martes, 18 de diciembre de 2012

TLCAN EXPANDE EL HAMBRE EN MEXICO


 18-12-2012

El TLCAN expande el hambre en México

Hedelberto López Blanch
(Rebelión, Ajintem, Aporrea, Opciones, Telesur, Diario Universal)


El tiempo les ha dado la razón a los presidentes latinoamericanos que
en 2005, en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata, Argentina,
rechazaron integrar el Área de Libre Comercio (ALCA) promocionada por
Estados Unidos. Hoy sus países estarían en iguales condiciones a las
que padece México.

El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social
(Coneval), informó que de una población cercana a los 110 millones, el
51,3 % vive sumido en la pobreza, es decir, 55 millones de mexicanos
carecen de los recursos elementales para cubrir sus necesidades
básicas.

Según Coneval, la cifra resulta aterradora al incrementarse la espiral
de pobreza año tras año sin que existan visos de solución. En el 2008
el número de personas en esas condiciones era de 50,6 millones,
principalmente en Chiapas, Veracruz, Tabasco, Baja California, Puebla,
Jalisco, Guanajuato, Oaxaca, Guerrero, Morelos, Chihuahua y el
Distrito Federal.

Desde que el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari aprobó en
diciembre de 1992 el Tratado de Libre Comercio para América del Norte
(TLCAN), que entró en vigor en enero de 1994, el hambre y la pobreza
se han convertido en males mayores de los aztecas, unido a la enorme
violencia de los carteles de la droga en lucha por transportar esa
mercancía hacia el mayor consumidor de estupefacientes en el mundo: el
vecino Estados Unidos.

Una de las peores consecuencias del TLCAN es la de haber obligado a
más de 2 000 000 de campesinos, junto a sus familiares, a abandonar
las tierras que arrendaban por los bajos precios de los productos y el
abandono gubernamental.

Al acordarse la libre exportación de mercancías, las empresas
transnacionales y los agricultores estadounidenses (con enormes
subsidios gubernamentales y modernas tecnologías de producción)
inundaron los mercados mexicanos en detrimento de comerciantes y
agricultores nacionales.

Los campesinos emigran en masa hacia las grandes ciudades donde les
resulta sumamente difícil hallar trabajo y pasan a engrosar las filas
de los vagabundos, o los más jóvenes tratan de cruzar las custodiadas
fronteras norteamericanas en un vía crucis de inmigrantes
clandestinos.

Las transnacionales de alimentos que operan dentro del país, se han
convertido en las principales productoras, importadoras, exportadoras
y prácticamente se han adueñado del control de la economía azteca.

Innumerables fuentes de trabajo se esfuman tras la compra y
concentración de tierras por esas compañías, y por la utilización de
nuevas técnicas industriales en la agricultura.

Pequeñas granjas han sido eliminadas por enormes emporios como Tyson,
Smithfield, Pilgrims Pride que se han adueñado de la producción
ganadera a la par que provocan contaminaciones del agua y la tierra
por el afán de elevar las producciones sin cuidar el medio ambiente.
Como aseguran sus directivos, al final, el país no es de ellos.

El maíz, alimento básico ancestral del mexicano cuya producción
nacional abastecía a toda la población y quedaban excedentes para la
exportación, ha sido prácticamente eliminado de sus campos desde la
entrada en vigor del TLCAN, al cuadruplicarse las importaciones de esa
gramínea procedente de Estados Unidos.

Con los aumentos en los precios internacionales de los alimentos,
provocado muchas veces por compañías intermediarias (entre las que
destacan Maseca /Archers, Daniel Midland y Cargill) que juegan con el
hambre de los pueblos para enriquecerse, los precios de la tortilla de
maíz son casi inalcanzables para los mexicanos.

Las cifras no mienten. Si antes del TLCAN el país gastaba 1 800
millones en importar alimentos, ahora invierte 24 000 millones con
alta dependencia en soya, 95 %; arroz, 80 %; maíz, 70 %; trigo, 56 % y
frijol, 33 %.

Gracias al TLCAN, funcionarios del Departamento de Agricultura en
Washington señalan que en los próximos años, México deberá adquirir el
80 % de los alimentos en otros países, principalmente en Estados
Unidos. Llevada de las riendas del Tratado de Libre Comercio, muchos
analistas consideran a la nación azteca una dependencia de Washington,
debido a las leyes neoliberales que permiten a las compañías
extranjeras utilizar mano de obra barata para sus producciones,
explotar sus recursos naturales, extraer petróleo a precios
preferenciales y exportar los excesos de mercancías norteamericanas
hacia ese país.

Mientras esta situación ocurre en México, un reciente informe de la
Comisión Económica Para América Latina (CEPAL) señaló que ese flagelo
ha disminuido en la región y actualmente afecta a 168 millones de
personas, equivalente al 30 % de la población, aunque, agrega, se
trata de la más baja en las últimas tres décadas.

Para la CEPAL, los niveles de pobreza continuarán reduciéndose aunque
a un menor ritmo, hasta cerrar el año en una tasa del 28,8%,
equivalente a 167 millones de personas, gracias al crecimiento
económico y a la moderada inflación.



En los últimos años, varias naciones entre las que destacan Venezuela,
Bolivia, Ecuador, Argentina, Nicaragua y Brasil posibilitaron que las
cifras de pobreza se redujeran al llevar adelante políticas sociales a
favor de sus habitantes y tomar medidas para que las transnacionales
no saqueen sus economías.

El incremento de la desigualdad es otro aspectos que golpea a la
nación azteca ya que mientras más de la mitad de la población no puede
acceder a sus necesidades alimenticias, educacionales o de salud, solo
ocho magnates nacionales poseen una fortuna de más de 90 000 millones
de dólares que equivale al 10 % de Producto Interno Bruto (PIB) del
país.

El Tratado ha permitido el enriquecimiento de una minoría criolla, a
la par que posibilitó a Washington mantener un mayor control sobre la
economía azteca en detrimento de su pueblo.

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