domingo, 22 de abril de 2012

CONFUSION "REAL O CREADA"

El escándalo entre una prostituta colombiana y los agentes del Servicio Secreto estadounidense, que tuvo lugar en vísperas del arribo del presidente Barack Obama a la VI Cumbre de las Américas en Cartagena, Colombia, no solamente desplazó de la primera plana una importante decisión sobre Cuba tomada por varios países latinoamericanos, sino que sirve de metáfora de la tortuosa relación que mantiene el poderoso Estados Unidos y la históricamente maltratada América Latina. Mientras los tabloides revelan los nombres de los supervisores del Servicio Secreto que fueron apartados de la agencia y muestran la foto de una voluptuosa Dania, la madre soltera de 24 años que tuvo un altercado en el Hotel Caribe con un agente secreto que le había prometido $800 y terminó ofreciéndole $30 por sus favores sexuales, apenas se menciona que los países de la Alianza Bolivariana ALBA emitieron un documento en el que se oficializa la posición de que no asistirán a futuras reuniones a menos que Cuba sea invitada. Aunque en la Cumbre hubo diferencias, como con el tema de la legalización de las drogas y la cuestión de la soberanía de las Islas Falklands/Malvinas, en realidad lo que dividió de manera irreconciliable a Estados Unidos y Canadá del resto de América Latina fue la decisión de los dos gigantes del Norte de vetar los esfuerzos de los otros 32 países que creen que es hora que el régimen de Raúl Castro sea reintegrado. El error diplomático de Estados Unidos parece que tendría serias consecuencias para el futuro de las Cumbres y las relaciones internacionales de la región. Consecuencias serias porque, aparte de Venezuela, ALBA incluye otros siete países de América Latina y el Caribe y sin su presencia no se puede concebir una séptima versión de la Cumbre que, supuestamente, tendría que tener lugar en Panamá, en 2015. En la Cumbre de Cartagena quedó en claro que los países latinoamericanos están impacientes con un EEUU reticente a aceptar a los cubanos. El que más demostró su irritación fue el presidente Rafael Correa, de Ecuador, quien directamente boicoteó la reunión y aseguró que no retornaría hasta que se resuelva el caso cubano. Con diferentes pretextos, pero claramente con la sombra de la cuestión cubana en el horizonte, tampoco aparecieron Daniel Ortega, de Nicaragua; Michel Martelly, de Haití; y Hugo Chávez, de Venezuela. Hasta el mismo presidente colombiano Juan Santos, anfitrión de la Cumbre y un aliado estratégico de Estados Unidos en la región, exhortó a "no ser indiferentes" al proceso de cambio que se está dando en Cuba ya que "el aislamiento, el embargo... han demostrado ya su ineficacia". La posición de los países latinoamericanos está relacionada con las reformas que están ocurriendo en Cuba desde que Raúl Castro asumió el poder en 2006. En los últimos tiempos, a través de medidas que deben haber hecho temblar a Karl Marx en su tumba, se ha permitido la compra y venta de bienes inmuebles, terrenos y automóviles; se ha expandido la posibilidad de trabajar por cuenta propia en diferentes sectores de la economía; se ha autorizado la venta directa de productos agrícolas sin el otrora control monopolista de agencias estatales; y, durante la visita del Papa Benedicto XVI, se anunció planes para remover la restricción de viajar al extranjero. Como numerosos analistas políticos lo han señalado, esta expansión del modelo de economía mixta con centralización política en manos de los comunistas cubanos, tiene reminiscencias de la experiencia china. La diferencia es que con China, Estados Unidos no tiene ningún problema en sentarse a la mesa de negociaciones, bajo la bandera comunista, para discutir jugosos acuerdos comerciales. Cuba, sin embargo, sigue siendo castigada, aislada, ignorada, como si la Guerra Fría, que concluyó hace décadas, aún tuviera vigencia en el caso cubano. La administración Obama, chantajeada por el voto de la comunidad cubano-americana en un año de elecciones presidenciales en el que Florida es clave, bloqueó todo intento de aproximación a la isla caribeña. Es más, la falta de consenso fue tan evidente que la presidenta argentina se retiró de la reunión antes que terminara y la Cumbre no pudo llegar a un acuerdo en una declaración final. "Evidentemente el tema de Cuba fue muy debatido y no hubo consenso", dijo el ministro de Relaciones Exteriores argentino Héctor Timerman. No hubo consenso, evidentemente, porque Estados Unidos no ve con buenos ojos a esta nueva América Latina que, desde Venezuela a Argentina y desde Bolivia a Nicaragua, surge con un discurso alternativo de independencia económica y política que cuestiona el control hegemónico que Estados Unidos ha mantenido durante más de dos siglos en la región. Un discurso que, en este instante de la historia, exige la reincorporación de Cuba a la comunidad de naciones americanas como un símbolo de los aires renovadores que pueblan la región.

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