domingo, 15 de diciembre de 2013

MEDITACION Y MISTICA ANTE LA REALIDAD DE LA MUERTE

ATENCIÓN FRANK MEDITACIÓN Y MÍSTICA ANTE LA REALIDAD DE LA MUERTE CRÓNICAS CUBANAS. Por Félix Sautié Mederos. En muchas ocasiones he escrito que en la medida que me pongo más viejo me hago más místico. Me refiero a un sentimiento que experimento cada nuevo día cuando me despierto y compruebo que estoy vivo, porque en mi criterio lo que soñamos mientras que dormimos forma parte de los misterios de la vida que muchas veces no nos podemos explicar a cabalidad, pero que están presentes en lo más profundo de nuestra conciencia. Entonces, puedo decir que despertarse en la mañana es tomar contacto de nuevo con una realidad existencial del presente perenne en que nos desenvolvemos de manera consciente durante nuestro peregrinaje terrenal. Viejo y místico mis sentimientos se hacen cada vez más punzantes y los dolores más profundos pero a la vez más recurrentes y menos disimulables. Siento con mayor fuerza mis dolores y los dolores de quienes me rodean así como los dolores existenciales de todos los que habitamos transitoriamente en este planeta. En tales circunstancias los dolores de quienes me rodean son también mis dolores, muy especialmente los de mis más allegados de acuerdo con la lógica existencial, moral y ética en que me desenvuelvo mientras que más envejezco. Quizás ese presente perenne a que me refiero, descripto por algunos teólogos, filósofos y místicos, no es una parte real de nuestra vida terrenal sino que es un sueño previo, experimentado ante la verdadera realidad que se encuentra escondida detrás de la muerte porque después que morimos es que comenzamos la vida eterna en los ámbitos espirituales de Dios. Esto cuando lo analizo a través de las categorías de espacio y tiempo, confieso que compruebo en mi experiencia existencial que la vida es verdaderamente un sueño como expresó un grande de la literatura universal; y que por tanto, estamos llamados a permanecer en la “Casa que no se acaba” dentro de los ámbitos de una vida eterna a la que estamos destinados, queramos o no y muy a pesar de que muchos nieguen su existencia. La muerte pues constituye una realidad inexorable a la que todos los que un día nacemos estamos llamados a traspasar; por eso nos autodenominamos mortales. Quizás la muerte sea una de las verdades verdaderas y valga la redundancia del término que implica la existencia de verdades afirmadas que en realidad no son verdaderas. Pero la muerte es además de una verdad inexorable, un misterio que nos marca y al que tememos profundamente en nuestro ser interior que se resiste a aceptarla y que se angustia con profundos dolores del alma cuando nos toca de cerca y se lleva consigo a alguien muy querido. Esos sentimientos de temor y de dolor tienen que ver con el miedo umbral característico de la condición humana, que nos mueve aunque haya quienes así no lo reconozcan, desde que salimos del seno materno y damos señales de vida con nuestro llanto provocado cuando tomamos contacto con un mundo en el que en definitiva estamos llamados inexorablemente a morir, para después comenzar la vida eterna a que estamos también llamados aunque en esos momentos iniciales no podamos conocerla, quizás ese llanto primario la presume en realidad. Nací en 1938 y desde entonces la muerte me ha rondado muy de cerca, mis abuelos, mis padres, mis tíos, algunos de mis sobrinos, mis profesores, un hermano, muchos de mis amigos; y, lo más triste de todo, un pequeño hijo que murió indefenso ante una terrible enfermedad muy desconocida en aquellos momentos en que me sorprendió y grabó para siempre en mis adentros un dolor que permanece y me acompañará hasta que yo también comience la vida en la Casa que no se acaba. Quizás por todo eso puedo comprender mejor el dolor de quienes me rodean. La fe capaz de mover montañas es el verdadero antídoto ante la realidad de la muerte. Los que no tienen fe son más indefensos aún ante la muerte aunque todos los humanos sentimos dolor y tristeza.. Yo tengo fe, le tengo miedo a la muerte, me duelen mucho las muertes cercanas de mis seres queridos, las muertes de mis amigos y en definitiva todas las muertes. En este orden de pensamiento, finalmente quiero afirmar que Dios que es un dios de vivos como dice el Evangelio, es el verdadero consuelo, la verdad y la vida. Escrito con motivo de la muerte de un hijo de un amigo, en el día de la Virgen de Guadalupe, advocación de María que nos acoge a todos los latinoamericanos. Lo hago además como expresión de mis sentimientos profundos ante la realidad inexorable de la vida que se renueva dolorosamente con la muerte. fsautie@yahoo.com Publicado en Por Esto! el sábado 14 de diciembre del 2013. http://www.poresto.net/ver_nota.php?zona=yucatan&idSeccion=22&idTitulo=29400

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