viernes, 3 de abril de 2020

CON LA VERDAD EN LA MANGA







Lecciones de la Covid-19

MIAMI. El bombardeo de Londres por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial destrozó muchas casas y apartamentos, a menudo eliminando paredes y fachadas sin destruir los edificios. La exposición de los interiores dio a las personas curiosas pistas de lo que realmente sucede detrás de las puertas cerradas de los vecinos. La privacidad y la pretensión son algunas de las cosas que destruye la guerra.
La pandemia de coronavirus, ahora centrada en Estados Unidos y a menudo equiparada con la guerra, ha desgarrado muchas ilusiones cómodas, sacando a la luz feas realidades, pero también ejemplos de solidaridad que van desde la simple decencia hasta el coraje extraordinario. Permítanme comenzar con lo positivo porque, ahora más que nunca, necesitamos esperanza.
El valor y la decencia no están muertos
La doctrina del yo (en primer lugar, en segundo, siempre) es un sello distintivo de nuestro sistema económico, del partido político que controla el Senado y, especialmente, del presidente de Estados Unidos. Pero muchas personas han sido inmunes a la propagación de la ideología del egoísmo. El lado luminoso de la Fuerza, para usar una analogía de  La guerra de las galaxias para esta película de ciencia ficción que todos estamos viviendo, ha brillado más entre los trabajadores de la salud que conocen mejor que nadie el riesgo que la COVID-19 significa para ellos.
A pesar del riesgo, los médicos, las enfermeras y otros trabajadores de la salud se han metido en el ojo de la tormenta y han trabajado incansablemente para cumplir con su deber de curar a los enfermos. Los homenajes que han recibido, desde personas que aplauden desde sus ventanas en ciudades de todo el mundo hasta la Torre Eiffel y el edificio Empire State que les iluminan, son muy merecidos.
Se necesita un tipo especial de coraje para decirle la verdad a un poder irracional, arbitrario y vengativo, a saber, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. El doctor Anthony S. Fauci, principal experto de la nación en enfermedades infecciosas, ha demostrado ese tipo de coraje con una autoridad silenciosa calculada para hacer más difícil que el ignorante en jefe lo despida o lo margine.
La columnista del Miami Herald Ana Veciana-Suárez, quien escribe acerca de temas familiares, tuvo las agallas de salir de su especialidad y escribió que deseaba que Fauci fuera el presidente, porque él es un tipo de persona que se interesa por los hechos, y nada más. Muchos otros sienten lo mismo porque Fauci, involuntariamente y por el simple hecho de decir la verdad, ha ayudado a llenar el enorme vacío de liderazgo que Donald Trump ha creado. Pero ni Fauci ni nadie más tienen una plataforma lo suficientemente grande como para contrarrestar a Trump.
Buenos trabajadores de la salud, horrible sistema
Estados Unidos tiene algunos de los mejores profesionales médicos, la medicina más avanzada del mundo, y el peor sistema médico entre todos los países desarrollados. Somos los últimos en esperanza de vida entre los países ricos. La COVID-19 ha destacado esta contradicción.
Este problema sistémico no se resolverá en medio de una crisis de atención médica, pero la crisis proporcionará lecciones acerca de cómo rehacer nuestra atención médica a partir de un mosaico mercenario y convertirlo en un sistema universal real, con la vida y la salud como valores primarios.
Lo contrario de liderazgo
Pero toda la culpa de las bajas que ha provocado y provocará la COVID-19 no se puede poner a los pies de nuestro miserable no-sistema de atención médica. Una crisis de esta magnitud requiere de un liderazgo nacional. Las payasadas del presidente durante esta pandemia han sido la antítesis del liderazgo. Ha sido un gurú más que un guía: al minimizar la crisis, difundiendo dosis monumentales de información errónea y señales conflictivas, sopesando vidas humanas en la misma balanza que los costos económicos, sobrevalorando grotescamente su propio desempeño y, como siempre, dividiendo a la nación a lo largo cada línea de falla posible para desviar la atención de su propio fracaso.
¿Qué están pensando los estadounidenses?
Pero hay una enfermedad más grave que COVID-19 o Donald Trump, y reside en aproximadamente la mitad de las personas y en el sistema político. Cualquiera que haya sintonizado su reality show “El aprendiz” podría haber identificado a un sádico al que le gusta infligir dolor a las personas diciéndoles “estás despedido”.
Esto es herejía. Ninguna figura de los medios principales diría eso. Pero, francamente, no me importa si ofende a los predicadores de la cortesía. La verdad es que hay algo terriblemente mal en un pueblo cuyo cuarenta y ocho por ciento podría votar por un descarado racista, sexista e ignorante con una pieza clave faltante en su ADN: el que hace que la empatía sea un rasgo humano natural. ¡Y seguramente hay algo mal en las personas que, después de presenciar el desastroso manejo de Donald Trump de esta crisis existencial, le otorgue su mayor índice de aprobación!
Exactamente lo que está mal es una pregunta inquietante pero interesante que requiere un completo análisis. Digamos aquí que el miedo a una bárbara toma del poder (léase inmigrantes, afroestadounidenses, latinos, musulmanes y todos los demás que no estaban bien representados en el Mayflower) es una gran parte del asunto. Alimentar ese miedo, alimentar el fuego del odio que enciende, es la razón principal del ascenso de Donald Trump.
También hay algo mal en un sistema político que se presenta como democrático y en el que el candidato que gana el 48 por ciento de los votos triunfa sobre quien recibe el 52 por ciento. En este caso, lo que está mal está claro, al igual que la solución. El Colegio Electoral es antidemocrático y arcaico, y debería abolirse en favor de un sistema basado en el voto popular nacional.
La parte difícil es lograr que el Partido Republicano, que hoy es antidemocrático hasta la médula, esté de acuerdo. Los republicanos saben que si actuaran de manera justa, por ejemplo, deteniendo su campaña para suprimir el voto minoritario, renunciando a la manipulación de los distritos electorales y aboliendo el Colegio Electoral, estarían condenados. Por lo tanto, defenderán cada truco antidemocrático que puedan inventar.
El partido del apartheid estadounidense, como la Covid-19, terminará algún día
Cuanto antes, mejor
A medida que la nación cambia, ¿cuánto tiempo podrán los republicanos mantener el poder dependiendo de una base estrecha, compuesta principalmente por hombres blancos mayores y algunas mujeres blancas?
Algo tiene que ceder, si no ahora, en algún momento. Solo espero estar presente cuando la represa se destruya y un río de justicia y verdad barra todas las tonterías y sandeces del Partido Republicano, todas las malvadas y reaccionarias ideas republicanas, hacia el mar.
Traducción de Germán Piniella para Progreso Semanal.
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Lecciones de la Covid-19
Por Max J. Castro

Se necesita un tipo especial de coraje para decirle la verdad a un poder irracional, arbitrario y vengativo, a saber, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

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