sábado, 20 de julio de 2019

MADURO Y LA BACHELET JUEGAN AL ESCONDITE , SI TE HE VISTO NO ME ACUERDO


Maduro y la Bachelet juegan al escondite Si te he visto no me acuerdo

Eligio Damas

            Maduro y la Bachelet no se encuentran. Y es difícil que lo hagan, son como dos polos opuestos sin serlo. Hay diferencias entre ellos que van más allá del género, pero no son muchas. Pero se buscan “por caminos que no son”.
           Si algo sensato ha dicho Pepe Mujica después que pasó por la presidencia y se percató que la masa no estaba para bollos, querer hacer lo que pensaba un Tupamaro y comprobar que la cosa no era como creía y creían los suyos, aquellos de “¡abajo el imperialismo y hagamos la revolución ahora porque mañana es tarde!”, es que los caribeños le metemos de frente al loco y al desespero. Lo nuestro es bailar ritmos a millón,  mover las caderas y los pies como si hubiese una quemazón o carbones en la pista y nos están esperando en la esquina para una vaina. Por esto y esos desesperos que percibió en Maduro, una vez le llamó cabra loca, lo que hizo que el presidente de Venezuela tuviese que mandar a Montevideo  a aquella “Chacra” – creo que así ellos llaman lo que nosotros una finca -, donde Mujica siembra maticas y cuida sus animalitos, a Elías Jaua, entonces Canciller, para conciliar los ánimos. Lo que si olvidó Mujica, porque los políticos suelen meterle al olvido, es que ese desespero de los caribeños de repente producen locos que se valen de la sensatez de los locos - ¡no olvidemos al Quijote! – para hacer vainas como aquel orate que se llamó Simón Bolívar o el cumanés que dejó la bucólica vida que pudo llevar a la orilla del Manzanares para irse al fondo o mejor allá lejísimo, al sur, a derrotar un ejército inmenso en la batalla de Ayacucho y ganarse el derecho a ser asesinado cobardemente, en una vulgar emboscada, casi como una guarimba, de la derecha latinoamericana de entonces. Quizás una temprana xenofobia de ahora.
                La loquera del Caribe es tanta que en la jerga del beisbol se habla de un juego que así se llama, “Caribe”; que no lo juegan los gringos porque le falta ese ingrediente nuestro que cualquiera puede agregarle el adjetivo que le guste, pero que consiste en sustituir la fuerza por otra vaina. Por lo menos uno puede decir que es eso que llaman “picardía”. La misma que derrocharon los vietnamitas para derrotar aquella infernal fuerza que les creyó presa fácil y trató de aniquilarlos.
               La señora Bachelet no es pícara, en ninguna de las acepciones de la palabra. Una chica pícara y hasta “pizpireta” es muy agraciada, pese su figura. Ella es más bien como modosita, de esas personas o chicas que pasaría, no teniendo poder,  desapercibidas o como solemos decir los caribeños por locos, “por debajo de la mesa”. Y esto parece una contradicción con respecto a lo real y hasta una mentira si apelamos al lenguaje brutal del Caribe, tomando en cuenta que ella es lo que es, ex presidenta dos veces de su país, nada más y nada menos que el país del más loco, como en el Caribe no ha habido en muchos años, que se llamó Pablo Neruda. Tan loco que dijo haber visto a Bolívar en una calle de Madrid y cantó:
             “Yo conocí a Bolívar una mañana larga, en Madrid, en la boca del Quinto Regimiento, ¿Padre le dije, eres o no eres o quién eres? Y mirando el Cuartel de la Montaña, dijo “Despierto cada cien años cuando despierta el pueblo”.
        
            ¿Por qué esa adoración de Neruda, siendo lo que él es, tan grande que nos enorgullece a todos, por aquel hombre caribeño, pequeño de estatura, a quien llamó con admiración “pequeño capitán”?
           Bolívar hizo en su tiempo lo mismo que después el gran cantor chileno, enfrentarse al enorme poder, a la poderosa águila, que quiere todavía, más ahora que antes, ¡vainas de la agonía del planeta!, hundir sus poderosas garras en nuestro cuerpo. Lo que revela que los locos están en todas partes, en el norte como Marthin Luther King, Malcoml X y en el sur, como Mario Benedetti o Eduardo Galeano. La locura pues cunde en todas partes.
          Pero Maduro y la Bachelet no se encuentran, no porque uno sea loco y el otro no. Como que esta tiene todo medido y estudiado y aquél perdido el rumbo y hasta las cuentas, como que Mujica siempre ha estado preocupado por una que Maduro tiene con a los productores lácteos de allá de Uruguay en la que le sirvió de fiador. No es por eso tan simple que llena la vejez del Tupamaro, es más bien porque los dos, él y ella, se hacen los locos. Es grande ser loco, otra intentar pasar por esa condición.
        La chilena olvida o quiere que olvidemos su pasado. Ese que le llevó a al palacio de La Moneda. Tras ella hay una historia y un tobogán del Partido Socialista chileno y de otro “loco” llamado Salvador Allende y hasta de su padre un general patriota muerto en la tortura. Hay pues toda una herencia de lucha tirada en el camino contra el imperialismo y a favor de la soberanía y unidad latinoamericana, esa misma contra las cuales se manifiesta Bolsonaro diciendo que él “no quiere una patria grande”. Es decir la Bachelet, como si fuese caribeña maquillada, se hace la loca, solo que los caribeños no fingimos, somos locos. En eso tiene razón la xenofobia oculta de Mujica.
      Maduro es caribeño y algo de loco debe tener. Sólo que hay locos o hechos los locos y hay locos verdaderos. El Quijote o Francisco Quijano fue de estos últimos, como lo fue Bolívar; locos que mirando al mundo como es, tras los vapores de agua, como Reverón, otro tremendo loco, han sido capaces de percibir con claridad qué hay allá atrás. Pero hay también locos de remate, que no son de la misma estirpe, de esos que, si les pones en el home, le tiran a todo aunque la bola venga arrastrándose por el suelo. No saben qué hacer.
           La Bachelet no es loca; es demasiada cuerda; quizás sea su mayor defecto aparte del de modosita, pese su conducta parezca dislocante. Como cuando antes de salir de Caracas, atendida con esmerada atención y diplomacia por el gobierno, dio unas declaraciones al parecer ambiguas, dentro de eso de lo modosita que ella es, como queriendo quedar bien con Dios y con el Diablo, pero que al gobierno gustó,  pero no a la oposición, porque en esta hay como un espíritu demasiado exigente y “exquisito”. Y se fue y ofreció equilibrio y disposición a ayudar al entendimiento.
          Cuando llegó allá y, no teniendo nada de loca y menos de aquella locura de Bolívar o Neruda, dio un vuelco y produjo un informe distinto, como si nunca hubiese estado aquí, que ya estaba hecho y lo hicieron otros. Esta vez la oposición la aplaudió y esto no la incomodó para nada. Bueno eso dice uno. Habría que llegar a su intimidad. Las modositas suelen ser sensibles a la culpa. Ella será modosita pero no es loca, y si baila al son de quienes ponen la música, es porque no lo es, pues se necesita estar loco para perderse ese bonche. Ella no es traidora, en eso está equivocado Maduro; la Bachelet desde que uno le conoció que no es desde hace mucho, porque a Allende lo asesinaron ayer, siempre ha hecho lo mismo, bailar al son de la misma música y puede usted asegurar que no es la de los mapuches, tampoco la loquera caribeña; y esa conducta no es de locos y menos de traidores porque ella es coherente. ¡Pero pudiera cargar su complejo de culpa!
         La Bachelet, como decimos los cumaneses, “jura y perjura” que Maduro es loco, pues eso dice el sensato de Pepe Mujica, que fue Tupamaro, de un grupo de locos;  aquél, que la chilena es traidora. Así se buscan y nunca van a encontrarse.

         Pese lo que crea la Bachelet, inducida por Mujica, Maduro nada tiene de loco, pues locos fueron El Quijote y Bolívar. Y es una vaina muy grande llegar a la locura, como para que a uno le canten Miguel de Cervantes y Saavedra y Neptalí Reyes Basoalto.

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