lunes, 20 de julio de 2015
NOS VAMOS A LA PLAYA
Nos vamos a la playa
Ciro Bianchi Ross • digital@juventudrebelde.cu
18 de
Julio del 2015 21:59:13 CDT
El senador Alfredo Hornedo y Suárez, «el muy
ilustre senador Hornedo»,
como se le llamaba siempre en su periódico El País,
llegó a la
redacción del rotativo de la calle Reina hecho una furia. Acababa
de
enterarse de que le habían negado la entrada al Habana Yacht
Club.
Concesionario del Mercado Único de La Habana, propietario de
tres
periódicos y en camino de construir el que sería en su momento el
teatro
más grande del mundo —Blanquita, hoy Karl Marx—, el audaz
inversionista no
podía creer que aquello le estuviera sucediendo a él.
Dinero tenía suficiente
para ser admitido en esa instalación, pero
aquella sociedad ranciamente
intolerante no le perdonaba, pese a su
fortuna y posición política, el color
de su piel. Hornedo era mulato,
y el Habana Yacht Club le echaba «bola negra»,
como por la misma época
se la echaba también al coronel Fulgencio Batista,
entonces jefe del
Ejército.
Molesto, agobiado por la humillación, Hornedo hizo
llamar a su
despacho a Pablo Álvarez de Caña, cronista social de El País, y
luego
de contarle lo sucedido, le advirtió:
—Óigame bien, Pablito, óigame… a
partir de ahora no me vuelva a
mencionar al Habana Yacht Club en su columna. Ni
una palabra…
El cronista no pudo contener los pucheros ni disimularlos.
Privarlo de
mencionar el HYC era matarlo. No solo él era socio de la
exclusiva
instalación, sino que de allí salían los chismes más jugosos
que
rodaban luego, de boca en boca, por La Habana elegante. Intentó
una
defensa.
—No es para tanto, señor Hornedo, no es para tanto.
Hornedo
insistió en la negativa de que había sido objeto y no entraba
en razones. Pablo
volvió a la carga.
—No quiero creer que usted se vaya a comparar con aquella
gente que
pierde su tiempo y tira su dinero. Usted es un hombre de
trabajo,
senador, un hombre hecho por sí mismo… Está muy por encima de
esa
gente. Con su fortuna y a punto de acceder a la presidencia del
Partido
Liberal, ¿qué le puede importar entrar o no en el Habana Yacht
Club?
Las
palabras de Álvarez de Caña hicieron que Hornedo recapitulara en
un instante
toda su vida. Cierto que se hizo a sí mismo. Fue cochero y
antes zapateó La
Habana para vender naranjas en una carretilla. Era
cochero cuando conoció a
Blanquita Maruri, blanca y de buena familia.
Verdad es que él se benefició con
la posición de los Maruri, pero ¿por
cuántas veces, a partir de entonces,
multiplicó el patrimonio
original? Hornedo pareció calmarse.
—Tiene usted
razón, Pablo, toda la razón. Ser socio del Yacht Club es
para mí algo
totalmente insignificante. Yo solo quería que mi esposa,
que está tan enferma,
disfrutara de una buena playa.
—¡Amigo mío!, esa playa que ansía para doña
Blanquita, usted mismo
puede construírsela.
Hornedo saltó en su asiento y
todos los pulsos, dijes, leontina,
cadenas y medallas con que solía ataviarse
tintinearon a la vez.
—¡Claro que puedo fabricársela! ¡Cómo no se me ocurrió
antes!
—Se le ocurrió, senador, se le ocurrió —comentó Álvarez de
Caña,
camaján de camajanes—, lo que sucede es que está usted tan ofuscado
que
apenas ha podido ordenar sus ideas.
Dicho y hecho. Hornedo construyó el Casino
Deportivo. O mejor, dos
instalaciones con el mismo nombre. El Casino Deportivo
de verano, en
la costa, y el Casino Deportivo de invierno, en la barriada de
El
Cerro. Pero tampoco permitió el acceso a negros ni mulatos.
El litoral
del oeste
Ahora que estamos en verano, ¿por qué no darnos una vuelta por
los
balnearios del litoral del oeste? Era el Casino Deportivo
—actual
Círculo Social Cristino Naranjo— el balneario que, más allá de
la
desembocadura del río Almendares, daba inicio a esos clubes. Se
inauguró en
1935 y era el preferido de la pequeña, pero poderosa
comunidad hebrea
habanera.
Seguía a continuación el Club de Ferreteros, actual Círculo
Social
Obrero Armando Mestre. A continuación, otros tres balnearios,
uno
junto al otro: Club de Profesionales (Escuela de Natación Marcelo
Salado),
Balneario Universitario y el hotel Copacabana Yacht Club,
que, al igual que el
hotel Comodoro Yacht Club, situado más al oeste,
abría sus piscinas e
instalaciones a los socios.
Más adelante se encontraba el Miramar Yacht Club,
después CSO Patricio
Lumumba y hoy Casa Central de las FAR. La edificación
actual data de
comienzos de la década de los 50 y sustituyó a un interesante
palacete
de madera.
Aparecía después el Cubanaleco, de los trabajadores de la
Compañía
Cubana de Electricidad. Había sido el Swimming Club y lo adquirió
el
Cubanaleco cuando vendió sus instalaciones originales en el Vedado
para la
construcción del edificio Focsa. Este club es hoy el CSO Otto
Parellada. Le
seguía el balneario Hijas de Galicia (CSO José Luis
Tassende) para la colonia
—hombres y mujeres— de esa región española.
.
A continuación comenzaba la
Playa de Marianao propiamente dicha, entre
las dos rotondas de la Quinta
Avenida, en las calles 112 y 120.
Ya en Playa, aparecía primero el Círculo
Militar y Naval, para
oficiales de las Fuerzas Armadas. Ya en la Revolución fue
Casa Central
de las FAR y hoy es el CSO Gerardo Abreu Fontán. Seguía el
balneario
de La Concha (CSO Braulio Coroneaux), del que se hablará más
adelante.
Seguía a La Concha el Habana Yacht Club (CSO Julio Antonio Mella).
Su
arquitectura denota un estilo ecléctico afrancesado, rematado
con
mansardas. Fue fundado en 1886 y era el principal reducto del
viejo
patriciado criollo. En 1958, la única vía de acceso para nuevos
socios
era a través del matrimonio.
Después, el Casino Español de La Habana
(CSO José Ramón Rodríguez) y
finalmente el Club Náutico (CSO Félix Elmuza), una
península
parcialmente robada al mar justo en la desembocadura del río
Quibú.
Los propietarios e inquilinos del reparto Náutico, de clase media
baja,
eran automáticamente asociados al club.
Más al sur, separado de la costa por
las casas autoconstruidas de los
barrios del Romerillo y el Palo Cagado, estaba
el Country Club de La
Habana; el club y el reparto, que se llamaba Country Club
Park. El
club es la sede del Instituto Superior de Arte.
Mucho más separado
del conjunto anterior, hacia el oeste, estaba el
Havana Biltmore Yacht and
Country Club. Se construyó en 1928 y su
edificio principal sobresale por el
componente clásico de su estilo,
insertado en un código ecléctico. Fue sede de
la ESPA tras el triunfo
de la Revolución, hasta que en 1999 el edificio volvió
a su condición
original con el nombre de Club Habana.
Más al oeste, en
Jaimanitas, estaba el club Cabo Parrado (actual Los
Marinos) para cabos y
sargentos que no tenían acceso al Círculo
Militar, que era solo para oficiales.
Muy cerca de esa instalación se
encuentra el CSO Marcelo Salado, construido en
1958, pero que se
inauguró después del triunfo de la Revolución. Y entre ambos
estaba el
balneario infantil La Playita, ya desactivado. La hilera de clubes
a
lo largo del litoral del municipio de Playa se cierra en Santa Fe con
el
Alamar Club (CSO Jorge Sánchez Villar). Pero solo en la provincia
de La Habana
—no se olviden las playas del Este— existieron 39 clubes
que contenían las
denominaciones de yacht y náutico, afirma el
investigador Maikel Fariñas. De
incluirse otras denominaciones como
marítima, navales u otras, el número sería
mucho mayor.
Balneario infantil
El Vedado Tenis Club (Círculo Social José
Antonio Echeverría) no
estaba situado en el litoral oeste. Se fundó en 1902 y
tuvo su primera
sede muy cerca de su emplazamiento actual. Cuando el Malecón se
amplió
hasta la desembocadura del Almendares, el Tenis perdió su salida
al
mar. Durante un tiempo estuvo a la par del Habana Yacht Club, pero la
falta
de playa mermó su membresía, y su prestigio descendió cuando
adoptó como
política la admisión de jóvenes con condiciones para el
deporte, aunque no
contaran con fortuna ni apellidos. Con la
ampliación del Malecón desapareció el
Balneario Infantil, instalación
gratuita auspiciada por el Ayuntamiento
habanero. Se conserva su casa
club. Es el actual Castillito.
Con su curiosa
arquitectura seudomudéjar, La Concha era un balneario
sin asociados fijos. Era
el único al que se accedía mediante el pago
de la entrada y el único que daba
acceso a negros y mulatos. Pese a su
carácter popular, La Concha estaba
asimismo en la preferencia de
diplomáticos y dignatarios extranjeros de paso
por La Habana y en la
de gente de todas las categorías sociales. Se trataba de
un balneario
muy bien equipado. Anuncios de los años 20 aluden a sus canchas
de
hand ball. Al court de tenis. Sus áreas de volley ball. El trampolín.
El
espacio destinado a la fisioterapia y sus servicios médicos
especializados. El
solárium. Excelente resultaba su restaurante y en
sus bares se popularizó el
mojito, uno de los diez cocteles cubanos
emblemáticos.
La Concha se inauguró
el 24 de junio de 1922. Sus constructores y
propietarios fueron los
empresarios agrupados en el llamado bufete de
las Tres C: Carlos Miguel de
Céspedes, José Manuel Cortina y Carlos
Manuel de la Cruz. Ese grupo construiría
y operaría también el Casino
Nacional, en el Country Club, autorizado para todo
tipo de juego de
apuestas, legalizados por la Ley de Turismo de 1919.
Maniobrarían
además el hipódromo Oriental Park, de Marianao. Más adelante,
el
Casino Nacional, La Concha y el American Jockey Club formaron un
complejo
de instalaciones bajo la razón social del Sindicato Nacional
Cubano, que
controló y presidió el norteamericano John Mc Entee
Bowman, propietario del
hotel Sevilla y de la cadena de hoteles Bowman
Baltimore.
En mayo de 1937 se
inauguraba el Club Náutico. En esa misma fecha su
directiva organizó un
concurso de belleza. La muchacha ganadora (Miss
Náutico) recibía como premio un
viaje a EE.UU. para ella y una
chaperona. Era uno de los balnearios más
económicos, con su cuota de
seis pesos mensuales, cantidad que cubría el
alquiler de la taquilla
para la ropa y otras pertenencias personales. Era, sin
embargo, uno de
los preferidos entre los jóvenes que hacían vida social. Sus
tés
bailables dominicales, con la actuación de las mejores orquestas, eran
tan
gustados que, de no tener alguien que los invitara, los muchachos
más
adinerados y miembros por tanto de los clubes más exclusivos, se
colaban en el
Náutico para disfrutarlos. A mediados de los años 50 del
siglo pasado se
construyó para la casa social de este balneario un
nuevo edificio, que es punto
de referencia para la arquitectura
moderna en Cuba.
--
Ciro Bianchi
Ross
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