La otra cara
Por Lorenzo Gonzalo, 27 de julio del 2018
Cornel West es uno de los pensadores estadounidenses de mayor influencia entre las juventudes de Estados Unidos cuyo pensamiento y personalidad, lo hace probablemente más escuchado que Noam Chomsky y otros intelectuales de las ideas progresistas. Dice Cornel que no es ni optimista ni pesimista. Se define como un hombre de esperanza.
Por Lorenzo Gonzalo, 27 de julio del 2018
Cornel West es uno de los pensadores estadounidenses de mayor influencia entre las juventudes de Estados Unidos cuyo pensamiento y personalidad, lo hace probablemente más escuchado que Noam Chomsky y otros intelectuales de las ideas progresistas. Dice Cornel que no es ni optimista ni pesimista. Se define como un hombre de esperanza.
El optimismo según Cornel West, es un imaginario secular que concibe la llegada de los más importantes deseos de una persona, es en sí, un cálculo de probabilidades, El pesimismo por su parte, es una camisa de fuerza que impide avanzar. En sustitución está la esperanza, la cual es una lucha permanente con la desesperación. No cuenta con la seguridad o la fe que concibe irremediable la llegada del nuevo mundo, pero es lo opuesto a la inacción y es el motor que nos mueve a actuar con mayor energía.
Los cambios de actitud que observamos dentro de Estados Unidos de América se expresan hoy en millones de seres que, en apretado y multitudinario abrazo, defienden ideas y terminologías prohibidas hace menos de una década. Estas no son señales de los dioses, sino hechos consumados de los nuevos tiempos.
No se trata de personas o grupos aislados. Es un enérgico encuentro intergeneracional, donde se dan la mano juventudes, gente de la mediana edad y muchos que hubiesen sido “mayores” en otros tiempos y hoy se niegan a envejecer, se actualizan y desafían los agotamientos que destruyen nuestro cuerpo perecedero. Tan real es este nuevo estadío de la sociedad estadounidense, que espectadores y protagonistas de la política tradicional, reaccionan con un amargo rictus que no pueden ni siquiera disimular o con predicciones simples descalificadas por sus infundados argumentos.
La materialización de este proceso comenzó durante la más reciente campaña presidencial, en la cual, Bernie Sanders, uno de los aspirantes por el Partido Demócrata, quien de haber sido escogido tenía más probabilidades de ganar hubiese tenido frente a Donald Trump, se definía desde hace años y así lo hizo con mucho énfasis durante la campaña, como Socialista Demócrata.
En Estados Unidos decir socialismo ha sido como mencionar al diablo. Todo el bagaje filosófico, sociológico y teórico que ese pensamiento ha elaborado, especialmente a partir de los aportes teóricos de Karl Marx, reconocido hoy por todos los economistas serios de todas las tendencias, fue identificado con maldad y total desprecio a la razón, con el fallido intento de la Unión Soviética de crear un Estado de nuevo tipo.
Pero sus ladridos no han podido erradicar el celo por la verdad y la universalización de la enseñanza, aun con las limitaciones que todo Estado impone, han creado el hábito de pensar y son serenidad y sin remordimientos, los ciudadanos más inquietos van hallando la mentira detrás de ese discurso que comenzó a envejecer en épocas tan tempranas como la década del treinta del siglo pasado.
En las elecciones primarias de New York, el Representante Joe Crowley, diez años representando el distrito del Bronx y cuarto dirigente más importante de la bancada Demócrata en la Cámara, fue derrotado por Alexandria Ocasio-Cortez, una maestra de 29 años que se proclama socialista.
Alexandria es miembro del movimiento Democratic Socialists of America. Este movimiento ha cobrado fuerzas dentro del Partido Demócrata y en estos momentos cuenta con 42 candidatos, hombres y mujeres, aspirando al gobierno federal.
Recientemente en una gira del Senador por Vermont, Bernie Sanders, Alexandria dijo que el asiento de la Cámara Federal por su distrito sería “rojo” en esta oportunidad, color simbólico de la revolución socialista, reclamada por primera vez en la segunda mitad del siglo XIX.
En el estado de Main, el demócrata Zack Ringlestain se unió al movimiento, convirtiéndose en el primer candidato senatorial de rango dentro del Partido Demócrata, aspirando a la senaduría por un estado. Ringlestain no sólo se autodenomina socialista, sino que paga una cuota monetaria como miembro del movimiento Socialistas Demócratas de América.
Algo parecido ocurrió en Pennsylvania, donde John Fetterman, aspirante a la candidatura de la gobernación del estado por el Partido Demócrata, ganó ampliamente el voto de la mayoría de ese Partido.
Cuando hablamos de la tendencia socialista dentro de la sociedad estadounidense, que de manera firme define contornos y halla vías de realización, no es simple especulación, ni cálculo probabilístico de deseos que pudieran ser sólo aspiraciones internas de índole personal, sino realidad palpable.
En el año 2017, quince miembros de ese movimiento fueron electos a cargos en trece estados y es la agrupación más grande de un pensamiento de esta naturaleza, que jamás haya existido en el país. Actualmente sus miembros tienen un promedio de edad de 33 años, comparado con 68 en el 2013.
La literatura del movimiento no hace distinción entre socialismo democrático y socialismo. Sus planteamientos rechazan un orden basado en la ganancia privada y comparten la visión de un orden social humano, con predominio del control popular sobre las decisiones esenciales para la sociedad, una planificación económica basada en una distribución equitativa, reconocimiento iguales y plenos de la mujer y el hombre, igualdad racial, relaciones no opresivas de gobierno y financiación de los candidatos que aspiran a la Administración del Estado, proveniente directamente de la ciudadanía y no de las grandes corporaciones y fortunas.
Uno de los planteamientos de mayor importancia electoral es luchar por un seguro de salud universal, donde el Estado sea el único pagador. Esta propuesta es defendida por la Senadora de Massachusetts, Elizabeth Warren, Senador Cory Booker de New Jersey, Senadora Kirsten Gillibrand de New York, la Senadora Kamala Harris de California y el Senador Bernie Sanders de Vermont.
Con excepción de Sanders, ninguno de estos senadores mencionados se define como socialista, pero apoyan la agenda del movimiento Socialistas Demócrartas de América. Otros, como el candidato James Thompson de Kansas, no le gusta el término porque dice que las personas lo asocian con cosas malas, dada la experiencia agresiva y fallida del Estado Soviético. No obstante, el Movimiento apoya la candidatura de Thompson y defiende su agenda quien, en esencia, se identifica con sus lucha.
Aunque esto no es un acontecimiento nuevo, es la primera vez que ideas de este tipo han adquirido un nivel de crecimiento sostenido tan vertiginoso. Por otra parte, el mismo se ha alimentado del ala más progresista del Partido Demócrata, así como independientes y muchos de los llamados libertarios.
El desafío del status quo, proliferado también por la agenda de Donald Trump, aunque por motivos diferentes al del ala progresista, ha facilitado acelerar su desarrollo y crecimiento, erradicando en el ciudadano común los temores que siempre ocasiona la idea de desafiar los poderes. Tanto la presencia de Sanders como candidato presidencial y un discurso donde la palabra socialismo, planteamientos de salario mínimo de $ 15.00 la hora, acerbas críticas a la diferencia de ingresos entre los ejecutivos y los puestos menos pagados, el seguro de salud universal y la reducción de gastos militares, han convertido la noción del cambio en algo natural.
Ese proceso ha fortalecido las esperanzas, ha puesto a un lado los optimismos y ha alentado a renunciar a todo pesimismo, creando movilizaciones y atrayendo nuevos adeptos, de los cuales, la mayoría se convierten muy pronto en militantes.
Eso es lo que viene sucediendo en Estados Unidos de América y refleja el panorama general de los ciudadanos comunes, alentados por las carencias existenciales a las que los obliga el sistema vigente. Es la otra cara de la imagen agresiva y dominante, proyectada por este país durante más de cien años.
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