentar. Fueron
excavaciones difíciles, pues el terreno estaba
materialmente minado de
cimientos de concreto que corrían en todas direcciones
y que
correspondían a proyectos anteriores y sin conexión alguna. No
podía
emplearse, por tanto, ningún medio mecánico y las excavaciones
debieron
hacerse a pico y pala. La cúpula, más alta y pesada en este
proyecto, impuso un
refuerzo de la cimentación y hubo que hincar cerca
de mil pilotes de jiquí y
fundir sobre ellos una gran placa de
hormigón armado que soportaría las grandes
columnas de acero de la
estructura.
VIII
El producto de las demoliciones y de
los cimientos que hubo que
desechar se aprovechó en el relleno del propio
terreno, así como en
las obras en construcción del Malecón habanero, en la
Avenida del
Puerto y en la Avenida de las Misiones, donde se emplearon miles
de
metros cúbicos de relleno. No existían en Cuba las
maquinarias,
herramientas, ni tampoco los obreros capacitados para trabajar
la
cantería, por lo que hubo necesidad de importar los equipos y
contratar
algunos especialistas extranjeros de alta calificación para
los trabajos. Se
instalaron nueve sierras mecánicas con hojas de
diamantes que cuadraban los
cantos a las medidas más aproximadas para
que el desbaste a ejecutar por los
canteros fuera el mínimo. La
manipulación de los cantos, algunos de los cuales
pesaban hasta nueve
toneladas, fue mecanizada con grúas. Fue sin duda un
acierto reactivar
la vía férrea que llegaba hasta Villanueva. Por ella se
transportaron
los materiales pesados que se recibieron en grandes cantidades
tanto
del exterior como del interior de la República, lo que
proporcionó
facilidad, economía y rapidez en su transporte, manipulación
y
acarreo. Cinco obreros y técnicos, cubanos y no, encontraron la
muerte
mientras laboraban en la construcción del Capitolio.
IX
Terminadas las
cimentaciones, conforme a las exigencias del proyecto y
con objeto de salvar
los contratistas su responsabilidad en el
cumplimiento del contrato, dirigieron
al ministro de Obras Públicas
una comunicación referente al retraso
experimentado y los desembolsos
hechos por causa de trabajos que consideraban
extraordinarios y no
previstos, y como consecuencia informaban que la obra no
podría
ejecutarse en el término previsto ni por el precio pactado.
Céspedes
estimó que no procedía la prórroga y no accedió a la demanda.
Sin
embargo, la complejidad de los trabajos, los imprevistos que se
impuso
solucionar y el uso de materiales de mejor calidad y mayor
costo,
hicieron que la Purdy reiterara su pedido, recomendando al Gobierno
la
conveniencia de no precipitar la marcha de los trabajos. Se habían
agotado
ya los tres millones previstos. Sugerían buscar otro
emplazamiento para la
Conferencia Panamericana. La Universidad de La
Habana, la única que funcionaba
entonces, se alzó como sede
alternativa de la reunión, y se procedió a
embellecer el centro
docente. Se demolió lo inservible y se construyeron calles
y jardines
dentro del recinto académico, así como la regia y
monumental
escalinata. A fines de marzo de 1927, Céspedes se reunía con
el
arquitecto Rayneri, director de las obras, y hacían el balance
detallado de
lo pendiente. Calcularon entonces que unos diez millones
de pesos adicionales a
lo ya gastado se requerían para concluir la
obra. Fijaron, por otra parte, una
nueva fecha para su inauguración:
20 de mayo de 1929. Ese día, con pompa y
boato, Machado tomaba
posesión de la presidencia para un segundo
mandato.
X
El Capitolio representó una inversión de 16 640 743 pesos con
30
centavos, cifra que incluye el valor de las obras de arte que atesora,
los
muebles y las maquinarias que se adquirieron para la construcción
misma. Ocupa
una superficie total de 43 609 m2, de los que 13 489
corresponden al edificio.
De ellos, 10 839 son área techada. Los
jardines se extienden sobre 26 583 m2.
Su construcción demoró 37
meses, tiempo récord para una obra de esa
envergadura. Monumento
Nacional. Símbolo de la República. Orgullo para todos
nosotros.
(Con información de Luis Bay Sevilla, Enrique Luis Varela, Juan de
las
Cuevas y Emilio Roig)
--
Ciro Bianchi
Ross
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