ELIGIO DAMAS
El presidente ahora mismo anda por Cuba, allá ha declarado que “formaremos con Cuba una potencia”. No sé si en ese sentido habrán firmado algún papel o sólo se trata de un simple juramento al alimón, aunque al parecer el nuevo jefe de gobierno cubano, escogido en una elección de segundo grado, lo que a los venezolanos no nos gusta, tanto que nuestra Constitución vigente establece los principios participativo y protagónico y el derecho de cada ciudadano a decidir acerca de quién debe gobernarle, sobre aquello nada dijo. Es decir, se mantuvo discreto, como se ha vuelto la diplomacia cubana de los últimos años, pues aquellos tiempos de la guerra fría pasaron y dejaron como enseñanza, “perro que ladra no muerde”. Y mejor es ser callado que hablachento. Callar suele en veces ser un buen discurso, por lo menos la gente no sabe lo que se piensa y generar dudas en veces es buena estrategia. Eso depende. Pero es malo hablar en demasía y meter la cuchara en donde nadie a uno le ha invitado.
Uno de los aspectos llamativos de esa declaración, no está siquiera en la posibilidad que eso pueda concretarse, si tomamos en cuenta todos los factores pertinentes para lograr una meta de tanta envergadura, sino en la como obstinada practica de nuestro presidente de hablar siempre en futuro y ofrecer cosas que pudieron empezarse a concretar hace tiempo. Como por ejemplo cuando dice, “haremos de Venezuela una potencia agropecuaria”, meta perfectamente realizable, sólo ha bastado voluntad, planes y proyectos, pero lamentablemente cae en el olvido apenas se termina de pronunciar la frase. Es decir, se queda en el discurso o en el hablar. Si Brecht puso en boca de aquel depauperado y preterido “lo primero es el comer”, para Maduro, lo primero es el hablar.
En Mar del Plata, en un momento estelar de la influencia del sector progresista de América Latina, se pudo decir en la propia cara de Bush, el hombre de las mil guerras y la guerra preventiva, “El ALCA al carajo”. Y aquel proyecto diabólico destinado a arruinar nuestro pequeño mundo, el del sur del Rio Grande, fue derrotado y, por lo menos engavetado. Fue como si Bolívar hubiese resucitado y vimos su “espada caminando por América Latina”. Fue un gesto, una decisión tomada con los pies en la tierra. Más rentable que un discurso por no dejar de hablar.
De aquello nació el ALBA que, pese sus limitaciones, es de por sí un proyecto de unidad entre hermanos acechados por las fieras. Tanto de esto hay que apenas Zelaya se incorporó a ese bello acuerdo lo sacaron a la fuerza del gobierno. Por cierto, para ello, un “premio Nobel de la Paz”, Oscar Arias, se prestó descaradamente para la infamia. El ALBA en su mismo, por lo del mensaje y deseo de unidad es maravilloso.
Pero nuestro presidente, en este viaje a Cuba de los tantos que hace, quizás por lo bueno que tiene la medicina cubana, ojalá yo pudiera, fue víctima como del olvido, uno de esos tan habituales entre su gobierno todo, olvidó el ALBA, que sigue siendo un espacio, proyecto generoso y realizable. Digo esto por lo imprudente y poco diplomático que resultó su discurso, pese la buena fe y el afecto que en el mismo puso, al excluir a los aliados del ALBA y sólo tomar en cuenta para formar esa “potencia” a Venezuela y Cuba.
Pero también llama la atención, como nuestro gobierno firma convenios a diestra y siniestra. De cuatro o cinco años para acá, uno no podría enumerar la cantidad de ellos. Sólo en materia de medicamentos hay tantos convenios firmados con distintos países y hasta varios, repetidos, con uno sólo, que uno no podría contarlos. Es más, tengo la sensación que nuestros funcionarios y hasta los de los propios países que esos documentos firman los olvidan. Estos, a lo mejor no le ven el queso a la tostada y les conviene hacerse los locos. Con Irán y la India, he visto firmar convenios de esa naturaleza hasta más de tres veces.
Y hay algo hasta más curioso, quizás en ello esté la naturaleza del olvido, quien por nuestra parte firma el mismo convenio repetido, no siempre es el mismo funcionario y tampoco quien uno supone debería ser el competente para eso. Pudiera suceder, dicho así como de manera diabólica pero para mejor hacerme entender, que quien firma con un chino o vietnamita un nuevo convenio para traer medicinas, sea el ministro de deporte. Así procedemos nosotros, lo que pudiera no tener nada de raro, si se piensa que en fin de cuentas el firmante representa al gobierno, pero no parece nada ortodoxo. El chino o vietnamita pudiera ser el mismo, uno no sabe, porque para nosotros todos ellos se parecen.
El ministro Meléndez ha viajado alrededor del orbe firmando convenios para cuanta cosa necesitamos, tanto que bien pudiera ser el funcionario que en eso porta la bandera o la antorcha. Lamentablemente, pudiera ser que quienes con él firman, por alguna razón no le cumplen o esos papeles a unos y otros se les pierden en los vericuetos de las valijas. Si por convenios, firmados y sellados fuera, ya Venezuela estuviera entre las primeras potencias del mundo y no en este llantén.
Todo funcionario extranjero que aquí llega lo primero y a veces lo único que hace es firmar con un funcionario nuestro un convenio para abordar algún asunto, repotenciar un área prometedoramente productiva y tiempo después, lo extenso es relativo, llega otro a lo mismo porque aquello está igual o peor que cuando se firmó por última vez.
El caso de las medicinas es emblemático, desde que quienes aquí las producían se fueron, no pasa un mes sin que firmemos un convenio con alguien, allá afuera o aquí adentro y se nos informa que ese asunto dejó de ser problema, pues volverán cual golondrinas en verano. Al año o menos, se nos informa lo mismo, nos exhiben el video de dos tipos inclinados sobre una mesa firmando un papel, porque papel aguanta todo, y se nos dice lo mismo. Uno desconoce, porque aquí poco se sabe, hasta el gobierno, si la harina rusa, por la cual se firmó un convenio, llega. Lo que si sabemos es que comer pan para gente como uno se volvió un lujo. Tanto que me he vuelto un experto en todo el proceso para elaborar arepas. A Quien lo desee puedo darle un curso intensivo; eso sí, pagadero en efectivo y no por transferencia.
Los motores, de los cuales ya casi nadie habla, por algún motivo les tienen relegados al olvido, dieron motivos para firmar convenios que debieron originar papeles como para llenar una biblioteca entera y hasta quizás un disco duro de esos aguantadores.
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Publicado por Eligio Damas para BLOG DE ELIGIO DAMAS el 4/23/2018 07:46:00 a. m.
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