jueves, 20 de septiembre de 2012

SILVIO RODRIGUEZ : LO HUMANAMENTE UTILES QUE PODEMOS SER

   

Silvio Rodríguez: lo humanamente útiles que podemos ser

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Por Mónica Rivero
Tomado de Iberoamerica.net
Un día de verano cierto personaje tocó a la puerta de Silvio Rodríguez:
“Mire, yo atiendo lo que es Prevención en el barrio La Corbata. Como usted sabe, trabajamos en lugares sensibles, donde hay personas que han sido reclusas, y tratamos de ayudarlas a la reinserción en la sociedad. Como son barrios con determinados problemas, con determinadas carencias, también tratamos de que la gente se conduzca bien, que no se desvíe, no se meta en problemas… Yo vengo a verlo porque cuando usted fue a la prisión de Guamajal, yo trabajaba allí, entonces me di cuenta de que usted es una persona que se preocupa por estas cosas”.
En efecto, algo más de un año atrás, Silvio no había reparado en el entonces Primer Teniente José Antonio Álvarez, uno entre tantos oficiales de la cárcel de Guamajal Hombres de Villa Clara. Pero a la vuelta de un año o más de la gira por las prisiones, al trovador le parecieron especialmente interesantes sus preocupaciones y la manera en que las enfocaba: “Yo dije ‘coño, aquí hay un material humano que hay que aprovechar, hay que ver qué hay detrás de esto’”.
Se hizo entonces el concierto de La Corbata. “Una vez vivida esa primera actividad, yo me di cuenta de que eso era lo que tenía que hacer. Esa experiencia lo enfrenta a uno a una realidad que por lo menos yo no conocía. Yo no sabía que existía esa complejidad dentro de la sociedad, que se habían formado nuevos barrios, ni en las condiciones en que vivían, que a veces son muy muy muy precarias”.
El capitán Álvarez, sin quererlo o saberlo, sugirió un camino. Silvio, receptivo, lo convirtió en motivo de hacer. Aquel primer concierto fue el precedente de todo un proyecto: una gira por alrededor de treinta barrios de La Habana. Al cobrar esa magnitud, el suceso motiva nuevas preguntas:
-¿Qué criterio sigue la selección de los barrios de la gira?
Ana Lourdes Martínez, coordinadora de la Gira por los barrios, se ha ido reuniendo con los Poderes Populares y con el departamento de Prevención, de la PNR. Según la experiencia de estos especialistas, y también por peticiones y noticias que nos han llegado de vecinos de diversos barrios, hemos ido armando nuestra trayectoria. El criterio que nos ha guiado es presentarnos en los lugares más necesitados, en los que haya más problemas acumulados, en los sitios más críticos por la razón que sea. Siguiendo esta brújula, además de viejos barrios habaneros, hemos visitado lugares que hasta hace unos años ni siquiera existían. Vecindarios creados por albergues que inicialmente iban a ser provisionales. En ellos ubicaron a familias que por diversas causas perdieron sus viviendas. Algunos llegaron siendo niños y después se casaron, y más tarde han visto crecer a sus propios hijos. Es el caso de lugares como “Sexto congreso”, que queda más allá de la línea del ferrocarril de Lawton. O de Lugardita, que lleva más de un año sin tanque de agua. O de “Bello amanecer”, que tiene un nombre que hace pensar en lo que no es. Eso sí, en todos esos barrios hay niños con escuelas y con zapatos.
-¿Por qué una gira así en este momento particularmente?
Cuba está inmersa en un sensible proceso de cambios. Es una transformación necesaria, pero uno de sus peligros es que algunos sectores menos favorecidos se empobrezcan más. Estar junto a ellos es una de las principales razones de la gira. Aunque también es cierto que desde que empecé hice cosas así.
En 1969, me fui a las costas occidentales de África, de barco en barco de la Flota Cubana de Pesca. Aquella gira en alta mar fue mi primer experiencia sistemática. Una de las inspiraciones era que los pescadores de la Columna Juvenil del Mar tenían la meta de traer pescado y a veces pasaba un año y no tocaban puerto. Mi misión consistía en hacer contacto con la mayor cantidad de barcos y darles mis canciones. Estuve algo más de 4 meses navegando.
Angola, país que visité dos veces entre febrero de 1976 y enero de 1977, fue otra forma de estar donde me creí necesario.
A principios de 1989 hice aquella otra gira llamada “Por la Patria”, junto al grupo Afrocuba. La empezamos un 28 de enero en la cima del pico Turquino, para 200 personas; la terminamos a fines de marzo, en la Plaza de la Revolución, para 200 mil. A fines de los 80 se tambaleaba el campo socialista y era obvio que de alguna forma aquello nos iba a tocar. Esas inquietudes animaron aquella gira.
En 2008, cuando me despedía de la Asamblea Nacional, volví a pensar que debía dejar algo útil. Por eso hablé de sistematizar el trabajo cultural en las prisiones. Sabía que esa labor se venía haciendo desde hacía tiempo, espontáneamente. Pero siempre he creído que reglamentarlo puede ser una buena contribución a la reeducación. Hablé sobre eso y sobre dar relieve al trabajo que hacían escritores, artistas, deportistas y familiares de presos. Entonces hicimos aquella gira por las prisiones de todo el país, que tuvo cierta divulgación, incluso internacional; un recorrido que nos vinculó a más de 40 mil reclusos.
La gira por los barrios empezó porque un oficial de Prevención, que había estado en la gira por las prisiones, me invitó al barrio que atendía, llamado “La Corbata”. Y cuando hice ese concierto me di cuenta de que había encontrado otro buen camino para andar.
La gira por los barrios fue concebida con cierta modestia, sin mucha parafernalia ni divulgación. No he querido hacer un gran show de las visitas a los hogares de la gente. Entre otras razones porque lo que hacemos lo considero una función natural, algo que debe ser cotidiano. Creo que el arte debe salir de los teatros y darse a los ciudadanos que no pueden pagarlo, o a los que no lo visitan por falta de costumbre, o por mitología de clase. Y es que el que nace en un barrio marginal, o es marginado, puede llegar a creer que ciertas formas de arte no son para él y su familia. Ir a los barrios es hacer justicia a las personas y también a las artes; intentar un granito de arena reparador, rompedor de prejuicios.
-¿En qué aspectos esta gira o la intención que la anima es similar a otras como la realizada por las prisiones?
En el sentido de que las artes y la música hacen bien a la gente, esté donde esté. Por otra parte el equipo que me acompaña es prácticamente el mismo. Nos ayuda mucho el personal de Giras del ministerio de Cultura. Los técnicos y los músicos son mis compañeros de trabajo desde hace muchos años. Somos una especie de familia.
-¿Qué buscas en los públicos de los barrios?
Busco ver a la gente, tocarla, intercambiar humores, escucharla expresarse para saber la realidad del pueblo, de mis orígenes, a lo que me debo. También busco hacer llegar a esos lugares expresiones que nuestros medios y los medios del mundo difunden poco. Busco amar y ser amado.
-¿Qué encuentras?
Encuentro un renacer. Ya sé que alguien podrá decir que es momentáneo. Pero, mientras dura, sabemos que no estamos solos, ni olvidados. Recibimos y damos. Lo sienten ellos y también nosotros. Eso se nos queda en la memoria, a todos. Personalmente me conmueve constatar que la gente de los barrios, a pesar del predominio de lo que está de moda, cantan mis canciones. Eso me impresiona, sobre todo de niños y de jóvenes. Es como un milagro.
-La acogida de los conciertos ha sido sin duda intensa: ¿Qué sientes que dejas a tu paso en esos entornos?
Dejo lo que me corresponde dejar. A mí, a cualquier artista: puentes, líneas que se entrecruzan, que nos vinculan y se encienden a la vez, que nos muestran lo humanamente útiles que podemos ser.

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