domingo, 8 de abril de 2012

ANALISIS SOCIAL vs IDEOLOGIA

Análisis Social vs. Ideología
Por Lorenzo Gonzalo, 8 de abril del 2012

La historia de la Cuba actual no es en blanco y negro. Específicamente, porque a partir de 1959 se aceleró un proceso que se venía gestando desde los años treinta. Nos referimos a un proceso de cambios que, por las circunstancias provocadas por el golpe de Estado dirigido por Fulgencio Batista en 1952, quebrando un orden Constitucional que mal o bien iba abriendo camino a las fuerzas progresistas del país, se halló de repente frente a una confrontación no deseada con Estados Unidos, impidiendo la inevitable revolución que, a través de una evolución administrada con ajuste a condiciones reales, ha sido la constante en el avance de la humanidad.

Por razones semánticas y definitorias, el autor de este artículo, comparte con muchas otras personas que las insurrecciones, sin importar cuántas sean las razones sociales que las desaten, no son en sí una revolución ni han conducido a cambios radicales de las sociedades. Es cierto que unas más que otras, han sentado bases que, aun antes del estallido violento, se estaban desarrollando impulsadas por diversos sectores.

Anterior al surgimiento de las repúblicas y la sistematización del voto en la elección de las direcciones políticas, abrir caminos sin la amarga experiencia de sangrientos choques, hacía poco factible desplazar los poderes que se interponían en el camino del desarrollo y el crecimiento. El voto y las nuevas concepciones, especialmente aquella que define al elegido como alguien a quien se le encomienda el “mandato” de gobernar, supeditando su función a la voluntad de los electores, ha permitido encauzar el proceso de la evolución de manera más llana.

No vamos a disgregarnos ahora en las limitaciones creadas por las grandes corporaciones y los administradores de fabulosas sumas de dinero. Siendo esto una realidad, eso no ha impedido que en el Hemisferio Americano, fuerzas que favorecen una sociedad no controlada por el capital, asuman el poder y planeen, dentro de la ponderación y a pesar de grandes resistencias provenientes del exterior y algunas del interior, formas diferentes de Estado y Administración política.

Cuba no era ajena a este proceso. Posiblemente era el más proclive de todos los países a una aceleración del mismo. Si no avanzó más por ese camino, luego de aprobada la Constitución de 1940, fue por el tipo de injerencia practicada en ese tiempo por Estados Unidos, capaz no solo de dar órdenes directas sin escrúpulos ni reparos a los políticos de turno, sino de intervenir por la fuerza, como lo hicieron en varias ocasiones en otros países del Caribe y América Latina.

Las ideas progresistas de la época tenían influencias varias, con un marcado sello del pensamiento socialista europeo y estadounidense.

La palabra marxismo no era empleada por los estudiantes, obreros y profesionales que integramos mayoritariamente las filas insurrectas para combatir la injustificada dictadura a que diera lugar aquel Golpe de Estado. Los diferentes sectores críticos del ambiente político y de las deformaciones económicas provocadas por la dependencia de Estados Unidos, que impedían una mejor diversificación, se autoproclamaban “revolucionarios” y los más ilustrados como aquellos que militaban en organizaciones de juventudes estudiantiles u obreras católicas, se definían como socialista unos o simplemente como cristianos otros, bajo la influencia de escritores como José Ingenieros, Juan José Arébalo, y otros por el estilo. Menos común eran los influenciados por el argentino Aníbal Ponce, ciertos escritos de Karl Marx o por la intelectualidad que dirigía al Partido Socialista Popular, así como la Doctrina Social Cristiana, solamente era patrimonio de la elite dirigente de los laicos católicos.

Con motivo de la visita del Papa Benedicto XVI a Cuba, el debate respecto al socialismo y al llamado marxismo, ha sido puesto en perspectiva. El Papa, como lo expresamos en otro artículo, con mucha sapiencia abrió otra puerta para esa reflexión al referirse al marxismo como la “ideología que en la FORMA en que fue aplicada ya no se corresponde con la realidad”. Al no estigmatizarlo o descalificarlo, reconoció que los planteamientos de Marx son debatibles, con lo cual reconoce que los mismos son susceptibles de interpretaciones, aplicaciones, correcciones y enriquecimiento. De manera inversa, pero en igual sentido, opinó el Partido Comunista Cubano cuando hace veinte años reconoció que el cristianismo no era incompatible con sus ideas.

En Cuba existe todo un proceso de renovación que, en gran medida, regresa el origen de las luchas cubanas por la justicia, la igualdad de oportunidades y la participación ciudadana. Eran los tiempos en los cuales estas categorías sociales no tenían colores, siglas, ni doctrinas, sino solamente metas compartidas

En la lucha contra la injustificada dictadura de Fulgencio Batista, comenzada en 1953, posiblemente eran pocos quienes se denominaban marxistas.
Un amigo me escribió al respecto hace unos días, estimulado por las palabras del Papa y recordando la participación ciudadana masiva en la lucha armada contra la dictadura: “No conozco investigaciones al respecto pero seguramente en la Sierra Maestra y en la lucha clandestina hubo más católicos que marxistas, en Cuba quedaron muchos más creyentes de los que emigraron y los que con su fe militaron en la Revolución y participan en la construcción del socialismo son muchos más que los que se sumaron a las organizaciones contrarrevolucionarias”…
Las ideologías son sin duda un motor de la conducta humana, pero la justicia no se alcanza circunscribiéndose a ninguna de ellas. Al final, todas intentan encontrar el ángulo objetivo de las realidades, para lo cual deben prescindir de muchos de sus postulados. Por esta razón pensamos que lo más importante, para quienes ejercitan los poderes de Estado, es aprovechar los instrumentos teóricos de análisis social que hemos heredado, aplicarlos con ponderación, abrirse al debate comenzando por la academia, los foros obreros, los claustros estudiantiles y terminado finalmente en el mejor representante de la voluntad ciudadana que haya sido creado: la Asamblea General. Esto es más fácil decirlo que hacerlo, pero persistir es la única manera de triunfar.

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