jueves, 23 de febrero de 2012

EL SECUESTRO DE FALLA BONET (1)

El secuestro de Falla Bonet (I)
Ciro Bianchi Ross • 11 de Febrero del 2012 20:40:27 CDT


Tras el fracaso de la huelga de marzo de 1935, Antonio Guiteras se
convierte en el hombre más buscado de La Habana. Las fuerzas
policiales lo persiguen sin tregua y un día sí y otro también corren
noticias falsas acerca de su detención. Se esconde durante un tiempo
en una vivienda de la calle Zanja y luego en una escuela de la Calzada
del Cerro. Luego en una casa de la calle Calzada. Está en constante
movimiento y en la carretera de Bauta se libra a tiros de un intento
de captura. El caso es que se hace inatrapable y la gente habla sobre
las casas de puertas y paredes simuladas en las que se esconde y de
los closets con doble fondo en los que se sumerge. Algunos opinan que
anda por toda la ciudad vestido de cura, lo que es falso, y otros
aseguran que lo transportan dentro de un ataúd, lo que tampoco es
cierto.

Lo curioso es que Guiteras fue muy escéptico con la huelga. Se percató
de que una confrontación directa con el régimen estaba condenada al
fracaso porque Joven Cuba, la organización que lideraba, al igual que
el resto de los grupos oposicionistas, no contaba con el armamento
necesario para hacer culminar el enfrentamiento en una insurrección.

Había tratado de frenar el paro porque comprendía que si se conseguía
sacar al presidente Mendieta, el coronel Batista estaría a la vuelta
de la esquina con la dictadura militar. Apoyó en definitiva la huelga
de marzo, pero supo siempre que sería un desastre.

Así se lo hace saber a Blas Roca, secretario general del Partido
Comunista, que coincide con el criterio del jefe de Joven Cuba. Se
reune asimismo con los estudiantes. Hay armas, pero son insuficientes,
les dice. No obstante, añade, si la huelga se mantiene ocho días, el
grupo que encabeza cumplirá su compromiso. Eso sí: no aceptará ninguna
fórmula que emane de la embajada norteamericana, a lo que parecen
estar dispuestos otros elementos opositores.

Estado de guerra
Paran los tranvías, los ómnibus, el correo, el telégrafo, la radio… Se
suman a la huelga los empleados públicos, cierran los comercios y
también los cines y los teatros. Y las escuelas. No circulan
periódicos. Se paraliza el ferrocarril. No hay hielo ni leche en el
mercado. La Policía ocupa la Universidad y los soldados se ven
obligados a despachar la gasolina en los servicentros. La huelga no
solo se hace sentir en la capital, sino que se extiende por Pinar del
Río, Camagüey, Santiago de Cuba… Se aplica la ley de fuga. Los
huelguistas, por centenares, son encerrados en el Castillo del
Príncipe y en las prisiones de La Cabaña y también en la cárcel de
mujeres de Guanabacoa. La gente busca asilo en embajadas y legaciones
y no es fácil conseguir espacio en el avión de Miami.

El 11 de marzo Mendieta decreta el estado de guerra en el país, y al
contrario de lo que sucedió en tiempos de Machado, cuando el Ejército
se fragmentó ante la idea de reprimir la huelga general, los
uniformados cierran filas en torno a Batista. Se impone «un terror
feroz, como nunca se había visto en Cuba», dice Pablo de la Torriente
Brau, y la revista norteamericana Times advierte que Mendieta ha
impuesto una dictadura más absoluta que la de Machado. A las nueve de
la noche se inicia el toque de queda y la ciudad, atravesada solo por
vehículos militares, se torna un cementerio, mientras que por el día
resulta delito caminar en grupo de dos o más personas por la calle. El
12, los huelguistas se baten en retirada; el Gobierno ha aplicado
contra los revolucionarios, dice The New York Times, las medidas
represivas más severas de toda la historia republicana. El día 13 la
huelga cede definitivamente, y mientras las cárceles siguen
abarrotándose empieza el reparto de culpas entre la oposición. Los
comunistas acusan a la dirección del movimiento por improvisación y
falta de responsabilidad; los trotskistas acusan a los comunistas;
Pablo, por el Ala Izquierda Estudiantil, piensa que abecedarios,
auténticos y guiteristas son los responsables del fracaso…
El plan mexicano

Como alternativa a la huelga, Guiteras esbozaba un plan a más largo
plazo. Sus simpatizantes en la Marina de Guerra secuestrarían aquí una
goleta que traería desde México hombres y armas para iniciar la lucha
en el oriente de la Isla. Tras el fracaso de marzo, podía resurgir el
movimiento revolucionario, pero no escapaba a la sagacidad de Guiteras
que la represión batistiana amenazaba con debilitar el movimiento
opositor, situándolo a la defensiva. Es por eso que decide volver al
plan insurreccional mexicano.

Dispone que seguidores suyos se trasladen a México para su
entrenamiento y ordena la compra de una finca para la realización de
las prácticas militares. Es posible que diera instrucciones de
reanudar contactos con el presidente Lázaro Cárdenas para el
entrenamiento de pilotos de aviación. Insiste en que sus partidarios
asentados en tierra mexicana adquieran equipos y materiales de guerra,
mientras que un hombre de su confianza viaja a Estados Unidos a fin de
pedir al ex presidente Grau San Martín cinco mil pesos que ayudarían a
financiar algunas operaciones. Lo que solicita es parte del botín que
auténticos y guiteristas sustrajeron de los fondos del Ayuntamiento de
La Habana luego de la caída del Gobierno de los Cien Días, del que
Guiteras fue ministro de Gobernación, Guerra y Marina. Pero Grau dice
no tener consigo ese dinero ni saber quién lo guarda y se cortan las
relaciones entre ambos grupos políticos.

Escribe el historiador Newton Briones Montoto que el presidente
Cárdenas había sido garante de la compra de dos barcos y de armas para
los planes de Guiteras. El jefe de Joven Cuba no quería quedar mal con
el militar y político mexicano. Se imponía honrar el compromiso y no
se encontró otra forma de hacerlo que la de secuestrar a un millonario
y reclamar luego el rescate. Desde los días de la huelga, Guiteras
tenía en mente el secuestro de Eutimio Falla Bonet, miembro de una de
las familias más ricas de Cuba y que había cobrado un seguro de 600
000 dólares por el incendio ocurrido en la Papelera Cubana, de su
propiedad.

Conversó el asunto con Juan Antonio Casariego y con Olimpio Luna,
ambos de su plena confianza. Casariego había sido el primer jefe de la
Comisión Nacional de Acción de Joven Cuba, y Olimpio, muy joven, era
conductor de un ómnibus hasta el día en que, por casualidad, pasó a
trabajar a las órdenes de Guiteras en la Secretaría de Gobernación.
Sería precisamente Olimpio Luna el encargado de chequear los
movimientos de Eutimio.

Días de chequeo
Eutimio era el más el más chico de los hijos de Laureano Falla
Gutiérrez y María de los Dolores Bonet, y el único varón. Se decía que
en cada aniversario de su nacimiento recibía, como regalo, un millón
de pesos de los suyos.

En lo personal, era un hombre metódico. Soltero, residía en el hotel
Parkview, cerca del Palacio Presidencial. Se levantaba temprano y
luego de recoger a su secretario particular en la calle Genios se
trasladaba a las oficinas de los negocios de la familia, en la calle
Oficios. Allí permanecía hasta el mediodía, cuando iba a almorzar a la
casa de una de sus hermanas, en 17 esquina a I, en el Vedado.
Regresaba al hotel y al anochecer visitaba a otra hermana, casada con
Agustín Batista, en el edificio Paseo, un hotel de apartamentos
situado en la calle Paseo esquina a 25. Permanecía con ellos alrededor
de una hora.

Dice Briones Montono que durante los 28 días que duró el chequeo,
Eutimio solo varió su rutina el domingo 22 de marzo cuando fue a la
matiné del cine Payret. Entró a la una de la tarde a la sala
cinematográfica y la abandonó a las 4 y 30. Una entrada para la
platea, por la que pagó 20 centavos, le permitió disfrutar de los
largometrajes Pégame otra vez, protagonizada por Joan Blondell y
Warren Williams, y Paseo de amor (Dick Powell y Ruby Keeler) asi como
del comic Si tuvieras alas; una revista semanal, un noticiero y un
episodio de la cinta El jinete rojo.

Una casa de la calle 27 entre Paseo y 2 estaba puesta en alquiler. Por
eso su propietario recibió la visita de una mujer atractiva y
elegante, con una nube en un ojo que trataba de disimular con el ala
del sombrero. Dijo llamarse Josefina García y estar casada con Jorge
González, enfermo y necesitado de reposo. En realidad, la mujer de la
nube en el ojo se llamaba Conchita Valdivieso. En el andamiaje montado
por Guiteras para el secuestro, el marido de Josefina era Casariego y
Olimpio, el chofer de la familia, mientras que una hermana de este era
la sirvienta de la casa.

Los preparativos se ultimaron sin prisa. Guiteras determinó que la
acción se llevara a cabo después de las nueve de la noche, cuando
Eutimio Falla Bonet abandonara la casa de su hermana en el edificio
Paseo. Hacerlo a otra hora hubiera despertado sospechas pues habría
alterado las costumbres de un hombre rutinario en extremo.

La noche del 3 de abril de 1935, al abandonar el edificio Paseo, el
Packard de Eutimio fue seguido por el Ford color naranja que conducía
Olimpio. Detrás, en otro Ford, viajaban Casariego y otros miembros de
Joven Cuba. El encontronazo tendría lugar en la intersección de 23 e
Infanta, un lugar solitario, rodeado de furnias. Allí el Ford color
naranja de Olimpio se adelantó, giró a la derecha y obligó a frenar al
chofer de Eutimio.

Las defensas delanteras de ambos vehículos quedaron trabadas. Olimpio
Luna salió de su coche y caminó con naturalidad hacia el Packard.
Parecía que pediría una disculpa, pero llevaba una pistola Colt 45 en
la mano. (Continuará)





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Ciro Bianchi Ross
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