jueves, 6 de junio de 2019

LA COMPETENCIA Y LA COMPLEMENTARIEDAD



   La competencia y la complementariedad
                                                   Por Lorenzo Gonzalo, 5 de junio del 2019

El slogan del Presidente Donald Trump de “Engrandecer América de Nuevo” (We´ll Make America Great Again) ha consistido en sancionar la política del capricho, fundada a todas luces, en la improvisación.
Aparentemente, su desconocimiento de la importancia del mercado de valores en la política estadounidense y de las triquiñuelas para controlarlo, ha elaborado políticas que lo perjudican, confiando a su vez, que sus manos todopoderosas podrán siempre cambiarlo caprichosamente.
La bolsa de valores tiene una influencia primordial sobre el electorado estadounidense e incluso una connotación económica exagerada para sobre la producción y los precios. No ocurre lo mismo en países como China, donde representa más bien un instrumento para participar del juego de los regímenes políticos capitalistas. Tampoco la bolsa participa de la misma capitalización bursátil en Alemania, fenómeno que el economista, premio Nobel, Thomas Pickety, achaca a que los accionistas germanos “no son los únicos que manejan el cotorro”. En general, exceptuando Estados Unidos de América y Japón, la bolsa no reviste la misma importancia política y ni siquiera económica.
Pero sí sucede de ese modo en Estados Unidos y de aquí las razones de mi observación. El método de gobierno del Presidente Trump ha consistido en regresar a las guerras de las tarifas, afectando el desempeño de la bolsa y ocasionando con ello confusión en su base económica fundamental que son los grandes accionistas.
El último desafuero de Trump ha sido materializar las amenazas a China aumentando un 25% las tarifas de gran número de rubros, cuyas importaciones ascienden a 200,000 millones de dólares.
Ese aumento del 25% ha hecho que la bolsa se haya desplomado un 7% en relación a los altos niveles que había alcanzado a raíz de la fiebre trompista que invadió dicho mercado bursátil. Aunque un 7% puede ser una caída aceptable dentro de este juego de apuestas, ahora está pendiente otro impuesto tarifario a los autos. Según los expertos eso produciría otra caída del tres al cuatro por ciento. Y luego por ese rumbo se podrían llegar en un corto tiempo a una caída del 17 al 18 por ciento, con lo cual los inversionistas entrarían en pánico y se produciría a su vez, un aumento de los precios para los consumidores menos aventajados, incluyendo a la clase media alta.
Ante ese cuadro, los pensadores políticos más racionales en materia económica, guardan la esperanza que el errático Presidente, quien quiere cambiar las reglas universales de las relaciones internacionales, tanto políticas como económicas, creadas a través del proceso evolutivo zigzagueante que tiende al progreso cuando va acompañado de alguna que otra buena política administrativa de Estado, haga uno de esos giros donde sin rubor contradice cualquiera de sus políticas o frase altisonante y llegue a un acuerdo con China en aras de evitar el desastre.
Trump quizás esté apostando que, presionando a China, quizás pueda llegar más tarde a un acuerdo con puntos a su favor, sin considerar que ese país no es un régimen capitalista, aun cuando haya tenido la visión de reconocer que la economía bautizada por Marx con ese nombre, es el acicate y el motor que podrá llevar a la sociedad a otro modo de producción con mejores parámetros de distribución. Tampoco está considerando que la bolsa depende de “la confianza” de los compradores y esta se pierde cuando el futuro se torna demasiado imprevisto, a lo cual están contribuyendo sus políticas caprichosas. Además, China es un país con un definido sistema político, esencialmente diferente al estadounidense y a las democracias representativas y lo más probable es que no quiera llegar a ningún acuerdo, luego de la experiencia que ha tenido con este Presidente veleidoso.
Las probabilidades inclinan a pensar que China dilatará momentáneamente cualquier entendido en aras de asegurar que Trump pierda la reelección presidencial del año 2020, ante las inseguridades económicas y el encarecimiento de la vida que su política está tejiendo a pasos agigantados para el consumidor estadounidense.
Ryan Nauman, estratega de Mercado de la institución Informal Financial Intelligence's Zephyr, advierte que, “una ruptura total” de las conversaciones USA-China, podría causar un desplome de las acciones de un 15% a un 17% de los actuales niveles.
El desequilibrio económico que pudiese causarle a China la guerra de tarifas y otras que concibe la incultura económica de Donald Trump, como la más reciente de prohibirle operar al coloso chino de las comunicaciones Huawei, es insignificante para una sociedad que hace poco más de 20 años atrás sufría de penurias agudas. Hoy China ha sacado de la pobreza a más de 500 millones de personas que viven dentro de un “modesto confort” y tiene planes para llevar hasta ese nivel al resto de su población en los próximos diez años, según expresara su Presidente Xi Jiping en su última toma de posesión. Para lograr ese adelanto ha aplicado políticas similares a las practicadas por el capitalismo salvaje del siglo XIX, mitigándolas con planes perspectivos a mediano y largo plazo, como la construcción de ciudades que serán habitadas en un futuro por el desplazamiento hacia ellas de las familias campesinas, cuyos hijos deberán atender los nuevos adelantos científico técnicos.
Para la sociedad estadounidense un aumento del 50% en el precio del aguacate (por poner un ejemplo festivo) o de la Coca Cola, debido a los costos impositivos al aluminio, material utilizado en la fabricación de sus envases, es una conmoción nacional y significa un voto negativo en un proceso electoral. Y si queremos dramatizar aún más la situación, un amento de alrededor de $ 1400.00 por automóvil debido a otra de las tarifas en camino, revestiría dimensiones apocalípticas. El consumidor estadounidense está habituado a precios de consumo relativamente bajos en comparación con otros países y no gusta de los aumentos.
A los esperanzados que Trump pueda cambiar su política hacia China para “salvar” la vaca sagrada del mercado bursátil de New York, les recomiendo cautela, porque para bailar tango hacen falta dos y no sé si China estará dispuesta para esa fiesta. Así que no se confíen mucho en la próxima reunión de G-20, donde ambos mandatarios se verán cara a cara.
Obama dijo en una oportunidad que China y USA no eran economías en competencia sino complementarias, algo que a China le favorece. Por consiguiente, para Xi Jiping lidiar con un Presidente que asume a su país como enemigo económico, sería inaceptable, especialmente cuando el consumidor chino está mejor preparado que el estadounidense para los “tiempos malos”.
No sería muy aventurado apostar que, si China participara en las elecciones presidenciales de Estados Unidos en el 2020, votaría en contra de Trump.

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