martes, 25 de febrero de 2020

NOS VAMOS A MARIANAO

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APUNTES DEL CARTULARIO
Ciro Bianchi Ross

Nos vamos a Marianao

La actual Avenida 51 se llamó Calzada Real de Marianao y antes Calzada
de San Francisco Javier. Y es que los fundadores del poblado pusieron
su ermita bajo la advocación de ese santo. El primer asentamiento del
territorio se ubicó entonces en lo que hoy sería la Avenida 51 entre
las actuales calles de 74 y 88. Ese ocurrió en 1720. Seis años más
tarde un incendio devastó el caserío, lo que provocó que algunos de
sus moradores se trasladaran más hacia el oeste; lo que hoy sería 51
esquina a 108.
    Había ya gente radicada en Puentes Grandes desde fines del siglo XVI,
cuando se fomentó en el lugar un ingenio azucarero. Cuando esa fábrica
de azúcar desapareció y las tierras se dedicaron a otros cultivos,
permanecieron en su sitio los que se habían establecido en la cercanía
del ingenio. A partir de 1740 el nombre de Puentes Grandes aparece en
documentos oficiales. Se le llamó así por los puentes que cruzaban el
Almendares y facilitaban el camino hacia el oeste.
    Lo ameno de la zona hizo que muchas familias capitalinas escogieran
Puentes Grandes para erigir sus casas de veraneo y disfrutar así de
las entonces límpidas aguas del río. Pero en 1768 un temporal acabó
con los puentes y el poblado entró en una fase de estancamiento de la
que empezaría resurgir cuando el Marqués de la Torre, gobernador de la
Isla, dispuso la construcción de dos nuevas pasaderas, aptas esta vez
para el tránsito de carretas y carruajes. Un nuevo temporal y la
crecida y el desbordamiento del río dieron al traste con esos puentes
y no sería hasta 1791 cuando se construyó el puente definitivo.
Mientras tanto, en Marianao, con escasos recursos naturales y una
exigua población, el decrecimiento de la producción agrícola impulsaba
la emigración hacia otros parajes. El turismo sería entonces una
alternativa para el crecimiento económico local. Sus condiciones como
pueblo de veraneo resultaban excelentes, gracias a la presencia del
río Marianao y a las aguas medicinales de El Pocito. La belleza de sus
paisajes le añadía un atractivo singular y su cercanía a la ciudad de
La Habana haría el resto. La continuación de la Calzada de Monte, que
atravesó El Cerro y cruzó los Puentes Grandes, consolidó a Marianao
como sitio propicio para el esparcimiento.
    No descansan los promotores del proyecto, encabezados por don
Salvador Samá, Marqués de Marianao. Piensan que a las bondades de la
naturaleza deben sumarse las facilidades culturales y están
convencidos de que la cultura generará ingresos que se revertirían en
el desarrollo del poblado.  Auspician, en 1848, la construcción de la
Glorieta, en lo que hoy sería 51 esquina a 128, y diez años más tarde
y en el mismo sitio, erigen el Teatro Principal, llamado Concha
originalmente.  Era una zona que crecía con la construcción de casas
quintas y otras edificaciones de mayor lujo y calidad de las que
existían anteriormente, síntoma indiscutible de los beneficios
económicos y el prestigio que estaba alcanzando Marianao como sitio de
temporada.
    Fue la edificación e inauguración de la Glorieta lo que cimentó la
celebridad del poblado que, además de sus magníficas condiciones para
el descanso, se hizo notar desde entonces por los atractivos bailes
que se convirtieron en cita obligada de la gente divertida y la
juventud alegre.
Se impone anotar otros hechos notables. En 1848 se inaugura en
Marianao el servicio de diligencias; otra medida favorable para atraer
a los veraneantes.  En 1863 comienza a funcionar el ferrocarril
Habana-Marianao. En 1864 se traza la calzada que conduce a la playa.
En 1881 se inaugura el primer hipódromo. Esos acontecimientos son
signos de la entrada, tímida, pero ya con resultados palpables, de una
dinámica urbanística y citadina que acrecienta la importancia del
poblado con respecto a la capital y le da fisonomía e identidad
propias desde su proyección como sitio de veraneo que irá desplazando
con el tiempo a otros lugares habaneros con fines semejantes.
La construcción del puente que cruza el Almendares a la altura de la
Avenida 23 y el llamado puente de Pote fueron decisivos en el
desarrollo marínense, como lo fue antes el emplazamiento del
campamento militar de Columbia que propició el surgimiento de densos
núcleos poblacionales. La Danza de los Millones fue también decisiva
en el desarrollo y la urbanización de nuevas áreas. El hipódromo
Oriental Park fue un valor añadido a partir de 1915. Se le proclamó de
inmediato como el mejor de las Américas. Muy célebre sería, a partir
de 1929, el estadio de La Tropical. En 1944 quedaba inaugurado el
obelisco-memorial al golpe de Estado del 4 de septiembre de 1933,
devenido bajo el gobierno del presidente Grau obelisco a Carlos J.
Finlay.  Antes, en 1941, abría sus puertas el hospital de Maternidad
Obrera… Pocas zonas crecieron tanto y en tan poco tiempo como esta
comarca del oeste habanero, que durante años había sido selva más que
campo y que, pasados los Puentes Grandes, era sobre todo el camino de
la Vuelta Abajo.



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Ciro Bianchi Ross
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