viernes, 25 de septiembre de 2015

?UNA CUBA CON TODOS Y PARA EL BIEN DE TODOS?

¿Una Cuba con todos y para el bien de todos? Fernando Ravsberg, septiembre 24, 2015 Artículos de Fernando Ravsberg, Economía, En Portada, Política, Sociales vendedor-callejero. Foto: Raquel Pérez Díaz Foto: Raquel Pérez Díaz Unos días antes de la llegada de Francisco, fui invitado a un debate del Centro Cristiano de Reflexión y Dialogo, CCRD, de la ciudad de Cárdenas. Llegaron personas de todo el país con diferentes filosofías, creencias y puntos de vista políticos para hablar de y sobre Cuba. Fue grato comprobar, una vez más, la capacidad de los cubanos de conversar sobre temas candentes de la realidad nacional, respetando al criterio del otro y demostrando la capacidad de escuchar la verdad de los demás, aun cuando difiere de la propia. Jesuitas, protestantes, ateos, marxistas, cuentapropistas, gays, heteros, sociólogos, profesores universitarios, blogueros, periodistas y etnólogos. Todos buscando respuestas a las miles de preguntas que surgen de la actualidad de Cuba y de sus futuros posibles. Imbuido de ese espíritu oí a Francisco y me llamó la atención su alerta a los cubanos para que no descuiden la protección de los más frágiles, “por proyectos que puedan resultar seductores, pero que se desentienden del rostro del que está a su lado”. Un comentarista de este blog escribió diciendo que “los cubanos entramos todos juntos al Periodo Especial (crisis económica) pero ahora vamos saliendo de uno en uno”. El problema es si seremos capaces de salir todos o se quedarán atrás los más “frágiles”. Las crecientes diferencias sociales en Cuba se perciben claramente en el consumo. Foto: Raquel Pérez Díaz Las crecientes diferencias sociales en Cuba se perciben claramente en el consumo. Foto: Raquel Pérez Díaz Mientras unos claman para que el tren de la reforma acelere su marcha, a otros les resulta tan veloz que son incapaces de subir a ninguno de sus vagones. ¿Qué hacer con los que no saben o no pueden interactuar con el naciente mercado, tan esplendido como implacable?. El periodista norteamericano Jon Lee Anderson advierte que “En la medida en que el Estado empiece a retroceder ante la posibilidad de una nueva economía, habrá gente que cae por la grieta, como los indigentes, los ancianos, los discapacitados. ¿Qué pasará con la gente que fue cobijada por el Estado cubano? Ese es el gran reto”. En los debates del CCRD me explicaron que hay dos reformas caminando en Cuba, la que está dirigida desde arriba “sin prisa pero sin pausa” y la que se está produciendo abajo, con una dinámica propia que se desarrolla mucho más allá de lo previsto en los planes. Las clases sociales van perfilándose con más nitidez, en las viviendas, las formas de transporte, la alimentación, la vestimenta o el esparcimiento. Y aunque aún están lejos de la cruda realidad latinoamericana, las diferencias económicas entre los cubanos crecen de forma dramática. El gobierno ha prometido que le dará iguales oportunidades a todos los ciudadanos pero lo cierto es que algunos tienen mayores posibilidades de aprovechar la apertura económica que quienes carecen de capital, conocimientos o experiencia en negocios. Los economistas ven las diferencias como un motor para el desarrollo en la medida en que genera incentivos en los productores. Sin embargo, esta política llevada a extremos provoca el desamparo, la miseria, la violencia y la ingobernabilidad que se vive hoy en la región. El temor de muchos es que las reformas económicas no están avanzando acompañadas de políticas sociales específicas para proteger a los más “frágiles”. Se está desmontando un modelo basado en las subvenciones sin que la gente sepa a que deberá enfrentarse. A pesar de que el propio Fidel Castro afirmó que “el modelo cubano” ya no sirve, el discurso oficial sigue sosteniendo que simplemente se está “actualizando” el viejo diseño. Nadie aun ha explicado a la ciudadanía hacia qué tipo de sociedad se mueve Cuba. Las autoridades aseguran que los cambios no dejarán a nadie desamparado pero cada día se ven más abuelos vendiendo baratijas, más “buzos” rebuscando en nuestras basuras y más gente viviendo en las calles. Mientras los demás nos estamos acostumbrando a convivir con ese “paisaje”. La prensa oficial, siempre tan políticamente correcta, ha encontrado un nuevo lenguaje para maquillar la realidad, llama “deambulantes” a los miles de desamparados que están surgiendo en Cuba, producto de una pobreza que empieza a tener rasgos de miseria. Muchas veces se ha explicado que para mantener las conquistas sociales es necesario crear una base económica que las financie. El problema es que los ciudadanos más frágiles necesitan apoyo ahora, no pueden esperar años hasta que el modelo “desborde” riqueza. Dicen que “la calidad de una sociedad y de una civilización se mide por el respeto que manifiesta hacia los más débiles de sus miembros”. Ese sería un buen rasero para ir evaluando la calidad humana de la reforma económica que se desarrolla en Cuba.

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