La larga saga de H. Upmann
Ciro Bianchi Ross • digital@juventudrebelde.cu
24 de Septiembre del 2016 21:01:59 CDT
Hubo mucho de casualidad en la fundación de la fábrica de tabacos y la
creación de la marca H. Upmann. Corría el año de 1839 cuando Hermann
Dietrich Upmann, hijo de un maestro relojero nacido en Bremen 23 años
antes, decide dejar atrás su ciudad natal y cruza el Atlántico con
ansias de venir a «hacer la América». Durante la larga y monótona
travesía, un pasajero de origen británico que viajaba con destino a La
Habana lo convenció de que probara suerte en la capital de la Isla y
lo tentó con el giro de la fabricación de puros, rubro económico que
prosperaba en la Colonia.
Proveedor de su majestad
Soltero y soñador, Hermann Dietrich siguió las recomendaciones del
viajero desconocido. Aprendió lo que tenía que aprender acerca de los
habanos y el 1ro. de marzo de 1844 abría su fábrica en la calle San
Miguel 75. Su prestigio creció por días y con el tiempo alcanzó la
calificación de «Proveedor de Su Majestad don Alfonso XII», y que se
le adjudicara el sello del «Privilegio del uso de las reales armas»,
que hacía aparecer en las cajas de cedro en las que envasaba sus
producciones; uno de los primeros manufactureros en recurrir a esos
envases. H. Upmann llegaba a ser considerada, en su esfera, una de las
cinco fábricas más poderosas de la Isla, y, por su seriedad, su
propietario pasaba a formar parte de la directiva de la entonces
recién creada Havana Cigar Brand Association, entidad que pretendía
enfrentar la creciente falsificación de habanos.
En esa época, los grandes comerciantes asumían en sus empresas
funciones de banqueros. Apoyado en la solvencia de su fábrica, Hermann
Dietrich creó, en 1868, la agencia bancaria de la Sociedad H. Upmann y
Compañía, con sede en la esquina de Amargura y Mercaderes, en La
Habana Vieja, que ya a finales del siglo XIX era la firma bancaria más
importante, seria y solvente de todas las Antillas. Contaba además con
la naviera Gudewill Upmann, que garantizaba la transportación de sus
insumos y producciones.
Hermann Dietrich fallece en 1894. Moría sin hijos. En su testamento,
redactado siete años antes, dejaba a su sobrino Heinrich Upmann, alias
«Henrique», al frente de la marca y la fábrica de tabacos, en tanto
que Hermann Friedrich Heinrich, otro sobrino, asumiría la conducción
de la agencia bancaria. Los negocios de la familia avanzaban viento en
popa al crecer sus exportaciones. Los años finales del siglo XIX y la
década inicial del XX fueron la etapa de mayor prosperidad para la
firma. En 1907 H. Upmann rompía sus propios récords al producir 25
millones de unidades para la exportación.
En la lista negra
Es por entonces que Hermann Albert, hijo de Hermann Friedrich
Heinrich, asume el mando de la empresa. No demora en unírsele su
hermano. Conducen con tino los negocios, pero el emporio Upmann en La
Habana está tocando a su fin. Transcurre la Primera Guerra Mundial. El
7 de abril de 1917 Cuba declara la guerra a Alemania y el 5 de
diciembre del mismo año el Gobierno cubano formula una llamada Lista
Negra que incluye a las principales personalidades alemanas radicadas
en la Isla, 27 nombres en total encabezados por Hermann Albert Upmann,
el alemán más prominente y rico. Su hermano figura asimismo en el
listado. Se veía un enemigo y un posible espía en todo súbdito alemán
radicado en cualquiera de los países en guerra contra Alemania. Al año
siguiente, el 16 de octubre, 24 alemanes avecindados en La Habana son
detenidos e internados en las prisiones de la Cabaña. La fortuna y su
amistad con el presidente Mario García Menocal salvan a los Upmann del
calabozo, pero, bajo fuerte vigilancia policial, cumplirían prisión
domiciliaria en la residencia de Hermann Albert, en 17 y K, en el
Vedado.
En quiebra
La desgracia, se dice, nunca viene sola. Finaliza la Guerra Mundial y
sigue en la Isla un período de bonanza o «vacas gordas». Pero se
desploma el precio del azúcar, que cae de 23 centavos en 1920 a 1,8
centavos la libra a comienzos de 1921, y se van a pique los bancos
cubanos y españoles asentados en Cuba que especularon con el alza
azucarera. El desastre fue total y la desmoralización del mercado
provocó la ruina de productores y exportadores. La prosperidad,
apuntalada además por el auge del turismo, quedó atrás y el país se
sumió de manera brusca en las llamadas «vacas flacas».
Quebró el Banco Mercantil Americano de Cuba y depositarios y
ahorristas, sospechando lo que se avecinaba, se lanzaron desesperados
a extraer su dinero de todas las casas bancarias. No tardarían —9 de
octubre de 1920— en suspender pagos el Banco Español, el Banco
Internacional y el Banco Nacional de Cuba, entre otros, que confiados
en que el azúcar se cotizaría entre 15 y 20 centavos/libra especularon
con el alza y concedieron préstamos por más de 80 millones de pesos.
Es lo que se llama el crack bancario. La moratoria decretada por el
Gobierno calmó en algo los ánimos, pero solo de manera pasajera.
En mayo de 1922 quebraba el banco Upmann. Aseguran especialistas que
ya para entonces estaba quebrado. La inclusión de su propietario en la
Lista Negra obligó a la entidad bancaria a suspender operaciones. Sus
valores fueron entonces congelados e incautados en Cuba y corrió igual
suerte lo que la agencia tenía depositado en bancos de sus socios
ingleses. En esa misma fecha la fábrica de puros fue entregada como
resarcimiento y amortización de las deudas bancarias. Se remató por la
irrisoria suma de 30 000 pesos, equivalentes a dólares, la décima
parte de lo que valía realmente.
Por otra parte, los hermanos Upmann se vieron inculpados por fraude al
ser acusados de una supuesta estafa y quiebra fraudulenta y por
disponer de valores en depósito. Acusación que quedó sin efecto en
octubre de 1922. La quiebra no dejó a Hermann Albert Upmann en la
miseria. Logró salvar no pocas propiedades, si bien su posición no fue
ya la misma en el panorama empresarial y financiero de la Isla.
Falleció en La Habana el 3 de septiembre de
Vestida de griega
Su viuda, María Dolores Machín Iglesias, «asumió cabalmente todas las
propiedades y negocios heredados de su esposo y sus propios negocios y
mantuvo en funcionamiento cada uno de ellos con su invariable y
proverbial dedicación al trabajo», escribe Raúl Martell Álvarez en su
libro Fumando en La Habana, de donde el escribidor toma la información
vertida en esta página. Entre otros temas relativos al tabaco, que
llevó a varios títulos, Martell ha pasado años dedicado a seguir las
huellas de Hermann Dietrich Upmann, el fundador de la marca, y su
descendencia cubana. De ahí que la obra lleve el subtítulo de Los
Upmann; Una familia cubano-alemana. Interesante grupo ese en el que
sobresalen empresarios, deportistas, músicos, profesionales de
diversas ramas y un combatiente como Gustavo Machín, que se enfrentó a
la dictadura de Batista y formó parte de la guerrilla del Che en
Bolivia, donde encontró la muerte.
María Dolores Machín nació en Sagua la Grande, el 31 de agosto de
1883, y en 1907 contrajo matrimonio con Upmann, con quien tuvo un
hijo. Hizo estudios de magisterio y aunque parece que provenía de una
familia acomodada, su matrimonio con el alemán le dio acceso a un
mundo hasta entonces vedado para ella. Fue una de las invitadas al
famoso Bal Watteau que en 1916 auspició Lila Hidalgo de Conill en su
residencia de 17 y Paseo; uno de los actos sociales más resonantes y
memorables de la Cuba republicana al que ella asistió vestida de
griega, mientras Lila lucía un flamante traje de bailarina rusa.
No se limitaba la Machín a recepciones y saraos. Estrechamente
vinculada a la Iglesia Católica, fue miembro del Comité de Damas para
la conmemoración en 1922 de la canonización de Santa Teresa de Jesús.
En 1944, al acceder a la Presidencia de la República, su amigo y
vecino Ramón Grau San Martín, que vivía en 17 y J, la nombró
presidenta del Patronato de la Corporación Nacional de Asistencia
Pública, adscripta al Ministerio de Salubridad, que tenía bajo su
responsabilidad las creches (guarderías infantiles) y los asilos de
ancianos. Dice Raúl Martell en su libro Fumando en La Habana que «El
Viejo» le había tirado el ojo a la bella María Dolores.
Grafos
La viuda de Upmann es una mujer interesante. Fue vicepresidenta y
socia fundadora de Pro Arte Musical y socia del Lyceum Lawn Tennis
Club. Codirigió con María Radelat de Fontanills la revista Grafos, que
comenzó a aparecer en mayo de 1933 y debe haber durado hasta 1946. Una
publicación lujosamente impresa y dedicada a la alta sociedad habanera
que fue esencialmente gráfica, sin olvidar por eso la parte literaria.
Colaboraron en sus páginas Nicolás Guillén y José Lezama Lima, Emilio
Ballagas y Eugenio Florit, Cintio Vitier y Gastón Baquero, Jorge
Mañach y Alfonso Hernández Catá, entre otros muchos. Esas viudas
ilustres fueron asimismo las editoras del Directorio Social de La
Habana, que tenía su Redacción en la casona de Línea donde radica la
coordinadora nacional de los CDR y que fue la morada del doctor
Eduardo Fontanills, médico de la casa de salud de la Asociación de
Dependientes, y hermano de Enrique, maestro de la crónica social.
Antes, por mediación de su esposo y su cuñado, consiguió que el banco
alemán Muller-Schall, radicado en Nueva York, otorgara al
caricaturista Conrado W. Massaguer el crédito de 40 000 dólares que le
permitió adquirir las máquinas de impresión off set, modernísimas
entonces, que el publicista utilizó en su importante revista Social.
Era propietaria de una ferretería gruesa, sita en la calle Muralla, de
la finca El Kuko, en Arroyo Arenas, y entre otros bienes inmuebles, de
la casa donde residía, en 17 y K. A finales de la década de 1950 la
viuda de Upmann arrienda, por una elevada suma, el terreno que ocupaba
su residencia y construye en J entre 17 y 19 una casa de tres plantas
a fin de residir ella misma e instalar a su hijo y su familia. En el
espacio de la vieja casona el empresario panameño de origen judío
David H. Brando Maduro construyó un moderno supermercado. Brando
Maduro era propietario de la cadena de supermercados Ekloh S. A., y
presidente de Minimax Supermercados, la principal cadena de venta al
por menor de alimentos, vegetales, frutas, vinos y licores, con un
almacén y 11 tiendas. Ahora funcionan allí un mercado comunitario y un
agromercado.
En esa casa María Dolores Machín dio refugio a la célula especial,
comandada por Pío Álvarez, el corajudo militante antimachadista,
encargada por el Directorio Estudiantil del ajusticiamiento del
capitán Calvo, jefe de la Sección de Expertos (Policía Política) de la
Policía Nacional, Clemente Vázquez Bello, presidente del Senado y del
mismo Machado, los dos primeros de estos acometidos con éxito,
María Dolores Machín falleció en La Habana, en 1972. Su corazón,
recuerdan sus familiares más cercanos, batalló por la vida hasta el
último momento. Su hijo, notable tenista, con éxitos en competencias
organizadas dentro y fuera de Cuba, murió en 1998, también en La Haba
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Ciro Bianchi Ross
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