domingo, 16 de julio de 2017

PASEO POR LA HABANA

Ciro Bianchi Ross to you + 53 moreshow details
Paseo por La Habana
Ciro Bianchi Ross • digital@juventudrebelde.cu
15 de Julio del 2017 20:23:42 CDT

Si se le pregunta a cualquier habanero dónde sitúa el corazón de la
urbe, responderá sin vacilar que en La Rampa. Ese pedazo de calle que
se extiende a lo largo de 500 metros por la avenida 23 en el Vedado,
desde la heladería Coppelia hasta el mar, es lo más céntrico y
concurrido de la capital. El sitio ideal para el paseo, la cita
amorosa, el encuentro de trabajo, la distracción… Así ha sucedido a lo
largo de los últimos 60 años, en los que La Rampa se convirtió, junto
al Malecón, en el lugar más cosmopolita de la ciudad.
Ir a La Rampa, reunirse en esta, son costumbres de los cubanos, como
también lo es tomarla como punto de referencia para emprender camino
después hacia otros sitios. Hay muchas maneras de recorrer La Habana.
Una puede ser la de seguir el derrotero que marca aquí la historia.
Otra es hacerlo a libre arbitrio con paradas en aquellos lugares que
merezcan un alto en el camino. Eso es lo que, con La Rampa como punto
de partida, haremos, a modo de propuesta, en las páginas que siguen.

Estilos diversos
Se insiste tanto en los valores de La Habana colonial que se corre el
riesgo de suponer que el resto de la ciudad no los tiene. De La Habana
moderna lo mejor es el Vedado, logro mayor del urbanismo cubano. Con
la instauración de la República (1902) esa barriada adquirió auge
inusitado. Ya la Universidad se había instalado en ella y los señores
de abolengo y los nuevos ricos hicieron construir sus residencias en
la zona.
Se impuso entonces una modalidad ecléctica en la arquitectura que
alcanzó sus mejores exponentes en la casa donde radica la Unión de
Escritores y Artistas de Cuba, el palacete que alberga el Museo de
Artes Decorativas y el auditórium Amadeo Roldán. Es de estilo
genuinamente florentino la Casa de la Amistad, y neobarroca la casona
donde está instalado el café-restaurante 1830, junto a la
desembocadura del río Almendares.
Aunque existían en la capital algunos edificios altos, es en el Vedado
donde prolifera el afán de los rascacielos —casi nunca mayores de 20
pisos. El Hotel Nacional (1930) sin embargo tiene solo ocho niveles,
pero —con su estilo plateresco español— fue la primera instalación
hotelera de verdadero lujo de que dispuso la ciudad. Poco después se
construía el edificio de apartamentos López Serrano, de estilo art
decó, que fue el más alto de La Habana hasta la década de los 50.
Es por esta época en que el Vedado vuelve a renacer. La Rampa, más que
una calle, comienza a convertirse en un estado de ánimo; se inauguran
grandes hoteles —Rosita de Hornedo, Capri, Riviera, Habana Hilton— y
edificios como los del Retiro Odontológico y el Retiro Médico marcan
puntos muy valiosos en la arquitectura cubana. A estos se une el
edificio Focsa, una de las construcciones más altas del país, y
maravilla de la ingeniería civil cubana.

La Plaza
Claro que si de alturas conseguidas por la mano del hombre se trata,
ninguna supera en Cuba al monumento a José Martí en la Plaza de la
Revolución. Desde la avenida 23, la avenida Paseo conduce directamente
a ese sitio que ha sido centro de la vida política de la nación desde
1959.
En la calle G, llamada también Avenida de los Presidentes, impacta el
monumento al mayor general José Miguel Gómez, segundo mandatario de la
nación (1909-13), construido por cuestación popular en 1936, y el
Castillo del Príncipe es exponente de uno de los baluartes definitivos
de la ciudad colonial. Ya en la Plaza, enmarcada por los edificios de
la Biblioteca Nacional José Martí y el Teatro Nacional, la sede de
varios ministerios y el Palacio de la Revolución, la estatua del
héroe, de 18 metros de alto, se recorta contra un obelisco de 142
metros. Una escalera de 567 peldaños y un ascensor conducen al mirador
del monumento. Desde allí, con La Habana a los pies, se regala una
perspectiva que corta el aliento.

El Prado
El Paseo del Prado marca la frontera entre la ciudad moderna y la
antigua. No se concibe a La Habana sin esa calzada; tampoco sin su
Parque Central, que se asoma sobre el Paseo. Allí también se ubica ese
palacio de palacios que es el Capitolio, inaugurado en 1929.
La cúpula de este edificio es, en su estilo, por su diámetro y altura,
la sexta del mundo. A la linterna que la remata, en el momento de
construirse el edificio, solo la superaban la de San Pedro, en Roma, y
la de San Pablo, en Londres. Bajo la cúpula se aprecia la Estatua de
la República, una de las más altas entre todas las esculturas que
existen bajo techo, aunque poco se sabe acerca de la apetitosa cubana
que sirvió de modelo para la obra. A sus pies, empotrado en el piso
del Salón de los Pasos Perdidos, un brillante que perteneció a una de
las coronas del último zar de Rusia marcaba el kilómetro cero de todas
las distancias de la Isla.

Obispo
Da gusto caminar la calle Obispo, arteria eminentemente comercial que
enlaza el Paseo del Prado con la Plaza de Armas en La Habana Vieja.
Esa plaza es la más antigua de la ciudad y fue el centro
político-militar de la Isla durante la Colonia. Una de las
edificaciones que se asoma a esa plaza es el Castillo de la Fuerza, la
segunda de las fortalezas que los españoles construyeron en América y
que luce en su torre de homenaje a La Giraldilla, símbolo de La
Habana. Junto a la Fuerza se alza, con su patio andaluz y su portada
mayestática, el Palacio del Segundo Cabo (1772) y en otro lado de la
plaza, frente al que ocupa el hotel Santa Isabel, el Palacio de los
Capitanes Generales (Museo de la Ciudad) se yergue como el exponente
más genuino de la arquitectura barroca habanera.
Pese al esplendor de la Plaza de Armas, la de la Catedral es el
conjunto más armonioso de La Habana de ayer, en tanto que la de San
Francisco exhibe, aledaña al convento de ese nombre, la bellísima
Fuente de los Leones, y la Plaza Vieja ofrece en sus edificaciones un
compendio de estilos.
Resulta impensable salir de La Habana Vieja sin visitar la morada de
la calle Leonor Pérez, 314. Es modesta, nada de lujos hay en ella,
pero tiene para los cubanos una significación especial: allí nació
José Martí, el Apóstol de la Independencia de Cuba.

El túnel
Es, sin discusión, «la obra del siglo» en Cuba. Se le considera una de
las siete maravillas de la ingeniería civil cubana y un estudioso como
Jacques Boudet la incluye entre las grandes obras de la humanidad. En
efecto, en su libro The Great Works of Mankind (Londres, 1961) aparece
el Túnel de La Habana junto a la ciudad de Machu Picchu y el Alhambra
de Granada, la Gran Muralla china y la Ciudad Prohibida, el cable
trasatlántico y el Canal de Suez, el puente de Brooklyn y la
modernización de Moscú… Por primera vez un viaducto submarino se
construía de esa forma y su proyecto y su tecnología revolucionarían
el mundo de las construcciones.
Para hacerlo posible se dragaron 250 000 metros cúbicos de roca y más
de 100 000 de arena. Tiene una extensión de 733 metros y un ancho de
22 metros y sus cuatro carriles se diseñaron para permitir el tránsito
de 1 500 vehículos por hora en ambas direcciones. Los tubos o cajones
que lo conforman se construyeron en un dique seco y luego se
trasladaron por flotación para ser hundidos en el fondo del canal de
la bahía habanera, donde previamente se había excavado la zanja donde
se depositarían.
El Túnel de La Habana se inauguró el 31 de mayo de 1958, después de
tres años de trabajo, y con la obra se hacía realidad el anhelo de
enlazar de una manera rápida y cómoda a La Habana con lo que entonces
se llamaba la Ciudad del Este y un rosario de playas de encantamiento
con sus arenas blancas y aguas cristalinas. Basta con atravesar bajo
el mar la rada habanera y eso se hace en cuestión de segundos.

Hacia el este
La ciudad se había expandido hacia el sur y hacia occidente, mientras
que el este seguía constriñéndose a sus playas que atraían cada vez
más la atención de vacacionistas y gente deseosa de invertir en ellas.
Por la lejanía y el estado deplorable de los caminos, llegar a esas
playas fue un martirio hasta la construcción de la Vía Blanca a
mediados de los años 40. Y una vez inaugurada esta, el viaje seguía
haciéndose innecesariamente largo cuando el túnel garantizaría una vía
expedita y revalorizaría los terrenos situados más allá de las
fortalezas del Morro y la Cabaña.
Los grandes propietarios del este no cejaban en su empeño y en 1949 se
acometían estudios de factibilidad del Túnel de La Habana. En 1954 la
idea era ya indetenible. Gracias al túnel, se desplazaría el centro de
La Habana y, en principio, la capital crecería hacia el este los
mismos 18 kilómetros que durante 40 playas, por su parte, continuaban
su expansión indetenible. Guanabo era ya una ciudad-balneario y Santa
María del Mar había crecido enormemente, y muy bien planificada, en
menos de diez años. Se parceló y construyó en Boca Ciega, Tarará y
Bacuranao, y la Vía Blanca propició el surgimiento de repartos
residenciales en Colinas de Villa Real, Alamar, Bahía… mientras que
Cojímar se consolidaba como un poblado de pescadores no exento de
encanto e interés turístico.

La vía más rápida
El Malecón resulta la vía más rápida para alcanzar el oeste habanero.
Cualquiera de los dos túneles que cruzan bajo el río Almendares —uno
de los cuales suplantó al famoso puente de Pote, que se abría en dos
partes a fin de dar paso a las embarcaciones— enlaza el Vedado con
Miramar, el barrio diplomático y empresarial por excelencia, con una
Quinta Avenida fastuosa. Más allá, por la carretera Panamericana, la
Marina Hemingway abre una puerta a la aventura.
El habanero se olvida a menudo del Almendares. Sin embargo, ese río es
uno de los símbolos de La Habana y parte entrañable de su identidad.
Por el Parque Metropolitano llegan a la capital los parques naturales,
el pulmón verde que la capital necesita y del que forman parte, en la
capital de la urbe, el Parque Lenin, el Jardín Botánico, los terrenos
de ExpoCuba, Río Cristal y el Zoológico Nacional. Es difícil
reproducir con palabras tanta maravilla.
Desde el sur, por la Avenida de Rancho Boyeros, puede retornarse al
Vedado. La Ciudad Deportiva se encuentra en ese paso y, frente a ella,
la Fuente Luminosa. Queda atrás la Plaza de la Revolución y se
desemboca otra vez, de golpe, en la avenida 23. Si se sigue por G
hacia el mar, se apreciarán los monumentos a Salvador Allende, Benito
Juárez, Omar Torrijos, Eloy Alfaro y Simón Bolívar y, más abajo, en la
intersección con Malecón, el que rinde homenaje al general
independentista cubano Calixto García. A la izquierda está la Casa de
las Américas, una de las grandes instituciones culturales del
continente.
Se impone una vuelta a La Rampa. ¿Qué tal un helado de chocolate o de
vainilla? Bueno, ahí está Coppelia, más que una heladería, una
institución nacional, donde es posible degustar los mejores helados
del mundo.

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Ciro Bianchi Ross
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