Mientras el tiempo transcurre las personas consumen su vida
Crónicas cubanas
Félix Sautié Mederos
El tiempo es una categoría filosófica con la que, entre otras funciones fundamentales, se miden los límites de la vida en el Universo. Nadie puede escapar de su movimiento ni situarse por encima de sus ritmos, porque el tiempo transcurre de manera inexorable e impacta definitivamente en nuestras vidas. Su devenir no debería ser manipulado ni, mucho menos, ponerse en juego a contrapelo de la vida de los demás, principalmente desde posiciones de poder social, económico o político. Hacerlo constituye un problema moral y ético, cuyas consecuencias afectarán necesariamente la credibilidad y la gobernabilidad de la sociedad, incluyendo las esperanzas de la ciudadanía en general.
En este orden de pensamiento, quiero llamar la atención sobre el significado práctico de las dilaciones a contracorriente que retrasan la solución de las urgencias necesarias e imprescindibles, sobre todo cuando lo que está de por medio es la vida de la población en su conjunto. Me refiero a una contradicción actual, que podría parecer sutil porque su presencia en la sociedad es muchas veces imperceptible. Los días inician y terminan a un ritmo vertiginoso, mientras que la vida se nos va consumiendo persistentemente en cada segundo que transcurre a la espera de que se puedan resolver nuestros problemas y necesidades básicas. Es como si no nos percatáramos que nuestra existencia terrenal se acorta sistemáticamente, suceda lo que suceda; y, en muchas ocasiones, se nos mantiene atrapados a la espera contra toda esperanza casi sin que tomemos conciencia de ello.
Los inmovilismos estáticos, fijos o en movimientos relativos, por clasificarlos de alguna forma, manifestados en nuestras circunstancias locales, se apoyan decisivamente en la manipulación de las improntas temporales porque los conceptos relativistas de que parten en su manifestación concreta, aunque parezcan una contradicción esencial, cuando se les compara con las necesidades perentorias de la población, evidencian que en esos casos las soluciones verdaderas están detenidas en el tiempo. Es lo que sucede en la sociedad cubana contemporánea, cincuenta y tantos años después del inicio de un proceso socio económico que necesita una urgente renovación, cuyos cambios, reformas y soluciones imprescindibles con el ritmo que se manifiestan en la actualidad, tal parecería que requerirán de otro prolongado espacio de tiempo similar que queda indefinido en su duración. En consecuencia, como resultado de esa incertidumbre, se crean angustias existenciales, desesperaciones, hastíos y muchos optan por el escapismo.
Las muy específicas circunstancias y coyunturas en que se desenvuelven estos inmovilismos producen una falta de expectativas en las personas y un deterioro en los desarrollos socio-políticos y económicos de la sociedad en su conjunto. En su manifestación específica, se nos hace posible percibir el meollo de este asunto porque para poner en movimiento positivo a la sociedad. hay que contar con las motivaciones de las personas que se desenvuelven en su vida consciente y sus expectativas, las que nunca podrían rebasar los tiempos útiles de su existencia terrenal. O sea que cada ser humano cuando comienza a vivir trae, genéticamente marcado, un tiempo existencial que la ciencia ha podido alargar en determinadas sociedades avanzadas entre las que puede contarse a Cuba, dada su revolución educacional y de salud; pero, en definitiva, siempre será un tiempo con límites, que cada cual tiene el derecho inalienable a disfrutar, sin que se le manipule o se le menoscabe centralmente desde la cúpulas de la sociedad.
Cuando las expectativas se alejan en el tiempo, por razón de la inercia manifestada en los ritmos económicos y políticos del desarrollo social, la situación que se crea por estas inercias se convierte en una verdadera involución en espiral descendente que habría que detener sin dilaciones.
Para detener ese deterioro, la acción de la voluntad política y económica en su conjunto constituye una variable importante que, de acuerdo a la dirección de su movimiento, podría actuar positiva o negativamente sobre estas decadencias a que me estoy refiriendo. Es imprescindible, al respecto, tomar muy en cuenta los sentimientos, las aspiraciones y necesidades esenciales de las personas, poniéndolas al centro de los objetivos que se plantean alcanzar. Esto se lograría únicamente, en mi criterio, dejando a un lado los egos preponderantes, los autoritarismos contra natura y las violencias injustificables.
Escribo sobre un conjunto de problemas determinantes que requieren ser analizados a partir de los más altos rangos conceptuales porque su expresión simplista, así como menospreciarlos y/o descuidarlos, impedirá comprender sus efectos desmoralizadores y paralizantes en la participación popular y en los apoyos que son requeridos para que la gobernabilidad pueda resultar efectiva facilitando que los flujos de cambios, reformas y soluciones fluyan adecuadamente a favor de los grandes intereses del pueblo.
A tales efectos, quiero expresar que estoy muy de acuerdo con que no hay márgenes para la equivocación ni para los errores, así como que los apresuramientos, superficialidades y mimetismos de lo externo, pueden ser particularmente dañinos. En cambio, también considero que son necesidades inexcusables, la transparencia, incluyendo contar con los intereses mayoritarios de la población, propiciar el reencuentro y la reconciliación entre cubanos, poner en práctica el diálogo sistemático e imprimir agilidad en los movimientos. Sin la puesta en práctica de estos conceptos, la sociedad no podrá salir del letargo, del hastío, de la falta de confianza y de la no credibilidad, así como de la ausencia de esperanzas en que nos encontramos.
El punto de inflexión a que hemos llegado en Cuba, no admite dilaciones ni regodeos con las fuerzas retardatarias que se oponen a todo lo que sea cambio y recuperación. Estas fuerzas retardatarias pujan por hacer lentos, complicados y contradictorios los esfuerzos del VI Congreso del Partido, los que aunque insuficientes, reconozco que rompen el inmovilismo. El pueblo necesita conocer y poder participar efectivamente. Sin la participación popular, no habrá soluciones y podría llegarse a un callejón sin salida como resultado de las concepciones burocráticas de quienes pretenden interpretar superficialmente los anhelos, necesidades y criterios de la población profundizando con sus actitudes la brecha que los separan de la ciudadanía en su conjunto.
Para no perder el tiempo, considero imprescindible abrirse al pueblo que incluye a todos los cubanos de adentro y de afuera del país, sin excepciones onerosas, cambiar los rumbos centralizadores, excluyentes, burocráticos y autorit autoritarios con democracia, diálogo y participación. Así lo pienso y así lo planteo. fsautie@yahoo.com
Publicado en Por Esto! el lunes 5 de septiembre del 2011
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