sábado, 21 de febrero de 2015
¿SOCIALISMO ES ESCASEZ Y HAMBRE? HABLANDO CON LAS PAREDES
ELIGIO DAMAS
De manera afirmativa, en abundantes paredes de nuestras ciudades, se dice lo que este título se plantea como interrogante. Es más, aparece escrito en color negro, lo que supongo no un azar sino algo estudiado. No obstante, tengo una foto de una camioneta costosa, tanto que ahorita muy contaditas personas podrían adquirir, de esas que llaman “Hummer”, donde mediante un letrero blanco en uno de los vidrios de la misma, su dueño, porque debe ser él y no otro, acusa a Maduro de hacerle pasar hambre.
Las colas que se forman en todas partes para adquirir cualquier cosa o “lo que vendan”, como suelen decir quienes las hacen por algo más que “deporte” son, para voceros oficiales del gobierno signo que la gente tiene dinero para comprar. Para los opositores, que a esas colas acuden para intentar sacar provecho político del asunto o quienes opinan por los medios, demuestran que hay escasez y hasta concluyen, esto no lo entiendo mucho, que es sinónimo de hambre. El hambre y la abundancia de dinero no aparecen asociadas con frecuencia, salvo que la sociedad confronte un problema donde quienes deben producir los alimentos no lo hacen o, por lo menos, con la debida abundancia. Si hay demanda, el aparato productivo, esencialmente privado, pues es el que prevalece, debe ofertar.
En verdad, el origen de las colas es diverso. Hay quienes hacen colas para comprar “lo que vendan” para luego revenderlo en el barrio, una ocupación – la de buhonero – que pareciera haberse expandido, producto de la crisis y produce algunos buenos ingresos a mucha gente “excluida”, con lo que repente se incluyen como por “picardía”. Sería bueno que el INE, organismo últimamente como demasiado discreto, indagara cuántos venezolanos andan en eso de “comprar lo que vendan o traiga el camión, para revenderlo allá en el barrio”, lejos de estos hipermercados o centros comerciales a gente que no tiene tiempo para hacer esas colas. Hay, como lo hubo en Chile, quienes hacen cola para vender su puesto; lo que reproduce las colas.
Pero hay en las colas quienes quieren comprar los productos subsidiados que de vez en cuando, un de vez en cuando bastante frecuente, aparecen; pero aquellos potenciales compradores, por un mecanismo que en el pasado hubiésemos calificado de mágico, saben con exactitud cuándo y dónde. Sus razones les sobran para hacer esas colas. Uno cargado de años, lleno de achaques e impertinentes deseos de ir al baño con más frecuencia que los jóvenes y empecinado en creer falsamente que nuestro tiempo es valioso, ¡vainas de lo vanidoso!, prefiere pagar un kilo de pollo en 160 bolívares y no pegarse al cable que informa a tiempo y luego hacer la cola para sólo invertir 40 bolos. Porque lo de la edad no ayuda para evitarnos las colas porque en esos momentos uno tampoco sabe de dónde, aunque sí por qué, sale tanto viejo. La inflación o la especulación, llamémosla como nos parezca, porque eso acontece a la luz del día y ante los ojos de “tutti le mundachi”, obligan a los más débiles económicamente a hacer esa cosa para comprar algo de esos productos que se venden en esos operativos fugaces. ¡Claro! Otros débiles, cuyos ingresos no son muy significativos y además, nos duele hasta el aire que pasa por los pulmones, no podemos calarnos esas colas, aunque nos metamos lo vanidoso donde nos quepa.
Lo cierto es que las colas son parte de lo que acontece. De la inflación, la especulación, la escasez, el acaparamiento, el contrabando producto del rollo de nuestra política cambiaria y la calculada disminución de producción con fines políticos. Lo que implica decir, y en esto no tengo dudas, de la guerra económica, la caída de la producción y de la ineficiencia de las políticas estatales para encarar estos problemas. Porque si bien es verdad que Cuba pudo justificar esos problemas en el bloqueo y otros asuntos menores, los revolucionarios chilenos en las maniobras del Departamento de Estado y los capitalistas internos y externos, también lo es que Fidel y Allende, nunca tuvieron a la mano la cuantiosa renta petrolera venezolana, con precios hasta hace poco de 100 y más dólares por barril por largos años. Tomemos en cuenta que la caída de los precios del petróleo es reciente y se le puede calificar como un elemento nuevo adicionado a una crisis que se desató tiempo atrás. Llevamos años haciendo maniobras para tumbar el dólar paralelo, de eso es corresponsable Giordani, y la susodicha divisa siguió campante, hacia arriba.
Esta crisis pues tiene responsables. Los agentes del capitalismo que aquí operan, del externo e interno, porque esta es una sociedad capitalista y negarlo es una brutal mentira. Los responsables de ella, con todos sus rasgos están en ambos bandos, aquellos porque la generan, potencian y sostienen con todas sus trampas y gente del gobierno por no encontrar desde tiempo atrás los mecanismos para vencer a quienes quieren matar de hambre a los venezolanos, hacerles perder la paciencia, para lograr un objetivo que está claramente determinado en la Ley magna.
Pero esta crisis, esta escasez, originadas por varios factores en buena medida manipulados por los empresarios de diferentes niveles, se dan en medio de una sociedad capitalista, ni siquiera merecedora de llamarle “en transición”, por circunstancias políticas. Lo de sociedad socialista es una falacia, para decirlo con una palabra que mucho gustaba a CAP. Lo que no niega muchos rasgos generosos, de avanzada, antimperialistas y hasta contrarios a la cultura del capitalismo, como la intención de repartir generosamente la renta petrolera, que han caracterizado el proceso bolivariano. ¿Es posible por ahora ser más audaz?
Esas colas, escasez y presunta hambre de las cuales hablan las paredes, nada tienen que ver con el socialismo, el cual tiene como meta desatar hasta el infinito las fuerzas productivas, alcanzar el mayor nivel de productividad de todos los bienes necesarios, no para acumular beneficios en favor de alguien, un empresario, porque se rompería el encanto y la eficiencia, sino para que la sociedad alcance la mayor felicidad y seguridad posibles. Lo que hace al socialismo generoso es aquello que del capitalismo hace una sociedad rapaz, multiplica el hambre; el proceder de unos pocos individuos de acumular riquezas o los beneficios del trabajo de los más.
El capitalismo es sinónimo de hambre y explotación, lo que suelen revelar las cifras, aunque lo oculten los medios y el oropel de las ciudades.
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Publicado por Eligio Damas para BLOG DE ELIGIO DAMAS el 1/21/2015 05:18:00 a. m.
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