lunes, 11 de mayo de 2015
LA PLAZA DEL VAPOR
La Plaza del Vapor
Ciro Bianchi Ross * digital@juventudrebelde.cu
9 de Mayo
del 2015 22:02:58 CDT
<>.
El colombiano Nicolás Tanco Armero, el autor
de las palabras citadas,
vivió en La Habana a mediados de la década de 1850.
Sus ideas
políticas conservadoras lo habían llevado a la cárcel en su país
y,
sin un centavo, abrigaba la esperanza de hacerse rico en Cuba. Corría
el
año de 1853 y aquí acababa de constituirse una poderosa sociedad
para explotar
el tráfico de chinos. Sus directivos repararon en Tanco;
era ambicioso, tenía
buenos modales, dominaba a la perfección el
inglés y el francés. Lo ficharon.
La elección no pudo ser más
afortunada: Tanco organizó con diabólica eficacia
el tráfico de
chinos, no solo hacia La Habana sino también hacia El Callao, y
más de
200 000 esclavos amarillos atravesaron <> gracias
a
sus oficios.
El investigador cubano Juan Pérez de la Riva lo definió como
<>, porque Tanco publicó en París,
en
1881, un libro interesantísimo, Viaje de Nueva Granada a China y de
China a
Francia, donde incluyó no pocas referencias --y algunas de
ellas muy agudas--
sobre La Habana que le tocó conocer, como su visión
de la Plaza del Vapor que
se reprodujo antes. Lo curioso del asunto --y
por eso la incluyó el
escribidor-- es que la Plaza del Vapor que vio
Tanco Armero en el siglo XIX
siguió siendo válida hasta 1958 y quizá
un poco después.
No cree el escribidor
que sean muchos los jóvenes que sepan de qué se
está hablando cuando se alude a
la Plaza del Vapor, conocida asimismo
con el nombre de Mercado de Tacón.
Digamos enseguida que se trató de
la plaza o mercado que ocupó la manzana
enmarcada por las calles
Galiano, Reina, Águila y Dragones, en Centro Habana.
La edificación
fue demolida tras el triunfo de la Revolución, cuando se
proyectó la
construcción en ese espacio de un gran edificio de apartamentos,
idea
que no llegó a concretarse. Se decidió entonces construir en el lugar
el
parque que llevaría el nombre de América Libre. En efecto, fue
construido, pero
desconoce el escribidor si ese es su nombre oficial,
porque popularmente
llamamos a dicho espacio el parque del Curita,
importante entronque del
transporte de pasajeros en la capital.
Ahora bien, ¿quién fue El Curita?, ¿qué
relación guarda la vieja Plaza
del Vapor con la vida de este valeroso
combatiente revolucionario,
jefe de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de
Julio, asesinado en
marzo de 1958?
Mejor que los de España
El primer
mercado público con que contó La Habana se ubicó en la Plaza
de San Francisco.
Fue trasladado, a petición de los frailes, a la
plaza que hoy conocemos como
Vieja y que entonces se llamó Plaza
Nueva. No se trataba propiamente de un
edificio, sino de tarimas,
techadas o no, para uso de los expendedores. Ya en
1836 se construyen
el mercado de Cristina, en la Plaza Vieja, y el del Cristo,
en la
plaza de ese nombre. Se emplazarían los mercados de Tacón y de
Colón,
que los habaneros llamaron siempre del Polvorín y que se ubicaban
donde
ahora radican las salas cubanas del Museo Nacional.
Dice el historiador Jacobo
de la Pezuela que al acometerse el ensanche
de extramuros de 1824, quedó yerma
la manzana comprendida entre las
calles Galiano, Reina, Águila y Dragones.
Allí, sin orden ni concierto
y para dar satisfacción a clientes de aquella
zona, se establecieron
numerosos vendedores de abastos que expedían sus
productos en casillas
de madera montadas sobre ruedas. Miguel Tacón, gobernador
general de
la Isla, quiso acabar con dichos puestos feos y desiguales, y dotar
a
aquella zona habanera de un mercado digno de ella. Encargó el proyecto
a
Manuel Pastor, y el ingeniero principal de la administración
colonial concibió
un edificio de albañilería de dos plantas de cien
por 145 varas, con galerías
cubiertas y sostenidas por columnas de
piedra. Respecto a esa edificación,
Joaquín Weiss, uno de los grandes
estudiosos de la arquitectura cubana, afirmó
que por su concepción y
condiciones <>.
Tacón puso su nombre a todo lo
que, en su tiempo, construyó en La
Habana: el mercado, la cárcel, el paseo, el
teatro... El Mercado de
Tacón fue conocido, sobre todo, por la Plaza del Vapor.
Y en eso
intervino un personaje al que el escribidor ha aludido muchas
veces,
el catalán Francisco Marty, negociante del entorno del
Gobernador
General, constructor y empresario del teatro Tacón; el hombre
que
controlaba el monopolio del pescado en la capital. En una fonda de
su
propiedad y que daba a la calle Galiano, en el Mercado, Marty hizo
colocar
un cuadro en que se reproducía la imagen del buque Neptuno, el
primero de vapor
que se conoció en la Isla y que a partir de 1819
cumplió la travesía
Habana-Matanzas-Habana. Fue la imagen de ese navío
lo que terminó dándole
nombre al edificio.
En la madrugada del 7 de septiembre de 1872, un voraz
incendio
destruyó totalmente el inmueble, por lo que se levantó un
mercado
provisional en la Plaza de Marte, actual Parque de la
Fraternidad
Americana. Dos años más tarde, la Junta de Obras Públicas
determinó
edificar un nuevo mercado en el sitio que ocupara el destruido y
que
se llamaría asimismo Plaza del Vapor. El nuevo edificio, obra
del
arquitecto Rayneri Sorrentino, constituyó, gracias al sistema de viga
y
losa, toda una novedad en La Habana desde el punto de vista
técnico, y causó
admiración por el diseño de las barandas de hierro
forjado del entresuelo y el
piso alto.
En 1918 dejó de ser mercado este edificio no exento de elegancia y
que
lucía sólidas armazones de hierro en el patio central. Sus
vendedores
fueron ubicados en los terrenos de lo que fue la estación de trenes
de
Villanueva, donde se alzó después el Capitolio, y trasladados,
con
posterioridad, al Mercado Único de Cuatro Caminos. Fue entonces que
se
demolieron las armazones de metal del patio, lo que propició ganar
un
espacio donde se llevaron a cabo juegos de béisbol y balompié.
Escribió el
historiador Emilio Roig que la Plaza del Vapor siempre fue
mercado. La parte
exterior del edificio no dejó nunca de estar
ocupada por unos pequeños
establecimientos de todas clases, que
funcionaban como expendios de frutas,
mariscos, flores, yerbas
medicinales, barberías, sastrería, sombrerería,
zapaterías... y
cualquier otra cosa que fuese posible vender, hasta caricias
por las
noches. El piso superior y principal estaba ocupado por las
viviendas
de unas 200 familias, y el edificio se convirtió sobre todo en
el
verdadero mercado habanero del billete. Allí se vendía no menos del 50
por
ciento de los billetes de lotería que se imprimían, para todo el
país, en La
Habana. El billete que no se encontrara allí, no aparecía
prácticamente en
ningún otro sitio.
En 1947 el Ministerio de Salubridad clausura el Mercado de
Colón o
Plaza del Polvorín, y los vendedores que operaban en ella se
reubican
en el patio central de la Plaza del Vapor, con lo que finalizan
los
juegos de pelota y balompié. A comienzos de la Revolución, el
Ministerio
de Salud Pública declaró insalubre el lugar y sus
vendedores fueron reasentados
en el terreno de la calle Amistad entre
Estrella y Monte, donde funcionó
durante años la academia de baile de
Marte y Belona, demolida en esos días.
Dice Sergio R. San Pedro del
Valle en su libro Vivido ayer (Miami, 2008) que
eran más de 160 los
comercios que abrían sus puertas en la Plaza.
Viyaya
En
aquellos juegos de pelota que se organizaban en su patio central,
el Deportivo
Tacón, equipo de la barriada, gozó de una popularidad
enorme porque en él
jugaba una inquilina de la Plaza del Vapor:
Eulalia González, más conocida por
Viyaya. La muchacha jugaba la
inicial como cualquier consagrado. Y no solo en
la Plaza, sino en los
más renombrados placeres de la capital y aun en algunas
localidades
del interior en las décadas de los 40 y los 50.
Jugó varias
posiciones y hasta lanzó, pero donde se hizo célebre fue
en la primera base.
Dice Elio Menéndez, premio nacional de Periodismo:
<>.
Sobresalió más a la
defensiva que al bate, aunque tampoco fue un out
vestido de pelotero. Los
pitcheres rivales no tenían consideración con
ella. Ningún lanzador veía bien
que una mujer le bateara y para
evitarlo le arrimaban la bola, lo que dio
origen a muchas trifulcas.
En abril de 1947 vino a Cuba el empresario
norteamericano Max Carey
con dos grupos de pelota conformados por mujeres, y
contrató a Viyaya
para que jugara en EE.UU. Ella fue y regresó al poco tiempo,
para
seguir jugando en los terrenos de la capital.
Una vida de
Película
Sergio González tuvo una vida de película. Nació en Aguada
de
Pasajeros, en 1921, y durante nueve años se preparó para el sacerdocio
en
los seminarios de San Basileo el Magno, de Santiago de Cuba, y San
Carlos y San
Ambrosio, de La Habana. De ahí su sobrenombre. Le
llamaban con cariño El
Curita.
Fueron múltiples sus hazañas. Encarcelado en el Castillo del
Príncipe,
organizó allí una huelga de hambre y protagonizó luego una
fuga
espectacular. Fue el responsable del sabotaje a los tanques
de
combustible de la refinería Belot, cuya negra humareda, durante
varios
días, demostró a los habaneros que se reactivaba la lucha
contra
Batista y organizó la llamada Noche de las Cien Bombas, con la
que
demostró que la dictadura no podía ya controlar la ciudad. Esta fue
una
acción que El Curita planeó con sumo cuidado, pues exigió a sus
participantes
que no podía ocasionar víctimas, y no las hubo
realmente.
Las fuerzas
represivas lo perseguían sin descanso. El 11 de marzo de
1958 un emisario de la
Sierra Maestra, a nombre de Fidel, pidió a El
Curita que se trasladara a las
montañas a fin de preservarle la vida.
Respondió al emisario que respetaba la
autoridad del Comandante en
Jefe, pero que su lugar estaba en La Habana. El día
18 cayó en una
trampa en un apartamento del Vedado. En el Buró de
Investigaciones lo
torturaron con saña. Al día siguiente, su cadáver, cosido a
balazos,
aparecía en Altabana.
El Curita laboró en una pequeña imprenta
instalada en la Plaza del
Vapor. Allí se imprimió de manera clandestina la
primera edición de La
historia me absolverá, el alegato de Fidel ante sus
jueces por los
sucesos del cuartel Moncada. La distribución del opúsculo en el
país,
antes de la amnistía de los moncadistas, en 1955, contribuyó de
manera
decisiva a forjar la vanguardia que encabezaría la lucha armada
contra
Batista.
--
Ciro Bianchi
Ross
cbianchi@enet.cu
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