domingo, 9 de junio de 2019

NOTAS DE PRISA

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Notas de prisa
Ciro Bianchi Ross

Las primeras expropiaciones que se llevaron a cabo en Cuba o, al
menos,  en La Habana, tuvieron lugar en los años inmediatamente
anteriores a 1558 durante el gobierno de Diego de Mazariegos.
El corsario francés Jacques de Sores asaltó y tomó la ciudad el 1 de
julio de 1555. Su  acometida demostró lo inadecuado de la fortaleza de
La Fuerza para la defensa de la villa no obstante la tenaz y heroica
resistencia del alcaide Juan de Lobera, que se vio obligado a
rendirse. Tras el combate,  el castillo quedó en tal estado que a
partir de ese momento se convirtió en corral para el ganado destinado
al sacrificio.
  Por Real Cédula de 9 de febrero de 1556, la Corona ordenó la
construcción de una nueva fortaleza, y Mazariegos escogió para su
edificación el espacio que ocupaba lo que se consideraba entonces el
barrio aristocrático de La Habana, donde, al borde de la actual Plaza
de Armas, se alzaban las casas de Juan de Rojas, vecino principal,
emparentado con Diego Velázquez,  y de unos ocho vecinos distinguidos,
entre los que se contaban una mujer y un sacerdote. Eran edificios de
piedra y tejas, mientras que el resto de las viviendas, incluida la
del Gobernador,  eran de madera y guano.
Allí comenzó en 1558 la construcción de La Fuerza actual, la más
antigua fortaleza habanera que se conserva y una de las primeras entre
las del continente.  La anterior, que se ha dado en llamar La Fuerza
vieja, estuvo emplazada a unos trescientos pasos de la actual, al
comienzo de la calle Tacón (Sanguily), donde, supone el historiador
Emilio Roig, se hallaba, todavía en tiempos del dictador Gerardo
Machado, la Secretaría de Estado. Su construcción, que concluyó en
1540, fue ordenada por Hernando de Soto, gobernador general de la Isla
y Adelantado de la península de la Florida.
No todos los inmuebles expropiados fueron demolidos de inmediato, pero
todos los perjudicados, sin excepción, tardaron años para cobrar la
indemnización correspondiente.
PANAMÁ Y VERACRUZ
También en 1519, año de la fundación de La Habana, se fundan las
ciudades de Panamá (13 de agosto) y Veracruz (16 de agosto), que al
igual que nuestra capital, real y maravillosa, están cumpliendo ahora
sus primeros quinientos años.
    La primera la erige, junto al Mar del Sur de Balboa, como se llamaba
entonces al océano  Pacífico, el alguacil mayor Gaspar de Espinosa por
orden de Pedrarías  Dávila, gobernador de Tierra Firme o Castilla del
Oro. La fundó sobre una aldea de pescadores indígenas conocida por los
españoles desde cuatro años antes. Pronto cobró la ciudad gran
importancia como foco expansivo de la conquista y vía de acceso al
Pacífico y a Sudamérica, lo que precipitó la decadencia de Santa María
de Antigua de Darién, cuyos habitantes emigraron, en 1524, hacia la
nueva capital que se consolidaría en punto de escala de mercancías
europeas hacia Perú, y, de metales peruanos que serían reexpedidos a
Portobello con destino a Europa.
    Ponto se arrepintió Diego Velázquez, gobernador de Cuba, se haber
nombrado a Hernán Cortés jefe de la expedición a México, en 1519,
Quiso echarle el guante, pero Cortés salió velozmente de Cuba antes de
que pudieran apresarlo.  Llevaba once barcos en los que viajaban 109
marineros, 508 soldados, 32 ballesteros, 13 escopeteros y 10 jinetes,
más 200 indios de servicio.
    Llegó a Cozumel, pasó a las costas de Yucatán y tuvo en Tabasco su
primera batalla victoriosa que le reportó la recompensa de  varias
indias, entre las que figuraba la Malinche (Doña Marina) que fue su
mujer durante varios años y también su intérprete y consejera en el
mundo azteca.
    En San Juan de Ulúa, luego de recibir a los primeros embajadores
aztecas y convencido ya de la importancia del territorio que pretendía
conquistar, promovió una rebelión contra Velázquez y dispuso la
fundación de la Villa Rica de Veracruz.
    Ya como Capitán General y Justicia Mayor de la expedición siguió su
camino hacia el reino de los aztecas.
    En aquel lejano año de 1519 estaban en vigor las llamadas Leyes de
Burgos, encaminadas a suplir en las Indias el derecho común español y
«proteger» a los indios que se beneficiarían con un régimen de
trabajo, jornales, alimentación, vivienda e higiene. Se prohibía todo
tipo de castigo y las mujeres embarazadas de más de cuatro meses serán
eximidas del trabajo, y se respetaría hasta cierto punto la autoridad
de los caciques, se les excluiría de los trabajos ordinarios y podrían
contar con determinado número de servidores.
CRONOLOGÍA
La  importancia de La Habana fue reconocida tempranamente, al
transformarse el puerto en lugar de escala de las travesías entre
España y América. Ya en 1532 La Habana, fundada en 1519,  era la
población más importante de la Isla.
Entre1537 y 1541 se organiza el sistema de flotas, que asegura el
comercio entre España y América y La Habana se erige en el punto de
reunión de los convoyes. En 1561 ese sistema queda establecido
oficialmente. La ciudad se transforma en la capital de la Isla y será
a partir de ahí una de las piezas más codiciadas por parte de
corsarios y piratas, lo que determina su fortificación. Ya en 1550, el
gobierno había fijado, extraoficialmente, su residencia en La Habana.
En 1556 tiene ya el gobierno su residencia en La Habana de manera
oficial.  Y en 1592 Felipe II le concede el título de ciudad.
MERCADO, GARITO, LUPANAR
Esa Habana que fue escala de todas las Indias, era, mediando el siglo
XVI, una villa pequeña, de escasa vecinería y marcada pobreza. Sus
habitantes vivían en buena medida del alquiler de sus casas a los
tripulantes de la flota y de la venta de provisiones  para los navíos.
Hacia 1532 había de ordinario entre 19 y 30 embarcaciones  en su
puerto. La marinería era de nacionalidades muy diversas y de hábitos
relajados. La ciudad —mercado, garito, lupanar— engullía oro y volcaba
concupiscencia, al decir de Emilio Roig. Lo que fue fuente de daños
morales que entronizaron el hábito de vivir sin trabajar, la
corrupción, los escándalos, las bacanales.
UNA VÁLVULA DE ESCAPE
Prosigue Roig: «El sistema comercial de exclusivismo y monopolio,
contrario al desarrollo natural de cualquier sociedad, obligó a los
habaneros, por necesidad imperiosa, a burlarlo a como diera lugar, lo
que lo llevaba a vivir en la ilegalidad, la trasgresión y la falta de
respeto a la ley. El contrabando fue así válvula de escape de una
población oprimida y agobiada por el monopolio. Para el  habanero, con
el consentimiento tácito o explícito de las autoridades, se hicieron
habituales el tráfico clandestino, el fraude, el cohecho, el robo de
los bienes públicos, todo aceptado y justificado por razones de
necesidad suprema, lo que disolvió la vergüenza en el hábito.
Provechosa y fatal fuente de ingresos, el contrabando fue tónico para
la vida y agente formidable de perturbación moral. Vicios permanentes
de la sociedad cubana encuentran su raíz en ese comercio de
contrabando».
POBRE CASERÍO
Durante sus primera dos décadas de vida, después de su asentamiento
definitivo junto al puerto de Carenas, La Habana no fue más que un
pobre caserío de bohíos que se extendía entre el comienzo de la calle
Tacón o Sanguily, a fondo del castillo de la Fuerza, hasta el lugar
donde se halla el edificio de la Lonja del Comercio.
Entonces, el centro de la villa era la plaza situada donde después se
construyó la Fuerza. Se trasladó después la plaza a un sitio que hoy
ya no puede identificarse hasta encontrar el emplazamiento de la
actual Plaza de Armas.
Desde allí irradió la población, extendiéndose por las calles Oficios
y Mercaderes, como las más próximas al punto de desembarco de los
bajeles. Se extendió asimismo por la calle Real (Muralla) que era la
salida hacia el campo al proseguirse el camino de San Antonio (Reina).
También por la calle Habana y después por las de Aguiar y Cuba, que
conducían al torreón de la Caleta donde, de día y de noche, se
apostaban vigilantes que avisaban de la cercanía de corsarios y
piratas.
En 1584, La Habana tenía cuatro calles y Oficios era la principal.
Surgirían otras. La calle del Sumidero sería O’Reilly, la del
Basurero, Teniente Rey, e Inquisidor sería la calle de las Redes. .
También creció la ciudad hacia el sur, en dirección a lo que entonces
se llamaba El Ancón y hoy es la ensenada de Guasabacoa. Es esa
dirección, pero mucho antes de llegar a Guasabacoa, se estableció el
barrio de Campeche para dar asiento a los indios que llegaban del
extranjero.
BASTÓ LA HABANA
A lo largo de los años, prácticamente durante toda la Colonia, la
historia de Cuba fue la historia de La Habana, escribía el historiador
Julio Le Riverend.  En 1762, los ingleses no se apoderaron de la Isla;
se limitaron a ocupar la capital, y España, para reconquistarla, cedió
a Inglaterra el territorio actual de la Florida.
Fue a partir de la ocupación de La Habana por los ingleses que la
Corona española comprendió la importancia de Cuba. La Habana era un
punto clave en las comunicaciones entre América y España. Si una
potencia extraña ocupaba La Habana  y la tomaba como base de
operaciones, impedía todo tráfico comercial.
Fue entonces de que las autoridades se percataron de que Cuba era una
colonia con muchas riquezas por explotar: azúcar, mieles,
aguardientes, tabaco, café… Y que resultaría conveniente extraer de
ella la mayor ganancia. Eso motivó la implantación de algunas reformas
económicas y sociales: libertad de comercio, libertad de culto,
permiso para la apertura de algunas logias masónicas… y que se
enviaran a la Isla gobernadores que organizaran la administración
fiscal, adecentaran los tribunales y acometieran obras públicas de
importancia.






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