viernes, 12 de agosto de 2016

LA REVOLUCION DEL PAN O ?BACHAQUEAN LA HARINA?

 
Date:Thu, Aug 11, 2016 5:20 pm

ELIGIO DAMAS

            El pan, ese de la harina de trigo, siempre ha estado en nuestra mesa. Pese somos “hombres de maíz”, para decirlo como Miguel Ángel Asturias, y como tales comedores de arepa, empanadas, cachapa y tacos. Pero también lo somos en muy buena medida, aunque haya gente que no lo cree y hasta ve como indecoroso, de casabe, ese que se elabora a partir de la yuca amarga, herencia de nuestra cultura primigenia. Aunque también, con el mismo fin, consumimos la yuca dulce. En Venezuela toda, desde la zona norte costera, incluyendo el rosario de islas, hacia el sur, en el área fronteriza con Brasil  y Colombia y desde el Oeste, también en los límites con ese mismo país, hasta toda la costa oriental, gustamos acompañar la parrilla de carne de ganado bovino con este tubérculo.
            Pero como la herencia hispana pesa demasiado en nuestra cultura, hemos sido, desde los primeros asientos coloniales, grandes consumidores de pan. El trigo, del cual hacemos el pan, es uno de los productos más consumidos en el mundo y pese se produce en buena parte de este, en Venezuela se da  en muy poca cantidad. Por lo que debemos importarlo; lo que significa asignar una elevada cifra en divisas para que el pan llegue a nuestra mesa.
            El abandono de la cultura agro-productiva, que no sólo ha estado ligado al rentismo petrolero  y modelo de economía de puerto,  dos caras de una misma moneda, que se tradujo en la concentración de la población justamente en la zona norte costera y sobre todo del centro del país, también a aquello de producir la riqueza en una área e invertirla en otra, nos hizo importadores de todo por demás, hasta de lo que podíamos producir con sobradas ventajas. Recuerdo, aunque a alguna gente necia esto no guste, como tomamos a risa, cuando un gobernante, en un momento que los precios del petróleo habían descendido bruscamente, propuso optásemos por hacer pan a partir de la yuca. Pero, también, en otra oportunidad nos ocuparemos de esto, por lo electoral, unos cuantos, más de los que uno se imagina o identifica, jugaron al rentismo, contrariando sus viejos discursos y marginando principios fundamentales, no hicieron lo conveniente para catapultar la economía agro productiva, en un país donde sobran aguas, tierras y mano de obra. Hubo tiempo para eso y capacidad financiera; pero lo electoral impuso su “dictadura”.
            Pese los estudios de la medicina hoy muestran a la harina o “el trigo como un veneno”, que entre otras cosas engorda en exceso, eleva los niveles de azúcar en la sangre, contiene gluten, intolerable para buen número de personas  y las enormes ventajas de la yuca, tanto la dulce como la amarga, de la cual se elabora el casabe y, el maíz de nuestras empanadas y arepas, no es aventurado afirmar que el venezolano mayormente consume pan, ese de la harina de trigo.
            Es obvio que esa disposición del consumidor, heredada de lo hispano, aunada a tradicionales malas políticas del Estado, de las cuales no hemos escapado en estos tiempos de “revolución”, ha influido en el alto consumo de harina de trigo, mientras el Estado no dispone de la cantidad de divisas necesarias o “como antes” para satisfacer a plenitud esa “necesidad”. Pero por otras razones, como las relativas al rentismo, entre las cuales hay de lo relacionado a la guerra económica, la producción de yuca y maíz ha descendido y para màs aumentado el consumo, lo que se ha traducido en una escasez generalizada de lo que solemos llamar “acompañante de la comida”. Pero la escasez, por eso que llaman “Leyes del mercado”, ha venido acompañada con la crueldad y hasta  fenómeno que el precio de yuca y maíz, ha llegado a niveles inimaginables. Entonces, llegamos a un momento que casi no había pan, las colas para acceder a las panaderías cada día aumentan de longitud, y el maíz y la yuca se han vuelto increíblemente en artículos de lujo.
            Ante este cuadro como “dantesco”, el “como” le uso para no pecar  de extremista o congeniar con quienes dicen que todo esto es mentira o exagerado, el gobierno optó por “hacer de tripas corazón” y traer harina en cifras que a uno parecen gigantescas. Tres meses atrás se dijo que había llegado un enorme cargamento y recientemente otro de unas 30 mil toneladas, que a uno parece enorme.
            Eso sí. El gobierno nos dijo que se distribuiría a través de los mecanismos propios del “Poder Popular” para garantizar que los más débiles tuviesen acceso al pan. Supone uno, por lo dicho y lo que ahora ve, que existen panaderías “populares”, distintas a las que uno siempre había acudido por el pan y ahora no, por esa incomodidad de las colas, pues en ellas un viejo nunca llega a tiempo si es que todavía le quedan fuerzas, a las cuales se arrima la harina que, como antes dijimos, está entrando en aparente buena cantidad por los puertos.
            Pero mientras las panaderías que uno siempre ha conocido y visitado, que incluye unas populares ya con unos años de vida, cuando les sobra harina, después de inventar de todo para ganar más, como con dulce o cachitos, hacen y venden pan a precio algo exagerado a quienes tienen tiempo y fuerzas para hacer las colas, en la calle se está expresando un fenómeno, eso dije, un fenómeno, que merece la atención del gobierno.
            De repente, justamente a partir del anuncio de la entrada al país de grandes cantidades de harina de trigo y su distribución a través de los mecanismos idóneos del “Poder Popular”, han aparecido en abundancia vendedores de pan, producto este cuyo origen por lo menos parece extraño y control de calidad nadie garantiza. Pero lo que parece agravar lo que ya es grave, pido dispensa si no es pertinente decirlo así, es que el precio de ese pan, vendido en la calle, sin origen definido, ni responsabilidad de nadie conocido, es en exceso elevado si le comparamos con el que expenden en las panaderías. A uno incomoda y hasta molesta de sòlo sospechar que la harina con la que elaboran ese pan, pudiera ser la destinada, con mucho esfuerzo, a aliviar el alto costo de la vida de los venezolanos.  El fenómeno es tan extraño y atractivo como esas bandadas de pàjaros que de repente invaden los espacios. Uno, al verles, recuerda aquella película de terror de Alfred Hitchcock, titulada “Los Pàjaros”.
            ¿Qué camino toma la harina que llega a los puertos? ¿Alguien se ocupa que quienes la reciban la utilicen para neutralizar a quienes hacen la guerra económica o para abrir otro frente de combate contra el pueblo y el mismo gobierno que a aquél quiere proteger?
           ¿Quiénes reciben la harina de los mecanismos de distribución del “Poder Popular”, están dándole a esa mercancía el fin que se le ha asignado o abriendo otro frente de combate contra el pueblo?
          ¿No es extraño que mientras llega en abundancia harina, las panaderías siguen funcionando como venían haciéndolo desde hace meses, elaborando pan de vez en cuando y atiborradas de potenciales compradores, de los cuales unos pocos logran su propósito, en la calle hayan aparecido en abundancia vendedores ambulantes de pan a precios altamente especulativo?

        ¿Es pertinente esta denuncia, simple advertencia o sólo se trata de una impertinencia?

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