jueves, 4 de octubre de 2012

LOS OTROS QUE TAMBIEN CONSTRUYEN


 
ATENCIÓN FRANK

 
Los otros que también construyen.

CRÓNICAS CUBANAS.



Por Félix Sautié Mederos

Los otros que también construyen forman parte de una realidad innegable que algunos se resisten a reconocer. No solo construyen los que optan por las luchas políticas y sociales. En esta dirección pienso que los que excluyen a esos otros que también construyen, coincide con que casi siempre menosprecian a las dimensiones espirituales de la vida que van más allá de ideologías y posicionamientos de índole social, económica o política. Cuando me refiero a esas dimensiones más allá de lo político e ideológico, tampoco lo hago solo a partir de las expresiones religiosas, porque en mi opinión parten de una impronta humana más amplia incluso que las de la fe religiosa en sí misma.

Por ejemplo, la cultura constituye una manifestación inequívoca de espiritualidad y es más amplia que las expresiones religiosas. Puedo decir que esas dimensiones espirituales que significo, se expresan con los sentimientos, con la idiosincrasia, con la creatividad o con la manera de conducirse las personas dentro de su familia y/o de los espacios sociales. Hay en consecuencia, quienes también construyen afrontando como todos dificultades, limitaciones e inconsecuencias, desde sus dimensiones específicas y conforman determinadas y muy extendidas capas de la sociedad, que actúan de forma modesta y silenciosa, pero por lo general muy efectivamente.
Existen importantes manifestaciones de espiritualidad en la familia, el trabajo y la creación, así como en los servicios de atención a los demás en sus enfermedades, sus incertidumbres, sus limitaciones y sus angustias. En conjunto, tienen que ver con una espiritualidad del amor por la vida y por el prójimo, que no es patrimonio exclusivo ni de los cristianos que lo han proclamado como su sentido esencial de la existencia, ni de otras religiones o espacios esotéricos y existenciales, porque forman parte de lo que se ha dado en llamar más ampliamente como la condición humana.

Hay quienes declaran que rechazan lo religioso, la mística o los sentimientos sin tener en cuenta que esas expresiones forman parte de la espiritualidad intrínseca de las personas; porque ellos lo aprecian sólo a partir de sus concepciones ateas calificándolos como formas de ser de quienes poseen poca ilustración científica. Debo confesar que algunos desde esas posiciones intelectuales me han increpado al respecto. En ocasiones lo han hecho a partir de algún criterio muy puntual, sin conocerme en realidad. Yo, en cambio, les concedo el derecho a expresarse en sus criterios muy específicos, pero no puedo apartarme de mis convicciones existenciales acumuladas durante mi larga vida.

Estos criterios descriptos, considero que en general forman parte de un sectarismo contradictorio con los conceptos de justicia social, equidad distributiva y participación democrática. Percibo asimismo que en muchas ocasiones se niegan intelectualmente las posibilidades de participación y la razón de ser a los que dedican sus vidas y esfuerzos a trabajar por su familia, por la cultura, o por la espiritualidad con modestia, anonimato y honradez. Sin tomar en consideración que esos otros también construyen y merecen todo el respeto de los demás.

En este orden de pensamiento, quiero añadir que recientemente leí un muy interesante artículo del amigo Armando Chaguaceda titulado “El síndrome del Kaiser…” (1), con el que estoy de acuerdo en sus aspectos esenciales; muy especialmente con algunos párrafos en relación con el tema que planteo. Hemos coincidido en el tiempo sin habernos puesto de acuerdo previamente, porque Chaguaceda al referirse al retrato sobre el Kaiser Guillermo II que expresó el historiador Eugenio Tarlé “definiéndolo como alguien que deseaba ser ‘en cada bautizo el recién nacido, en cada boda la novia y en cada entierro el difunto’ ”… dijo textualmente que: “Semejante retrato parece reflejar hoy, dentro del la esfera pública cubana, a quienes – ligando el afán de protagonismo, la incontinencia verbal y la satanización del criterio ajeno- enjuician a sus compatriotas con caricaturizaciones de poco calado analítico y nulo reconocimiento ético”. Considero vale la pena leerlo íntegramente. El párrafo citado retrata a muchos de los que adentro o afuera de nuestras fronteras, a favor o en contra se dedican a cuestionar: “la legitimidad de otras personas que -desde posturas plurales y transparentes- impulsan iniciativas de consenso, con respeto a la soberanía nacional y los derechos ciudadanos”
Considero que la amplitud del grupo a que se refiere mi amigo Chaguaceda, rebasa los límites planteados por él e incluso por mí en este artículo, en cantidades y proporciones insospechadas. Ellos manifiestan un ver la pequeña brizna en el ojo ajeno, sin tener en cuenta la viga posada en el suyo. Un juzgar con una vara distinta a las que usan para juzgarse a sí mismos. Un erigirse en jueces de los demás que no actúen o no se expresen como ellos lo hacen o quisieran hacerlo.

Deberíamos superar esas estrecheses de miras y de acción, dejando a un lado con urgencia al sectarismo muchas veces de izquierda incluso, que nos dispersa, nos aísla y nos diluye. Todos somos necesarios y todos debemos caber en la República, respetándonos unos a otros tal y como queremos ser respetados nosotros mismos. El debate debería ser sobre los conceptos y no sobre la calificación de las personas que participen. Quizás deberíamos tomar más en consideración la necesidad de propiciar un fortalecimiento de la sociedad civil, con plenas libertades y derechos humanos, para que sus entidades sean capaces de convertirse en expresión de los más diversos sectores de la vida social y de conjunto actúen en diálogo permanente de todos con todos, en donde solo se autoexcluyan los que no deseen participar o no tengan nada que decir. Así lo pienso y así lo afirmo con mi mayor respeto para las opiniones diferentes.

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