¡A Guaidó tampoco importa el salario! ¡Qué trabajadores retomen esa bandera!
Eligio Damas
Una de las graves fallas del movimiento opositor, desde el mismo momento que optó por enfrentar a Chávez, lo que comienza hasta antes que este fuese candidato a la presidencia de la república, es carecer de un programa de luchas que recoja las reivindicaciones de la gente común. Y no pudo hacerlo, porque justamente el sueño, la ejecutoria de Chávez y hasta su mayor error, fue creerse portavoz indiscutible y sin disposición a esperar los reclamos de la calle, pese esos fuesen más pertinentes y necesarios, por todo aquello.
Si nos atenemos a lo que dije, la lucha entre los factores opuestos se caracterizó porque desde el gobierno, por lo menos en los tiempos de Chávez, hubo siempre disposición a decidir el futuro y hasta bienestar de la gente común sin que ella se expresase, pareció que a ésta le bastó se le interpretase, lo que creó como una parálisis y conformidad contando con la generosidad de quien estaba dispuesto a repartir. Lo que derivó en una práctica burocrática que hizo del liderazgo dadivoso y la multitud simple expectante. Mientras que la oposición, no teniendo nada que ofrecer, porque el gobernante no le daba posibilidades, pero queriendo acceder al poder, optó por hacer lo primero que se le ocurriese y creyese bueno para tumbar al gobierno, privilegiando por supuesto los intereses de ciertos grupos económicos cuyas consignas no podían exponer públicamente por razones nada difíciles de entender. Ladrón no avisa que va a robar. Quien va a un acto electoral no avisa que congelaría salarios, aumentaría el costo de los servicios y disminuiría sustancialmente la inversión en el área social.
Así, bajo esas circunstancias y por eso se produjo el golpe o “Carmonazo” del 2002, previas aquellas huelgas empresariales sin obreros y el paro petrolero de pura “meritocracia” y saboteo a nivel tecnológico, pero sin trabajadores petroleros.
La historia posterior, que es la misma de la más reciente, fue de puras guarimbas, violencia contra la ciudadanía, paralización forzada en determinados sectores, sobre todo de la clase media alta donde quienes aquello hacían se sentían seguros.
Mientras esto acontecía, particularmente a partir del 2014, cuando la industria petrolera, por los desmanes de quienes la habían administrado y la incompetencia de quienes después pasaron a hacerlo, comenzó a decaer, esa oposición siguió atada a la lectura de la coyuntura anterior y no halló consignas inherentes al movimiento popular que tremolar, pese su abundancia y siguió manejándose por el mismo esquema.
La historia es por demás conocida; por los efectos de las sanciones económicas aplicadas por EEUU, hasta por solicitud y con aplauso de la oposición, la desastrosa administración y falta de competencia por parte del gobierno. Y de esos efectos, que son incontables y trágicos, resalta la miseria del salario frente al alto costo de la canasta básica. Y esto lleva ya unos cuatro o cinco años y pese eso, el accionar opositor siguió siendo el mismo, guarimbas, destrozos de la propiedad pública y acciones destinadas a tumbar al gobierno, al margen de la opinión y sentimiento de las mayorías. Si se revisa los medios, incluyendo las redes sociales, se destaca sobremanera, desde hace tiempo, el reclamo popular, hablamos de gente opositora y partidaria del gobierno, por políticas que nos saquen de la miseria y especialmente se clama por una salarial cónsona con el costo de las mercancías, por lo menos de las relacionadas con las necesidades básicas y la relativa a evitar que las primeras se hagan inalcanzables al salario.
Hay un caso muy particular de gente ligada al gobierno y dispuesta por razones inherentes al pasado y viejas querencias políticas, a seguirle apoyando sin condicionamientos, que pese discrepar de la política económica, particularmente la monetaria y salarial, que dicen maneja u misteriosos grupo monetarista, capitalista y derecha.
Pero pese todo eso, la política opositora, todavía en los tiempos de Guaidó, ha optado por ignorar esas circunstancias y demandas populares, que pudieran acercarle a las mayorías, tanto como ayudarle a abrir una posibilidad de cambio, habiendo aprovechado las ventajas que brinda el sistema legal.
Pero no. Guaidó y los suyos, como para ser fieles a sus antecesores han continuado aferrado a la idea de sacar al gobierno ya, a como dé lugar. Lo que es lo mismo a la opción que llamaron “La salida”, vinculada a una práctica que privilegia la violencia. Y esto, desde los tiempos de Carmona, tiene un sentido estratégico inserto, quieran admitirlo o no, dentro del interés de EEUU de derogar la Constitución Bolivariana y hasta, si es posible, desintegrar la nación venezolana, para lo que no les sirve la opción democrática y electoral, donde el nacionalismo, en todas sus expresiones, tendría mayoría, aún perdiendo el control del gobierno. Además, sus asesores y financistas, no tienen entre sus planes de llegar al gobierno para hacer algo a favor de los trabajadores ni del pueblo en general. Si no pregúntenle al FMI, Macri, Piñera, Moreno y hasta Duque.
Pero el mundo camina, en veces rápido, otras con lentitud; el paso del tiempo es inexorable y en veces, a los menos brutos, los golpes enseñan. A Guaidó “se le está acabando su cuarto de hora”, y por los cambios que da la vida, no sólo habrá de salir de la presidencia de la AN, ya esta se le dividió en dos toletes, sino de perder, como lo está perdiendo, el apoyo con que ahora cuenta. ¡Y hasta podrían pasarle la factura!
Quienes estuvimos cerca de la vanguardia de la década del sesenta del siglo pasado, por lo menos los más conscientes sabemos bien, como el PCV, MIR y otros grupos de izquierda dilapidaron el poderoso apoyo popular con que contaron, que se expresaba en todas la capas de la población, por empeñarse como rabiosamente en la opción “armada”, la que hasta infantilmente le asignaron el carácter de “larga” -¡cómo recuerdo ahora a mi amigo Américo Martín!- . Y lo hicieron en unos casos por efecto ecuménico y otros leer en cartilla ajena, abordar la coyuntura con instrumentos diseñados para otros espacios y circunstancias y hasta dejarse manejar como parte de un proyecto global. Y esto, más o menos, salvando circunstancias y especificaciones, es lo mismo que ha venido haciendo la oposición venezolana, la de antes y esta de ahora, cuya “cabeza visible” es Guaidó.
A última hora, como muy tarde y dando panqueadas de ahogado, intentando introducir un cambio, un como aferrarse a lo concreto, para no perder la costumbre, con pote de humo en la mano, Guaidó llegando de su gira tan promocionada, en el mismo tono y estilo de siempre, de “aquí a la eternidad”, vuelve con lo de “ahora si le llegó el final a la usurpación”. Y sus razones tiene, ya le queda poco tiempo y si desde hace más un año para acá es poco lo que ha avanzado, más retrocedido con las divisiones o desprendimientos de que ha sido objeto el factor que le apoya, salvo cosas de las que no solemos hablar por razones de asepsia, es sustentable pensar “no debe vestirse porque no va para el baile”.
Ecuador explotó por las medidas del FMI, entre ellas la del precio de los combustibles, en Chile se desató una protesta sin precedente que comenzó por el costo del metro, tres meses después sigue viva y ha obligado al gobierno en contra de su voluntad a llamar a un proceso constituyente, mientras el apoyo de Piñera se vino al suelo; en Argentina, Macri perdió las elecciones vergonzosamente por las mismas cuestiones y en Venezuela, por primera vez en 20 años, como hemos dicho ya varias veces, comienza agitarse la bandera de la defensa del salario y tomado conciencia que ella no puede entregarse al Estado; es la bujía y en veces hasta la brújula del movimiento popular, no sólo para mejorar la vida, lograr rescatar parte de lo que el “patrón” se apropia, sino para mover al pueblo trabajador por la conquista de otras banderas y espacios que le pertenecen en justicia y lograr el equilibrio adecuado. Claro, este gobierno tiene a su favor una opción que le brinda la oposición misma, la amenaza de invasión e injerencia real y concreta de factores externos en nuestros asuntos, lo que se convierte en una poderosa fuerza y motivo para relegar a segundo plano otros asuntos.
Guaidó y los suyos no están para luchar por los necesidades populares: eso es como demasiado evidente. Pero pudiera intentar valerse de ello para el corto plazo y sus compromisos que no están nada ocultos. Hay que mover al pueblo, a los trabajadores, a revolucionarios todos, sin importar donde se encuentren, para no dejarse quitar su bandera o mejor recuperarla y volver a las luchas por mejores salarios y condiciones de vida.
Dejemos que Guaidó, tal como se apareció, se pierda en la oscuridad que lo rodea.
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