La cofradía ha sido siempre minoritaria, en todos los Estados donde se ha desarrollado, incluyendo Egipto, donde su victoria en las urnas se debió al hecho que dos tercios de la población boicoteó las elecciones. Así que siempre alentó la creación de grupos armados que trataron de alcanzar el poder mediante la fuerza o el engaño. La característica fundamental del comportamiento de la Hermandad es que para ella «el fin justifica los medios». Es por lo tanto difícil, al estudiar su evolución ideológica, distinguir entre lo verdaderamente autentico y lo que no es otra cosa que pura seducción política. Precisamente, el caso egipcio demuestra de forma fehaciente que la evolución democrática de la Hermandad no pasaba de ser una fachada concebida únicamente para ganar la elección.
Lo más interesante es que, a pesar de haber surgido como un movimiento destinado a luchar contra el imperialismo británico, la Hermandad Musulmana entró rápidamente en conflicto con el nacionalismo árabe, principal adversario del colonialismo en la región. Al comprender el uso que podían hacer de la Hermandad, los británicos –expertos en la manipulación de sectas–, en vez de liquidarla, lograron infiltrar en ella a sus agentes y la apoyaron para luchar contra los nacionalistas árabes. Hoy en día, la coordinación internacional de la Hermandad Musulmana tiene su sede en Londres.
La «primavera árabe» (a partir de diciembre de 2010) no es en el fondo otra cosa que un remake de la antigua estrategia franco-británica de la «revuelta árabe» contra los otomanos (1916-1918). La única diferencia es que el objetivo no era esta vez reemplazar la vieja administración otomana poniendo en el poder a una serie de títeres seudo-independentistas sino sustituir a los aliados ya desgastados por fantoches vírgenes pero dispuestos a plegarse a las nuevas reglas de la globalización.
El repliegue estratégico de Qatar
Con el cambio de equipo en Qatar se interrumpió el flujo de ingentes fondos hacia la Hermandad Musulmana, ya sea en Siria, en Palestina, en Egipto, en Libia o en otras partes. El emirato vuelve a concentrarse ahora en sus ambiciones internas y prevé dedicar 200 000 millones de dólares a la preparación de la Copa Mundial de futbol, para dentro de 5 años.
La brusca desaparición de Qatar de la escena internacional deja el campo libre a Arabia Saudita y a los Emiratos Árabes Unidos, dos países que se han apresurado a garantizar su respaldo al nuevo régimen egipcio.
La rivalidad entre Qatar y Arabia Saudita llevó a Irán a expresar su apoyo a Mohamed Morsi en Egipto –mientras que respalda a Bachar al-Assad en Siria. O sea, Teherán se vio de esa manera expresando más afinidad con el proyecto de la Hermandad Musulmana egipcia de «islamizar la sociedad» que con el de los nasseristas favorables a la liberación de Palestina de la ocupación colonial.
La retirada de Qatar corresponde, en definitiva, a un reequilibrio de fuerzas en el mundo anglosajón. Una tras otra, las comisiones de control de los servicios secretos, en el Congreso de Estados Unidos y en la Cámara de los Comunes del Reino Unido, se han pronunciado contra el envío de armas a los «rebeldes» en Siria.
La caída de la Hermandad Musulmana no significa por lo tanto únicamente el fracaso de esa cofradía sino también el de todos aquellos que, en Londres y Washington, creyeron poder «rediseñar» el norte de África y el Medio Oriente y que, al no lograr hacerlo, han preferido sembrar allí el caos antes que reconocer su derrota.
Thierry Meyssan
Lo más interesante es que, a pesar de haber surgido como un movimiento destinado a luchar contra el imperialismo británico, la Hermandad Musulmana entró rápidamente en conflicto con el nacionalismo árabe, principal adversario del colonialismo en la región. Al comprender el uso que podían hacer de la Hermandad, los británicos –expertos en la manipulación de sectas–, en vez de liquidarla, lograron infiltrar en ella a sus agentes y la apoyaron para luchar contra los nacionalistas árabes. Hoy en día, la coordinación internacional de la Hermandad Musulmana tiene su sede en Londres.
La «primavera árabe» (a partir de diciembre de 2010) no es en el fondo otra cosa que un remake de la antigua estrategia franco-británica de la «revuelta árabe» contra los otomanos (1916-1918). La única diferencia es que el objetivo no era esta vez reemplazar la vieja administración otomana poniendo en el poder a una serie de títeres seudo-independentistas sino sustituir a los aliados ya desgastados por fantoches vírgenes pero dispuestos a plegarse a las nuevas reglas de la globalización.
El repliegue estratégico de Qatar
Con el cambio de equipo en Qatar se interrumpió el flujo de ingentes fondos hacia la Hermandad Musulmana, ya sea en Siria, en Palestina, en Egipto, en Libia o en otras partes. El emirato vuelve a concentrarse ahora en sus ambiciones internas y prevé dedicar 200 000 millones de dólares a la preparación de la Copa Mundial de futbol, para dentro de 5 años.
La brusca desaparición de Qatar de la escena internacional deja el campo libre a Arabia Saudita y a los Emiratos Árabes Unidos, dos países que se han apresurado a garantizar su respaldo al nuevo régimen egipcio.
La rivalidad entre Qatar y Arabia Saudita llevó a Irán a expresar su apoyo a Mohamed Morsi en Egipto –mientras que respalda a Bachar al-Assad en Siria. O sea, Teherán se vio de esa manera expresando más afinidad con el proyecto de la Hermandad Musulmana egipcia de «islamizar la sociedad» que con el de los nasseristas favorables a la liberación de Palestina de la ocupación colonial.
La retirada de Qatar corresponde, en definitiva, a un reequilibrio de fuerzas en el mundo anglosajón. Una tras otra, las comisiones de control de los servicios secretos, en el Congreso de Estados Unidos y en la Cámara de los Comunes del Reino Unido, se han pronunciado contra el envío de armas a los «rebeldes» en Siria.
La caída de la Hermandad Musulmana no significa por lo tanto únicamente el fracaso de esa cofradía sino también el de todos aquellos que, en Londres y Washington, creyeron poder «rediseñar» el norte de África y el Medio Oriente y que, al no lograr hacerlo, han preferido sembrar allí el caos antes que reconocer su derrota.
Thierry Meyssan
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