martes, 13 de marzo de 2012

SPD 87

De: Perucho Figueredo
Para: Figueredo Perucho
Enviado: Lunes 12 de marzo de 2012 20:42
Asunto: SPD 87



SPD
No. 87 (9/ año 4). La Habana, 12/marzo-2012
“Se reconoce a los ciudadanos libertad de palabra y prensa conforme a los fines de la sociedad socialista”.
Art. 53 de la Constitución

Boletín por un socialismo más participativo y democrático.
Artículos, notas, reseñas, publicaciones de interés.
Los autores son los responsables de sus escritos.
Reenvíe este boletín a todos los que estime conveniente.
Se autoriza la reproducción total o parcial en cualquier soporte.
Recopilador: Pedro Campos CE perucho1949@yahoo.es
Se agradece todo tipo de participación y colaboración, artículos, críticas, comentarios, sugerencias y opiniones sobre forma/contenido

ÍNDICE
En una cuartilla de tierra:
¡Y todavía hay quien dice que los trabajadores cubanos no están preparados para el socialismo!

Seminario: Renovación Socialista y Crisis Capitalista
Un intercambio Cubano-Norteamericano
Universidad de la Habana, Junio 18-22, 2012

Con semejantes amigos, el socialismo no necesita enemigos
Creen algunos que necesitamos primero desarrollar el capitalismo, para después “construir” el socialismo
Por Pedro Campos

Esto no es una utopía
Lo nuevo, lo viejo y el futuro en Cuba
Por Julio César Guanche

Lo que algunos no alcanzan a comprender…
Por Félix Sautié Mederos

MILAGRO DEL CIELO
Por Félix Guerra

CONTENIDO
En una cuartilla de tierra: ¡Y todavía hay quien dice que los trabajadores cubanos no están preparados para el socialismo!

Esto está tomado textualmente del artículo “Destrabar la economía”, de la periodista Lourdes Rey Veltia, del periódico Trabajadores, en su edición de hoy 12 de marzo de 2012.

Según la periodista, en una asamblea que analizó la labor de la CTC en el año que culmina, Catalina Pérez, dirigente sindical de la UBPC (Unidad Básica de Producción Cooperativa) 20 de Diciembre de Remedios, preguntó:

¿Por qué en mi cooperativa, rentable desde hace décadas, no se puede utilizar parte de las divisas que se obtienen de la venta de carne del ganado, para comprar medios de trabajo, específicamente maquinarias forrajeras y tractores?

¿Cuándo vamos a dejar que las UBPC sean autónomas y utilicen en inversiones que reporten progreso lo que corresponde, de acuerdo con lo que generaron?

Estas dos simples preguntas de una dirigente sindical de base, derriban de un solo tajo, toda la argumentación burocrática del “socialismo de estado” y demuestran que los trabajadores cubanos saben muy bien lo qué es socialismo, qué les conviene y qué ellos desean.

¡Y todavía hay quien dice que los trabajadores cubanos no están preparados para el socialismo!

¿Hasta cuándo habrá oídos sordos para las demandas de los trabajadores, que sin sonrojo, la propia prensa oficialista publica?
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Seminario: Renovación Socialista y Crisis Capitalista
Un intercambio Cubano-Norteamericano
Universidad de la Habana, Junio 18-22, 2012

Parte I: RENOVACION SOCIALISTA
A. Renovación Económica Cubana
* Necesidad de Renovación: Problemas en la sociedad Cubana
* Construyendo un Nuevo consenso
* Lineamientos generales
* Obstáculos a la renovación
* ¿Resultados?
* ¿Un Nuevo modelo para el socialismo? Teoría del socialismo

B. Latinoamérica gira a la izquierda
* Socialismo del siglo XXI
* Protagonismo y Participación
* Desarrollo Endógeno
* Economía Solidaria
* ALBA


Parte II: CRISIS CAPITALISTA
* Crisis de Sobreacumulación y estancamiento
* Globalización corporativa
* Financiarización
* Agotamiento del neoliberalismo
* Política de austeridad
* Poder de clases y Desigualdad creciente
* Crisis política
* Contraataque de la lucha popular
* Alternativas estratégicas

Participantes Norteamericanos David Schweickart, Harry Targ, Leo Panitch, Victor Wallis, Milton Fisk, Ed D’Angelo, Ofelia Schutte, Al Campbell, Jualynne Dodson, Cliff DuRand, Bob Stone, y otros.

Convocatoria para Presentadores y Comentaristas. En la primera parte, los presentadores cubanos informarán a sus camaradas norteamericanos sobre desarrollos vanguardistas en su país y los norteamericanos comentarán en el diálogo. En la segunda parte, los norteamericanos compartirán sus análisis acerca del desarrollo en el mundo capitalista y los cubanos comentarán en el diálogo. Se busca fomentar la participación en un diálogo bi-nacional. Por favor envíe un breve resumen de su propuesta de presentación a

José Carlos Vázquez
Concepción Nieves
Y a Cliff DuRand

Patrocinadores Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de la Habana; Instituto de Filosofía; Sociedad Cubana de Investigaciones Filosoficas; Center for Global Justice; Radical Philosophy Association.

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Con semejantes amigos, el socialismo no necesita enemigos
Creen algunos que necesitamos primero desarrollar el capitalismo, para después “construir” el socialismo
Por Pedro Campos

Algunos “creen”, que para transitar a una economía socialista, en las que predominen las formas socialistas de producción de tipo cooperativo-autogestionarias, primero hay que alcanzar un alto desarrollo del capitalismo y para eso necesitamos dar prioridad a la extensión del capitalismo privado nacional y extranjero.

De esa manera, estaríamos “avanzando” al socialismo, solo que en la misma forma en que lo hacen todos los otros países capitalistas menos desarrollados, pero aquí ese avance, estaría, como en China, “garantizado por el control del Partido Comunista”.

Para sostener sus posiciones, se escudan en que “el socialismo es la etapa de tránsito”, en la que subsisten rezagos capitalistas. Los que citan la referencia de Marx al período de tránsito, en su Crítica al Programa de Gotha, para justificar más desarrollo del capitalismo en es etapa, no se percatan de que su intención era precisamente todo lo contrario: ese período tendría que servir para liquidar las bases del viejo régimen y sentar las bases del nuevo modo de producción, el que siempre él entendió como socialismo: abolición del trabajo asalariado y desarrollo del trabajo libre asociado, que él observó en las cooperativas independientes organizadas por los trabajadores mismos.

Y si Marx mencionó el estado transitorio de la “dictadura del proletariado”, lo hizo en el sentido lato de que todo estado es la dictadura de una clase, no en el sentido político preciso del término dictadura, como forma de gobierno, pues muy claro que fue Marx al describir el gobierno de los trabajadores como “República democrática”.

Con semejantes defensores, el socialismo en Cuba, ni en ningún lado, necesita enemigos.

Aceptemos que aspiran a una suerte de NEP (Nueva Política Económica), como la pretendida en Rusia por Lenin: ¡comunistas haciendo capitalismo!

¿Y donde quedan las experiencias de todo aquello, lo que pasó después, el desarrollo del capitalismo sin haber desarrollado el cooperativismo y la autogestión, el estatalismo total que le siguió, la represión y todas las barbaridades posteriores del estalinismo? ¿La negación que se hizo de la obra póstuma de Lenin en relación con el socialismo, “Sobre el Cooperativismo”, dada a conocer bajo el nombre “Sobre la Cooperación”, que debía publicarse en Granma, ponerse como obra de cabecera de todos los “dirigentes” y estudiarse en los núcleos del Partido que se hace llamar leninista?

Sin saberlo, -digo-, los partidarios de fortalecer el capitalismo para llegar luego al socialismo, coinciden con el liberal cubano Carlos Alberto Montaner: “El socialismo es la etapa de tránsito entre el capitalismo y…el capitalismo”. Claro, el “socialismo de estado”, ése que nunca fue.

Más claro: Detrás de esos “marxistas” los hay confundidos y hasta bien intencionados, pero también se esconden unos cuantos partidarios del capitalismo y el autoritarismo. No hay que acusarlos de traidores, ni llevarlos a la “guillotina”, bien lejos estamos de toda violencia y jacobinismo absurdo; pero no queda más remedio que analizar sus concepciones, como parte del diálogo que pretendemos.

Quienes desde el poder desean fomentar el capitalismo, para “hacer después el socialismo”, estarían tirando por la borda 50 años de luchas y expectativas por el socialismo, de enfrentamiento anticapitalista, de confrontación con el imperialismo, de sacrificios de los trabajadores y el pueblo. Y para “hacer bien las cosas”, seguro ya estarán pensando en traer de regreso a los capitalistas “siquitrillados” y a los monopolios imperialistas. Es difícil que “comunistas” incapaces de “hacer socialismo”, puedan “hacer capitalismo”.

Alguien incluso me manifestó que había primero que hacer rica a Cuba y que para eso era necesario el capitalismo. Como si explotar el trabajo ajeno fuera algo normal, sin mayor significado social, una frase sin sentido. Como si el capitalismo creara más riquezas materiales, espirituales y humanas que el trabajo libre asociado. Como si el capitalismo creara solo ricos y riquezas, sin sus respectivas contrapartes. Como si el capitalismo no estuviera en crisis.

Me limito a reproducir a Marx: “lo mismo que el trabajo esclavo, lo mismo que el trabajo siervo, el trabajo asalariado no es sino una forma transitoria inferior, destinada a desaparecer ante el trabajo asociado que cumple su tarea con gusto, entusiasmo y alegría”.

Muchos trabajadores y comunistas de las bases no están de acuerdo con eso de hacer ahora capitalismo primero. No lucharon medio siglo para eso y para ellos sigue vigente la consigna: “Atrás, ni para coger impulso”, que Raúl hizo popular en los primeros años.

Que se rectifiquen graves errores que se cometieron, como la estatización casi absoluta, la eliminación del trabajo autónomo, individual y colectivo, el monopolio del estado sobre la economía y la política, es una cosa y otra muy distinta, restaurar el sistema capitalista privado clásico, el poder del dinero y del capital. No se equivoquen: la reacción no perdona.

Los que entregaron todo su esfuerzo, toda su vida a “la revolución” y que han vivido medio siglo de un bajo salario, complementado con subsidios para salud, educación, alimentos, vestido, calzado y techo; no pueden entender ni aceptar seguir con el bajo salario, pero sin tales complementos, y con los precios dictados por el mercado capitalista internacional y la burocracia que controla el mercado de divisas en Cuba. Es vox populi: si se quitan los subsidios, súbanse los salarios y pensiones.

¿Que el estado no puede? Sea entonces consecuente: abandone tanto control sobre la economía y la vida de los ciudadanos. Deje a éstos un margen para organizarse económica y políticamente, como ellos lo entiendan: abra completamente el trabajo autónomo y cooperativo y de plenas libertades de expresión y asociación; pero absténgase de priorizar y extender “la explotación asalariada por privados”.

Se ha llegado a eximir de impuestos a los capitalistas que explotan a 5 o más trabajadores. ¿A dónde va eso, amparado en que el estado necesita que aparezcan puestos de trabajo “asalariados”? ¿Por qué no fomentar aceleradamente la creación de puestos de trabajo en cooperativas y empresas autogestionadas?

Los partidarios del capitalismo están en Cuba, en todas las posiciones, solapados o a cara descubierta, por diversas razones, una de las más importantes es que el fracaso del “socialismo de estado”, unido al desconocimiento sobre el socialismo revolucionario, marxista, no les deja más opciones. Por eso, los que se oponen al desarrollo de las formas socialistas de producción de tipo cooperativo-autogestionarias y a la divulgación de las ideas del socialismo marxista, están haciendo el juego a la restauración del viejo régimen capitalista.

Los ricos existen aquí, directa e indirectamente. Permitirles legalmente explotar a otros, no solo va contra la Constitución, es fomentar el modo de producción que supuestamente se trata de superar; pero lo peor es que se hace sin desarrollar paralelamente el cooperativismo y la autogestión, de manera que, al menos, tuvieran la posibilidad de competir en el terreno práctico.

El dinero compra medios de producción, fuerza de trabajo y corazones, compra todo lo que se le ponga delante: los ricos, los capitalistas, que van creciendo, explotando cada vez más asalariados por la sencilla razón de que su sistema es más productivo y paga mejor que el capitalismo estatal, pueden terminar comprando el país, con todo y burócratas corruptos (los que lo sean), más fácil, si no hay otra forma superior de organización del trabajo, capaz de producir más y mejor y generar más satisfacciones de todo tipo entre los productores.

Un amigo, Coronel de las FAR, me dijo: si abren completo al capital y levantan el bloqueo, vamos a ver a unos cuantos vendiéndose, como carne fresca de puerco en los mercados.

Desde la oposición, ya han pedido que les dejen a ellos, a los tradicionales partidarios de la restauración capitalista, llevar adelante tal proyecto, que es el que siempre defendieron.

Quienes creerían necesario primero el desarrollismo capitalista, para luego avanzar al socialismo, están cayendo en el viejo prejuicio estalinista de ver la historia como una sucesión mecánica y compartimentada -con tabiques infranqueables- de formaciones económico-sociales-políticas que, una empieza, donde la otra termina.

Según esa visión dogmática de la historia, cuando la Comunidad Primitiva agotó sus posibilidades, surgió el sistema esclavista; cuando el esclavismo ya no daba más, surgió el feudalismo; cuando éste se agotó, surgió el capitalismo y el socialismo “será construido”, cuando el capitalismo esté desplomado.

Tal idea desconoce el verdadero desarrollo histórico en paralelo de los modos de producción, los que han ido predominando de acuerdo con el desarrollo de las fuerzas productivas y la capacidad y disposición de las clases en el poder y de las nuevas clases revolucionarias.

Los esquemáticos no saben, o no les conviene saber, que en el seno de la comunidad primitiva se iniciaron y desarrollaron las primera formas esclavistas, que en el seno del esclavismo surgieron las primera formas feudales que luego se fueron perfeccionando hasta las más clásicas, que las formas asalariadas –capitalistas- de producción se habían manifestado incluso en la etapa esclavista, de lo cual hay constancia en Grecia.

En Cuba, en el siglo XIX había esclavismo, con feudalismo y capitalismo mezclados, cuando entre los trabajadores aparecían las primeras señales cooperativas como la sociedad mutualista phroudoniana en 1856 y las asociaciones de cajistas, mientras que el periódico Aurora en 1865, dirigido al gremio tabacalero, defendía el cooperativismo como solución a la explotación asalariada.

Los dogmáticos quizás no sepan que las formas de producción cooperadas, se vienen manifestando desde que el hombre empezó a cazar mamuts, pero solo lograron su más amplio desarrollo en el capitalismo, donde han ido perfeccionando hasta que algún día se irán imponiendo en este o aquel país, hasta generalizarse.

Hoy por hoy, el cooperativismo en el mundo moderno capitalista, se ha ido extendiendo hasta el punto en que se reconocen más de 900 millones de cooperativistas, este año 2012 ha sido reconocido por la ONU como el año Internacional del Cooperativismo, se han dado premios nobel de Economía a estudiosos del cooperativismo y la lista de hechos y fenómenos que demostrarían la importancia del cooperativismo moderno sería interminable. Simple: el nuevo modo de producción socialista viene desarrollándose dentro y a costa del viejo modo de producción capitalista.

El socialismo no se va a construir mañana de un solo golpe por “una revolución violenta”, por la decisión de un grupo de iluminados: se ha venido desarrollando dentro del capitalismo y llegará, en su desarrollo, a predominar como modo de producción. En Cuba, antes de 1959-60 existían multitud de formas cooperadas, cooperativas propiamente dichas de producción y servicios, clínicas mutuales, cajas de retiros y ayuda mutua, grandes empresas de ómnibus asociados, hoteles cuyas ganancias iban parar a los sindicatos y otras, que el gobierno revolucionario estatizó, cuando sus “nacionalizaciones”.

Que sean necesarios procesos revolucionarios más menos violentos para el triunfo del socialismo como sistema mundial, dependerá de la capacidad y la inteligencia de las modernas burguesías para hacer, como han estado haciendo, adaptaciones al sistema capitalista, dando más participación a los trabajadores en las acciones, la gestión y las utilidades, permitiendo el desarrollo de empresas cooperativas, haciendo una distribución más equitativa de las utilidades por medio de la recaudación de impuestos y las prestaciones sociales en los presupuestos (socialdemocracia, capitalismo popular, etc.) y, también, de la inteligencia y capacidad de la nueva clase revolucionaria de los trabajadores libres asociados para ir extendiendo el nuevo modo de producción.

Un asunto que va mas allá de las luchas de grupos organizados por el poder.

Las nuevas tecnologías informáticas y de punta, están jugando un papel primordial en la liberación del trabajo esclavo asalariado. Son lógicas, por tanto, la oposición a las mismas, de los intereses más retrógrados en todas las sociedades y sus propuestas para censurar y limitar las redes internacionales. La libertad que se respira en Internet es muy peligrosa para los autoritarios y detentores del poder capitalista.

El capitalismo como sistema mundial predominante está en crisis, cada vez más aguda. O hace reformas, como aumentar los impuestos a los ricos, aumentar los créditos a los pobres dispuestos a iniciar negocios propios, ampliar las prestaciones sociales a los desposeídos, limitar las apetencias del gran capital, controlar la generación de desechos provocados por su sistema de ganancias que estimulan desastres ecológicos, asumir formas más democráticas de gobierno, como claman los indignados del mundo, o aumentarán las revueltas sociales hasta convertirse en revoluciones violentas.

Es lo que está pasando con las protestas populares en Europa, EE.UU. y el Medio Oriente. Dónde más brutal es el poder y más violencia ejerce, más violencia engendra. Y, en cada región, el imperialismo internacional actúa con el “poder inteligente” para tratar de controlar la situación y garantizar sus intereses. En sus países reprime, tratando de evitar sangre y muertes, hace reformas; en otros, trata de capitalizar las protestas con intervenciones directas o indirectas, más menos violentas.

Lo hemos escrito otras veces, sin pretender estigmatizar ni descalificar a nadie, solo para tratar de ganar en claridad en la discusión: la vieja mentalidad burocrática, estatalista y verticalista es fruto de las desviaciones del marxismo crítico-revolucionario-dialéctico en las que cayó el proceso revolucionario ruso-soviético y que se acuñaron con el nombre de “leninismo” por el estalinismo, sin el beneplácito del propio Lenin, las cuales trataron de generalizarse a todo el movimiento revolucionario y socialista del siglo XX.

Fueron esas desviaciones -señaladas oportunamente por Rosa Luxemburgo y que Lenin empezaba a reconocer en los últimos años de su vida, incapacitado ya para ejercer el liderazgo-, las causantes del desastre posterior.

Para los partidarios de un socialismo más participativo y democrático, si la “actualización” no enciende, lo más rápido posible, los motores principales de la socialización, que son el amplio cooperativismo y la participación directa de los trabajadores en la dirección, gestión y repartición de utilidades de las empresas estatales, Cuba no estaría caminando, hacia más socialismo, sino hacia el predominio del capitalismo privado.

Socialismo por la vida

La Habana, 8 de marzo de 2012, en saludo al Día Internacional de la Mujer.
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Esto no es una utopía
Lo nuevo, lo viejo y el futuro en Cuba
Por Julio César Guanche

Entre los temas de fondo recurrentes en el debate político actual en Cuba se encuentran la diversidad existente en la nación, la amplitud del registro de demandas sociales, la democratización de las prácticas partidistas y estatales, la urgencia de mecanismos de gobierno más eficaces, responsables y transparentes, la necesidad de regularizar la protección de derechos ciudadanos, y, en resumen, la demanda de «actualización» del modelo político.[1] A pesar de que estos temas no se reflejan en los medios, y tienen escasa presencia en los discursos institucionales, es imposible soslayar el movimiento reformista de la política y el alcance real de los cambios experimentados.

Lo nuevo
La imaginación que impulsa los cambios políticos en curso propone innovaciones notables. El Estado ha renunciado a una parte importante de su monopolio sobre la economía, el empleo y el control de los ingresos personales. Con esto, se han multiplicado los actores económicos e institucionales, lo que de facto limita el monopolio estatal sobre la actuación política. Un mayor número de personas se independiza del Estado, y queda sometido a la única disciplina de pagar impuestos, una cultura nueva en Cuba. Se introducen otros mecanismos de mercado, formas privadas de organización económica y se potencia un proceder basado en la «eficiencia económica». El nuevo modelo se define más bien por lo que impedirá: «el plan prevalecerá sobre el mercado», «nadie quedará desamparado» y se «evitará la concentración de la propiedad».
En este movimiento, se combinan acciones del gobierno, exigencias y críticas de la sociedad.
La «economía» se ha convertido en el campo preferente de experimentación de las nuevas políticas. Se han entregado en usufructo casi 1,4 millones de hectáreas a 150 mil agricultores, y se pide ampliar los límites originales del arrendamiento. Se han eliminado instancias estatales en la distribución de productos del agro, anunciando el fin del sistema centralizado de ventas. Se incentiva la producción de alimentos a escala local y se ha demandado potenciar la venta de equipamientos agrícolas e industriales a particulares, con rebajas de precios.
Se estimula el «cuentapropismo» —sector privado—, se reducen los impuestos sobre actividades económicas y sobre el costo de las licencias, en determinadas condiciones, para alquilar medios de transporte o renta de habitaciones y casas. Se ha admitido por vez primera la contratación de mano de obra asalariada por parte de propietarios privados de negocios, y se atenúan, o eliminan, los impuestos a pagar según la cantidad de contratados. Los restaurantes privados, que en los 1990 tenían autorizadas solo 12 sillas, ahora pueden situar 50. Se arrendarán locales estatales a privados o a cooperativas; se ha comenzado a otorgar créditos a los nuevos pequeños empresarios, se autorizó la compra y venta de casas y automóviles usados y la entrega de subsidios a personas de bajos ingresos para reparar sus viviendas. Si hace 20 años 95% de las personas empleadas eran trabajadores estatales, el gobierno se ha propuesto que 40% de la fuerza laboral pase al sector no estatal hacia 2015.
Se demanda un incremento de las formas cooperativas de producción, su extensión del campo hacia la ciudad, y se espera la posibilidad de aumentar el tipo de su oferta de bienes —hacia sectores de servicios e industria ligera. Ha sido aprobada ya la constitución de cooperativas de segundo grado (creadas por cooperativas ya existentes, pero con fines y personalidad distintos a los de estas).
El sistema empresarial estatal debe alcanzar mayor autoridad para dirigir sus propias actividades económicas y tener control sobre parte de sus ganancias y decisiones salariales —renunciando a los rasgos del modelo económico soviético aún vigentes— hasta estructurar una dinámica regulada entre planificación estatal y mercado; y se reclaman certezas que establezcan «hasta dónde» el plan y «hasta dónde» el mercado, fijándole «funciones sociales al crecimiento».
Se elevó a 99 años el tiempo en que los inversores extranjeros podrán utilizar tierras estatales para negocios inmobiliarios, lo que permitiría concretar proyectos de construcción de campos de golf y viviendas para extranjeros. El hecho ha desatado críticas tanto en lo político como en lo ecológico sobre sus consecuencias sociales y su sostenibilidad.
Hace unos años se calculó en 20% la pobreza urbana, aunque en zonas rurales es mayor. En las últimas dos décadas, ha aumentado la desigualdad social y la polarización del ingreso, lo que se expresa de modo diferenciado entre grupos sociales por color de la piel, género y lugar de nacimiento. El Estado ha declarado que «garantiza el apoyo a los ciudadanos más necesitados, a pesar de las restricciones económicas existentes», pero al mismo tiempo se está liberando de obligaciones hacia productos de primera necesidad que antes subsidiaba—de hecho, ha anunciado la desaparición de la «libreta de abastecimientos» y la introducción de subsidios personalizados. En este contexto, la cuestión central de la igualdad aparece aludida solo mediante la crítica al «igualitarismo», según la cual la igualdad es criticada como si fuese sinónimo de uniformidad.
En el campo estrictamente político, también hay novedades, que se expresan en una mezcla de anuncios, prácticas y exigencias sociales.
Las estrategias seguidas implican redistribución de poder desde la cúpula estatal hacia la sociedad, buscan generar prácticas de desconcentración y descentralización, transparencia y responsabilidad estatal, y se prometen garantías al pluralismo.
En el marco del VI Congreso del PCC, Raúl Castro se pronunció por la limitación del mandato hasta diez años a los máximos dirigentes, defendió la posibilidad de acceder a cargos estatales sin ser militante y reconoció la expresión de opiniones diferentes en tanto «derecho». Asimismo, criticó la aprobación de decisiones a través de la «falsa unanimidad», ratificó la importancia de distinguir entre Estado y Partido, y entre Gobierno y sistema empresarial, y destacó el papel que debe desempeñar la prensa y la consulta ciudadana.
En las nuevas provincias de Artemisa y Mayabeque (antigua La Habana) se desarrolla un proceso experimental orientado a la desconcentración del poder estatal, a partir de separar, por vez primera en la historia institucional pos1959, el Estado del Gobierno y favorecer la descentralización local. Los gobiernos provinciales y municipales tendrán control sobre empresas públicas de sus territorios, hasta ahora sometidas a una subordinación centralizada.
Los procesos de toma de decisiones se han institucionalizado. Se amplía el número de personas y organizaciones asistentes a reuniones del Consejo de Ministros, cuyas fechas son informadas y sus resultados publicados en síntesis. Se refuerza el carácter institucional del presupuesto asignado a cada acción prevista, como mecanismo de protección sobre decisiones tomadas asociadamente y de control sobre los decisores.
La sociedad demanda una reforma migratoria que elimine, entre otras trabas, los permisos de entrada y salida al país, y proteja derechos de los migrantes. El gobierno anuncia que trabaja en ella, sin ofrecer un plazo o adelantar su alcance. Existe, por otra parte, un empeño explícito en la lucha contra discriminaciones antes no reconocidas, o incluso cometidas por el propio poder, como la homofobia.
Raúl Castro califica a la corrupción como el principal enemigo del proceso revolucionario y da cuenta de críticas que señalan a la constitución de grupos que desde posiciones estatales acumulan riqueza y apuntalan posiciones hacia el futuro. Su enfrentamiento ha alcanzado a altos cargos, y a un importante número de empresas, aunque el nivel de información sobre estos procesos se mantiene muy limitado.
El discurso oficial presenta un tono crítico inédito, en tanto personaliza los culpables de errores en funciones de gobierno y es también autocrítico cuando reconoce, por ejemplo, que los acuerdos de anteriores congresos del PCC se han incumplido inveteradamente, lo que equivale a reconocer que la institucionalidad existente no ha sido el canal determinante para la toma y ejecución de decisiones.
El diálogo entre las iglesias y el Estado ha alcanzado niveles sin precedentes. La iglesia católica ha alcanzado el rol de interlocutor del gobierno en lo referente a indultos de presos por causas con un origen político y por delitos comunes. Se han construido nuevas instituciones religiosas, y se han multiplicado sus actividades de difusión y educación. En este contexto, se anuncia la visita del Papa. Se ha elevado la visibilidad y el reconocimiento oficial a las iglesias ecuménicas, así como a la judía.
En el último quinquenio se ha estructurado otra «esfera pública» a través del intercambio de correos electrónicos que facilita el intercambio de información y el ejercicio crítico, y han aparecido sitios webs, blogs, revistas, en tanto actores de opinión. Los periódicos, aunque no recogen la mayor parte de este debate, han incorporado líneas críticas estables dentro de su perfil editorial, dando cabida a reportajes críticos y a las cartas de lectores. Se ha criticado el llamado «secretismo», obstáculo para el ejercicio del derecho ciudadano a la información.
Ha surgido un pensamiento crítico —de izquierdas— del modelo vigente y de algunas de las nuevas políticas, opuesto a la disidencia, que discute problemas de representatividad respecto a la expresión de la propia diversidad revolucionaria. Por otra parte, ha aparecido una nueva oposición que se considera a sí misma como democrática liberal, con visibilidad internacional y apoyo de gobiernos y otras fuentes extranjeras que se oponen al proceso político cubano.
En fin, Cuba se mueve. La ruta y el destino del movimiento es lo que su sociedad tiene en discusión. Resulta obvio que existe un consenso nacional sobre la necesidad de una renovación. Pero este consenso se mira con mucha dificultad en el espejo de las políticas y de los documentos que las formulan. Los límites y contradicciones de los cambios influyen en su propia posibilidad, y limitan con ello la esperanza que pueden amparar.
El proceso de transformaciones comenzó en 2008 con la demanda de «cambios estructurales», pero está resultando una reorganización económica y un análisis del trabajo del Partido. Así, se mantiene una lealtad discursiva a los valores que fundaron el tipo de socialismo construido por décadas en Cuba, pero no un rechazo explícito a algunas de sus prácticas, perjudiciales para la ampliación de la construcción democrática. Ello pone de manifiesto lo incompleto del programa de cambios, y la dificultad para reelaborar un tipo de política que tenga como interlocutora a toda la sociedad, capaz de proponer un nuevo horizonte nacional y de definir con claridad el nuevo modelo que se busca construir.
Lo viejo
A pesar de todo lo anterior, las nuevas políticas no han dejado atrás viejas lógicas y prácticas obsoletas sobre el socialismo, que hoy limitan el proceso de cambios. Es imposible resolver problemas sin cambiar la mentalidad que los creó, como lo es también resolver un problema con medios que no intervienen, transformándola, la estructura del propio problema, o que resultan limitados frente a la escala del dilema que buscan resolver. Asimismo, es insostenible andar el mismo sendero, si lo más «ecológico» resulta caminar en otra dirección.
Cuando el documento de la Conferencia Nacional del PCC afirma que es necesario «transformar, con un carácter más flexible y nuevos métodos, la atención» a las organizaciones estudiantiles y «reforzar la atención» a las organizaciones de masas, se repite una fórmula empleada desde hace décadas, no se plantean soluciones distintas. En vez de «perfeccionar» este modelo de relación, se trataría de conceder completa autonomía a dichas organizaciones, constitucionalizarlas en su interior con la obligación de un funcionamiento democrático y procesar políticamente el liderazgo del Partido hacia ellas, creando una combinación de actores efectivos de poder y abriendo canales de representación múltiple de lo social.
El mismo documento llama a «fortalecer la unidad nacional en torno al Partido y la Revolución (…), sobre la base de que Patria, Revolución y Socialismo están fusionados indisolublemente» y se critica la «falsa unanimidad». La convocatoria al IV Congreso del PCC, celebrado en 1991, refutaba también la unanimidad. Sin embargo, se sigue reivindicando una doctrina de Estado que determina la existencia de una voluntad política única —la estatal— sobre las voluntades políticas presentes en la sociedad. Por ello, la unidad deviene unanimidad, pues expresa no una voluntad política unificada sino única: una soberanía popular concebida de modo unitario. Por otra parte, se establece una continuidad entre el uso actual del concepto y el contenido que la unidad poseía en 1959. Sin embargo, su plataforma partía entonces de organizaciones con carácter independiente, con una identidad caracterizada en su membresía y medios de comunicación propios. Hoy la convocatoria a la unidad no parte del reconocimiento previo de diferencias sustantivas de origen —en tanto organización político institucional de la diversidad de opiniones—, y termina conduciendo implícitamente al unanimismo, pues reclama la unión no desde la diferencia, sino desde la uniformidad.
Sería preferible afirmar el valor de la diversidad para desde ella construir articulaciones unitarias. Simultáneamente, sería revolucionario recuperar el nacionalismo democrático elaborado en Cuba por José Martí, que, sin marcar ideológicamente a la nación, procesa al unísono la inclusión social del pueblo y la igualdad política de la ciudadanía. La formulación de un nuevo proyecto de país supone aprender a procesar los desacuerdos, sin penalizar diferencias expresadas en virtud de un derecho fundamental, y considerar republicanamente el patriotismo: una pasión política que encuentra la patria allí donde se respetan todos nuestros derechos y nos exige lealtad al orden que lo hace posible.
Otro antiguo problema recurrente es que se anuncian fines extraordinarios y se propone un conjunto de medios ordinarios para alcanzarlos. Se conmina a la burocracia —calificada de enemiga pública del proceso de cambios— a deponer su poder y rendirse como actor político. Se le define simplemente como exceso de funcionariado, en lugar de encontrar el origen del poder burocrático en la carencia de control social, la cultura limitada de práctica de derechos y la desigualdad sostenida del consumo. Por ello, sería revolucionario «entrar a saco» al repertorio de principios que podrían impedir la reproducción de la burocracia como clase política: rotación frecuente de los ocupantes de cargos, límites temporales de mandato para todo el funcionariado, electividad de los cargos estatales que cumplen funciones públicas, incompatibilidad de funciones, autonomía de poderes públicos, canales de reclamación ante decisiones tomadas por funcionarios, combate contra los privilegios, apertura de la vía judicial para reclamaciones ante el mal desempeño de la gestión o lesión de derechos y, sobre todo, aquellos que atañen al control «externo» de la burocracia: estimular la autoorganización social para experimentar formas liberadas de organización de la vida personal, grupal y social, así como potenciar formas de poder negativo en manos de la ciudadanía que le permitan disputar con éxito decisiones estatales.
Se llama a «cambiar métodos y estilos de trabajo» —una demanda surgida hace varias décadas—, pero no se ventila política ni teóricamente la crítica del legado de los partidos «de vanguardia» en el siglo xx. Su desempeño produjo la expropiación por el liderazgo de la vida política en las bases partidistas, la burocratización extrema de su funcionamiento interno, la interacción impositiva con la sociedad, el extrañamiento «de las masas», la ideologización sectaria y excluyente del poder y la dificultad esencial para manejar la diversidad social.
El PCC no está sujeto a un deber constitucional de funcionamiento democrático ante toda la sociedad. Frente al incumplimiento de los deberes específicos del Partido, solo sus militantes pueden reclamar derechos. Esta diferencia entre derechos de los militantes y derechos de los ciudadanos respecto a la actuación de «la fuerza dirigente superior de la sociedad y el Estado» mantiene una tensión conceptual y política, no resuelta desde 1976, en lo que atañe a la participación política de la ciudadanía en igualdad de condiciones ante la ley. Resolver esta contradicción supone replantearse revolucionariamente las funciones del Partido y el Estado y sus identidades: el Partido debería cumplir una función «político moral» —según la definía Gramsci—, que se legitime en la interacción política igualitaria entre actores empoderados y abra canales eficaces de control sobre su propio desempeño a favor de la ciudadanía; y el Estado debe seguir un criterio institucional de la política —ser un ente público no restrictivamente ideologizado.
Se combate la corrupción y es perseguida a través de controles, inspecciones y normativas, pero también sería revolucionario otorgar el control sobre el proceso productivo a los trabajadores, para que sean estos quienes lo produzcan democráticamente en sus propias empresas, a través de un proceso de descentralización que empodere primero a los trabajadores y luego a los administradores y jefes.
Einstein aseguraba que era más fácil romper un átomo que un prejuicio. El prejuicio surge de —y justifica un— complejo material de intereses y una específica distribución de poder en la sociedad. Acabar con los prejuicios y los viejos hábitos necesita romper esa estructura nuclear, y encarar una redistribución del poder dentro de la sociedad cubana que privilegie las acciones encaminadas a —es el único privilegio que puede permitirse la democracia— sostener la política como un espacio abierto para la intervención del conjunto de la ciudadanía sobre las normas que rigen su destino.
El futuro
El proceso de debate sobre los Lineamientos del VI Congreso del PCC contribuyó a discutir más allá de los medios y de la planificación técnica de las reformas, y motivó el examen sobre la naturaleza de un nuevo modelo socialista. Ese debate apenas se inició, y está lejos de haber producido un consenso sobre el socialismo que se busca, en un mundo donde, por solo mencionar algunos, los casos de China, Venezuela o Corea del Norte recuerdan que no existe una representación única de este concepto.
Es necesario continuar esos debates, más allá de una discusión acotada sobre medios, que permitan ampliar intensivamente los contenidos del «pacto social», mediante un ejercicio genuinamente democrático. La política democrática es la construcción colectiva de sentidos y de medios para vivir de acuerdo con ellos. El sentido del «socialismo» debe ser procesado en confrontación con los imaginarios existentes en la Isla, con la historia social vivida por ella y debe ser el primer tema de una discusión abierta a la disputa de alternativas. La imaginación sobre la revolución en Cuba necesita, ciertamente, de una nueva experiencia civilizatoria de la sociedad en relación consigo misma, que se entienda como democratización de todos los órdenes de la vida social.
El curso político actual critica las «desviaciones y errores» cometidos por tradición, pero un sistema que debate solo sobre medios está siempre debatiendo a posteriori. No alienta una esfera pública que posibilite discutir los fines del sistema, para fortificar la vida política de la ciudadanía y la autonomía en la elección de sus fines. Sin embargo, la construcción de un espacio democrático supone, precisamente, albergar la lucha social por el sentido de lo político.
El lenguaje popular cubano repite con mucha frecuencia estas frases: «no es fácil» y «vamos a ver». Ambas expresan un sentido inscrito en la cultura política nacional: todo lo fácil se convierte en difícil, lo difícil en imposible y se cree únicamente cuando se ve.
«No es fácil» asumir con éxito desafíos de la magnitud de los que se debaten en Cuba: defender la diferencia, promover la diversidad y combatir la desigualdad y la discriminación; trasformar el sistema estatal —el último Congreso del PCC que se pronunció sobre esto ocurrió en 1991— para hacerlo más representativo, garante de formas eficaces de participación ciudadana y de toma pública de decisiones; democratizar la propiedad y su gestión; potenciar la economía política popular sobre la economía del capital; establecer una planificación democrática para la economía; separar rigurosamente el Partido del Estado y fortalecer ambos para sus funciones respectivas; delimitar las atribuciones entre órganos elegidos y no elegidos; restituir el peso de las instituciones y de las organizaciones sociales en la vida pública nacional; promover el desarrollo institucional del gobierno; postular una política firme de desarrollo de la infraestructura de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, y del acceso masivo a ellas; afrontar el relevo político generacional; estipular una reforma migratoria que defienda los derechos ciudadanos y proteja la seguridad nacional; propiciar que el sector estatal y el no estatal sean responsables social y ambientalmente; organizar formas materiales desmercantilizadas de organización de la cultura y el esparcimiento; descentralizar el poder político de modo que sea posible hacer política nacional desde lo local; recomponer el tejido nacional a través de una nueva relación con la emigración cubana; establecer relaciones soberanas e independientes y al mismo tiempo negociadas con el gobierno de los Estados Unidos; superar el bloqueo norteamericano y evitar la sujeción del país a la cultura mercantil si este fuese levantado; entre muchos otros.
«Vamos a ver» si puede radicalizarse democráticamente el socialismo. Pero el nacional escepticismo que contiene la frase puede ser derrotado solo con garantías: «ver para creer».
Hasta el momento, no ha habido marcha atrás en las decisiones aprobadas por el VI Congreso y se están tomando a través de un cauce institucional, que impide su retroceso por decisiones unilaterales. Es necesario que la Conferencia Nacional abra un camino más allá de su documento base, hacia todo lo que necesita el país en este momento.
Con todo, la democracia es siempre una pedagogía: se «ve» lo que a diario se actúa, se educa y se vive. Una política democrática construye las garantías y auspicia con ellas su esperanza: inscribe su fuerza y construye sus derechos desde abajo, escribe en la ley el contenido de su poder y sus derechos, desarrolla su Constitución según los cambios en las condiciones del proyecto, la reforma democráticamente, se obliga a cumplirla y establece consensos sobre sus retos. Quizás se encuentre aquí un camino para llegar a un nuevo lugar. Esto no es una utopía, es un ideal: ser para creer.
Nota:
[1]: Este texto se escribió originalmente para la revista Socialism and Democracy, de los EEUU. Esta versión en español ha aparecido en la revista cubana Temas.
Julio César Guanche es un jurista y filósofo político cubano, miembro del consejo editorial de SinPermiso, muy representativo de una nueva y brillante generación de intelectuales cubanos partidarios de una visión republicano-democrática del socialismo.
Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=4753
Lo que algunos no alcanzan a comprender…
Por Félix Sautié Mederos

Hace algunos días, caminando por Centro Habana como parte de una procesión, no pude apartar la mirada de las expresiones sensibles pero adustas que aparecían indistintamente en los rostros de los participantes e incluso de muchos que se nos unían o se agolpaban a nuestro paso. Eran inocultables gestos inducidos por sus sentimientos religiosos generalmente no manifestados en lo externo como consecuencia de los mecanismos de autodefensa heredados de los años del ateísmo científico en Cuba; también puedo decir, que aquellas personas mostraban sus tristezas y angustias en un medio tan empobrecido como el que transitábamos. Peregrinábamos a través de la muy conocida calle Estrella en la profundidad del populoso barrio de Los Sitios (cuyo nombre oficial es Enrique Barnet, algo muy común del urbanismo tradicional en nuestra capital). Íbamos tras uno de los Vía Crucis públicos previos a la visita del Papa Benedicto XVI, organizados por la Iglesia Católica cubana en la Archidiócesis de La Habana.

Durante aquel recorrido, en las intersecciones de vías y esquinas, nos cruzábamos además con personas aparentemente indiferentes pero a todas luces movilizadas, que nos observaban con mal disimulada discreción. Entre ellos había los que no podían ocultar sus sonrisas irónicas y agresivas; mientras que otros trataban de esconder un cierto miedo interior y un asombro que se les escapaba de sus muy abiertos ojos. Posiblemente ninguno comprendía en realidad lo que estaba ocurriendo en aquel barrio, que no es un escenario habitual de procesiones de esa índole, aunque mayoritariamente sincrético. Resultaba evidente que lo que allí sucedía no formaba parte de las vivencias cotidianas de aquellos muy especiales “participantes”, algunos de apariencia recalcitrante con las expresiones religiosas de su entorno.

Además, quiero añadir que cuando al inicio de aquel extraordinario Vía Crucis estuvimos concentrados en el Parque Finlay, en la intersección de las calles Estrella y Belascoaín, los rezos y cánticos de las primeras 7 estaciones, tuvieron de fondo a los ritmos de unos tambores y elementos de percusión característicos de la santería cubana. Asistimos entonces a una mezcla propia de nuestra espiritualidad sincrética; un verdadero ajiaco de creencias y tradiciones ancestrales, al decir de don Fernando Ortiz. Y, aquellas expresiones musicales de religiosidad popular que venían de mucho antes, se incluyeron sin pedir permiso en el universo auditivo de quienes allí participábamos.

Quizás la causa del incidente fue la misteriosa coincidencia de un conjunto de mundos místicos, que siempre han estado insertos en el alma del pueblo cubano, pero que habían sido ahogados durante mucho tiempo por la acción del ateísmo institucional. Aquellos ritmos milenarios se expresaban con una extraordinaria vitalidad mestiza, como para que todos los participantes en el Vía Crucis estuviéramos conscientes de su presencia ancestral entre nosotros.

Me refiero a cuestiones muy importantes que no alcanzan a comprender los que a partir de una vieja concepción derivada del refrán que plantea palos porque bogas y palos porque no bogas, se han erigido en críticos de cualquier paso que decida dar la Iglesia Católica cubana. La Iglesia no es solo el Papa ni tampoco su jerarquía Vaticana o local, la Iglesia es según una definición explícita del Concilio Vaticano II que se convierte en una realidad diaria incontrovertible en todos los ámbitos de nuestro planeta: “el pueblo de Dios”. Concepto que comprendo puede estremecer a los que se consideran indiscutibles conciencias críticas de lo humano y lo divino. Nuestra espiritualidad consubstancial, en muchas personas genera además el don de la fe que es una expresión que Dios les concede. Algo que no se puede acallar fácilmente porque anida en las profundidades íntimas de nuestras conciencias y de nuestro ser interior siempre presente, aún cuando nos propongamos negarlo.

Lo que estaba sucediendo en aquella procesión de Vía Crucis que pretendo testimoniar en esta crónica, era precisamente eso, una explosión de espiritualidad y de fe religiosa del pueblo de Dios que en nuestro caso, se encuentra cansado de las certezas absolutas que le prometen futuros luminosos que nunca llegan, así como de las concepciones recalcitrantes procedentes de uno y de otro bando que condenan a quien piense distinto, de los Mesías de uno u otro signo que plantean que solo a partir de ellos habrá salvación, de las concepciones duras e intransigentes que no admiten ninguna otra alternativa que no sean las que por sí mismas proclaman y de otras muchas cosas más.

Puedo testimoniar que en aquella marcha acompañé a un pueblo sediento de reconciliación, de justicia, de paz y de concordia, que caminaba con sus cánticos, rezos y angustias pasando sin turbarse a través de quienes se habían erigido en “vigilantes” de aquel evento litúrgico. Cuando la espiritualidad y el sentido religioso de la fe salen al exterior con la fuerza y la vida que se estaban manifestando entonces, no hay “miedos” inducidos que puedan contenerlos. Unos y otros, deberían comprenderlo. En estos casos los signos y los símbolos espirituales son muy importantes para el pueblo de Dios, que busca en ellos la autoestima y la esperanza que tanto necesita para seguir adelante. Eso será la visita de Benedicto XVI, un signo espiritual extraordinario más allá de cualquier concepción política temporal o incluso de su persona en sí misma, porque él es un ser tan humano como San Pedro y como lo somos todos, pero significa mucho para el pueblo que cree y que busca en lo religioso las fuerzas necesarias que le permitan lograr su redención temporal y espiritual.

Quizás algunos no lo alcanzan a comprender: El pueblo de Dios, espera y recibirá al Papa sin distingos institucionales políticos, religiosos ni sociales o de ninguna otra índole, en búsqueda de esperanzas y ánimos para enfrentar la vida. Así lo pienso, así lo afirmo y así lo defiendo. E-Mail: fsautie@yahoo.com
Publicado en el periódico Por Esto! , de Mérida , Yucatán, México, el lunes 12 de marzo del 2012.

http://www.poresto.net/ver_nota.php?zona=yucatan&idSeccion=22&idTitulo=153364
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MILAGRO DEL CIELO
Por Félix Guerra

Escapé de cárceles impresas.
Y Algún ser divino despertó dentro de mí. Se desperezaron dioses y diosas sin ángeles ni aureolas ni alas, murmurando a capela la buenaventura del Big bang y la vida cuántica en rotunda expansión.
Pero una profecía me dotó de nueva mácula: sufrirás estigmas. PADECERÁS amor, estrella superior. POR OTRO LADO, explicaron exaltados, mejor que dinero, salud y belleza todos juntos. Y más prosperidad espiritual
que cualquier cargo estatal, político o al cobijo pernicioso del Poder.

A cambio no exigen oraciones, creencias, confesiones o misas. Ni fe ni fanatismo, ni velas encendidas, ni votos de castidad, ni retratos,
en el altar o la pared, ni circuncisiones o bautizos, ni cambios de lectura, ni miradas
al cielo, ni rodillas para posturar.
Tampoco permutas de utopías o retractaciones filosóficas. La mezquita o parroquia a donde acudir, ahora es mi propia persona.

Algunos moralejas paternas. Herencia, tradición, dogmas de la educación primaria y superior, prensa, oratoria,
que funcionaron como aparato ideológico, más disfuncionalidad
de la gran prensa, habían desmembrado mi persona, hasta el instante milagroso y también comprometido en que salí pitando
de la pérfida trama de prisiones hilvanadas.

1 comentario:

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