viernes, 18 de julio de 2014

ROMULO BETANCOURT


 



ELIGIO DAMAS
  
       




       
  Nota: El siguiente texto es ínfima  parte de un libro de más de 250 páginas que he terminado recientemente. Sin título todavía; en el cual trato de mostrar cómo los promotores de golpes de Estado habidos en el continente, terminaron por llevarse por delante a quienes al inicio les apoyaron en la creencia que se trataba de “restaurar la institucionalidad”, como se dijo repetidamente y todavía sigue diciéndose; fue ese el mascarón de proa de Carmona Estanga y sus acompañantes. Se pasa por la historia de Venezuela desde la “invasión de los sesenta”, la instauración del gobierno de Cipriano Castro y los hechos posteriores. El caso chileno es tratado con suficiente amplitud hasta llegar al golpe de Pinochet y el envenenamiento de Eduardo Frei por parte de la dictadura. En este espacio sólo ofrecemos un pequeño detalle, con la intención de ilustrar acerca de cómo, el segundo gobierno de Betancourt, habiendo resultado de unas elecciones “libres y democráticas”, tuvo el comportamiento de una dictadura y las razones que aquello determinaron. Espero que esto guste al lector y pueda servir para llamar la atención de algún editor que no tenga cabuyas.
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                   Según Federico Brito Figueroa, citado por Luciano Wexell Severo, en “Economía Venezolana (1899-2008), pág. 131:
                              “Betancourt   viola  la legalidad  democrática   recién  instituida,
                                      resultado de la presencia combatiente de los depauperados  en
                                      la rebelión  del 23 de enero de 1958,  e  instaura una dictadura
                                      de hecho, que supera en rasgos negativos al régimen  en el país
                                      en la década de 1948-1958”.
                      No hemos encontrado nada mejor, además de lo anterior, para pintar un cuadro sobre el comportamiento del gobierno de Rómulo Betancourt, de ese período que inició en 1959, que la siguiente nota de Federico Brito Figueroa:
                     “El pequeño  Napoleón  de Guatire  somete  a  su acomplejado
                           despotismo al Poder Judicial y a la iglesia. Sustituye  las nor-
                           mas  de  derecho por  el  bárbaro  principio: “disparar primero
                            y  averiguar después”,  instaurando de  hecho la pena de muer-
                            te; ordena  ametrallar, las veces que estime necesario, las ma-                                   
                            nifestaciones de depauperados que solamente  reclaman  pan
                            y  trabajo;  viola  la  inmunidad  parlamentaria,  disuelve  los
                            sindicatos y los partidos que lo adversan,  censura  la prensa,
                            impone la llamada Ley del Hambre y hostiliza policialmente a
                            los militares patriotas”.
                      Lo anterior ha servido para demostrar, como el gobierno de Betancourt, pese haber resultado de unas elecciones “populares, libres, directas y secretas”, hasta donde se podía garantizar en aquella época con un sistema electoral muy vulnerable y una población en gran parte analfabeta, derivó hacia un comportamiento dictatorial, hasta más represivo, que en mucho superó a los gobiernos de Gómez y el propio Pérez Jiménez. Como hemos visto, por todos los elementos mencionados, varios factores influyeron en aquella conducta.
                     La historia venezolana anterior a Betancourt, salvo algunos instantes o experiencias diferentes y muy puntuales, se había caracterizado por regímenes represivos, sin conciencia verdadera de los derechos de los ciudadanos, no acostumbrados a experimentar el reclamo popular, ni siquiera de los grupos representativos, sino a una situación despótica donde prevalecía la opinión o voluntad del gobernante. La personalidad misma de Betancourt, demasiado conocida por los venezolanos y reconocida por quienes, como el suscrito, pudieron verle por buen tiempo diariamente, antes que asumiese el gobierno en 1959, era dada a reacciones violentas y muy poca delicadeza. La sutileza, para intervenir en cualquier asunto, no era una de sus virtudes.
                      Entre los jóvenes adecos de mi tiempo, se comentaba como, en las reuniones de gabinete, la iracundia del presidente, le llevaba a lanzar la pipa contra cualquiera de sus ministros o allegados, salvo el Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa, porque discrepasen de aquellas opiniones en la cuales estaba interesado en imponer  o los percibiese distraídos o evadidos de la conversación. Pocos se atrevían a rebatirle alguna idea por temor a su reacción o decisiones posteriores.
                     En las reuniones de partido, aquellas a las cuales por derecho podían asistir, además de Betancourt y sus allegados, los izquierdistas que posteriormente dieron origen al MIR, como Simón Sáez Mérida y Domingo Alberto Rangel, quienes eran miembros del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), sólo estos solían rebatirle cada argumento en materia política, sino que el último se solazaba en enrostrarle su falta de conocimiento en muchos asuntos que el fundador del MIR manejaba en profundidad. Circunstancia que al “Napoleón de Guatire”, molestaba en exceso, pero según contaban, quizás haciendo un supremo esfuerzo, optaba por ignorar. Los jóvenes adecos, futuros dirigentes del MIR, cuadros dirigentes de menor jerarquía, quienes no teníamos accesos a  aquellas reuniones, al poco tiempo de aquellos sucesos nos enterábamos en detalles. Nosotros formábamos dentro de AD una organización paralela con sus jerarquías y niveles organizativos que recibíamos abundante y diaria información del acontecer nacional y del partido, incluyendo aquellos incidentes. La gente del ARS, como Raúl Ramos Jiménez o Jesús Ángel (el indio) Paz Galarraga y hasta el mismo Dr. Prieto, cuando no coincidían con Betancourt, dejaban saber sus desacuerdos pero cuidando las formalidades.
                     La situación económica del régimen era apremiante como ya lo hemos dicho en diversas oportunidades y el gobierno experimentaba, como Pérez Jiménez en los últimos días de su gobierno, o quizás de más envergadura por la enorme participación obrera en la calle, de grandes presiones del movimiento popular reclamando derechos y reivindicaciones.
                      Luciano Wexell Severo, en este sentido, en la obra que antes hemos citado dice al respecto, en la pág. 130:
                                  “En  los  meses  de octubre  de 1959 y  enero  de 1960  nueva-
                                     mente  ocurrieron   grandes   protestas   de  trabajadores,   estu-
                                                  diantes y desempleados.  Las  manifestaciones  terminaron  otra
                                                   vez en choques contra la policía y con dura represión”.
                        Pero para ahondar y dejar claramente establecido el carácter represivo y antipopular del gobierno de Betancourt, volvamos a Orlando Araujo, en la misma obra antes citada, págs. 168-169:
                                 “……allí están aquellos tres primeros muertos abaleados por la
                                  policía  durante  una manifestación pacífica en agosto de 1959.
                                  Pero a poco de ahondar en nuestras averiguaciones tropezamos
                                  con aquellas raíces afirmadas en la historia y en la deformación
                                  estructural: los tres  caídos  eran obreros y la manifestación era
                                  de  desempleados.  Un  gobierno  cuyos  compromisos  con  las
                                  minorías privilegiadas y con el capitalismo extranjero le impiden
                                  ir  al  cambio  de  estructuras verá crecer ante sí el problema  del
                                  desempleo y sólo tendrá a la mano a la policía para silenciar sus
                                  explosiones sociales….”
                       Esas circunstancias, llevan a Betancourt al eslogan de su práctica política como respuesta al pueblo, sus demandas y los humildes en general, según Araujo y todos quienes vivieron aquellos años, “Las calles son para las fuerzas del orden público” y “hay que disparar primero y averiguar después”. 
                     Los defensores de Betancourt, intentan justificarlo apelando al expediente de la lucha armada, fenómeno surgido con posterioridad y asumido en principio como una forma de defensa de la brutal agresión policial y en virtud de haberse cerrado toda posibilidad de reclamo o participación legal, habiendo de por medio aquellas dos órdenes peculiares y ajenas a la constitución misma y los derechos humanos, impartidas desde Miraflores.
                   Quienes ayudaron a Betancourt, en cierta medida, pese las diferencias, a llegar a Miraflores, como la gente que luego formaría el MIR y hasta la de URD, que más tarde formarían el VPN (Vanguardia Popular nacionalista) pasarían a integrar la lista de los perseguidos y acosados del gobierno de Raúl Leoni.
                    Nota adicional: En otra parte de este libro, veremos como ese comportamiento de Betancourt también estuvo influido por el temor que en personajes como él y en el Departamento de Estado, produjo aquel fenómeno que fue la Revolución Cubana y todo su efecto ecuménico.




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Publicado por Eligio Damas para BLOG DE ELIGIO DAMAS el 7/17/2014 06:21:00 a. m.

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