sábado, 9 de febrero de 2019

ROMULO HENRIQUEZ Y VLADIMIR VILLEGAS, UNA ESCARAMUZA DESIGUAL ENTRE POLOS OPUESTOS


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Rómulo Henríquez y Vladimir Villegas,  una escaramuza desigual entre polos opuestos

Eligio Damas

            Mi hija mayor me llamó, el teléfono sonó insistente hasta cuatro veces y ella sabe que debe ser así porque suelo dejarlo en cualquier parte.
             -“Papá, prende el televisor y pon Globovisión, con Vladimir, está tu viejo amigo”.
            Prendí mi aparato y experimenté la agradable sorpresa de ver sentado frente al hijo de Cruz Villegas, a mi viejo amigo y compañero Rómulo Henríquez Navarrete, para nosotros simplemente “Romulito”, el hijo del viejo Rómulo.
           Llevaba más de dos o tres años sin verle. Este como cerco que nos está tirando la historia, que le hace cada día más difícil a uno desplazarse de una ciudad a otra, me ha alejado de Caracas y de los tantos buenos amigos que allá tengo. Además, por  haber perdido el celular en el cual estaba su número y el hecho que CANTV me tiene hace ya casi año y medio sin línea, no he podido hablar todo este tiempo con Romulito y saber de la salud de su compañera Magali Pozo, aquella linda muchachita caraqueña, de San José o La Pastora, no recuerdo bien, quien fuese reina de carnaval de Caracas y una infatigable luchadora en los tiempos duros de la clandestinidad contra Betancourt. Me sentí contento de verle saludable, porque eso es como una constante en quienes tienen la edad de nosotros y ligados por tantas cosas hermosas. Porque es bueno decirlo, pues es nuestro orgullo,  tuvimos la fortuna de formar parte de una generación maravillosa de venezolanos. De luchadores abnegados y sin chamba juvenil. Luego me dispuse a escuchar aquel debate que sabía desigual desde todos los ángulos.
           Es evidente que entre Rómulo y yo hay diferencias en la evaluación de la historia de Venezuela, ésta que tiene a Maduro como presidente. Pero para satisfacción mía siguen siendo las mismas o mejor casi las mismas de tres años atrás. Quiero decir que en lo sustancial mi viejo compañero y yo seguimos coincidiendo. Y esta coincidencia está en que ambos seguimos creyendo en la rapacidad del imperialismo y en la necesidad de defender del mismo la soberanía nacional y la legalidad del presidente Maduro; porque se trata de la constitucionalidad, la democracia y los derechos de la gente que uno sobradamente sabe que eso a los gringos, nada le importa. ¡Las pruebas? Abundan. Y esta posición de ambos no está envuelta en ideas, discursos radicales ni sueños absolutamente ajenos al acontecer histórico. Romulito siempre fue un hombre ponderado y juicioso. En los tiempos cuando muchos dirigentes con nombres y apellidos rimbombantes, que quedaron hasta grabados en la mente colectiva como sinónimos de revolucionarios, visionarios, casi íconos, pese el cúmulo de errores cometidos, Romulito siempre tuvo el criterio acertado, el mismo que como tal corroboraron los hechos. Por todas estas cosas pensé escribir algo sobre esa entrevista que solamente lo formal, Rómulo Henríquez estuviese allí, dándole lecciones de dignidad, equilibrio y hasta como dignificando a Vladimir, el hijo de Cruz Villegas, fue además todo un espectáculo y demostración de la enorme capacidad de exponer y reaccionar de quien se pasó la mayor parte de su vida dando clases en la Escuela de Economía de la UCV y transitando por la vida con una enorme dignidad. Pero de pronto leí un trabajo sobre esa entrevista de Teófilo Santaella que me pareció excelente y difícil de superar. Eso se lo hice saber a éste, magias de las redes sociales, quien generosamente me alentó a desistir de mi inicial idea.
            Debo confesar, se suele decir que “honrar honra”, percibí a Vladimir como cohibido y hasta tímido frente a mi viejo compañero. Fue por demás respetuoso. Quienes conocemos a Romulito y seguro Vladimir le conoce, le sabemos absolutamente ajeno a la soberbia, uso procaz de la lengua y menos a las usuales practicas de los políticos de decir cualquier cosa, hasta mentiras, para defender sus posiciones.
            La posición de Romulito, de reconocer la legalidad del gobierno, denunciar como los factores más dinámicos y representativos de la oposición en este momento reflejan sin ambages, ya no hay ocultamientos, fingimientos, los intereses políticos y económicos de la Casa Blanca y del presidente Trump, es la misma de los viejos tiempos; y cuando se ha vivido tantos años y habiéndose movido en los espacios por él frecuentados, sólo eso, es digno de admiración y más en una generación donde muy pocos alcanzamos eso. ¿Cuántos cadáveres de políticos vivos, de aquellos tiempos, pululan por allí? ¡Cuánta inconsecuencia y hasta frustración abunda en los pasos tristes de quienes en el camino a la vejez perdieron la coherencia y olvidaron todo lo que antes fueron! Quizás, Vladimir, por saber todo eso, aparte de otros rasgos personales y profesionales de su entrevistado, excelente pedagogo, Romulito lo fue desde muy joven, y la observación inicial que hizo al abrir la entrevista, según la cual guarda una gran admiración, respeto y hasta agradecimiento a Cruz Villegas, no pudo salir nunca de las cuerdas. Pero lo que más admiré en esa entrevista es algo que Teófilo Santaella captó magníficamente cuando escribió resulta sorprendentemente agradable verlo y oírlo por la pantalla de Globovisión, respondiendo con una tranquilidad pasmosa, no sólo las preguntas del periodista, sino la insistencia en llevarlo hacia el lado de él. Es decir, a que responda para satisfacer su ego y la política del canal de marras.”https://www.aporrea.org/medios/a275608.html
            Por puro formalismo, digo esto porque los años han pasado y hemos aprendido mucho, vi a Romulito como en los viejos tiempos, afrontando los debates con una enorme madurez, sencillez, sin dejar de ser profundo, característica que siempre ha tenido al hablar y escribir. Es de esos hombres, pese su formación académica que, entre otras cosas le hizo decano de la Escuela de Economía, varias veces diputado de nuestro partido MIR, que no se esconde detrás de ningún enredijo de palabras rimbombantes, hasta encriptadas y encriptantes, pues sabe usar el lenguaje sencillo del maestro para decir cosas sabias y Vladimir percibió que tenía enfrente a un gladiador con contundentes, pacíficas y exquisitas armas. Pero supo además que ante él estaba toda la dignidad que es capaz de cargar un humano. Y pese los dislates y hasta la carga de inconsecuencias que Vladimir lleva consigo, no tuvo más que rendirse ante aquel competente, colosal, hábil, sereno y sobretodo inmenso contrincante.
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