APUNTES DEL CARTULARIO
Ciro Bianchi Ross
Zulueta, una calle habanera
Zulueta es una de las calles más transitadas de La Habana. Marca uno
de los límites del Parque Central y le pasa por la puerta al hotel
Plaza. Cruza por un costado del Museo Nacional de Bellas Artes y a su
vera se asoma, entre otros establecimientos, el remozado bar Sloppy
Joe, abierto de nuevo al público. Enfrente y paralela a Monserrate,
Zulueta se desarrolló y pobló con los años. Se le llamó así en 1874.
Pero en 1909 se le dio el nombre de Ignacio Agramonte, en honor del
Bayardo de la Revolución Cubana, nombre este, Agramonte, que se le
ratificó en 1936, y que nunca ha arraigado entre la población que
continúa llamándole Zulueta.
¿Por qué Zulueta? ¿Quién es el personaje que da nombre a esa
importante vía habanera?
Se llama así en honor de Julián de Zulueta y Amondo, Marqués de Álava
y Vizconde de Casablanca, quien, decía el erudito Juan Pérez de la
Riva, «fue uno de los grandes promotores del capitalismo en Cuba
mediante la trata de negros y chinos, el cohecho y la corrupción
oficial». «El más conspicuo representante del nuevo tipo del gran
burgués esclavista-comerciante-refaccionista-hacendado-tratante y
noble titulado, todo en una pieza», le llama Leví Marrero. Una
localidad de Villa Clara lleva también su nombre.
Vasco, comerciante de víveres, tratante de negros y chinos, productor
de azúcar, empresario; consejero de Hacienda del gobierno colonial,
cónsul del Real Tribunal de Comercio, presidente de la Comisión
Central de Colonización y de las Juntas de la Deuda, Hacendados y
Propietarios; alcalde de La Habana, coronel de voluntarios, senador
vitalicio del reino, diputado a Cortes; presidente del Casino Español
de La Habana y Gran Cruz y Comendador de la orden de Isabel la
Católica…
Hombre importantísimo que tuvo sin embargo una muerte vulgar.
Falleció, a consecuencia de la caída de un caballo, el 4 de mayo de
1878, a las 4:45 de la tarde en su palacete de San Ignacio número 14.
La caída ocurrió días antes, cuando Zulueta inspeccionaba sus
propiedades en la ciudad matancera de Colón. A su entierro, en el
cementerio de Espada, asistió el capitán general Joaquín Jovellar.
Concurrieron asimismo los niños de la Casa de Beneficencia y numerosa
fuerza militar.
Dice Eduardo Marrero Cruz, su biógrafo, que poco antes de su muerte
Zulueta ideó un gran proyecto constructivo en la manzana enmarcada por
las calles Monserrate, Zulueta, Neptuno y San Rafael, frente al Parque
Central, un terreno de 5 502 metros cuadrados y valorado en más de 200
000 pesos. Inició allí la construcción un gran centro comercial. La
muerte no le dio tiempo para concluirla y la obra, abandonada durante
mucho tiempo, empezó a ser llamada «las ruinas de Zulueta». La
terminaría «Chichón» Gómez Mena y es, ni más ni menos, que la Manzana
de Gómez, edificio comercial o bazar, dotado de tiendas y locales
independientes, uno de los sitios que ejerció mayor atracción, un
verdadero punto de gravitación del centro urbano, y que se considera
pionero entre los mall actuales.
El historiador Emilio Roig atribuye la paralización de la obra a la
quiebra económica de Zulueta, arruinado, creía Roig, por los gastos
que le impuso la construcción del ferrocarril de Zaza. No hay tal.
Veamos lo que legó a los suyos mediante el testamento que ratificó el
día antes de su muerte.
La viuda recibió más de tres millones de pesos oro y cada uno de sus
once hijos más de medio millón cada uno. Los hijos del primer
matrimonio heredaron además el central España, tasado en millón y
medio de pesos. La viuda y los hijos menores del tercer matrimonio de
Zulueta se beneficiaron también con los ingenios Álava, Zaza, Habana y
Vizcaya, las concesiones del Dique Flotante y del Fomento del Puerto
de La Habana. También una fábrica de harina, el ferrocarril de Zaza,
la línea de vapores, etc., etc., etc.
Muerto Zulueta, una parte de su familia se fue a España. La otra,
permaneció en Cuba. Uno de sus nietos, Julián de Zulueta Bessón,
propietario de dos centrales azucareros, de una fábrica de
fertilizantes y del Banco Continental Cubano permaneció en Cuba hasta
bien entrada la Revolución.
Tenían dinero suficiente los hijos de Julián de Zulueta para concluir
el edificio frente al Parque Central que, andando el tiempo, sería la
Manzana de Gómez. No quisieron hacerlo o sus intereses diferían de los
de su padre, que tuvo la enorme intuición de escoger un sitio que
sería un punto clave en la vida comercial y social habanera y que hace
un par de años fue transformado en hotel para que su historia siga
confundiéndose con su leyenda.
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Ciro Bianchi Ross
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