Otros apuntes de Don Cándido
Ciro Bianchi Ross * digital@juventudrebelde.cu
5 de Julio del 2014 20:21:36 CDT
Se dice que Santiago González Palacios, que haría célebre el seudónimo
de Don Cándido, fue uno de los mejores reporteros de la prensa
habanera. Cuando Rafael Suárez Solís, amante del suceso fragante y
vertiginoso, fue jefe de Información del Diario de la Marina,
reorganizó los servicios de ese periódico y encargó a González
Palacios de la cobertura de los ministerios, entonces secretarías, de
Estado --Relaciones Exteriores-- y Sanidad, y le confió asimismo lo que
se llamaba la <<Policía chiquita>>, que atendía las noticias que
generaban las broncas entre vecinas, los resbalones con cáscaras de
ron y los enredos de pareja.
En 1927 González Palacios pasó al periódico El Mundo. ¡Qué estupendo
repórter! Llevaba cuatro ministerios sobre sus hombros, redactaba
informaciones especiales, fabricaba entrevistas callejeras, hacía
títulos. Tenía una fórmula especial para superar el calor y el agobio
y avivar las ideas: en un jarro de estaño lleno de agua fría vertía
una taza de café hirviente; brebaje que consideraba inmejorable.
Eran años trágicos. Época de reajustes laborales, desempleo,
pantalones de sacos de harina, tabaquitos de a <<quilo>>, crímenes
misteriosos y censura implacable. A su lado, como también ocurriera en
la Marina, laboraba Miguel de Marcos, el futuro autor de Fotuto y
Papaíto Mayarí. El notable humorista estaba encargado, bajo las
órdenes directas de González Palacios, de la sección de Telegramas.
Era un duro menester. Los telegramas que los corresponsales enviaban a
la Redacción desde el interior contenían textos restringidos,
abreviados, elípticos y De Marcos debía, primero, interpretarlos para
después reelaborarlos, engordarlos y vestirlos antes de insertarlos en
las páginas del periódico.
No siempre resultaba fácil. Llegaban telegramas más escuetos que otros
y no era raro que Miguel de Marcos, pese al agua helada con café que
generosamente compartía con él González Palacios, sudara tinta en la
alta noche en su intento de darles forma, como este que remitían desde
Yaguaramas: <<Tren 22. Kilómetro 67. Vaca residuos. Corresponsal>>.
Ante mensaje tan críptico se hacía imprescindible que De Marcos
consultara con su jefe. González Palacios lo atendía sin dejar de
aporrear vertiginosamente su máquina de escribir o sin desviar la
vista del título que elaboraba a ocho columnas, en 72, sangrado y
perfectamente medido.
--Una gran información --exclamaba. Y sin desviar la atención de lo
suyo, añadía: <<Eso quiere decir que el tren 22, que salió da Camagüey
a las 11:30 de la noche, al pasar por el kilómetro 67, entre Ranchuelo
y Yaguaramas, aplastó a una vaca que se encontraba en la vía férrea.
El animal quedó trucidado y no se hallaron sus residuos. Esto es todo
un notición. Elabóralo y de paso hazme la sugerencia de título a tres
columnas para la primera página de esta forma: <<Residuos de vaca en
Yaguaramas>>.
Pese a que el periodista genuino es un individuo de indemne juventud,
llegó el momento en que Santiago González Palacios sintió la fatiga de
la noticia y se volvió hacia el pasado, no como un historiador, sino
como un cronista. Como se dijo el domingo anterior fue entonces que
dio a conocer en la revista Carteles, de La Habana, una columna bajo
el título de ¿Lo sabía usted?, apuntes breves y desembarazados que en
1947 recogió en un libro que se llamó de la misma manera. Hoy volvemos
sobre ese libro que llegó a manos del escribidor gracias al
desprendimiento de la lectora Carmen Cantón, y reproducimos tal cual
algunos de sus pasajes.
Sí; Pero no
La revista puertorriqueña El Carnaval, en un número que dedicó a Cuba
en julio de 1902, a dos meses escasos de la instauración de la
República, insertó varios materiales de elogio para la Isla y algunos
de sus hombres. Uno de los escogidos fue el poeta Diego Vicente
Tejera. Decía El Carnaval sobre el autor de La Hamaca:
<<Diego Vicente Tejera es otro puertorriqueño distinguidísimo, casi
desconocido de sus compatriotas. Es un ilustrado doctor y escritor
correctísimo, autor de la luminosa obra inédita Desde el Zanjón hasta
Baire y asiduo colaborador que fue de Patria>>.
Al leer el artículo en que se aludía a su persona, el fundador del
Partido Socialista Cubano y más tarde del Partido Popular Obrero, que
sí colaboró en Patria, el periódico de José Martí, se sintió obligado
a hacer las enmiendas pertinentes a través de la prensa. Precisó
entonces que no era puertorriqueño, sino nacido en Santiago de Cuba.
Añadió que tampoco era doctor, ni siquiera licenciado, porque dejó sin
concluir las carreras de Derecho y Medicina que matriculó en su
momento. Apuntó que Desde el Zanjón hasta Baire no era una obra
inédita, sino que ya había sido publicada, pero que su autor era Luis
Estévez y Romero, a la sazón vicepresidente de la República.
Herido de verdad
El público que en la noche del 11 de agosto de 1902 llenaba la sala
del teatro Albisu para presenciar la representación de una obra
titulada La vuelta al mundo fue testigo de un episodio sangriento y
real.
Se simulaba en la obra el asalto a un tren y uno de los asaltantes era
un <<comparsa>> al que apodaban Pantera. En el instante de realizarse el
ataque, Pantera se aproximó tanto que uno de los asaltados, el actor
Alejandro Garrido, accionó la escopeta que llevaba para su defensa y
disparó casi a boca tocante contra los agresores. Pantera, cuando
sonaron los disparos, se llevó las manos a la cara y cayó desplomado.
Fue algo tan perfecto que los espectadores tuvieron la impresión de
haber visto un suceso verídico.
Cayó el telón y Pantera no se levantó. Extrañados, sus compañeros se
le acercaron y al incorporarlo vieron, con asombro, que sobre el
tablado había un pequeño charco de sangre. El actor estaba herido en
un ojo. Un taco de cartón del cartucho de la escopeta le había herido
durante el asalto. Garrido fue detenido; las autoridades no lo
consideraron culpable y quedó en libertad.
Sonó a las 9:30
La noche del 18 de septiembre de 1902 los habaneros esperaban atentos
el estampido del cañonazo de las 9 para confrontar sus relojes. El
tiempo pasaba y el tronar del cañón no se oía. Y cuando ya nadie lo
esperaba y muchos se habían recogido, llegó el estampido. Eran las
nueve y media. Nunca se dio una explicación oficial por aquella
irregularidad.
A falta de plata
Debido a la gran escasez de plata macuquina en la región oriental de
la Isla, se dispuso por parte del Gobierno colonial que se supliera su
falta con papeletas, pero como el papel también llegó a faltar fue
necesario echar mano a una partida de barajas francesas que quitó a
corsarios portugueses el corsario José Robert.
La nueva moneda no fue del agrado de los comerciantes, que la recibían
a regañadientes. Llegó el momento en que se negaron a aceptarla, lo
que empujaba al hambre a la población, privada de adquirir los
alimentos.
En 1787 se pidió con urgencia al Rey la supresión de la moneda de
cartón y que se enviase otra de nuevo cuño. El ruego fue atendido y un
año más tarde la moneda de cartón era retirada del mercado.
La moneda macuquina circuló en Cuba hasta el 17 de enero de 1781. Eran
piezas de plata esquinadas y sin cordoncillo.
La Cabaña, ¿Quién da más?
La loma donde se construiría la fortaleza de San Carlos de la Cabaña
tenía escaso valor en 1748. En esa fecha su propietario la vendió en
500 pesos.
Referencias de la época confirman que el 28 de febrero de 1748 su
propietario de entonces, Miguel de Castro Palomino, vendió a Agustín
Sotolongo, tesorero de la Santa Cruzada, las tierras de su pertenencia
en la <<sierra del Castillo y Real Fuerza del Morro>>. Palomino heredó
el predio de la que había sido su esposa, Margarita Franco, que las
heredó a su vez del capitán Juan de Castro, su primer marido, que el
28 de agosto de 1675 las obtuvo por merced del cabildo habanero.
El hielo
Todavía a comienzos del siglo XX el hielo era un artículo casi de lujo
en La Habana y en el resto de la Isla. Solo se disponía de él en
banquetes, aunque lo había en algunos cafés y bodegas. Cuando de
banquetes se trataba, en la carta-menú se consignaba: <<Postres: café,
hielo, tabacos>>.
Derrumbe en el Payret
La noche del 12 de marzo de 1882 se desplomó, a consecuencia de un
aguacero torrencial, el ala izquierda del teatro Payret, con el saldo
de varios muertos y heridos.
Incendio en la Manzana de Gómez
Un voraz incendio se declaró la noche del 27 de enero de 1905 en la
Manzana de Gómez, en La Habana. Fue un siniestro que originó pérdidas
considerables. Veinticuatro establecimientos quedaron destruidos y
solo 11 se salvaron. El fuego comenzó por un comercio denominado El
Globo.
Solo para blancos
Una orden dictada el 9 de agosto de 1832 hizo obligatorio que fueran
blancos los mayorales de las fincas de Cuba.
Como quiera que te pongas
Por resolución del secretario de Gobernación --ministro del Interior--,
el 7 de julio de 1905 fue suspendido en sus funciones como Alcalde de
La Habana el doctor Juan Ramón O'Farrill. Se le instruyó expediente y
se formularon 23 cargos en su contra. Uno de estos, por haber
<<engavetado>> durante meses unos documentos y otro, por haber tramitado
un asunto con celeridad extraordinaria.
Reclamo santiaguero
En una comunicación de 1775 el Ayuntamiento de Santiago de Cuba dice
al Gobernador de la Isla que dicho Ayuntamiento veía con reparo que en
sus avisos y documentos oficiales ese Gobernador diera al Ayuntamiento
de La Habana el título de <<Ilustre>> y no diera título alguno al
santiaguero, cuando Su Majestad lo tiene por <<Muy Ilustre y Muy Leal>>.
Lo advierte al funcionario para que se sirva cumplir con lo que la
piedad de Su Majestad el Rey (que Dios guarde) lo ha distinguido y no
lo omita en sus comunicaciones.
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