lunes, 3 de junio de 2013

PAREMOS A LA OTAN



ELIGIO DAMAS


            El presidente Santos ve el mundo, sus alrededores con la lógica del cachaco oligarca. Se para en una colina, mira allá abajo, hasta donde el valle debe conducir al mar:
           -“Después de aquellas cumbres que allí ves y las que luego siguen, hasta que la imaginación y hasta la respiración se agotan”, se dice así mismo y, luego en alta voz, para que nadie deje de escucharle:
            -“Todo eso que a partir de aquí se ve, hasta donde puedas imaginar corriendo tras todas esas montañas, es mío y donde mando como me venga en gana”.
            Santos pues, viniendo del vientre de esa gente y cual genuino representante de ella, razona con esa elemental y soberbia lógica. Por eso, si tiene que pactar con alguien, lo hace pero no renunciará a lo que le venga en gana aunque viole si no acuerdos, por lo menos procedimientos y normas que vulneren la esencia de aquel pacto, que hieren la sensibilidad de aquellos con quienes pactó.
            Cuando llegó a la presidencia, habiendo sustituido a Uribe, encontró que Chávez seguía sólido como una roca. El más elemental análisis de la situación interna venezolana y marco internacional, no hacían predecible al hijo de Sabaneta fuera de la presidencia de su país. El antes fluido intercambio comercial entre Venezuela y Colombia, con una balanza ostensiblemente favorable a este último país nombrado, había decaído tanto que unas cuantas empresas estaban al borde del desastre. El primero, por su parte, a instancias de su presidente, había empezado rápidamente a abastecerse de los productos anteriormente comprados en Colombia, trayéndolos de varios otros países suramericanos.
           Ante aquella situación y presionado por los productores, movidos por interés puramente mercantil, como él mismo dice –le gusta decirlo y en eso muestra su rasgo de cachaco- “invité al presidente Chávez a Santa Marta”.
           En aquella ciudad caribeña, lejos de Bogotá, ambos presidentes se acordaron.
          -“No vamos a permitir que nadie nos descarrile”, díjole el colombiano al venezolano, llanero, de un pueblo humilde, humilde él mismo y quien se empeñó que su mando lo asumiese el pueblo. Hombre para quien “el mundo es ancho y ajeno”, para decirlo como Ciro Alegría y empeñado estuvo en construir una patria de todos. Este repitió varias veces aquella frase y nunca pensó en hacer nada que contradijese el espíritu de ella.
       Chávez volvió a ganar las elecciones en octubre, casi sin hacer campaña por los quebrantos de salud, con una ventaja abrumadora. Gringos y el cachaco, no percibían las cosas favorables y mantenían las cabras en el corral a buen resguardo. Eso no sólo era una calamidad para su naturaleza de cachaco sino para poner en marcha sus planes nada ocultos con Estados Unidos e Israel, sin dejar por fuera a la “godarria” colombiana, cachaca o no.
            Fue cachaco genuino, cuando viendo a Capriles en plan de opositor derrotado, pero con una carta de recomendación de Biden, como decir el gran capital mundial, le recibió. Su lógica de cachaco le inclinó a recibirlo por la carta de recomendación, no había manera de negarse y “porque Chávez está muerto”, pensó él para sus adentros, “y este carajito pudiera llegar a Miraflores; quien quita”.
             Pero dispuso todo para cortar por los dos filos. Le recibió en su casa y “en mangas de camisa”, como decimos los orientales. Una especie de desdén simulado de un cachaco. Nunca como aquellas nada sutiles salidas de Juan Vicente Gómez, de recibir a un para él “indeseado”, recostado al botalón de un potrero.
            Le recibió el cachaco, de lo cual Capriles se sintió muy gustoso, pues no está para pedir demasiado: pero aquél lanzó un equívoco mensaje a Venezuela.
           Por esa lógica, cuando el presidente venezolano hizo público su reclamo por el proceder del colombiano, Santos se defendió diciendo que “seguro estamos frente a un mal entendido”. Sin aclarar cuál es el bueno. ¿Se trata de su derecho cachaco de recibir a Capriles, sin importar pactos? Ese pudiera ser si nos atenemos a los procederes ulteriores.
           Sin que aún él y el presidente venezolano hayan aclarado lo de “los malos entendidos” y firmar el acuerdo de paz con la farc, sobre el cual han avanzado bastante, Santos anuncia sin delicadeza alguna la solicitud hecha para el ingreso de Colombia a la OTAN y dice “estamos hechos para grandes cosas en el campo internacional”. ¿Qué quiere decir esta hermética frase? ¿Acaso las cosas que en otros espacios hace Israel?
           Desde la humilde lógica de la mayoría de colombianos y venezolanos, esa una decisión o bomba para descarrilar cualquier tren. Pareciera, desde nuestra óptica, que no sólo es un desafío al futuro de América Latina sino un intento por desbaratar los acuerdos con la Farc, aunque ésta opte por desestimarlo.
            Pero Santos no se queda en eso, no le parece suficiente; ante el presunto informe de Farc de definir a determinados personajes como objetivos militares, al margen que uno eso no comparta, y en verdad contradiga el espíritu que debe prevalecer en momentos de búsqueda de la paz, afirma que eso “es absolutamente inaceptable, pues pone en peligro el proceso”. Lo que pareciera muy bien dicho si en su lógica asumiera que el anuncio de meter a Colombia en la OTAN, también es inaceptable para la paz interna de ese país y las discusiones que se llevan en Cuba con ese fin; como es un enorme obstáculo en los rieles por donde se desplazan las relaciones con Venezuela y los pueblos de la América nuestra.

          Evo Morales, acaba de calificar la decisión de Santos como una amenaza para la paz de la región.


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Publicado por Eligio Damas para BLOG DE ELIGIO DAMAS el 6/03/2013 01:36:00 p.m.

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