jueves, 28 de enero de 2016

SI EL 23 DE ENERO PERDIMOS ?AHORA QUE?

BLOG DE ELIGIO DAMAS] SI EL 23 DE ENERO PERDIMOS. ¿AHORA QUÈ?
From:Eligio Damas <no-reply@blogger.com>
To:mareamia <mareamia@aol.com>
Date:Fri, Jan 22, 2016 4:17 pm


ELIGIO DAMAS




                Es una vieja historia;  que como lo que casi todo el mundo escribe, cuando se aborda la vida con la intención, por lo menos con eso, la intención de construir una historia, siempre la realidad prevalece ante la ficción. Cuando uno ha vivido tanto e intensamente, sobre todo metido en medio de los acontecimientos, tiene la fortuna de poder manejar lo real y ficticio tanto como para que uno parezca confundirse con el otro. Por eso suelen advertir “cualquier parecido a un personaje o circunstancia real es pura coincidencia” como para salvar el pellejo o eludir responsabilidades. Lo que aquí se cuenta, sòlo aborda las formas de lucha y las relaciones entre combatientes y còmo estos se relacionaban con los demás, lo que nada es ajeno a lo que ahora acontece. Tambièn aborda la conducta de la vanguardia pre y post 23 de enero de 1958, que para decirlo en una frase muy usada en aquellos tiempos, para evaluar la conducta de los “revolucionarios”, incluìdo entre estos hasta Fabricio Ojeda, como en primer tèrmino, tal como se le ha mirado ahora, “mientras quienes jugaron rol fundamental en las luchas populares para tumbar a Pèrez Jimènez, se fueron a las calles y plazas a celebrar como si se tratase de un carnaval, volviésemos a ganar la serie mundial de beisbol, acontecimiento de 1941 u otra vez, como lo hizo Susana Duijm, ganàsemos el Mis Universo, las clases dominantes, incluso quienes apoyaron y hasta usufructuaron la dictadura, se fueron directamente a Miraflores a formar nuevo gobierno y diseñar el programa político y social”. Conducta aquella de los “revolucionarios, que muchos, de manera selectiva y oportunista, han llamado la traición del 23 de enero de 1958. De allì surgieron las circunstancias para que luego nos impusieran el “Pacto de Punto Fijo”.
            Cuando se pierde el contacto con la realidad, los hechos cotidianos, las necesidades de la gente, el vivir dìa a dìa, subestimar al enemigo, sobrestimarse asì mismo, embelesarse en el pasado, en las glorias de ayer y hasta ajenas, el discurso se fosiliza, la figura se diluye en las pupilas multitudinarias y, no es extraño, que los hechos, al gobernante agobien y hasta se le vuelvan incomprensibles. Esta historia cumanesa de Luis Vallejo, de la época de Pèrez Jimènez, la pongo  en este espacio con motivo del 23 de enero; por la fecha y por mis reflexiones de ahorita.

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              Luis  Vallejo llegó refunfuñando y echando madres; al  aproximarse a nuestro grupo, con ropa, pelo y cara cubiertos de polvo, que pensé se había caído en una de las zanjas abiertas por los italianos en los ratos que no comían  pan con gaseosa, y a quienes los “criollos”, a falta de otra diversión, observaban mientras aquellos hundían incansablemente pico y  pala en  las  entrañas de la tierra, gritó como queriendo  decir  una última  palabra,  que  ahora  si era verdad  que  se  metería  en política  y  pondría a conspirar  contra  aquel  gobierno  de mierda.
              Acababa  de llegar de Caracas, enlatado en una  de esas  camionetas  pánel que salían de la plaza Miranda, por los lados de “El Silencio” y  que  al llegar  a Aguas  Calientes había que parar para  soplarles  el polvero  que acumulaban a lo largo de la carretera y así abrirle espacio a los pasajeros. Fue a la universidad a inscribirse y  no pudo, pues la matrícula que debía pagar, no estaba al alcance de las posibilidades  de su viejo, pintor de brocha gorda,  en  una ciudad  donde todo el mundo se hacía pintor el único mes  que  se pintaba  y pescador ocasional, donde todos, a ciertas  horas  del día, tomaban la forma de anzuelo.
              Aquella  agresión  que  destruía  sus proyectos  y frustraba   sus  aspiraciones  de  muchacho como   todos,   buen estudiante,  jugador de billar y del domingo en el  beisbol  para ver jugar a Cachare  Mejìas, primera base y Marutón Ramirez, gran quecher cumanès, soñaba ya con estar de  vuelta en  la ciudad graduado  y con  un  escritorio  amplio  como  un portaaviones. Que se veía entrando en su automóvil propio al club Mariscal  y de antemano  escuchaba cuando le dijeran "pase Ud. doctor".  Y  era sólo   en  eso  que  pensaba cuando Lelis  y  Rafael (x) le  pedían sacrificios, precisamente a quien más no podía; le hablaban de  la lucha  de clases, de  las bondades de  nuestra  política  y  le invitaban a leer folletos de portadas pésimamente diseñadas y  de un contenido que nada hablaba de él y de los seres humanos que conocía.  Por  eso, él los espantaba  con frases hirientes  que aquellos calificaban  de  arribistas  y oportunistas  y   hasta pequeñoburguesas; estereotipos cabalísticos que  estrenábamos  en nuestro  lenguaje. Forma ya  gastada  de  abordar  el debate  para discusiones estériles que nos separaba cada vez más, pero que algunos creìamos reluciente y novedosa.
              Pero  cuando  vino  de Caracas  ya  se empezaba a   abandonar ese lenguaje cifrado, como de computadoras, que evadía lo cotidiano,  lo  individual, colectivo, los problemas  de  cada  uno  de nosotros.  Se ponía empeño en unir lo que debía estar unido.  Los nuevos grupos dirigentes entendían que las prácticas anteriores, al parecer dirigidas a tumbar al gobierno sólo aliándose con  un militar   presuntamente influyente   que   le grantizase   al tradicionalismo  el  goce  del poder, iban en contra de  lo  que demandaba la realidad.
              Por   eso,  en  lugar  de  caer,  el gobierno   se atornillaba y era cada vez mayor el número de muertos, torturados y exiliados. Es decir, el adversario se fortalecía en sordera y ceguera nuestras y en ese hablar que ignoraba la realidad circundante.
              Cuando Luis Vallejo regresó al pueblo "entalcado” y decepcionado,  ya estaba variando la conducta de  la  militancia clandestina. La vanguardia ponía empeño en serlo y empezaba a percatarse  que en  el barrio no había agua y el hombre “criollo” acudía  a  un banquete sólo  a tragar saliva. Luis internalizó que  tenía  que luchar  para  abrirse  espacio  en una  mesa  inmensa  y, encontró que ahora  sus compañeros lo incitaban al combate  por  sus propios problemas, por cosas que entendía y le dolían. Y ahora la lucha no era reunirse furtivamente en una plaza oscura para hablar mal  del gobierno,  de regiones  ignotas y de cuestiones  que  no tenían ningún significado para él.
              Y tuvo razón Vallejo aquella noche cuando dijo, con aplomo, mientras celebrábamos la caída del dictador, que Pérez Jiménez era  culpable del atraso del país en esos últimos diez años,  de los  atropellos,  de la  marginación  del venezolano,  de   los asesinatos; todo aquello le parecìa  obvio,  subrayó,  pero  fue  culpa  de  los políticos tradicionales que durase más de lo debido. Y  es  que ser científico social o partidario  del cambio,  no es cosa de definiciones, ni de  buenos deseos,  es cuestión de serlo. ¡Cuànta razón tuvo mi amigo de la infancia al pronunciar aquellas palabras como crìtica a la conducta de quienes por largo tiempo dirigieron la lucha clandestina contra el dictador! Hay historias y hechos históricos que enseñan mucho y son ùtiles para entender lo que acontece, no importa si estamos de un lado u otro. Ahora mismo, en este crucial momento de la vida venezolana, con una inmensa reserva petrolera en el vientre de la madre tierra, que por ahora es poco lo que puede hacer por nosotros, vale evocar aquellas palabras.


(x)  Mis amigos y hermanos. Rafael Pèrez Luna y Lelis Montes.                       


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Publicado por Eligio Damas para BLOG DE ELIGIO DAMAS el 1/22/2016 01:17:00 p. m.

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