viernes, 15 de agosto de 2014

EL GRITO DE DOLORES


El grito de Dolores
Ciro Bianchi Ross

El cubano Félix B. Caignet, el archifamoso autor de El derecho de
nacer, tuvo siempre una alta y viva estimación por la actriz Dolores
del Río.

Todavía al final de su vida evocaba su último encuentro con la que fue
una de las grandes figuras de la época de oro del cine mexicano.
Caignet se estaba quedando ciego y, por intermedio del gobierno
cubano, que corrió con los gastos, se le sometió a tratamiento
médico-quirúrgico en la clínica de los Hermanos Mayo, en Estados
Unidos. En su regreso a La Habana, el escritor, padre de la
radionovela, pasó por México.

Recordaba Caignet que ya fuera del edificio del aeropuerto,  de <<un
limousine larguísimo>>  salió un chofer uniformado que abrió la
portezuela a una bella mujer. Era Dolores del Río. Le secuestró el
chofer las maletas, las metió en el automóvil, y la actriz firme ante
él: <<Nada de eso, señor Caignet, usted no se va para un hotel; usted
se hospeda en mi casa... Hágame ese honor>>.

La casa resultó un palacete, con criados uniformados y  con las
iniciales D. R. bordadas en el bolsillo de las chaquetas. Allí
permaneció varios días el cubano. <<¿Quién le decía que no a doña
Dolores en México?>>.

Contaba Caignet: <<Todas la tardes, al caer el sol, ella salía a pasear
por el jardín. Con batas mexicanas largas, de encaje y lino. Paseaba
sola, siempre con un libro de poesía en las manos. El jardín tenía
surtidores que daban frescura al lugar, y por el césped paseaba una
docena de pavos reales...>>

Antes de regresar a La Habana, Dolores ofreció, en el Hotel Regis, una
fiesta a su amigo. A ella asistieron, decía Caignet, <<todos los
grandes de México, Pedro Armendáriz, María Félix, periodistas, la
televisión...

Rosa Fornés, que tantos éxitos cosechó en México como artista --durante
siete años consecutivos la prensa mexicana la arropó como la gran
vedette de ese país-- tiene en sus memorias un recuerdo para la
protagonista de Flor silvestre, María Candelaria y La malquerida,
entre otros filmes.

Dice que a Dolores del Río se la presentaron cinco veces. <<Era una
mujer etérea, distante, aunque muy amable, eso sí. Y por lo visto
bastante olvidadiza. Tras la quinta presentación no pude menos que
exclamar: "¡Por favor, no más! Ya nos hemos saludado cinco veces en
los últimos tiempos". Ella rió con ganas y exclamó con ingenuidad: "De
veras, mucho gusto". Cuando la conocí venía con la aureola que otorga
Hollywood a sus estrellas y, además, marcada por un amor trunco con
Orson Welles. Era muy bella y siempre me pareció que estaba detenida
en una nube>>.

Mucho pudiera decirse de esta mujer que fue la primera actriz
latinoamericana que triunfó en Hollywood. Participó en unos 450 filmes
mexicanos, norteamericanos y españoles. También en una docena de
programas televisivos y en unas diez obras de teatro. Hollywood, que
la consideró una versión femenina de Rodolfo Valentino,  buscó en ella
desde una nota exótica hasta la madre mestiza de Elvis Presley. Su
rostro inspiró a pintores como Diego Rivera y José Clemente Orozco y
el gran Alfonso Reyes le dedicó un poema en 1952. El escritor Bernard
Shaw dijo de ella: <<La dos cosas más hermosas del mundo son el Taj
Mahal y Dolores del Río>>.

Prefiere hoy el cronista evocar un pasaje de Dolores del Río en Cuba.
Sucede que a mediados de los años 50, cuando la televisión cubana
estaba en su apogeo, una empresa productora consiguió,  a través de
Félix B. Caignet,  que Dolores del Río, viniera a La Habana y se
presentara en uno de sus programas que pasaba por el Circuito
CMQ-Canal 6. Era apenas una escena de diez minutos dentro de un
espacio musical.  La escribiría José M. Carballido Rey, notable autor
radial y televisivo de la época, vinculado asimismo al mundo de la
publicidad.  Solo dos personajes se moverían en el fragmento: la madre
aristocrática, que sería Dolores, y la hija, que interpretaría Hada
Béjar. La empresa pagaría un dineral a la mexicana.

El periodista Orlando Quiroga, testigo presencial del suceso, relató
en su libro Nada es imposible que ese día la tensión era bien evidente
en el estudio televisivo. Tras las cámaras, Dolores se paseaba
nerviosa de un lado a otro mientras que Osvaldo Salas, uno de los
grandes fotógrafos cubanos, no le perdía, con su cámara, pie ni
pisada, lo que empeoraba visiblemente los nervios de la actriz.
Terminó el número musical que era el preámbulo, siguió  un comercial y
salió un locutor a decir maravillas de Dolores del Río. Que era una
gloria de México, que con su presencia le hacía un alto honor al
programa, que Cuba la recibía con todos los honores. Entonces la TV
era en vivo.

En la escena, la hija debía reprochar a la madre que no autorizara sus
relaciones con determinado joven. Dolores, de manera abrupta, se
levantó del sofá donde estaba sentada y caminó de un lado para otro
sin atinar a decir su parlamento, mientras que Hada Béjar trataba de
ayudarla. A fin de darle el pie, repetía: <<Sí, ya sé lo que me vas a
decir, soy una hija desobediente y malagradecida, que soy la vergüenza
de la familia, que sientes odio hacia él y hacia mí...>>

Pero Dolores, nada. No se daba por aludida, era como si no fuese con
ella. La tensión, recordaba Orlando Quiroga, crecía en el estudio;
casi podía cortarse con un cuchillo. Ahora era Carballido Rey quien se
paseaba tras las cámaras, pasándose nerviosamente las manos por la
cabeza. La gran Dolores del Río no reaccionaba. Por fin emitió un
gritico, <<muy distinguido>>, dice Quiroga, y cayó <<desmayada>> en el
sofá donde hasta poco antes estuvo sentada.

El director del programa gritó en la cabina y el coordinador repitió
su grito en el estudio  para ordenar al ballet que continuara el
programa. Mientras, actores y técnicos se agolpaban en torno a
Dolores, todavía <<desmayada>>.

Al día siguiente toda Cuba hablaba sobre el desvanecimiento de la
actriz. Carballido y un representante de los patrocinadores fueron a
verla al hotel donde se alojaba. Los recibió el esposo de Dolores, muy
apenado. No, la actriz no podía recibirlos, estaba en la recámara,
todavía indispuesta. No, por supuesto que no, ni pensarlo, claro que
no aceptaría el cheque. Nada de eso de cobrar por un trabajo que no
realizó.

Carballido lo cortó de golpe: Sí aceptaría el dinero; aquí está el
cheque, tómelo. <<El desmayo ha dado más que hablar que si Dolores
hubiese actuado. ¡Ha sido todo un éxito!>>

Al día siguiente, Dolores del Río retornaba a México sin conceder entrevistas.






-- 
Ciro Bianchi Ross
cbianchi@enet.cu
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