En Cassinga no hubo prisioneros
La masacre de Cassinga, en la que
fueron asesinados más de 600 civiles namibios y alrededor de 360 quedaron
heridos, ha sido tergiversada por medios occidentales. Juventud Rebelde recoge
el testimonio de uno de los sobrevivientes
Publicado:
Jueves 03 mayo 2018 | 07:30:54 PM
Autor: Hedelberto López Blanch
hedelberto@opciones.cu
hedelbertol@gmail.com
Cassinga días antes del ataque.
Autor: Juventud Rebelde Publicado: 03/05/2018 | 07:11 pm
A Darius Shikongo lo conocí en 2013 en Oshikati, al
norte de Namibia cuando recogía información para confeccionar el libro
SWAPO, un león contra el apartheid. Al conocer que era cubano y explicarle
los motivos de mi visita, inmediatamente entablamos una amena conversación
sobre aquel sanguinario suceso. Este es su testimonio:
«El 5 de septiembre de 1974 un grupo de jóvenes, entre
los que me incluyo, decidimos salir del país para unirnos a la lucha armada que
llevaba a cabo la SWAPO (Organización Popular de África del Sudoeste) contra el
sistema de apartheid.
«Cruzamos por una zona de Ondengwa y seguimos hacia Sa
da Bandeira (Lubango), Nova Lisboa (Huambo), Luso (Luena). Era el tiempo de
transición de Angola (tras la Revolución de los claveles en Portugal), donde
había una fuerte lucha por el poder entre el representante legítimo del pueblo,
el MPLA, y la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (Unita) y el
Frente Nacional para la Liberación de Angola (FNLA).
«Para 1976, los namibios cruzaban la frontera en gran
cantidad: hombres, mujeres, niños, ancianos, debido a la violenta represión
dentro del país. Los sudafricanos quemaban las casas, los sembrados y la gente
no tenía nada de comer.
«La dirección de la SWAPO habló con el Gobierno
angolano para establecer, en junio de 1976, un campamento permanente y se
autorizó hacerlo en Cassinga, un pueblecito minero. El lugar donde nos ubicamos
era una fábrica portuguesa de procesar madera, pero ya no funcionaba porque sus
dueños abandonaron el país.
Se esperaba un ataque
«Yo fungía como segundo jefe del campamento porque ya
me había preparado durante cuatro semanas en Zambia. La gente no tenía
experiencia militar, eran civiles y nosotros los orientábamos. Llegaban a
Angola, la SWAPO los recibía y los trasladaban al campamento.
«El número de refugiados en Cassinga, ubicado a 250
kilómetros de la frontera, era de alrededor de 3 600. Se organizaban para
continuar hacia el interior de Angola, pues siempre se esperaba un ataque y se
trataba de sacar a la mayoría.
«Arribaban de día y de noche. En el campamento se
levantaba a las personas a las cinco de la mañana, hacían ejercicios y después
se realizaba la formación. Estaban divididos en grupos de 60 con un jefe que
pasaba lista para saber cuántos estaban presentes.
«Todos los jefes y responsables: logística,
enfermeras, secretarias, profesores, choferes, que eran los últimos en llegar a
la alineación, se paraban frente a las formaciones. El 4 de mayo, cerca de las
siete de la mañana, cuando el personal iba hacia el centro de formación,
comenzó el ataque.
«En ese momento estaba hablando con mi superior, a
unos cien metros de la formación cuando divisé a medio kilómetro de distancia,
tres bombarderos en posición de combate que se dirigían al área. Los observé
por encima de los árboles de eucaliptos que estaban detrás de la alineación. El
jefe estaba de espalda a los aviones, le grité que nos iban a atacar y
seguidamente di la orden de lanzarse a tierra, voz de mando que habíamos
practicado bastante.
«Inmediatamente los aviones lanzaron bombas, tres cada
uno. El jefe no se lanzó al piso, pues no comprendió qué sucedía y un pedazo de
metralla le cercenó la cabeza. Él fue uno de los primeros en morir y entonces
yo tomé el mando. Los primeros impactos fueron contra la infraestructura,
puesto de mando, enfermería, oficinas y otras construcciones.
Los aviones atacaron de dirección norte al sudeste
(para estar alejados del regimiento cubano que se encontraba en Tchamutete).
Primero los bombarderos y después los cazas, que siguieron la misma ruta,
lanzaron cohetes.
«Todas las construcciones e infraestructura quedaron
casi destruidas. Había mucho polvo y no se veía nada. Di la orden de que se
desplegaran hacia las distintas direcciones. A pesar de que conocían las
señales y lo que debían hacer, nunca habían experimentado un ataque de tamaña
envergadura, muchos lloraban o pedían auxilio y la confusión era tremenda.
«En el primer ataque no hubo tantos muertos y heridos
porque las bombas fueron dirigidas hacia las infraestructuras, pero como a los
diez minutos vinieron tres cazas, lanzaron cohetes contra algunas instalaciones
que quedaban y ametrallaron a las personas que corrían. Ahí si mataron a
muchos. Como a las ocho de la mañana los cubanos que estaban en Tchamutete le
tiraron a algunos aviones que se acercaron a sus instalaciones.
«Pensamos que ya todo había acabado cuando, cerca de
las 8:15 de la mañana, varios aviones lanzaron tres escuadrones de
paracaidistas, unos en dirección este y otros al noreste, a unos 400
metros del campamento, porque era un terreno más plano y no había árboles.
«Comencé a tirar a los paracaidistas, al igual que dos
o tres de los nuestros, algunos soldados sudafricanos murieron y otros fueron
heridos. Los paracaidistas que se lanzaron por el este no avanzaron al
principio porque fueron recibidos con fuego, pero sí lo hicieron los que
procedían del noreste, que comenzaron a matar, a tiros y con bayonetas, a los
que estaban guarecidos en las trincheras.
El avance de los cubanos
«Sobre las 11 de la mañana, tras ser avisados, los
cubanos empezaron a avanzar hacia Cassinga y los sudafricanos los atacaron con
la aviación y minas que habían colocado con anterioridad en el camino. Esos
combates tuvieron lugar entre Tchamutete y Cassinga, y a fuerza de coraje y
técnica militar, los cubanos lograron llegar hasta nuestro campamento. Allí
perdieron la vida varios internacionalistas y varias decenas resultaron
heridos.
«Poco antes de la llegada de los cubanos aparecieron
cinco helicópteros Puma para recoger a los paracaidistas. Primero se
deshicieron de varias camillas que traían (para tener más espacio dentro de las
naves) y recogieron a sus muertos y heridos. Ellos querían llevarse a los
prisioneros namibios que tenían concentrados en varios lugares, y la mayoría en
un campo deportivo dentro del campamento, pero entre el apuro por huir y la
poca capacidad de los helicópteros, levantaron vuelo y no se llevaron a
ninguno. Después vimos algodones y gasas con sangre que dejaron en el terreno,
al parecer cuando prestaron los primeros auxilios a sus heridos.
«Los sudafricanos tenían miedo de ser cercados por las
tropas internacionalistas y como también los cubanos repelieron los
aviones, no les quedó más remedio que huir. Alrededor de la una de la tarde
llegaron los cubanos. Los heridos eran muchos y algunos los trasladaron en
camiones y otros vehículos hacia el hospital que ellos tenían en Tchamutete. Y
de ahí, los que estaban graves se enviaron al día siguiente para Luanda y otros
hospitales.
«La masacre duró cerca de seis horas hasta que los
sudafricanos huyeron en desbandada ante la cercanía de los cubanos. Hasta altas
horas de la noche se realizó la transportación de heridos a Tchamutete. Al
siguiente día los internacionalistas localizaron a otros heridos que no podían
caminar y a los que estaban en los bosques aledaños. «La SWAPO tenía un
campamento cercano, envió desde allá a algunos jóvenes para ayudarnos a
transportar heridos y recoger a los muertos. Al segundo día se juntaron los
cadáveres y buscamos un lugar que sirviera como tumba común. Los enterramos en dos
grandes fosas, una de estas estaba hecha para esconder la comida, la cual se
amplió con equipos que llevó el contingente cubano; colocamos los cadáveres y
los tapamos.
«Al mismo tiempo, la SWAPO se puso de acuerdo con el
Gobierno angolano para cambiar el campamento hacia Matala, lugar donde nos
establecimos por tres meses, y de allí nos trasladamos a Lubango donde existía
un gran contingente militar cubano y estábamos más seguros. Varios días
después, el presidente de la SWAPO, Sam Nujoma, y Peter Nanyemba, jefe militar,
fueron a Cassinga para ver en el terreno lo ocurrido.
«El rol de las tropas cubanas fue impresionante y si
ellos no llegan a tiempo, los sudafricanos hubieran acabado completamente con
todos los refugiados namibios o los hubieran apresado».
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