Por. José Antonio Camellón
Para quien intenta hacer su mejor escrito, este será de los que apasionaba con gratitud. Todavía me falta el apetito de una crónica que endeuda la lectura de una amistad sincera.
Una mujer, llamada Zenaida desde los Estados Unidos, y por carta a la espera del tiempo que pasara me ayudó a escribir, a que mi alma se levante hoy como un sorprendido periodista que ya estaba acabado.
Dios mediante ella excelente madre, esposa, me indicó quizás que la vida se ven muchas flores y algunos temblores.
Tendría un difícil reto que enfrentar, pero había un compromiso que cumplir. Ella reza por mi y yo no podría faltar a su lealtad.
Entonces me decidí a escribir cartas y todos mis problemas se lo expresaba. Ella con una inteligencia extraordinaria, en su silencio me sabría comprender.
Zenaida, ya como familiarmente la conozco, se convertía en el referente puntual de mi escritura. Estas confesiones me aliviaban y en la tristeza cuando acababa de escribir me sentía útil.
La carta, ya muy pocas personas la utilizan, por las rápidas tecnologías, sabría viajar y llegar al lugar indicado.
Sabia me lo dijo por teléfono un día, guardo tus cartas. Zenaida, me sintió volver hacer persona, a buscar esperanzas, aliviar asperezas a pensar en dios.
Los ojos se me aguaron y ella seguía rezando por mi como cada día. Me convertiría al pasar de los años en su amigo. Solo la palabra te aprecio de su esposo, sorprendía mi correo cuando lo abro.
“Un día de tantos malos ratos, tendría solución. Ten calma, reza, pídele al señor, aquí estamos orando por ti, fuerte te queremos.”
Sabría tener amistades que en masas oraban en su iglesia por un desposeído a tantos kilómetros de distancia.
Quizás la carta agradecida se demore y mi felicitación se quede en el vacío personal, estará la gratitud eterna, que me hace este regalo de La APIL de poder volver en mayoría conversar. Le aseguro Zenaida, que ahora no voy a morir. Feliz año 2017.Bendiciones a usted y mucha salud.
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