martes, 30 de agosto de 2011

HISTORIAS DEL PASADO REVOLUCIONARIO CUBANO


por Roberto Simeón
Después del glorioso levantamiento popular en Santiago de Cuba contra la dictadura del General Batista el 30 de noviembre de 1956, no hubo acontecimiento de mayor trascendencia que el asalto al Palacio Presidencial con objeto de capturar o ejecutar al dictador.
En la historia han acontecido pocos casos de esta magnitud, y con el carácter épico y profundo romanticismo de la acción del 13 de marzo de 1957. En ella, combatientes de diversas generaciones y clases sociales se aprestaron a una acción política sin precedentes para restaurar el estado de derecho.
En los momentos en que se llevaba a cabo el asalto a Palacio, José Antonio Echeverría transmitió un mensaje en la radioemisora nacional de noticias más importante del país, proclamando los objetivos para derrocar al dictador. La transmisión hecha por Echeverría constaba de lo que se llamó su Testamento Político.
José Antonio, secretario general y fundador del Directorio Revolucionario y último Presidente electo de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), se había opuesto verticalmente desde el primer momento al golpe de estado de Batista, mostrando su profundo idealismo y desinterés personal.
Las valientes acciones, aunque fallidas, resultaron definitorias para la mayoría de los combatientes revolucionarios de la época. En ellas caerían en batalla o asesinados docenas de combatientes, incluyendo el propio Echeverría, muerto a la entrada de la Universidad. En Palacio no se tomaron prisioneros. Días después serían asesinados en una casa en Humboldt 7 cuatro de los principales dirigentes sobrevivientes del Directorio.
Las características del proceso se estaban definiendo según se fue reaccionando frente al golpe del 10 de marzo de 1952. Las dos más importantes fuerzas político-electorales, el Partido Revolucionario Cubano (Auténtico) y el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), no pudieron reaccionar hasta junio de 1953. En reunión celebrada en Montreal, Canadá, se pretende lograr la unidad de todos los partidos y sectores políticos no comprometidos con el régimen de facto, firmándose el acuerdo político llamado la "Carta de Montreal". La única demanda disidente contra la convocatoria en Montreal fue la de los apristas con la consigna "unidad sí, comunistas no", que definitivamente se impuso.
Los grupos insurreccionales comenzaron rápidamente a multiplicarse. Los más importantes por sus recursos y militancia eran: Organización Autentica (OA), Triple A (AAA), MNR, Grupo Montecristi y, por supuesto, la FEU, que asumió la posición pública, así como el Directorio Revolucionario, brazo insurreccional que surgió de su seno e incorporó a diversos militantes de otros sectores sociales.
En trabajos anteriores hemos expuesto la proyección ideológica de diversos grupos que se involucraron en diferentes acciones insurreccionales.
Primero, la acción de militares y civiles del MNR, que pretendió apoderarse de la Ciudad Militar de Columbia en La Habana, la plaza militar más importante del país, y que fue delatada en forma aún no debidamente explicada.
Segundo, la imposibilidad de coordinar con Fidel Castro, que formaba parte de un grupo llamado Jóvenes del Centenario, la acción de ejecución de Fulgencio Batista en ocasión de las tradicionales regatas nacionales de Varadero que se realizarían el 26 de julio. Al producirse en esa fecha el ataque al Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, por Fidel Castro y su grupo, Batista canceló su presencia en la regata.
Tercero, la negativa de Fidel Castro a participar en el proyectado alzamiento en Matanzas de la OA y la AAA, prohibiendo a sus seguidores involucrarse. El hecho culminó trágicamente con el asalto al Cuartel Goicuría del ejército, resultando en una masacre por una previa delación al jefe del regimiento de Matanzas.
Por último, el complot militar para derrocar al dictador, en el cual estaban comprometidos un número importante de oficiales del ejercito, la marina de guerra y la aviación, a quienes el pueblo y la prensa comenzó a llamar la Conspiración Militar de los Puros. Otro complot que se abortó por la confidencia que se recibió en la jefatura de la fortaleza de La Cabaña.
Justo Carrillo, en su juventud participante en la lucha contra la dictadura de Machado, primero, y la de Batista, después, hombre de gran prestigio como financiero y economista, me relató que era el único representante civil del grupo y en tal condición se reunió con Fidel Castro en Mérida, México, al objeto de lograr el respaldo a esa acción militar.
Según el Dr. Carrillo, en la entrevista, Fidel, interesado, preguntó sobre la jerarquía de los complotados, sus nombres, etc. Carrillo evadió dar la información alegando que de esos particulares no se comenta. Fidel hizo tres preguntas concretas: "¿Cómo yo voy en eso? ¿Me darían la alcaldía de La Habana? ¿O el Ministerio de Agricultura?" Justo evadió las preguntas. Para esa fecha tenían decidido nombrar alcalde de La Habana al gran empresario de la industria radial y televisiva Goar Mestre, y le ofreció a Fidel la Dirección de Deportes. La entrevista se desarrolló con gran cordialidad, quedando concertada una próxima reunión.
Fidel llegó a decir a Carrillo: "Si no puedo tomar a Niquero o a Manzanillo, si Frank (País) fracasa en la toma de Santiago de Cuba antes del fin de 1956, si sólo puedo refugiarme en lo más alto de la Sierra Maestra, allí estaré no más de ocho meses y bajaré triunfante".
En ocasión de este encuentro, me relató Justo que comentó con Fidel el plan en gestación del ataque a Palacio para ejecutar a Batista: "Pedí su colaboración, aunque no contestó directamente mi planteamiento". Justo, sin recordar las palabras textuales, citó a Fidel diciendo que la oposición no podía iniciar el derramamiento de sangre, porque esa política era muy peligrosa.
Poco días después, en el aeropuerto de Tuxla Gutiérrez, cuando Fidel lo acompañó, me contó Justo que, al leer en la prensa la información del frustrado asalto al Cuartel Goicuría, Fidel se indignó, criticando con gran acritud la acción, calificándola de oportunista y divisionista. "Entonces al oído le hice este comentario: ‘Esto fue igual a lo tuyo del Moncada’". A lo que respondió con una sonrisa. Poco tiempo después en la Ciudad México, comentando con un allegado, Fidel Castro expresó: "No podíamos admitir un nuevo Moncada".
A finales de agosto del 56, José Antonio Echeverría salió del país con el pretexto de un viaje de relaciones inter-universitarias. El objetivo real era reunirse en México con Fidel Castro. Allí lo esperaba René Anillo. Posteriormente se reunieron con Faure Chomón, Joe Westbrook y Fructuoso Rodríguez, todos de la FEU y del Directorio. Ya resultaba evidente la rivalidad creciente entre el Directorio Revolucionario y Fidel Castro.
Fidel recibió a José Antonio desplegando una de sus facultades más notables: su seducción personal, e hizo que los miembros de la dirección del Movimiento 26 de Julio fueran espléndidos, especialmente con Echeverría. Esto no fue obstáculo para que José Antonio comentara a un compañero: "¿No estará surgiendo un nuevo Batista?"
El resultado de las conversaciones de México fue lo que se conoció históricamente como la Carta de México. Sus firmantes fueron: por el Movimiento 26 de julio, Fidel Castro; por la FEU, José Antonio Echeverría, habiendo Fidel pedido que no lo hiciera a nombre del Directorio Revolucionario.
El primer tema de la Carta consistía en manifestarse públicamente contra los "militares pro-trujillistas" que conspiraban contra Batista, así como algunos elementos de la vieja política, además de los militares evidentemente vinculados a Batista. Se hacía patente que los revolucionarios reconocían como legítimos representantes del ejercito a aquellos que respetaban al coronel Ramón Barquín y al "grupo de los puros".
Por supuesto, en las conversaciones Fidel no informó de algunas conexiones que tenía en las fuerzas armadas dominicanas, especialmente oficiales de la marina y la aviación. El Directorio abogó por la táctica de "golpear arriba", la que se consistiría en ejecutar personeros de la dictadura y oficiales policíacos y de las fuerzas armadas, tácticas que Fidel aceptó sin objeciones.
La "Carta de México" contenía 19 puntos, resaltando entre ellos el siguiente:
Que ambas organizaciones han decidido unir sólidamente su esfuerzo en el propósito de derrocar la tiranía y llevar a cabo la Revolución Cubana.
Diez puntos se dedicaron al enfrentamiento con el Dictador Rafael L. Trujillo de la República Dominicana.
El punto 14 decía: "Que la FEU y el 26 de Julio consideraban al coronel Barquín, el comandante Borbonet, y demás oficiales presos y destituidos, la más digna representación de nuestro ejército; y que el ejército, dirigido por esos oficiales prestigiosos y honorables, al servicio de la Constitución y del pueblo, tendrá el respeto y las simpatías de la Revolución Cubana".
En consecuencia del compromiso del Directorio, en la "Carta de México", el 28 de octubre siguiente, un comando de acción del Directorio, en el Cabaret Montmartre de La Habana, ejecuta al coronel Blanco Rico, jefe del servicio de inteligencia militar (SIM), cuerpo represivo de la dictadura, hiriendo al teniente coronel Marcelo Tabernilla y a la esposa del capitán del mismo cuerpo, José Rodríguez Sanpedro.
No obstante los acuerdos del Directorio con Fidel Castro, éste último condenó públicamente la acción, declaración que incrementó las rivalidades de la militancia del Directorio con el Movimiento del 26 de Julio.
A finales de noviembre, las circunstanciales relaciones entre militantes de la OA y el Directorio se incrementaron; la tesis de "golpear arriba" del Directorio se imponía y surgió la idea del asalto al Palacio Presidencial, dar muerte dentro de él a Batista, anunciarlo por radio, y asaltar el Cuartel Maestre de la policía asumiendo el control absoluto de La Habana.
Por la OA, Menelao Mora, empresario, político y viejo militante en luchas revolucionarias, acogió el plan con entusiasmo, desplegando al máximo su capacidad de trabajo, contactando a viejos combatientes y movilizando todos sus recursos. En José Antonio, quien era el factor movilizador entre la juventud, su entusiasmo y actividad se redoblaban por día.
En febrero ya se conformaba una verdadera brigada de combate y una acción política sin precedente en la historia de la vida republicana en Cuba. Dos generaciones se identificaban para restablecer el Estado de Derecho.
La máxima responsabilidad militar se le encomendó a Carlos Gutiérrez Menoyo, excombatiente defensor de la República Española en la Guerra Civil. Menelao Mora era el coordinador de la operación. José Antonio Echeverría, quien ocupara la radioemisora y anunciara la ejecución del tirano, pasaría luego a la Universidad situada a pocas cuadras.
El ataque se inició tal como fue proyectado: Carlos Gutiérrez Menoyo abrió el paso a otros dos grupos de asalto dirigidos por Faure Chomón y Ricardo Olmedo. Mientras esto ocurría, José Antonio ocupaba los estudios de Radio Reloj, proclamando la ejecución del dictador y leyendo lo que históricamente sería llamado su Testamento Político. Otros no pudieron cumplir su parte en el ataque por diversas razones, pero la hazaña conmovió a Nuestra América.
Menelao Mora, Carlos Gutiérrez Menoyo, José Antonio Echeverría y 27 de sus compañeros pagaron con su vida la acción heroica. Otros tuvieron la oportunidad de continuar la lucha, pero muchos combatientes fueron asesinados por la furia de las fuerzas represivas. Entre ellos, el respetado exsenador de la República, Pelayo Cuervo Navarro, ajeno a la acción.
Semanas después, en la Revista Bohemia (sección en Cuba), la de mayor circulación en el país y una de las de mayor circulación en Nuestra América, se publicaban unas declaraciones de Fidel Castro en las que enjuiciaba severamente la hazaña, calificándola de putsch, fascista, e irresponsable, además de que provocó un inútil derramamiento de sangre cubana.
Testamento Político de José Antonio Echeverría Bianchi:
Hoy, 13 de marzo de 1957, día en que se honra a los que han consagrado sus vidas a la digna profesión de arquitecto para la que me preparo, a las tres y veinte minutos de la tarde participaré en una acción en la que el Directorio Revolucionario ha empeñado todo su esfuerzo, junto con otros grupos que también luchan por la libertad.
Esta acción envuelve grandes riesgos para todos nosotros y lo sabemos. No desconozco el peligro. No lo busco. Pero tampoco lo rehuyo. Trato sencillamente de cumplir con mi deber.
Nuestro compromiso con el pueblo de Cuba quedó fijado en la Carta de México, que unió a la juventud en una conducta y una actuación. Pero las circunstancias necesarias para que la parte estudiantil realizara el papel a ella asignado, no se dieron oportunamente, obligándonos a aplazar el cumplimiento de nuestro compromiso. Creemos que ha llegado el momento de cumplirlo. Confiamos en que la pureza de nuestras intenciones nos atraiga el favor de Dios para lograr el imperio de la justicia en nuestra Patria.
Si caemos, que nuestra sangre señale el camino de la libertad, porque tenga o no nuestra acción el éxito que esperamos, la conmoción que originará nos hará adelantar en la senda del triunfo.
Pero es la acción del pueblo la que será decisiva para alcanzarlo; por eso este manifiesto, que pudiera llegar a ser un testamento, exhorta al pueblo de Cuba a la resistencia cívica, al retraimiento de cuanto pueda significar un apoyo a la dictadura que nos oprime, y a la ayuda eficaz de los que están sobre las armas por libertarlo. Para ello es preciso mantener viva la fe en la lucha revolucionaria, aunque perezcamos todos sus líderes, ya que nunca faltarán hombres decididos y capaces que ocupen nuestros puestos, pues, como dijera el Apóstol, cuando no hubieran hombres se levantarían las piedras para luchar por la libertad de nuestra Patria.
A nuestros compañeros, los estudiantes de toda Cuba, les pedimos que se organicen, ya que ellos constituyen la vanguardia de nuestra lucha, y a las Fuerzas Armadas que recuerden que su misión es defender a la Patria, no someter hermanos, y que su puesto es el del Ejército Mambí, que peleaba "por la libertad de Cuba", como terminan todos sus escritos.
¡Viva Cuba Libre!
Caídos el 13 de marzo:
En la Universidad:
José Antonio Echeverría Bianchi
En el ataque a Palacio:
Menelao Mora
Carlos Gutiérrez Menoyo
Pedro Téllez Valdés
José Castellanos
Enrique R. Echevarría
Luis Felipe Almeida
Salvador Alfaro
Abelardo Rodríguez
Gerardo Medina
Osvaldo Díaz Fuentes
Eduardo Domínguez
José L.G. Wangüemert
Celestino P. Medina
José Briñas García
Ormani Arenado
Evelio Prieto Guillaume
Pedro Zaydén Rivera
Adolfo Delgado
José M. Hernández
Eduardo Panizo Busto
Carlos Manuel Pérez
Pedro Esperón
Orlando Morales
Reinaldo de León Llera
Mario Casañas Díaz
Norberto Hernández Nodal
Ramón A. Betancourt
Pedro Nolasco Monzón
Carlos González González
En Humboldt 7:
Fructuoso Rodríguez
Juan Pedro Carbó Serviá
José Westbrook
José Machado
Réplica y comentarios al autor: r.simeon@psrdc.org


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