domingo, 12 de mayo de 2019

EL DIA DE LAS MADRES

El Día de las Madres
Ciro Bianchi Ross


El segundo domingo de mayo se celebra en buena parte del mundo el Día
de las Madres.
No en todos los países se celebra en la misma fecha y en algunos se
llama Día de la Madre a esa fiesta,  pero en todos tiene el mismo
significado. Aunque se trata de un amor que se manifiesta o debe
manifestarse durante todo el año, en esa ocasión se destina un momento
especial para honrarlas. Cuando el escribidor  era niño, todos en esa
jornada  salíamos a la calle llevando un clavel rojo o blanco, según
tuviésemos a la madre viva o muerta.  Los hombres, en la solapa y las
mujeres, en la blusa.
Esos claveles, al menos en Cuba, dejaron de verse en las últimas
décadas. En los años 60 se puso aquí de moda el cake de las madres
que, normado, llegaba puntualmente a las bodegas en los primeros días
de cada  mes de mayo,  valía diez pesos y la propia madre lo  compraba
pues era ella, por lo general, la que hacía  los mandados. Era como si
se congratulara ella misma en  una época en que las tiendas no tenían
casi nada que vender y aquel  cake, concebido para picarse y comerse
en familia, hacía las delicias de todos. El cake desapareció, como
desaparecen las cosas en la Isla, sin aviso previo y sin explicaciones
de ningún tipo, y dio paso  a las  tarjetas postales con motivos
alegóricos que, pese a las veleidades del correo,  la destinataria
recibe puntualmente en la fecha. Es la llamada tarjeta de las madres
que  cada mayo se venden por miles y con las que mucho se limpian el
pecho a falta de un presente mejor.
El  amor a la madre sigue manifestándose y, más allá de la madre
propia, se extiende a todas las mujeres que amamos o a las que nos
unen lazos de gratitud, tengan hijos o no.  Es como otro Día de la
Mujer, pero más íntimo.  En los días previos, las tiendas hacen su
agosto pues nadie quiere homenajear  a su progenitora con las manos
vacías, aunque a ella le baste de regalo  solo un beso.  Y los que la
tenemos muerta, acudimos  al cementerio. En esa fecha, las flores se
agotan, se abarrotan los restaurantes, se lleva a cabo al fin aquella
visita siempre pospuesta a la tía vieja y  lejana  y  el transporte se
hace insufrible.
JUNTO AL CAPITOLIO EN CALZONCILLOS
La celebración del Día de las Madres surgió en Estados Unidos. La
norteamericana Anna Jarvis creó en Filadelfia  una asociación para
impulsarla.  Al comienzo,  la nueva organización apenas fue advertida
y su propósito, ignorado,  pero no pasó mucho tiempo para que se
anotara algunos éxitos parciales pues ya en 1914 varios estados de la
Unión, siguiendo sus recomendaciones, hicieron fiesta local el día y
la Cámara de Representantes recomendó que  fuera observado por los
miembros de los dos cuerpos colegisladores del Congreso, así como por
el primer mandatario de la nación. En tres o cuatro años más la
iniciativa se generalizaba.
    Llegó muy temprano a Cuba. Y aquí se hace imprescindible la mención
de aquel periodista proteico e incansable que fue Víctor Muñoz, porque
él abogó  antes que nadie porque el Día de las Madres comenzara a
celebrarse en la Isla.  Lo hizo en su columna «Junto al Capitolio»
que, con el seudónimo de Attaché, publicaba en el periódico El Mundo,
de La Habana. Tituló a esa página «Mi clavel blanco».
    Muñoz era dueño de una veta humorística extraordinaria y reseñaba los
juegos de béisbol entre Cuba y Estados Unidos como una competición en
que la naciente República justificaba su derecho a la vida. Alentaba
en sus comentarios  el triunfo cubano como una cuestión de soberanía
nacional.
    Con el seudónimo de Frangipane, Muñoz fue el creador de la crónica
deportiva cubana. Su columna «La Semana» en la edición dominical de El
Mundo, fue leidísima, al igual que ya aludida «Junto al Capitolio».
    El Capitolio junto al cual escribía Víctor Muñoz era supuestamente el
de Washington. Eso creían los lectores ante aquella página tan lúcida
y espontánea, llena de informaciones novedosas que parecía escrita
desde las orillas del Potomac. En realidad, el cronista, con la ayuda
del cable y de las publicaciones norteamericanas que allegaba,
escribía su sección en la propia redacción de El Mundo, en la esquina
de Virtudes y Águila.  Allí, en atención a su gordura desmedida que lo
hacía sudar a mares, el director del diario había dispuesto para él
una habitación privada, ubicaba en la azotea, donde Víctor Muñoz hacía
su trabajo en calzoncillos.
    De Muñoz diría don Manuel Sanguily —«don Manuel de los Manueles»,
como le  llamara José Martí:
    «El estilo de Víctor Muñoz cuando escribe, revela la facilidad y
gracia picaresca de cuando habla, y en todo caso es claro, fácil,
sobre todo preciso, que es lo que más maravilla».
¿QUIÉN ERES TÚ?
Víctor Muñoz Riera nació en La Habana, el 1 de enero de 1873. Su
padre, rico comerciante, se empeñó en que tuviera una educación
esmerada, pero la quiebra de los negocios paternos hizo que abandonara
los estudios en el bachillerato. Viajó entonces a Estados Unidos y en
Florida fue lector en grandes tabaquerías de Cayo Hueso y Tampa y se
inició en el periodismo, que es la profesión de los que se quedaron
sin profesión.
    Casado ya con una cubana, se incorporó a una expedición que lo trajo
a Cuba Libre. Terminada la contienda libertadora trabajó en las
redacciones de El Cubano,  La Discusión,  El Mundo y  La República
Cubana. Esta última, se lee en el libro Periodistas cubanos de la
República,  1902-1958 (Eds. Temas, 2015) «fue protagonista de sus
éxitos periodísticos, en especial sus informaciones deportivas, sus
trabajos de corte humorístico, así como crónicas sobre diversos
aspectos de la vida mundana».  En La Discusión «cubrió» la información
del palacio de gobierno, y  en El Mundo se anotó  un éxito sensacional
con su crónica sobre la toma posesión de don Tomás Estrada Palma,
nuestro primer presidente.  Había comenzado en esa publicación como
traductor de cables y reportero  de incendios. Los fuegos estaban
entonces a la orden del día, eran un suceso cotidiano, y constituían
una de las mayores fuentes de información de La Habana, dada la
importancia de los siniestros. Su vinculación con el béisbol llevó a
Muñoz a vincularse directamente en la Liga Profesional en tiempos del
mítico Abel Linares, que legó a su esposa las franquicias de los
clubes Habana y Almendares, que valían una fortuna,  y que la buena
señora, con ánimo de comprarse una casa, vendió por una bobería.
«Su estilo marcó un cambio en la forma de concebir las informaciones
beisboleras. José Manuel Govín, fundador y director de El Mundo,
deseaba que las páginas deportivas del diario tuvieran un enfoque
diferente y para eso contrató a Muñoz.
«En poco tiempo Vitoque, como era popularmente conocido, terminó con
el uso de los términos ingleses en el béisbol y en su lugar introdujo
las versiones al español, como jonrón en lugar de homerum  o corrido y
bateo por hit and rum. Además, su talento se puso a prueba al variar
los clásicos leads informativos por variantes más frescas de enfrentar
la pelota».
Fue Vitoque quien bautizó a José Caridad Méndez como «el diamante
negro». El más grande serpentinero, junto con Adolfo Luque,  de la
pelota cubana antes de 1959 y a quien el color de su piel tachó la
entrada en Grandes Ligas, haría  exclamar a un mentor de las Ligas
Mayores, que no disimuló el tufo racista del elogio: «¡Lástima que
este negro no se pueda pintar de blanco!».
Sintetiza Jiménez Perdomo en su «La crónica deportiva en el periodismo
cubano», publicada en el  Álbum del cincuentenario de la Asociación de
Reporters de La Habana; Ed. Lex, 1952:  «Govín, fundador y editor del
periódico El Mundo, tuvo de la crónica deportiva, como de otros
aspectos del periodismo ágil e informativo de la época, un acertado
concepto. Y así como instaló a Manuel Márquez Sterling en las
funciones de redactor político, llevó a su diario –donde se produjo la
gran evolución modernizadora de nuestro periodismo- al notable
costumbrista y humorista que era Víctor Muñoz. Y aquel laborioso y
entusiasta escritor supo dar a su sección un colorido, una
personalidad, un rumbo original e interesante, que, con las
ilustraciones acertadas de Conrado Massaguer, fue uno de los factores
determinantes en el rápido encumbramiento de esa publicación». Añade
que sus crónicas deportivas eran crónicas literarias. «Creó lo que
Manuel Sanguily llamó «la jerga de la pelota» que muchas décadas
después de muerto Muñoz seguían utilizando los crónicas deportivos y
los fanáticos del beisbol y del jai alai».
HOMBRE DE BUEN HUMOR
Fue en 1019 cuando Víctor Muñoz abogó por primeva vez porque se
instituyera en Cuba un día para las madres. Su idea no cayó en el
vacío y ya en 1920, impulsado por un grupo de jóvenes se celebraba la
fiesta en Cuba por primera vez. . Fue en Santiago de las Vegas. De
manera que si a Víctor Muñoz correspondió la iniciativa, fue un grupo
de jóvenes de esa localidad habanera , los primeros que hicieron
realidad el propósito.
    Meses más tarde, en las elecciones del 1 de noviembre de 1920, Muñoz
fue electo concejal por el Ayuntamiento de La Habana y,  en esa
Cámara, el recién estrenado edil propuso, el 22 de abril de 1921,  que
la fiesta se instituyera en el municipio habanero. No es hasta 1928
cuando la Cámara de Representantes aprueba, con carácter de ley, su
celebración nacional.
Ya Víctor Muñoz había muerto, en Nueva York,  el 30 de julio de  1922.
Una sala del Hospital América Arias,  la llamada Maternidad de Línea,
en El Vedado lleva su nombre. Oportuna manera de recordar a aquel gran
periodista que impulsó entre nosotros el Día de las Madres, y de quien
Enrique José Varona escribió:  «Su fisonomía era tan plácida como
excelente su corazón, como flexible su talento, como sutil su ingenio.
Fue solo un hombre de buen humor, que no puso hiel ninguna en sus
cuadros policromados de la vida coetánea».
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Ciro Bianchi Ross

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