lunes, 24 de febrero de 2014
VAYAMOS POR PARTES
Vayamos por partes
Ciro Bianchi Ross * digital@juventudrebelde.cu
22 de Febrero del 2014 19:43:33 CDT
Un mensaje procedente de Colombia recibió el escribidor. Lo firma
Álvaro Mariño y luego de asegurar que lee esta página en la Internet
semana tras semana, pregunta si hubo en Cuba un Gobierno llamado <> y si alguno de ellos era colombiano. Recaba
asimismo información sobre los laboratorios Gómez Plata, firma
farmacéutica establecida en Cuba luego de haberse originado en el país
sudamericano, donde mantenía una filial.
Vayamos por partes. No existió en Cuba un Gobierno de sargentos. Hubo,
sí, el 4 de septiembre de 1933, un golpe de Estado protagonizado por
un grupo de clases y soldados. Conformaban la llamada Junta de los
Ocho, Junta de Defensa o Unión Militar Revolucionaria, y eran el
sargento mayor Pablo Rodríguez, el sargento primero José Eleuterio
Pedraza, el sargento Manuel López Migoya, el sargento sanitario Juan
A. Estévez Maymir, el cabo Ángel Echevarría, el soldado Mario Alfonso
Hernández y el soldado sanitario Ramón Cruz Vidal. Integraba también
la Junta el sargento mayor (taquígrafo) Fulgencio Batista y Zaldívar,
que se sumó tarde al movimiento y terminó controlándolo.
Derrocarían, en la fecha señalada, al Gobierno de Carlos Manuel de
Céspedes, que había accedido a la Presidencia el 12 de agosto del
mismo año, para dar paso a un Gobierno colegiado que recibió el nombre
de Comisión Ejecutiva. La componían el profesor universitario
Guillermo Portela, a cargo de las carteras de Estado y Justicia; el
periodista Sergio Carbó --Gobernación, Guerra y Marina y
Comunicaciones--, el banquero Porfirio Franca, a cargo de la Secretaría
de Hacienda; el abogado José M. Irisarri, para los sectores de Obras
Públicas, Agricultura, Comercio y Trabajo; y el médico y profesor
universitario Ramón Grau San Martín en las carteras de Instrucción
Pública y Bellas Artes, Sanidad y Beneficencia. Como eran cinco sus
integrantes, se llamó Pentarquía a la Comisión Ejecutiva, y pentarcas
a sus miembros. La Comisión Ejecutiva cesó en sus funciones el 9 de
septiembre, cinco días después de haberlas asumido, cuando se decidió
implantar un Gobierno presidencial y Grau San Martín es exaltado a la
primera magistratura.
Otros sargentos que apoyaron a la Junta en el momento del golpe del 4
de septiembre y fueron bien recompensados por ello, eran españoles de
nacimiento. Son los casos, y no creo que sean los únicos, de un sujeto
que respondía al curioso nombre de Ulsiceno Franco Granero, quien, ya
con grados de Comandante, sería jefe de la Policía en La Habana, y
Jaime Mariné, que vino a Cuba en 1924 para traer un caballo que el rey
Alfonso XIII, de España, envió de regalo al mayor general Mario García
Menocal, el cual aspiraba de nuevo a la Presidencia, intento que en
definitiva perdió frente al general Gerardo Machado. Mariné, ya
excaballerizo, se enroló en el Ejército, ascendió a Comandante después
del golpe, fue Director General de Deportes y ayudante y testaferro de
Batista. Se convertiría en un próspero hombre de negocios.
Ninguno de los mencionados, tanto de la Junta de los Ocho como en la
Pentarquía, nació en Colombia. La confusión del lector Álvaro Mariño
viene porque en su país y a lo largo de los años no pocas veces se
adjudicó a Batista la nacionalidad colombiana. Así lo hizo una agencia
internacional de prensa que en julio del 2005 propagó una nota, tomada
de un importante diario bogotano, en la que se afirmaba que Batista
había nacido en Colombia.
Los autores de la investigación, el doctor Moisés Morantes, médico
apasionado por la historia, y el periodista Jaime Ibáñez, concluyeron
que el dictador cubano vio la luz en El Carmen de Bolívar, localidad
situada a mil kilómetros de la capital colombiana, en la región de los
montes de María. De allí, dicen, el hijo de Rosa Zaldívar, empleada
doméstica, y de Alejandro Batista, un amigo de la casa donde ella
hacía el servicio, emigró a Cuba para dedicarse al cultivo del tabaco,
que también se cosechaba en El Carmen.
Son muchos en El Carmen --recordaba Morantes-- que repiten sin
vacilación que Batista era oriundo del lugar y así lo aseguró, en una
información de primera plana, el semanario Ecos de la Montaña, en
fecha tan lejana como el 1ro. de junio de 1940. Pero no basta que algo
se diga y se repita para que sea verdad y lo cierto es que el médico
devenido historiador no aporta una sola prueba sustancial que calce lo
que asevera.
De manera que no figuró ningún colombiano en la Junta de los Ocho. Con
relación a la otra pregunta del lector Álvaro Mariño, me remito a Las
empresas de Cuba, 1958, de Guillermo Jiménez. Esa productora de
medicamentos operaba bajo el nombre de Laboratorios O.K. de Cuba S.A.,
y tenía su sede en Monserrate No. 566, en La Habana. Era propiedad de
Jorge Gómez Plata, quien fungía como administrador-gerente de la
empresa que tenía como medicamento insignia el analgésico denominado
OK Gómez Plata.
Sí se postuló
En la página del 22 de diciembre de 2013 (Papeles privados de
Clavelito) confesaba el escribidor no estar seguro de que Clavelito,
el popular improvisador, se hubiese postulado o no para ocupar un
puesto en la Cámara de Representantes. Su hijo menor, Narciso, decía
que creía que sí lo había hecho, pero no estaba seguro porque no era
nacido entonces, mientras que su hija Rosita decía: <>. <>.
Escribe al respecto desde Puerto Rico el musicógrafo Cristóbal Díaz
Ayala. Dice en su breve mensaje electrónico: <>.
La corte suprema
Una señora de mediana edad, con la que comparto un <> camino
del Vedado, me pregunta sobre La Corte Suprema del Arte, que no
alcanzó a conocer. Recuerda, sí, el programa de José Antonio Alonso en
TV y quiere precisar semejanzas y diferencias entre ambos, ahora que
el programa A puro corazón, de Gloria Torres, está dándoles entrada en
la televisión a cantantes no profesionales.
La Corte Suprema del Arte fue uno de los programas más populares y
polémicos de la radio cubana. Surgió en momentos en que se necesitaba
fortalecer y renovar el cuadro lírico en ese medio. Es decir, lanzar
al ruedo a nuevas figuras, las llamadas estrellas nacientes, a fin de
irles buscando relevo a los veteranos. Todos los que se presentaban en
ese espacio eran aficionados y el aplauso del público decidía cuál
resultaba triunfador.
No fue, en su momento, un acontecimiento enteramente novedoso. Antes,
en un espacio que se llamó precisamente Programa de aficionados, que
salía al aire por la radioemisora CMW, René Cañizares intentó un
experimento muy parecido cuando un jurado conformado por artistas
profesionales seleccionaba las mejores actuaciones de aquellos que
querían iniciarse en el mundo artístico. Pero Programa de aficionados,
copiado de un modelo norteamericano, no progresó por falta de
iniciativas.
Cuando Miguel Gabriel y Ángel Cambó, propietarios entonces de la CMQ,
quisieron darles mayor estructura a sus programas de música y de
variedades, se encontraron con una dificultad: las pocas figuras
líricas de las que disponían cobraban honorarios demasiado altos para
la época y las posibilidades reales de la emisora. Fue entonces que
idearon la fórmula de dar entrada espectacular a los aficionados que
pudieran convertirse en estrellas de la radio. De ahí surgió la frase
que todavía se usa de <> para indicar que alguien
se ve imposibilitado de llegar a su meta porque otro se lo impide.
Porque en La Corte Suprema del Arte se tocaba ciertamente la campana a
aquel intérprete, cantante o recitador, que fuese notoriamente malo.
Esa campana que, desde la cabina de control y fuera de la vista del
público y del mismo intérprete, hacía sonar Miguel Gabriel, dio
atractivo inicial al programa, que comenzó a salir al aire el 1ro. de
diciembre de 1937, desde los estudios que esa emisora tenía en Monte
casi esquina a Cárdenas, en La Habana, y a los que se alude, de manera
invariable y por comodidad, como ubicados en Monte y Prado.
Pronto los premios y los regalos que se llevaban los triunfadores
atrajeron a una cantidad de aspirantes enorme. Y José Antonio Alonso,
conocido hasta entonces como declamador y comentarista, lo consolidó
con su conducción original.
Alonso tenía estilo propio y cultura, sabía improvisar y sus
comentarios eran siempre atinados. Hizo famosa una frase que marcaba
el comienzo de la prueba. <<¿A quién se lo va a dedicar?>>, preguntaba
al aspirante. Respondía este y enseguida Alonso, dirigiéndose al
director de la orquesta, añadía: <<¡Música, maestro!>>, fórmula que aún
se usa en no pocos espectáculos en el mundo.
Surgió así toda una pléyade de valores jóvenes lanzados por CMQ. Con
su patrocinio, estaban en fiestas y ceremonias, no solo en la capital;
también en ciudades del interior de la Isla, y muchos de ellos no
demoraron en consolidarse y capitalizar las simpatías del público.
Todo el proceso de La Corte Suprema del Arte es polémico, afirma Oscar
Luis López en su libro La radio en Cuba. Se inició contra el alto
costo de los consagrados, y derivó en un impulso potente de
renovación. Cayó más tarde --asevera Oscar Luis-- en excesos y hubo,
mezclado con el triunfo legítimo de algunos buenos aficionados, malos
manejos, explotación, intrigas y ciertas intimidades que dieron motivo
a serias críticas.
Fue además expresión de la fiera competencia comercial que en esos
años comenzaba a hacerse sentir en la radio. La Corte Suprema del Arte
la patrocinó en sus inicios Competidora Gaditana, <>, tal como rezaba su eslogan. Al obtener el programa un
éxito sensacional, Miguel Gabriel, en una de sus jugadas de audacia,
elevó de manera inusitada la cifra que debía pagar el anunciante, y
obligó de esa manera a Competidora a dejar el campo libre a una
empresa rival, la de los cigarros Regalías el Cuño, que previamente se
había comprometido a abonar 12 000 pesos mensuales por el espacio.
Cifra descomunal en aquellos momentos, y que marcó el primer paso
hacia los altos presupuestos de inversión en la radio.
Al margen de todo, sin embargo, La Corte Suprema del Arte reveló e
impulsó a muchos valores perdurables. Ahí están los nombres de Rosa
Fornés, Raquel Revuelta, Elena Burke, Ramón Veloz, Obdulia Breijo, el
dúo Hermanas Martí, Natalia Herrera, Armando Bianchi...
En los años 50 del pasado siglo quiso revivírsele en CMQ Televisión.
Se llamó entonces El programa de José Antonio Alonso. Y se le situó en
el horario de la tarde. De su antecesor, de aquella primitiva Corte
Suprema del Arte, heredó la campana, y Alonso siguió con su buena
conducción. Aunque se anotó algunos éxitos, nunca llegó a ser como La
Corte Suprema del Arte.
El título
Daba ya por terminada esta página cuando, al releerla, su título me
hizo recordar una anécdota, real o atribuida al dictador Gerardo
Machado. Dicen que el hombre comenzaba en Santiago de Cuba una gira
política por la región oriental y comentó con los de su comitiva:
<>. Alguien se atrevió a
rectificarlo: <>. <>.
--
Ciro Bianchi Ross
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