viernes, 26 de octubre de 2012

EL OTRO COMANDANTE HA MUERTO, DIOS LO TENGA EN SU SANTA GLORIA










Eloy Gutiérrez Menoyo, cubano nacido en Madrid en 1934, comandante de la revolución
que depuso al dictador Fulgencio Batista, dictó este texto a su hija durante su enfermedad
para que fuese publicado a su muerte:

El año 1959 registró un acontecimiento que parecía marcado por la poesía: la Revolución Cubana.
De aquella Revolución, esparcidos por la isla y por el mundo, quedan hoy restos dolorosos de un naufragio.
En el 2003 regresé a Cuba. Enemigo en un tiempo del Estado cubano y percibido así oficialmente, intentaba
una actividad pacífica que fecundara a favor de un espacio político. Durante años, desde el exilio en visitas
puntuales a Cuba, habíamos dialogado con este gobierno con vista a una apertura política. Con el país hecho
añicos, sin el socorro de la desaparecida esfera comunista, no le quedaba a Cuba otra salida que no fuera el
cambio.

Así se lo manifesté a Fidel Castro en nuestros encuentros que consideré breves pero sustantivos. Sin embargo,
desde mi llegada sorpresiva, no se me ha extendido el carnet de identidad ni se me ha otorgado el espacio
político que se discutió en un tiempo. Es cierto que se ha tolerado mi presencia pero ello ha ocurrido bajo
el ojo orwelliano del Estado que se ha preocupado por observar de cerca a nuestra militancia.

En el tiempo que he pasado aquí, he visto también la destitución de sus cargos de algunos de los funcionarios
oficiales que compartieron conmigo y otros activistas de Cambio Cubano, no sólo la preocupación por los
problemas que asolan a nuestro pueblo, sino también la urgencia de producir la necesaria apertura política.

Esa apertura política traería consigo grandes transformaciones que se hacen impostergables y para las cuales
no faltó en los momentos de nuestras conversaciones cierto estímulo alentador por parte del más alto liderazgo
de este país.

Hoy día, sin perder mi fe en el pueblo cubano, denuncio que aquella empresa, llena de generosidad y lirismo,
que situaría de nuevo a Cuba a la vanguardia del pensamiento progresista, ha agotado su capacidad de
concretarse en un proyecto viable.

Comparto esta realidad con los mejores factores del pueblo cubano, estén en el gobierno, en sus depauperadas
casas o en el exilio, y asumo la responsabilidad de este tropiezo a la vez que me reafirmo en las ideas que en
su inicio suscitaron la admiración de amplios sectores cubanos e internacionales. Hago esta declaración en
medio también de un diagnóstico médico en lo que va menguando mi salud personal.Asumo la responsabilidad
de esta batalla y no me amedrenta el hecho de que algunos puedan calificarla de fracaso. La voluntad de
perpetuarse en el poder de Fidel Castro ha podido en este caso más que la fe en la posible renovación de los
 mejores proyectos cubanos desde fecha inmemorial. ¿Cuál es la Cuba a la que me enfrento hoy en medio
de mi enfermedad? Es una Cuba desolada en la que el carácter ético del proceso de 1959 se ha hecho
 inexistente. El ciudadano ha ido perdiendo consciencia de sí mismo: se resiste aunque a veces no lo exprese
 y la juventud se sustrae y convierte el deseo de escapar en una obsesión desmesurada. Grandes sectores de la
 gente de a pie ya sabe de memoria que esta revolución ya no tiene sentido moral. El cubano ha ido perdiendo
 su esencia. Sobrevive en la simulación y en ese extraño fenómeno del doble lenguaje.

Las estructuras son irracionales. La extranjerización de la economía se monta precariamente sobre una fórmula
absurda y desbalanceada que excluye el protagonismo y la iniciativa nacional.

El gobierno que pregonó ser del pueblo y para el pueblo no apuesta por la creatividad y la espontaneidad
 nacional y el sindicalismo brilla por su ausencia.

Me ha tocado vivir de cerca la ardua faena de intentar hacer oposición en este país. He sido firme en mi
 posición independentista y en mi llamado a marcar distancia de cualquier proyecto vinculado a otros
gobiernos. Pero el gobierno cubano ha sido tenaz en su minuciosa labor de hacer invisible a la oposición,
a la que se coacciona y cohíbe de movilizarse y no se le permite insertarse en las áreas importantes de las comunicaciones o la legislación.

¿Cómo indemnizar a un país a 50 años de disparates contra su ciudadanía? ¿Cómo se indemniza a un pueblo
de tantos daños directos contra la colectividad y el ciudadano? ¿Cómo se le indemniza de los errores por
consecuencia?

El gobierno cubano no deja duda de su incapacidad de crear progreso. Como resultado de esta realidad
el cubano deambula sus calles como un ciudadano disminuido, inquieto, triste e insolvente. En la mentalidad
de los que se aferran del poder a toda costa ese ciudadano es el modelo y candidato perfecto a la esclavitud.
La constitución no funciona. El sistema jurídico es una broma. La división de poderes no es siquiera una
quimera. La sociedad civil es, como el progreso, un sueño pospuesto por medio siglo.

¿Burla la justicia la madre desesperada que busca leche para su hijo en la bolsa negra? Hace unos 60 años,
Fidel Castro se dirigió a un magistrado, en medio de una dictadura pero con prensa libre como testigo,
y explicó que si se le acusaba por uso de fuerza militar revolucionaria, ese agravio, ese desacato a la ley,
y aquella querella oficial contra él, debían ser desestimados ya que el gobierno existente era producto ilícito
de un golpe de estado. Aquella lógica, inexpugnable y cierta, podría aplicarse hoy día, en nombre de la
oposición para decir que el gobierno cubano hace un grosero uso del poder absoluto y que su consolidación a perpetuidad es una intolerable disposición testamentaria. Se usaría bien aquel planteamiento de Fidel
ante un magistrado para decir que nadie puede hacerse custodio eterno de un país ni llevar adelante una
meticulosa empresa de abolir la realidad y de paralizar el avance. También se me ocurriría preguntar dónde
está la dirección originaria del proceso por el que murió mi hermano Carlos o cuándo terminará la desazón
de sentir que el futuro está hipotecado.

Durante 50 años de destreza política y control policiaco el cubano
ha sido un verdadero héroe de la subsistencia dentro de un laberinto dialéctico. Ha manejado el desencanto
y el extravío y el desdoblamiento y la fatiga. ¿Qué tiene de nuevo que decirle este gobierno a ese cubano
acerca de su destino incierto? Según los médicos, mi diagnostico es irreversible. Voy sintiendo que cada día
será más opaco y a la vez más cierto en la brevedad de mi destino. No temo el diagnóstico que parece ser una
ruta y la caminaré con calma y con esperanza en el futuro de Cuba, esta tierra de hombres y mujeres
inigualables. Quisiera decir que me reitero en las ideas que alentaron en mí y en mis hermanos mis padres
generosos; ni tamizo ni renuncio a mi vinculo con la socialdemocracia, una vinculación que es, cada vez más
a partir de la visión incluyente de la historia; las posibilidades de éxito de cualquier visión política se
engrandecen o achican a partir de la generosidad y el sentido de compromiso colectivo, la capacidad de
 acuerdo de sus portadores.

Si ofendí a alguien, si los fantasmas de las diferentes contiendas me tentaron a faltarle a la generosidad, pido benevolencia, al igual que olvido a quienes pudieron haberme juzgado de manera apresurada hoy reflexiva.
Creo haber servido a Cuba en diferentes etapas por encima de los errores de mi autenticidad, de cualquier
falta de visión de mi parte o de cualquier terquedad en el camino. Durante la revolución, creo haber sido una
voz de humanismo que se manifestó quizá mejor en el sentido de oponerme a los fusilamientos. Haber vivido
en mi infancia la guerra civil española me había preparado para intentar al menos el dominio de las pasiones.
No creo haber sido de los que permitieron el reverso del sueño que acabó en convertirse en la peor pesadilla.
Alguien podría interpretar este documento como un lamento pesimista. Sin embargo, no es ese su propósito
como no va en él ninguna forma de cólera aunque me haga eco de estos duros quebrantos de la familia cubana
 a la que me uní desde mi niñez al llegar a Cuba como miembro de una familia de exilados españoles
 republicanos. Mi optimismo se basa en la fuerza telúrica de esta isla; en la ternura infinita de la mujer cubana;
en el poder de innovación de su gente más sencilla. La herencia de perdurabilidad de la Nación cubana resistirá todos los ciclones de la Historia y a todos los dictadores. Varela es más que una seña. Maceo es más guía que
guerrero admirable. Martí no es una metáfora.

La suerte llegará. Cuando el último cubano errante regrese a
su isla. Cuando el último joven nacido en Madrid, en Miami o en Puerto Rico se reconozca en la isla. Cuando
sanen las heridas y desaparezca el dolor habrá un pueblo que tendrá cautela de celebrar su nueva dicha y de
cuidarse de magos iluminados y de proyectos mesiánicos. Porque, no importa cómo, la suerte llegará: delgada,
silenciosa y frágil como una mariposa llena de júbilo, como una señal para este pobre pueblo que merece algo
mejor. Yo sé que habrá una mariposa que se posará en la sombra. Me habría gustado poderle decir que habría
querido dar más; acaso ella habría entendido que sólo pude dar mi vida y que tuve el privilegio de ser parte de
esta isla y de este pueblo.

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