por Thierry Meyssan
A la súbita jubilación política de Qatar del escenario internacional siguió, sólo una semana después, el derrocamiento de Mohamed Morsi en Egipto. A pesar de que no existe relación de simultaneidad entre ambos hechos, ni relación de causa y efecto, el hecho mismo de que se hayan producido viene a cambiar radicalmente el porvenir del mundo árabe.
En sólo dos semanas, la Hermandad Musulmana, a la que Washington prometía el gobierno del mundo árabe, ha perdido dos de sus principales instrumentos de poder. El emir de Qatar Hamad Al-Thani se vio obligado a abdicar, el 25 de junio de 2013, y con él se fue también su inspirador y primer ministro, Hamad ben Jassem (HBJ). El 3 de julio, el presidente Mohamed Morsi fue derrocado por el ejército egipcio y dos órdenes de arresto fueron prontamente emitidas contra los principales responsables de la Hermandad Musulmana en Egipto, incluyendo al Guía Supremo de la cofradía, Mohamed Badieh.
No parece que al empujar al emir Hamad hacia la puerta de salida, Washington haya previsto otro cambio de régimen en Egipto. Estados Unidos, que ya no soportaba más las trapacerías político-financieras del emir Hamad, puso a Qatar en su lugar de micro-Estado. Pero Washington nunca puso en tela de juicio la ayuda que el emir aportaba a la Hermandad Musulmana. Lo que no le gustaba era el papel preponderante que estaba alcanzando el pequeño emirato.
El papel de la Hermandad
En todo caso, la inesperada llegada legal de la Hermandad al poder en Egipto, en junio de 2012, permitía entender cuál era el verdadero objetivo de la «primavera árabe»: una nueva era de colonización basada en la concertación secreta entre la Hermandad Musulmana, Estados Unidos e Israel. Para la cofradía, la islamización forzosa de las sociedades en el norte de África y el Levante; para Washington, la globalización económica, incluyendo privatizaciones masivas; y para Tel Aviv, la continuación de la paz separada pactada en Camp David.
Es importante entender que con ello «la cofradía se convirtió en la punta de lanza del sionismo árabe», según la expresión del pensador libanés Hassan Hamade. Algo que el «consejero espiritual» del canal qatarí al-Jazeera, el jeque Yusuf al-Qaradawi, confirma a su manera cuando predica que si Mahoma estuviese hoy entre nosotros, viviría en paz con los israelíes y apoyaría a la OTAN.
La ideología de la cofradía
Esa posición es favorecida por la estructura misma de la Hermandad Musulmana. Aunque no dispone de una coordinación internacional, la cofradía no es una organización única sino que se compone de numerosos grupos diferentes. Acepta, además, diferentes niveles de adhesión, cada uno con su propia ideología. Pero todos se reúnen alrededor de una sola divisa: «Alá es nuestro objetivo, el Corán es nuestra ley, el Profeta es nuestro líder, la Yihad es nuestro camino y el martirio nuestra mayor esperanza.» Todos se identifican, además, con la enseñanza de Hassan al-Banna (1906-1949) y de Said Qutb (1906-1966).
La cofradía es de hecho la matriz de todos los movimientos salafistas (o sea, de quienes aspiran a vivir como los compañeros del Profeta) y takfiristas (o sea, de quienes luchan contra los apóstatas) que trabajan con la CIA. Ese es precisamente el caso de Ayman al-Zawahiri, actual jefe de al-Qaeda, proveniente de esos movimientos. Fiel agente de Estados Unidos, al-Zawahiri propició el ascenso de Hosni Mubarak a la presidencia de Egipto al organizar el asesinato de Annuar el-Sadat. Y hoy se ha convertido en jefe espiritual de los Contras que operan contra el gobierno sirio.
En sólo dos semanas, la Hermandad Musulmana, a la que Washington prometía el gobierno del mundo árabe, ha perdido dos de sus principales instrumentos de poder. El emir de Qatar Hamad Al-Thani se vio obligado a abdicar, el 25 de junio de 2013, y con él se fue también su inspirador y primer ministro, Hamad ben Jassem (HBJ). El 3 de julio, el presidente Mohamed Morsi fue derrocado por el ejército egipcio y dos órdenes de arresto fueron prontamente emitidas contra los principales responsables de la Hermandad Musulmana en Egipto, incluyendo al Guía Supremo de la cofradía, Mohamed Badieh.
No parece que al empujar al emir Hamad hacia la puerta de salida, Washington haya previsto otro cambio de régimen en Egipto. Estados Unidos, que ya no soportaba más las trapacerías político-financieras del emir Hamad, puso a Qatar en su lugar de micro-Estado. Pero Washington nunca puso en tela de juicio la ayuda que el emir aportaba a la Hermandad Musulmana. Lo que no le gustaba era el papel preponderante que estaba alcanzando el pequeño emirato.
El papel de la Hermandad
En todo caso, la inesperada llegada legal de la Hermandad al poder en Egipto, en junio de 2012, permitía entender cuál era el verdadero objetivo de la «primavera árabe»: una nueva era de colonización basada en la concertación secreta entre la Hermandad Musulmana, Estados Unidos e Israel. Para la cofradía, la islamización forzosa de las sociedades en el norte de África y el Levante; para Washington, la globalización económica, incluyendo privatizaciones masivas; y para Tel Aviv, la continuación de la paz separada pactada en Camp David.
Es importante entender que con ello «la cofradía se convirtió en la punta de lanza del sionismo árabe», según la expresión del pensador libanés Hassan Hamade. Algo que el «consejero espiritual» del canal qatarí al-Jazeera, el jeque Yusuf al-Qaradawi, confirma a su manera cuando predica que si Mahoma estuviese hoy entre nosotros, viviría en paz con los israelíes y apoyaría a la OTAN.
La ideología de la cofradía
Esa posición es favorecida por la estructura misma de la Hermandad Musulmana. Aunque no dispone de una coordinación internacional, la cofradía no es una organización única sino que se compone de numerosos grupos diferentes. Acepta, además, diferentes niveles de adhesión, cada uno con su propia ideología. Pero todos se reúnen alrededor de una sola divisa: «Alá es nuestro objetivo, el Corán es nuestra ley, el Profeta es nuestro líder, la Yihad es nuestro camino y el martirio nuestra mayor esperanza.» Todos se identifican, además, con la enseñanza de Hassan al-Banna (1906-1949) y de Said Qutb (1906-1966).
La cofradía es de hecho la matriz de todos los movimientos salafistas (o sea, de quienes aspiran a vivir como los compañeros del Profeta) y takfiristas (o sea, de quienes luchan contra los apóstatas) que trabajan con la CIA. Ese es precisamente el caso de Ayman al-Zawahiri, actual jefe de al-Qaeda, proveniente de esos movimientos. Fiel agente de Estados Unidos, al-Zawahiri propició el ascenso de Hosni Mubarak a la presidencia de Egipto al organizar el asesinato de Annuar el-Sadat. Y hoy se ha convertido en jefe espiritual de los Contras que operan contra el gobierno sirio.
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