sábado, 15 de junio de 2013

SIEMPRE CON MARIA, NI DERROTADOS, NI APLASTADOS


 
ATENCIÓN FRANK
 
Siempre con María, ni derrotados, ni aplastados…




Félix Sautié Mederos


Crónicas cubanas


Hace algunos días participé en los salones de la hermosa Iglesia habanera de los padres pasionistas de la Víbora, muy ligada a mis años juveniles que nunca olvidaré, en un encuentro de los Antiguos Alumnos de los Hermanos Maristas con algunos de los religiosos de esa Congregación católica educativa, que han regresado a nuestro país después de la erradicación del ateísmo científico como política de estado y que actualmente ejercen su pastorado educativo en la localidad del Cotorro que se ubica en la periferia Oeste de nuestra capital. También en Cienfuegos está presente otro grupo de maristas trabajando con los niños y jóvenes de aquella ciudad. Los hermanos maristas que han regresado a Cuba realizan su abnegada labor muy a pesar de los rezagos dogmáticos antirreligiosos aún vigentes en algunos que se afanan en borrar los sentimientos de la fe popular que con significativa persistencia mantiene arraigada la devoción por la Virgen María de la Caridad del Cobre entre todos los cubanos. Nuestra reunión que mensualmente es habitual desde hace algunos años aunque no siempre con la presencia de los hermanos maristas establecidos en La Habana, en esta oportunidad fue con motivo del aniversario de San Marcelino Champagnat, egregio sacerdote y profesor francés que en los convulsos años de la Revolución francesa fundó la Congregación de los hermanos Maristas, con un carisma especializado en la educación de los niños y de los jóvenes más pobres y desamparados.

La historia de los Maristas es extensa y desde muy joven, por razón de mi educación en su colegio viboreño de la Habana, tuve contacto directo con su obra, incluso en mi libro de novela testimonio “SIN TIEMPO PARA MORIR”, publicado por la Editorial Nueva Utopía de Madrid 1999, planteo las experiencias de mi tránsito por su colegio de la Víbora en La Habana y la incidencia que su educación tuvo en mi persona durante el proceso de la insurrección y de la Revolución Triunfante de 1959, dentro de la cual me rebelé contra el dogmatismo preconciliar de aquel momento dentro de la Iglesia en que fui educado, así como contra la injusticia y la explotación amparada por la funesta dictadura de Fulgencio Batista, entonces vigente en la Cuba de los años 50 del siglo pasado. También debo decir que mi testimonio al respecto lo he expuesto en la serie titulada “La Espiritualidad Prohibida”, que publico con regularidad en el Semanario dominical Unicornio de POR ESTO! No quiero pues extenderme en los fundamentos históricos del hecho que relato, porque mi propósito en esta crónica es testimoniar las esencias de un sentimiento colectivo que en aquel encuentro a que me refiero pude sentir en mi ser interior y en las expresiones de mis condiscípulos asistentes a la extraordinaria reunión, específicamente los que no nos hemos marchado de Cuba y que aún estamos vivos. Ya no somos muchos pero no nos sentimos ni vencidos ni aplastados por las contingencias existenciales a que hemos estado expuestos afirmados en nuestros principios y razón de ser. Confieso que llevamos inscritos un sello común en nuestro carácter, recibido en los colegios maristas y que perdura en el tiempo como consecuencia de una educación mariana con signos imborrables que han sobrepasado muy por encima de nuestras vicisitudes, errores e incluso virtudes adquiridas. Me refiero a una educación de austeridad, fortaleza de espíritu, rigor disciplinado y amor a Dios, a nuestros padres y prójimos como parte esencial de una tradición profundamente mariana con la advocación de María de la caridad, como escudo y patrona de todos los cubanos, que no han podido borrar las actitudes ateístas subsistentes.

Nuestro intercambio de experiencias y anécdotas de vida nos retrotrajo una época de intensa formación personal, grandes peligros existenciales por causa de una represión ciega y criminal que trataba de ahogar nuestros sueños y esperanzas a favor de una Cuba de paz y justicia; todos ellos recuerdos inolvidables. Aquel diálogo intenso y profundo fue propiciado por uno de los maristas que nos acompañaron en nuestro extraordinario encuentro sabatino en los pasionistas de la Víbora, el hermano Germán, un hombre -en mi percepción- de inocultable misticismo, evidente locuacidad pastoral y profundidad de cultura.

Otro momento importante fue la presentación a nosotros del libro “María en la poesía cubana” del hermano Jesús Bayo FMS, quien es un destacado pero muy modesto en su actitud personal, intelectual español-chileno que ha venido a Cuba como parte del contingente marista que ha regresado a nuestras tierras para continuar con la obra educativa marista. El libro en cuestión es contentivo de una exhaustiva investigación literaria sobre la presencia de la Virgen de la Caridad del Cobre incluso desde el siglo XVI, mucho antes de que fuera proclamada Patrona y Reina de Cuba por solicitud al Papa Benedicto XV en septiembre de 1915 de los veteranos de nuestras guerras de independencia porque la Caridad del Cobre siempre ha sido escudo, refugio seguro y luz de esperanza para el pueblo cubano. Por mi parte me leí sin poder dejarla hasta terminar, esa hermosa y casi exhaustiva antología de poemas a la Virgen María de la Caridad, que incluso descubre que muchos y muchas de las grandes personalidades cubanas en todos los tiempos, algunas más allá de sus concepciones filosóficas no religiosas y agnósticas le han cantado a la que es sin dudas madre de todos los cubanos, la Virgen de la Caridad Cobre. La misma a la que el gran novelista norteamericano Ernest Hemingway depositó entre los exvotos que a se exponen en su Santuario Nacional del Cobre en el Oriente cubano, su medalla del Premio Nóbel de Literatura de 1956. La Cachita del pueblo más sencillo y Ochum de la religiosidad popular cubana, algo en mi opinión comparable con lo que en México sucede con la advocación de la Virgen de Guadalupe, la Lupita a la que le cantó el fallecido Comandante de la Revolución Cubana, el inolvidable Juan Almeida Bosque, quien nunca negó su fe, al que muy especialmente he apreciado y admirado siempre.
Así lo testimonio como parte de un sentimiento muy cubano que los embates ateísticos y verticalmente autoritarios no han podido borrar, porque nace del ser interior de cubanía y religiosidad popular de todos los cubanos, con mis respetos por el pensamiento diferente y sin querer ofender a nadie en particular. fsautie@yahoo.com

Publicado en Por Esto! el sábado 15 de junio del 2013.

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