sábado, 2 de febrero de 2019

PON TU PENSAMIENTO EN MI

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APUNTES DEL CARTULARIO

Ciro Bianchi Ross

Pon tu pensamiento en mí

Era un buen poeta repentista. Tenía ángel para la improvisación y la
décima campesina. Pero Miguel Alfonso Pozo —Clavelito— animado por el
deseo ferviente de ayudar a los demás, comenzó un día a hacerlo a
través de su programa de radio y su fama creció como la espuma. La
gente lo vio entonces como un «preocupado y atento consejero» al que
podía pedírsele la solución de un problema práctico o de un asunto
amoroso e incluso la cura de la salud quebrantada, lo que lo convirtió
en «el primer curandero del país apoyado en un micrófono de profundas
y lejanas resonancias».

Para curar, Clavelito magnetizaba el agua que el doliente bebería al
día siguiente. Lo curioso es que lo hacía con una linterna. Como no
todos los que la necesitaban podían acercársele, aconsejaba a los que
estaban lejos que, mientras lo escuchaban en silencio, colocaran un
vaso de agua encima del receptor de radio. Si veían la imagen del
trovador reflejada en el líquido podían beber el agua con absoluta
confianza porque esa agua curaba. Jamás pudo explicar en qué radicaba
su poder. Pero lo consideraba un privilegio de la providencia. «Lo mío
es lo imposible hecho posible; lo inverosímil hecho verosímil», decía
Clavelito, que gustaba definirse como «el hombre del destino».

Una bien acoplada música de claves y guitarras abría El Buzón de
Clavelito, que salía al aire por Unión Radio-TV y servía de fondo a la
voz del trovador: «Pon tu pensamiento en mí / y harás que en este
momento / mi fuerza de pensamiento / ejerza el bien sobre ti». La
música iba desenvolviéndose y entraba entonces el locutor y decía: «Un
milagro de la naturaleza en el deleite de una canción guajira.
Manifiesto de los elementos que contribuyen al éxito, a la salud, al
amor, a la felicidad. Poeta, intérprete de los corazones
incomprendidos. Mensajero de la buena suerte. Si usted no es feliz, si
tiene algún problema, si no tiene salud, si no tiene empleo, si el
dinero no le rinde, si no tiene amor… Oiga a Clavelito en silencio. En
silencio, por favor…» Y entonces Clavelito, con un montón de cartas y
telegramas en las manos, empezaba a cantar y a hablar, de prisa, sin
meditar apenas en  lo que decía, sobre la marcha de la lectura
vertiginosa: «Manolo García, tu mal tiene remedio… Señora de Matanzas,
tengo una solución… Muchacha desesperada de Cabaiguán, yo sé cuál es
tu problema…»

Fuera del estudio se formaban colas de hasta de tres cuadras para ver
a Clavelito, y llovían  las cartas dirigidas a su programa.
Setecientas en la primera semana, 2 000 en la segunda, 10 000… Llegó
el momento en que se necesitó un camión para transportar hasta la
emisora los miles y miles de cartas que le enviaban.  En muchas de
ellas se agradecía la gracia concedida. Así, Esmeralda Serrano, de
Cascorro, le confía que, tal como él se lo indicó, puso un pedacito
del billete 25 187 encima del radio y se sacó el premio gordo de la
Lotería. Y Ramón Barzaga, de Contramaestre, dice que desde que barrió
la casa como Clavelito le dijo que lo hiciera se le quitó la punzada
que tenía en el lado izquierdo del pecho. La señora CPB, de
Manzanillo, está feliz: desde que lo escucha, todo es tranquilidad en
su casa: consiguió reconciliarse con el esposo y el niño, que no salía
del médico, logró recuperarse del todo…
El programa avanzó viento en popa hasta que Unión Radio decidió crear
paréntesis a lo largo de toda su programación para, más allá del
espacio de Clavelito, dar respuesta a los que pedían consejo al
cantante, lo que obligaba a los interesados a mantenerse atados a esa
emisora durante todo el día. Y eso sí no lo toleró la competencia ya
que la audiencia prefería oír la solución de su propia novela a seguir
los lagrimeantes argumentos ajenos. Es así que la Comisión de Ética
Radial, la Asociación de Anunciantes de Cuba y el Bloque Cubano de
Prensa arremeten contra el programa y logran que sea suspendido el 5
de agosto de 1952. Clavelito entonces volvió a sus versos bucólicos,
pero ya nada fue igual.

Miguel Alfonso Pozo, Clavelito, nació en Santa Clara, el 29 de
septiembre de 1909. Hijo de un mambí, tuvo una infancia muy humilde,
improvisó antes de aprender a leer y leyó mucho cuando supo hacerlo,
sobre todo libros de psicología. Escribió varios libros, entre ellos
dos novelas. No queda claro si llegó a postular un acta como
Representante a la Cámara. Con esa intención,  cambió en el Registro
Civil su nombre de Miguel por el de Clavelito. Durante sus últimos
años hizo presentaciones en una humilde carpa de circo, en La Víbora.
Murió en La Habana, el 21 de julio de 1975.

Aunque decía que no le interesaba el dinero, hizo su platica con los
augurios. Se creyó un nuevo Mesías y puso una nota única en el folclor
cubano. ¿A quién dañó con su programa? Llevó un poco de esperanza a
gente que apenas la tenía y con sus consejos cantados sobre el uso de
tal o más cual planta medicinal trató de aliviar el quebranto de
aquellos que no disponían de médicos para curarse. ¿Qué mal hubo en
eso? Por eso, luego de la suspensión del programa, un dibujante de la
época caricaturizó a Liborio y puso a su pie estos versos: «Todo se
opone a mi paso / siempre me toca sufrir / el más rotundo fracaso…/
sin agua, radio ni vaso / ¿qué cosa voy a pedir?»
    
    
    




    




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Ciro Bianchi Ross

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