Thomas Wenski en La Habana
Por Lorenzo Gonzalo, 29 de marzo del 2012
“Hoy es evidente que la ideología marxista en la forma en que fue concebida no se corresponde ya con la realidad”.
Estas palabras del Papa Benedicto XVI, son una verdad que por desconocimiento o política de algunos, han sido tergiversas.
Ya hicimos mención al hecho, pero dado que el Obispo de Miami Thomas Wenski, a propósito, por ligereza o quizás por los prejuicios que muchos aún conservan respecto a la realidad económica y social, sobre todo de las teorías de análisis surgidas con las aportaciones de Karl Marx o los mismísimos aportes de la Encíclica Rerum Novarum de León XIII, mal interpretó estas palabras.
Nadie en su sano juicio y con total honestidad, desprejuiciado de las doctrinas creadas alrededor de los primeros grandes pensadores de las ciencias económicas, se atreve a asegurar hoy que el “mercado es una mano invisible” que se encarga de regular la economía.
De igual manera, ningún pensador, teórico, o economista de ciencias sociales, insiste hoy en que el mercado debe ser eliminado por ser el causante de los males sociales existentes y de las grandes crisis económicas.
Desde el surgimiento de la gran empresa quedó demostrado que el mercado no funcionaba de ninguna de las dos maneras. Incluso, el economista británico premio Nobel de Economía, Ronald Coase demostró con su Teorema de Coase, los costes de transacción y el funcionamiento de la economía, que el mercado no es un fenómeno autónomo que por sí solo se encarga de resolver los problemas causados por los errores, el egoísmo y la avaricia humana. Esta última es una conducta que, si no es concomitante a hombres y mujeres, tiene fuertes bases en la supervivencia del ser y parece presentarse como algo naturtal.
A partir de estas aportaciones, la economía en su expresión más pura, comenzó a considerar Mercado y Empresa como soluciones alternas para alcanzar una apropiada organización.
Los planteamientos originales que sentaron las bases para entender los fenómenos económicos, provienen tanto de pensadores e innovadores como Adam Smith y David Ricardo por un lado, como de Karl Marx y de los teóricos del Siglo XIX autodenominados socialistas, por el otro, se mezclan a nivel de la ciencia y la academia. De hecho Marx partió de algunos aportes de Adam Smith y concluyó finalmente bautizando el proceso errático de abandonar el mercado a la famosa “mano invisible”, como capitalista, de aquí que llamó Capital a su inconclusa obra cumbre. En el proceso de entrelazarse, se acentuaron los problemas políticos que lo confundieron y despedazaron, hasta el punto de retardar el hallazgo de soluciones objetivas para garantizar el funcionamiento económico, el cual no es solamente producir, sino distribuir proporcionalmente a los esfuerzos.
Los prejuicios introducidos por los poderes centrales, tanto los defensores del llamado mundo capitalista como los soviéticos que pretendieron de un tajo reconvertir la economía como si esta naciera del carácter absoluto de la voluntad humana y no a la inversa, han detenido el proceso del pensamiento ponderado y de las aplicaciones objetivas de ciertas normas en la dirección del Estado y la organización económica.
Estos prejuicios parecen estar presentes en el pensamiento del Obispo de Miami Thomas Wensky, de acuerdo a sus palabras en la Catedral del La Habana con motivo de la visita del Papa a esa capital.
Diciendo que repetía las palabras del Santo Pontífice cuando éste se dirigía a México, interpretó el decir de su Santidad como que el “marxismo es una ideología caduca”. En la realidad el Papa hablaba de Cuba y fue claro y Sabio, cuando dijo que el marxismo en la “FORMA que fue concebida no se corresponde con la realidad”.
No vamos a explicar cómo la política y la lucha por las áreas de influencia de las grandes naciones contribuyeron a distorsionar la economía y los aportes de grandes pensadores, tanto los denominados capitalistas como de los llamados socialistas.
Evidentemente el Obispo Wensky se dejó llevar por la representación política que le corresponde como prelado de Miami, una ciudad donde subsiste una comunidad católica que no ha logrado sobreponerse a sus enfrentamientos del pasado con el gobierno provisional revolucionario.
No obstante, sería bueno que los fieles católicos cubanos, tanto quienes viven en la Isla como aquellos emigrados a otros países, recuerden las palabras de despedida del Papa Benedicto XVI, como también es importante que los cubanos en general recuerden su mensaje:
“La hora presente reclama de forma apremiante que en la convivencia humana, nacional e internacional, se destierren posiciones inamovibles y los puntos de vista unilaterales que tienden a hacer más arduo el entendimiento e ineficaz el esfuerzo de colaboración. Las eventuales discrepancias y dificultades se han de solucionar buscando incansablemente lo que une a todos, con diálogo paciente y sincero, comprensión recíproca y una leal voluntad de escucha que acepte metas portadoras de nuevas esperanzas”.
El Obispo Wensky estuvo a la altura de su posición cuando apoyó sin reparos la visita del Papa a Cuba, viajando con gran parte de su feligresía para oficiar misa allí, donde esta feligresía tiene sus recuerdos y el fundamento cultural que en parte los define.
Sólo le faltó ese detalle de desenterrar “posiciones inamovibles y los puntos de vista unilaterales que tienden a hacer más arduo el entendimientos”.
Si la verdad estuviese de un solo lado ya la pobreza se hubiera eliminado en el mundo, habrían menos crisis y el ser humano fuera un poco mejor.
No es hora de descalificar al contrario, aunque tampoco es hora de ceder ante uno mismo.
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