viernes, 4 de marzo de 2016

BOCA DE CHIVO. EN VECES, EL PASADO PARECE RETORNAR Y NO LO DIGO SÓLO POR RAMOS ALLUP

ELIGIO  DAMAS

I Parte

            Este artículo, o mejor, la segunda parte de él, fue escrito hace treinta (30) años. Al final se dan los datos para probar lo afirmado, incluye el nombre del diario donde fue publicado. No es mucho, pero tampoco es poco el tiempo transcurrido. Como pareciera tener bastante que ver con los tiempos que corren, le pongo en este espacio para de algo sirva a los lectores. El título original fue solamente “Boca de chivo”. Es el momento del gobierno de Lusinchi, de cuando las reservas internacionales se vinieron al suelo y el gobierno se prestó para una trampa que incluyó que la nación, o el pueblo, asumiese como suya la deuda de los empresarios pertenecientes a Fedecàmaras, que llevó a Lusinchi, más tarde, a expresar con fingido asombro, algo así como “fui víctima de un engaño”, a lo que le respondió el presidente anterior, Luis Herrera Campins, “que tarde piaste pajarito”. Expresión que tomó más valor si se recuerda que el adeco antes había hablado “del mejor refinanciamiento del mundo”, refiriéndose a ese engaño del cual “fue víctima”. Por cierto, que quienes actuaron como representantes de Venezuela durante la negociación con la banca acreedora internacional, fueron empresarios que a ella debían. Por eso en esa negociación “se pagaron y dieron el vuelto”. El gobierno aceptó pagar la deuda de ellos y estos se bajaron los pantalones ante la banca. Durante el gobierno de Lusinchi, mediante trampas como la de falsas empresas, sustrajeron de las reservas internacionales un monto superior a 50 mil millones de dólares. Fueron esos que ahora llamamos “empresarios de maletín”. Lo que revela que esos personajes no han dejado de actuar y donde encuentran un pendejo rentable se le pegan como sanguijuela; si tienen que vestirse del color que sea lo hacen sin sonrojarse. Lo peor es que Lusinchi, en mandato para cuando se escribió el siguiente trabajo, sustituyó a Luis Herrera, autor de la devaluación más drástica que conocieron los venezolanos, por lo que al día en que entró en vigencia se le llamó “viernes negro”. La anterior devaluación, si mi memoria no falla - advierto que es mala – se aplicó recién llegado Betancourt al gobierno, siendo el ministro de Hacienda, encargado de esos asuntos José Antonio Mayobre, un cumanés militante comunista en su juventud, quien llevó el precio de la moneda gringa de Bs. 3.35 a 4.30. La paridad que financió el “ta´ barato dame dos”.
            Ahora cuando el petróleo cae y, al parecer, por un lado le decimos adiós al rentismo petrolero, llamamos a la Venezuela productiva, el Presidente del Banco Central,  Nelson Merentes, intenta como levantarnos el ánimo y el deseo de salir a partirnos el pecho diciéndonos que la riqueza minera, sobre la cual se negocia, garantiza nuestra seguridad y el cumplimiento de los planes sociales. ¿Qué decimos. Pero la oposición que domina en la Asamblea Nacional, ofrece algo como para que no dudemos, además del recetario que ya se aplicó cuando Carlos Andrés Pérez y ahora azota a los argentinos, entre otras cosas, como un aperitivo, nos propone que paguemos lo que los empresarios, incluyendo los de maletín, le deben a la banca externa; algo así como que pretendamos que el vecino pague todas nuestras cuentas.
            La crisis que comenta la siguiente crónica, al final desembocó en el Caracazo.

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II Parte

               La  década del setenta marcó el fin de  una  larga etapa  de  la  historia  del  negocio  petrolero  y  del  régimen monetario  venezolanos.              
               En  1958,  cuando  cayó  Pérez  Jiménez,  el  paìs atravesaba  una aguda crisis de recesión y la  democracia  heredó una pesada deuda.  En esas condiciones, pocos meses después,  por primera  vez en muchos años, se devaluó nuestro signo  monetario, pero  en escasos céntimos; pero así y todo, no dejó  de  provocar inconformidad y estupor entre los venezolanos. Pese a esto,  para  desgracia nuestra, el bolívar  continuó  siendo  una moneda  dura,  sólida,  estable  y  cara.  Y  estas bondades no resultaban  de  inteligentes previsiones del Estado, sino  de  la tranquilidad  y bonanza  seculares del negocio  petrolero  y  la sobriedad de la vida venezolana que hacía que el gasto público se mantuviese en niveles de normalidad y equilibrio. Los peculadores (X)  eran “modestos” y no tan abundantes y el clientelismo político aún no había  encontrado formulas para comprometer a nuestros gobernantes, tanto como paralizarles.
               La   década  del  setenta  fue  de   locura.   Los conflictos  del Medio Oriente y las políticas  proteccionistas  y defensivas  de la OPEP, sirvieron para responder con precios  más elevados ante los aumentos agresivos de las mercancías del  mundo industrial.  A  partir  de  ese  momento,  el  ingreso   nacional procedente  del petróleo se agigantó y se habló o gritó de  la conveniencia  de administrar la bonanza con criterio de  escasez, mientras  que  en la práctica el paìs todo  adoptó  una  conducta dilapidadora. La inflación fue contenida artificialmente a fuerza de subsidios y un sector de venezolanos  continuó  usufructuando una moneda sobrevaluada y entonces el “ta' barato” se convirtió  en la imagen  de  exportación del paìs.  El  período  de  felicidad inventada se prolongaba, se posponían las decisiones en aras  de los resultados electorales,  como  un  control  cambiario   que detuviese las importaciones masivas, injustificadas e  impidiese que  los más vivos se llevasen los dólares  baratos provenientes del  petróleo.  Y todos llegamos a creer que el bolívar  de  alto precio  era eterno y la palabra inflación siguió siendo  ajena  a nuestro vocabulario.
               Esta mansedumbre prefabricada hizo del  venezolano un botarate, poco previsivo, ajeno al ahorro y esta  palabra  se convirtió en una vulgaridad.
               Por  supuesto, jamás nos dábamos a la práctica  de hacer pronósticos económicos. Ponerse a hablar de lo único  que en los períodos siguientes  seguiría, la bonanza, era como llover sobre mojado.
               Al  desatarse la crisis, al escasear  los  dólares para  subsidiar  todas  las  loqueras  y  también  las  conductas racionales  del  venezolano, la economía entró en un  estado  de agitación  y de cambios rápidos. Esta nueva situación produjo  el nacimiento prematuro de un espécimen que ya comienza a ser  común, el pronosticador económico. Suerte de técnico injerto con  brujo, un apostador de oficio, un atleta del azar.
               El gobierno, la oposición, la calificada de  seria por  el primero; los técnicos de las petroleras, de sueldos  bien grandotes; los amigos de los partidos, empeñados en mantener  sus curules parlamentarias a base de pantalleo, con frecuencia  hacen pronósticos.  Anuncian ajustes en el precio del  petróleo,  fijan fechas,  le  soplan desde lejos sugerencias a Yamani (xx), mencionan cifras  precisas,  anuncian  anticipadamente reducciones  de  la producción del Atlántico Norte y de la Unión Soviética. Pero para sorpresa nuestra nunca pegan; como no pegó Caldera cuando anunció que  Luis Herrera no devaluaría la moneda. Sólo los  locos,  esos que  llamaron "Profetas del Desastre" desde que Pérez  Alfonzo  y Domingo  Alberto Rangel hicieron sus vaticinios, aciertan; pero a ellos nadie les para. Y es que, el venezolano a modo de  evasión, prefiere pararle a los pronosticadores de buenos augurios, aunque siempre se pelen.
               Pese  a esto y a que uno no es técnico para  andar haciendo  pronósticos, yo quiero hacer uno, que no es más que  una premonición,  y  más  que todo por temor, a que si  no  lo  digo, acierte. Por fortuna nadie me parará y sobra razón para ello.
               Yo tengo un miedo atroz que de golpe se nos  venga encima una violenta y trágica devaluación o tragedia; siento que mi piel  de brujo se pone de gallina. (XXX)

(x) La palabra peculador pareciera estar en desuso; es más usual la de corrupto.
(xx) Admeh Yamani, exministro de petróleo de Arabia Saudita y figura importante dentro de la OPEP.
(XXX) ¿Quién cuerdo duda que entre los amigos de la Sra. Lagarde del FMI, se incluya esa decisión como salvadora? Claro habría que preguntarse ¿de quién?
                  Columna: Ayer y hoy
                  Diario de Oriente.          
                  Barcelona, Domingo 02-02-86.



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