sábado, 29 de febrero de 2020

DESTITUCION Y MUERTE DE MIGUEL MARIANO GOMEZ (2 y Final)

Ciro Bianchi Ross (cirobianchiross@gmail.com)To:you + 26 more Details
Destitución y muerte de Miguel Mariano Gómez  (2 y final)
Ciro Bianchi Ross

Las divergencias entre Miguel Mariano Gómez y Fulgencio Batista, jefe
del Ejército, surgieron practicamente desde que el primero asumiera la
Presidencia de la República. Miguel Mariano se negó a someterse a los
caprichos del líder de las Fuerzas Armadas, pero no pudo hacerse de la
autoridad que exigía su alta investidura. La situación tocó fondo
cuando partidarios del coronel presentaron en el Senado un proyecto de
ley que establecería un impuesto de nueve centavos sobre cada saco de
azúcar producido a fin de costear el proyecto batistiano de las
escuelas cívico-militares y la construcción de tres mil escuelas
rurales. El Congreso aprobó la ley, y Miguel Mariano, en uso de una
prerrogativa constitucional, la vetó, y a partir de ahí sus días
estuvieron contados. Se le acusó en la Cámara de coartar el libre
funcionamiento del Poder Legislativo; la acusación prosperó y pasó el
Senado, que, convertido en tribunal de justicia bajo la presidencia de
Juan Federico Edelman, titular del Tribunal Supremo, lo destituyó. Así
lo vimos en la página de la semana anterior.
SIN PRUEBAS CONTRA EL PRESIDENTE
Abierto el proceso, el senador por Las Villas Antonio Martínez Fraga,
espirituano como Miguel Mariano, se alzó como fiscal implacable del
Presidente, en tanto que José Manuel Gutiérrez, senador por Matanzas,
pronunció un documentado discurso en su defensa. En un momento, el
senador, también villareño, Manuel Capestany pidió la palabra y
preguntó a Edelman si existía sobre la mesa alguna prueba en relación
con la acusación que se formulaba contra el Presidente de la
República.
    Después de consultar con los secretarios, Edelman tuvo que responder
que no existía prueba alguna. Fue entonces que la palabra del senador
Gutiérrez, llamando a las cosas por su nombre, cayó implacable sobre
las testas inclinadas de los conjurados. Expresó: «La falsa acusación
al Señor Presidente de la República no es la determinación espontánea
de la voluntad libérrima de los representantes que integran este
cuerpo, sino la resultante de la apariencia de legalidad con que
pretende revestirse un golpe militar fraguado en los cuarteles…»
    Ni modo. En los minutos iniciales del 24 de diciembre de 1936,
después de haber acopiado las sentencias redactadas contra Gómez por
los «civilistas» Guillermo Alonso Pujol y Carlos Saladrigas, se
reanudó la sesión del Senado. Como el presidente del cuerpo, el
oriental Arturo Illas, ex jefe de la Policía de Santiago de Cuba,
observaba la vacilación de algunos de los congresistas, ordenó que
cerraran las puertas del hemiciclo y puso su pistola sobre la mesa.
Gritó:
    —¡A mí me embarcaron en esto y no toleraré que se me abandone!
    Dentro de un ambiente hostil a todo derecho fue leída la sentencia y
sometida a votación. Votaron a favor de la destitución del mandatario,
los senadores Agustín Acosta, Alfredo Hornedo, Miguel Calvo Tarafa,
Gonzalo del Cristo, Simeón Ferro, Justo Luis del Pozo, Guillermo
Alonso Pujol… veinte y dos de los 34 presentes. También votó a favor
de la destitución el bayamés Luis Caíñas Milanés que hasta días antes
había sido pareja del mandatario en los torneos de dominó que se
organizaban en Palacio.
    Apenas supo la noticia de su destitución, Miguel Mariano abandonó a
la mansión del ejecutivo y se dirigió a su residencia de Prado y
Trocadero, donde dedicó las horas de la madrugada a redactar un
documento al país que ningún periódico se atrevió a publicar.
ALCALDE MODELO
En la «bola», el número 88 es «espejuelos», «muerto grande», «gusano»
y «Miguel Mariano», mientras que el 45 es «tiburón», «presidente» y
«José Miguel». Son los únicos políticos cubanos, padre e hijo, que
pasaron a ese juego de azar.    Los tiempos del mayor general José
Miguel Gómez en la Presidencia (1909—1913) fueron los de la naciente
lucha entre liberales y conservadores. Uno de ellos, Armando André,
dedicaba su periódico El Día a combatir despiadadamente al gobernante
liberal, descendiendo incluso al insulto familiar. Como el Presidente
no podía responder a las vejaciones, el joven Miguel Mariano se abrogó
la representación de la familia, y agredió a tiros al periodista en la
Acera del Louvre.
Como el atentado, del cual André salió ileso, fue realizado con dos
temibles revólveres Colt 44, La Política Cómica en sus caricaturas
popularizó a Miguel Mariano armado siempre de un revólver con la
etiqueta 88. Y el número estuvo asociado a él por el resto de su vida.
Hasta su auto particular tenía matricula con el número 8888.
    Nació en 1889,  hizo estudios de Derecho, y formó parte del cuerpo
de abogados  de la Havana Electric Railway Co. En febrero de 1917
estuvo junto a su padre en la llamada Revolución de La Chambelona y
junto a su progenitor guardó prisión por ese suceso en el Castillo del
Príncipe durante un año y once días.  En tres ocasiones resultó electo
representante a la Cámara, y su paso por ese cuerpo colegislador se
caracterizó por su pulcritud. Como alcalde de La Habana —mereció
justamente el título de alcalde modelo— se distinguió por la
escrupulosa prestación de los servicios municipales y el ímpetu
constructivo. Fueron obras suyas el hospital infantil de la calle G y
el de maternidad de la calle Línea, que aún lleva el nombre de su
madre, así como el Dispensario de Piel y Sífilis y el mejoramiento de
casas de socorro, cerches y cuarteles de bomberos. Devolvió su aspecto
colonial propio al Palacio de los Capitanes Generales, y remozó El
Templete y la Plaza de Armas.
    Temiendo la relección de Miguel Mariano, el dictador Gerardo Machado
suprimió en 1931 el Ayuntamiento habanero para sustituirlo por un
llamado Distrito Central.  Ese mismo año, el fracaso del movimiento
revolucionario antimachadista  llevó a Miguel Mariano al exilio.
Regresó con el fin del machadato, pero su disentimiento con el
gobierno de Grau lo empujó de nuevo al exterior. Regresó en 1934 y
ocupó la Alcaldía de La Habana con carácter de facto hasta 1935.
    Cuando se produjo la huelga de marzo de 1935, estaba entregado a la
organización de su partido Acción Republicana. Fue el único líder
político que trató de suavizar la acción militar contra los
revolucionarios. Al frente de una coalición de liberales,
nacionalistas y marianistas contendió con el conservador García
Menocal por la Presidencia de la República. No le fue difícil derrocar
al anacrónico caudillo, el viejo enemigo de su padre,  y tomó posesión
de la primera magistratura el 20 de mayo de 1936.
DESTITUIDO
Tras su destitución en el propio año de 1936, Miguel Mariano viajó al
exterior. Regresó a la palestra en 1939 cuando obtuvo un acta de
delegado a la convención que elaboró la Constitución de 1940. En ese
mismo año aspiró a la Alcaldía habanera y fue derrotado por Raúl
Menocal. Pronto sorprendió al país al anunciar, en plena juventud
política, su retirada de la vida pública. Se reintegró a los asuntos
propios de su bufete y a los negocios particulares y aceptó la
presidencia de la Asociación de Ganaderos, a la que renunció por no
prestarse a los manejos especuladores y agiotistas de algunos de sus
miembros en días de la Segunda Guerra Mundial.
    Su salud se hacía precaria por día. Falta de equilibrio y frecuentes
dolores de cabeza indicaban la localización del mal, pero las
prolongadas investigaciones tropezaban contra un muro de misterio, y
la enfermedad crecía. Se le trasladó a Estados Unidos y nuevas
investigaciones no arrojaron materia extraña alguna en el cerebro.
Tampoco en el cerebelo, explorado mediante una intervención quirúrgica
que se prolongó desde las nueve de la mañana hasta pasadas las cinco
de la tarde.
    Pese a todos los esfuerzos, seguían sin conocerse las causas de la
enfermedad del ilustre paciente. Los familiares se desesperaban y
también los médicos. A una angustiosa interrogación de los primeros,
confesó uno de los especialistas que lo atendía: —Siempre hay Dios.
Sigan rezando. ¡Ustedes no saben lo que significa para mí desconocer
el mal de este hombre!
    La apelación religiosa, signo elocuente de incapacidad científica,
decidió el traslado de Miguel Mariano a Cuba.  El presidente Carlos
Prío, por intermedio de la embajada cubana en Washington, obtuvo un
avión especial para el traslado, el del Secretario de la Guerra, de
Estados Unidos. El 27 de septiembre llegaba el ex mandatario a La
Habana, donde su médico de cabecera, el eminente clínico    Pedro
Castillo y el doctor José Centurión, apenas pudieron hacer más que
vigilar el curso inexorable de la enfermedad. Un mes después, a las
dos y diez de la madrugada del día 26 de octubre de 1950, moría, en su
residencia de Línea y L, en El Vedado, Miguel Mariano Gómez.
REHABILITADO
Ese mismo año el Congreso aprobó la ley que disponía la rehabilitación
moral del mandatario depuesto y la anulación del proceso arbitrario al
que se le sometió. El presidente Prío convocó al Palacio Presidencial
a los familiares del extinto y, en ceremonia solemne, hizo entrega a
Josefina Diago, viuda de Gómez, de un pergamino que reproducía la ley.
Una tarja de bronce, donde se consignó la reparación del Congreso, se
colocó entonces en la tumba de Miguel Mariano.

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